Capítulo 24

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—Ay, Elías, te ves terrible. ¿Estás enfermo?

Levanté la vista cuando escuché la voz de mi madre. Me había tumbado en el sofá con la esperanza de encontrar algo en la televisión que me distrajera un rato, pero no había forma de que dejara de pensar en Samuel. Me estaba volviendo loco.

—No, solo tuve una mala noche.

Mi madre me tocó la frente para verificar mi temperatura.

—¿Sucedió algo malo? ¿Samuel y tú pelearon de nuevo o algo así?

Me acomodé en el sofá luego de apagar la tele. Mi madre se sentó en el de un cuerpo.

—No, no es eso. Simplemente no me siento con ánimos de nada.

—¿Quienes contarme?

Me rasqué la cabeza. Hablar con alguien cercano del tema sonaba muy tentador, pero realmente me costaba expresar mis sentimientos, y más con mis padres.

—Es que es... Vergonzoso hablar sobre estas cosas.

—Ah, ya sé lo que te está pasando. ¿Estás con mal de amores?

Hice una mueca y ella se rio. Mi madre parecía una bruja.

—¿Le lees la mente a la gente o algo por el estilo?

Se sentó frente a mí con las manos cruzadas. Le brillaban los ojos como si estuviese por abrir un gran regalo. Ella lucía realmente ilusionada.

—Cuéntame, ¿quién es?

Solté una carcajada.

—No te voy a decir quién es. Solo te voy a decir que estoy un poco confundido y eso me tiene inquieto, porque no sé qué hacer con mi vida.

—¿Ya le dijiste lo que sentías?

—Mamá, ni siquiera yo entiendo lo que siento. Todavía estoy intentando descifrarlo. Ese es el problema.

Mi papá apareció con una toalla en la cabeza. Me dio un beso en la frente y se sentó junto a mí.

—Cariño, Eli está enamorado.

—¡Publícalo en el diario! —exclamé.

—Oh, bueno, ¿quién es la afortunada que se robó el corazón de mi pequeño?

La vocesita en mi cabeza corrigió afortunada por afortunado.

—Es... Alguien del colegio. Una persona que se ha vuelto muy especial para mí pero yo no sé cómo debería actuar.

Mis padres se lanzaron una mirada cómplice. Sentía que lo sabían todo; eso me aterraba.

—Yo creía que estar enamorado significaba algo bueno —continuó papá—. Pero tu cara da a entender que se te murió un pariente o algo así, ¿por qué te estás mortificando?

—Porque siento que mis sentimientos no son correctos.

—¿Por qué? —insistió papá.

No respondí, aunque yo sabía cuál era la respuesta.

El motivo principal era que Samuel era un chico, y encima, era mi mejor amigo. Mis padres nunca hablaron conmigo sobre este tema, así que no sabría exactamente cuál sería su reacción si llegaran a saber que esa persona era Samuel. Supongo que tampoco estuvo en sus planes que alguna vez pasara algo como esto.

—Eli, lo más importante de todo es que tú te sientas feliz. Si quieres a una persona y esa persona te quiere a ti, no debes sentir que es algo incorrecto. No hay motivos para que lo sea.

—¿Esa persona te corresponde? —Preguntó papá.

Me encogí de hombros.

—No... lo sé.

En el fondo yo sabía la respuesta, pero tenía miedo de estar malinterpretandolo todo, aunque pensándolo bien, era muy difícil malinterpretar un beso, pero yo era demasiado tonto como para profundizar en los detalles.

—Bueno, entonces creo que lo primero que tendrías que hacer antes de estar quemándote el coco es hablar de lo que sientes. Lo peor que te puede pasar es que te rechace, y ahí tendrás que vivir con el corazón roto durante un tiempo.

Mi madre le lanzó una mirada a mi padre y él apretó los labios.

—No asustes al chico, Javier.

—Tranquila, mamá, me han rechazado algunas veces antes, así que ya sé lo que se siente. Pero no es por miedo al rechazo que no hablo del tema.

—¿Entonces por qué?

Crucé los brazos sobre el pecho, ladeando el rostro. No quería responder preguntas, porque eso significaba enfrentarme directamente a la realidad, y no me sentía listo para hacerlo. Sí, me estaba comportando como un cobarde, lo había estado haciendo desde que comencé a sentir cosas por Samuel, pero era mi forma de protegerme a mí mismo, no encontraba otra manera de hacerlo.

—Porque es algo muy complicado de asumir. Es... Difícil aceptar ciertas cosas cuando toda tu vida creíste que eras de determinada manera. Los cambios asustan, y yo no tengo idea cómo enfrentarme a esto. Además somos muy buenos amigos, no quiero que esto arruine eso. Es muy importante para mí.

Ellos volvieron a lanzarse una mirada.

Mi madre se acomodó en el sofá. Sabía que estaba a punto de lanzar una bomba; me daba miedo cuando se ponía así.

—Dime una cosa, Elías. ¿Nosotros alguna vez te hicimos sentir que ser diferente está mal? ¿Cuándo te censuramos o te prohibimos pensar por ti mismo?

—Nunca —respondí con la mirada gacha.

—¿Entonces cuál es el problema? ¿Lo que sucede es que te gusta un chico?

Sentí la sangre agolpándose en mis mejillas. Volví a quedarme callado, y mi madre interpretó mi silencio como una respuesta afirmativa.

—Está bien, Eli, está bien si te enamoras de un chico o de una chica. El amor es amor, y es maravilloso cuando lo experimentas con completa libertad. Nosotros no vamos a dejar de amarte por eso, sería absurdo.

—Bueno, convengamos que no es muy sencillo sentarse frente a tus padres y simplemente... Salir del clóset.

—No tienes que hacerlo. Nosotros no te criamos dentro de ningún clóset. Te dimos libertad para que tú elijas pasar tu vida con quien te guste y con quien te haga feliz. Seríamos unos horribles padres si tú te sintieras encerrado de alguna manera.

—Ustedes dos son demasiado millenials —comenté, y logré sacarles una carcajada.

Ellos eran los mejores papás del mundo.

—Así que... —continuó papá—. Imaginemos que este chico que te tiene en las nubes es algo así como tu vecino... Podrías ir a hablar con él para aclarar las cosas.

—Papá, ¡por Dios! —Salté del sofá como si me hubiese mordido el trasero—. Bastante tengo con ustedes y sus habilidades especiales para leer la mente de la gente, ¡al menos podrían fingir que no sabían de quién estaba hablando!

—Ay, por favor, Eli... —continuó mamá—. ¿Quién más podría ser? Se te nota a kilómetros que estás enamoradísimo de él, casi te mueres cuando no fuiste a verlo. Jamás te habíamos visto tan pendiente de alguien. La amistad no tiene por qué acabarse. Tu padre y yo éramos mejores amigos. Nos casamos, te tuvimos a ti y todavía seguimos siéndolo. Una cosa no quita a la otra, cariño.

Mis padres siempre hicieron un excelente equipo. Desde que decidieron formar una familia, hasta que me tuvieron a mí, y durante toda mi crianza. Incluso para fastidiarme. Era cierto, ellos jamás me habían metido en el clóset. Yo mismo me estaba encerrando en la idea de que sentir algo por otro chico estaba mal, pero eso no era culpa de mis padres.

Mi madre estiró las manos para tomar las mías. Acarició el dorso de mi muñeca con el pulgar.

—Jamás vuelvas a sentir que algo anda mal contigo. Eres nuestro hijo y te amamos tal y como eres. No necesitas justificar lo que sientes ni ahogarte en dudas. Solo... Vive, Elías, vive y sé feliz. Nosotros vamos a estar aquí para apoyarte.

—Parece un mensaje sacado de una galleta de la suerte. —Sonreí al ver su cara de enojo. Adoraba hacerla enojar—. Gracias. Ustedes dos son los mejores padres del universo. No sé qué haría si no los tuviera.

—Probablemente pasarías el resto de tu adolescencia hecho bolita en tu cuarto, con muchas crisis existenciales.

Mi madre volvió a regañar a mi padre con la mirada.

La charla con mis padres acabó quitándome un enorme peso de encima, pero de todas formas, seguía sintiéndome inquieto, preocupado por lo que podría llegar a pasar si Samuel supiera lo que yo sentía. El monstruo de sentimientos seguía detrás de mí, acechándome, intimidándome cada vez que yo intentaba dejarlo salir. Samuel parecía intentarlo, pero quizás él tampoco era bueno con las declaraciones, y yo no era bueno para captar indirectas directas. Esa reflexión interna me llevó a darme cuenta de que siempre era Samuel el que daba el primer paso. Yo solo me ocultaba detrás de mi fachada de chico rudo cien por ciento heterosexual que no tenía problema en besarse con su mejor amigo, pero ya estaba comenzando a cansarme de ese juego absurdo. Mis padres me hicieron entender que yo mismo me estaba encerrando, estaba enfrascado en la idea de que todo eso estaba mal, y en el miedo de perder lo que tenía con Samuel. Tenía miedo de perderlo.

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