Epílogo: Un año después

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Hola a todos, aquí Coco, con esta pequeña sorpresita para ustedes ^w^ (no tanto, todo el mundo sabe que siempre hago epílogos) y feliz de cerrar oficialmente nuestro amado maratón del Mes de las brujas. Reímos, nos ruborizamos, y comimos muchos dulces y calabazas ^3^ Estoy muy feliz de haber compartido estos mágicos momentos con ustedes, pero antes de despedirnos y leer lo último de esta historia, me gustaría avisar que ya hay una ganadora de mi Karaoke Especial de Halloween... ¿Ahre? ¡Son dos! >u<

Damas, damos y cocoamigos en general XD, pido un aplauso para mis queridas: Namy-gems16 y Elizabeth172003 ¡Mis brujitas cantadoras y encantadoras!<3 En unos minutos anunciare su premio por Coconoticias mis amores, muchísimas gracias por hacer de este Halloween algo tan mágico ^w^

 Muchas gracias por haber formado parte de mi maratón, muchas gracias a todos los que nos acompañaron, y sin más demora, pasemos a la lectura del último capítulo de mi historia. Ya saben qué hacer <3 

***

Un año había pasado y era, de nuevo, víspera de Halloween. La dama de pelo negro y ojos ámbar sonreía al sentir la radiante mañana de octubre colándose por su ventana, pero si había algo que llenara de calidez su cuerpo desnudo en ese momento mucho más que los rayos del sol, eran los labios de su esposo deslizándose sobre su piel. Era asombrosamente gentil a pesar de ser tan grande, la tocaba de una manera muy delicada a pesar de ser tan fuerte y, con su enorme ternura, iba incendiando cada rincón de su ser siempre hambriento de él.

—Aaaah... —gimió bajito dejándose llevar por el deleite, y en reacción a aquel celestial sonido, el musculoso varón le abrió las piernas para entrar con lentitud y profundidad en ella—. ¡Aaaahhh! —Las embestidas fueron rítmicas y amorosas, se acompasaron a los latidos de su corazón, y cuando la hechicera por fin alcanzó el éxtasis al que su compañero la había acostumbrado, fue seguida por él entre temblores y exhalaciones. Se quedaron ahí los dos, abrazados en silencio, cuando la pelinegra soltó una risita traviesa que hizo que su marido volviera a abrir los ojos saliendo de su letargo.

—¿Merlín?

—No pasa nada querido. Solo pienso que esta ha sido la forma más maravillosa en que podría haber empezado este día. Hay tantas cosas que celebrar. —De nuevo, la dama soltó su risita sospechosa, y el gigantesco hombre de mostacho se sentó en el respaldo de la cama para contemplarla acordarse de sus travesuras. Y también, de las cosas buenas que había hecho el año anterior.

—¿Ellos vendrán, cierto? —Los ojos azules del hombre que la había invocado resplandecieron con gozo, y la diosa oculta sonrió de una forma aún más amplia—. Los hermanos de la noche, con sus respectivas esposas.

—Claro que sí. Elizabeth regresará a este pueblo, y entonces podremos celebrar un Día de brujas como debe ser. —Estirándose con languidez sobre su cama, la antigua divinidad de la magia se permitió ser consentida por su pareja mientras veía el libro de hechizos sobre su repisa y recordaba los eventos del año pasado.

Hacía solo un año, la joven sanadora del pueblo escapó de un injusto juicio por brujería y, tal como lo había planeado, encontró el libro  e hizo el ritual para invocar a los antiguos dioses. Estaba destinada a ello, justo como Escanor lo estuvo antes para invocarla a ella, y ahora, sus hermanos de raza por fin habían llegado para traer de vuelta la magia a ese mundo. Porque habían sido dos las que hicieron la invocación, y ahora, el pueblo de Liones se llenaría de dioses  paganos y brujas.

—Bueno amor mío, será mejor que nos pongamos en marcha también.

—Sí, tienes razón. —El ojiazul la siguió, solo unos pasos atrás de ella, y cuando estuvieron frente a frente, cerró los ojos y abrió los brazos como si fuera a recibir un abrazo. Lo que recibió fue el hechizo de su amada, que lo convirtió de nuevo en un hombre delgado y flacucho, escondiendo los poderes del dios solar en que se había convertido.

—Ya está —dijo ella ocultando su resplandor lunar y apareciendo de la nada unas elegantes ropas y un sombrero puntiagudo de ala ancha—. Ahora podremos ir disfrazados al pueblo, repartir dulces y hacer travesuras. —Escanor la miró de forma interrogante, interesado por lo que su esposa hubiera querido decir, y al ver que este no se atrevía a preguntar más, fue la morena la que lo invitó a hacerlo—. ¿Qué sucede cariño?

—Me gustaría estar seguro de algunas cosas. Merlín, ¿en verdad está bien que tres parejas divinas estén en el mismo lugar al mismo tiempo?

—Por su puesto. Por algo vamos disfrazados, es una tradición de Halloween ir así para que mortales y seres sobrenaturales anden libremente.

—De acuerdo. Y, ¿a qué te refieres con repartir dulces?

—La gente del pueblo ha vuelto a celebrar estas fechas por todo lo alto. Creen de nuevo en la magia, y además, honran a los poderes antiguos mientras mantienen sus tradiciones actuales. Pienso usar mis poderes para hacerles muchos regalos y, además, es la ocasión perfecta para probar algunos de mis poderes.

—Entiendo. Y... ¿las travesuras? —La risa sospechosa de esa ocasión fue más pronunciada y, aunque le provocó un intenso escalofrío al hombre de mostacho, también le dio una enorme emoción—. No me digas que... ¿planeas hacer que otra bruja encuentre el libro?

—¿Quién sabe? —dijo ella de forma evasiva abriendo la puerta de su casa y tomando su escoba—. Tal vez haya otra chica que esté destinada a invocar los poderes ocultos en Día de Brujas.

*

—Cuidado, fray Mael —decía el padre Hendrickson, tratando de ayudar al joven religioso a colocar bien las decoraciones en la iglesia para las bodas que se iban a dar en la tarde—. Eso es, así está bien.

—Que fecha tan curiosa para que haya bodas comunitarias, ¿no padre? —Le respondió el sonriente peliplateado—. En vísperas del Día de todos los Santos.

—Es considerado de buena suerte aquí, amigo mío. Ahora pon atención, que si no te vas a caer.

El sacerdote sonrió al ver el entusiasmo del fraile, y alzó la mirada al cielo agradeciendo de nuevo a la santa que había logrado todo eso, recordando lo que ella había hecho por el pueblo, y deseando verla una vez más. El albino acomodó su escalera para colocar más guirnaldas, y el clérigo pensó que su pérdida de memoria había resultado otra bendición. Él estaba compensando con buenas acciones todo lo que sus antiguos colegas habían hecho mal y, ayudado por sus amigos y la gente del pueblo, estaban logrando que aquellas fiestas fueran las más maravillosas. Eso cavilaba cuando llegó el padre Dreyfus, que miró con una sonrisa como el fraile luchaba contra un listón enredado mientras recitaba el itinerario del día.

—Ya todo está listo Hendy. Me sorprendió que el alcalde Bartra permitiera que su hija Margaret se uniera a las bodas colectivas del día de hoy.

—Eso te demuestra lo humildes que son. Gilthunder y Margaret por fin podrán unirse ante los ojos de dios.

—Sí, eso está muy bien, pero a mí me sigue pareciendo una fecha muy rara para tantas ceremonias sacras. ¿No será mal agüero que el juez King quiera bautizar a su hija también precisamente este día?

—Ya se había tardado. La niña tiene tres meses, pero él quiso esperar para hacerlo precisamente hoy.

—No sé. Si la cosa era esperar, yo le hubiera recomendado hacer como los Fox, que tuvieron su misa en la víspera de navidad.

—El caso de Ban y Elaine era diferente, viejo amigo. A ellos les urgía casarse para poder ocuparse de su granja como una pareja decente. Pero volverán hoy, son padrinos de la niña. Y hablando de los que vuelven, ¿ya se han acomodado nuestros invitados?

—Sí, llegaron esta mañana. Ellos se están encargando de ayudar a los aldeanos con las decoraciones mientras estos se ocupan de la comida. —Los clérigos siguieron hablando así, comentando con disfrute las celebraciones sacras y paganas de esas fechas, hasta que fueron interrumpidos por el pobre Mael, que estaba tan emocionado decorando que efectivamente se cayó.

*

La hermosa rubia miraba con una sonrisa serena el pueblo que había sido el inicio de sus aventuras, disfrutando el delicioso aroma a comida y las hermosas decoraciones que habían colocado por Halloween, y se rió con tono disimulado al ver que su esposo seguía mostrando una expresión de aturdimiento y asombro. Parecía que miraba todo aquello, pero ella sabía que, en realidad, estaba viendo sin ver. Tan distraído estaba ante las últimas noticias de las que se habían enterado, solo unos pocos días después de regresar de su viaje al mundo espiritual.

—Vamos querido, solo disfrútalo. Hace un año que no estamos aquí, y este lugar me trae recuerdos maravillosos. —El pálido dios de la oscuridad y los deseos se ruborizó un poco al oír aquello, pues él también recordaba muy bien todas las cosas que había hecho ahí con su mujer. Sin embargo, eso no era lo que tenía ocupada su mente. No pudo aguantarlo más. Se dio la vuelta, encaró a la rubia y, con las manos sobre sus caderas, se puso a expresar su estupefacción.

—Es que no puedo creerlo. Gelda, ¡es imposible!

—¿Por qué? —dijo ella aguantándose la risa ante el creciente rubor de su marido—. Se aman. Y tu hermano es el dios de la fertilidad, ¿no era lo más natural que esto pasara? Yo estoy ansiando que me pase también, aunque claro, no tengo inconveniente en tomarme mi tiempo intentándolo cientos de veces contigo. —La cara del joven dios se encendió tanto como si fuera una linterna, pero antes de permitir que esa parte erótica de él se encendiera para tratar de cumplir el deseo de su mujer, la razón imperó y siguió con su argumento.

—Querida, lo que me impresiona no es que la haya embarazado, ¡lo que me asombra es que lo haya logrado tan pronto! —Esta vez, ella no pudo contener la risa. La soltó, diáfana y juguetona, y el pobre pelinegro no sabía si reír también o molestarse—. Oye, que esto es serio. Nosotros los inmortales solemos tardar mucho en concebir, a veces incluso siglos, ¡y el voraz de Meliodas no tardó ni un año en hacerlo!

—Vamos, vamos, no estés molesto. —Llena de alegría, la diosa-bruja lo abrazó, y besó su cuello tratando de despertar en él su hambre sensual.

—No estoy molesto. Estoy preocupado —La seriedad de su marido esta vez la puso en alerta, y Gelda se colocó frente a él para verlo a sus hermosos ojos esmeraldas—. Ella es la nueva diosa de la luna pero, ¿qué pasa si muere en el parto? Mi hermano quedaría destrozado, se convertiría en algo peor que un demonio ¿O qué sucede si el bebé es afectado por nacer en un día en que hay tantas fuerzas mágicas moviéndose? ¿Te imaginas si se convirtiera en un dios maligno? Suena apocalíptico. ¡¿Y qué ocurre si en el pueblo se dan cuenta de lo que somos?! Si persiguen a Elizabeth cuando esté en pleno parto, la situación será un caos y... —No pudo seguir enlistando todas las calamidades que pasaban por su mente, pues la nueva deidad del fuego y las mujeres tomó su rostro entre sus manos y lo besó de una forma tan apasionada que dejó su mente en blanco. Sus lenguas se entrelazaron, le robó hasta el último soplo de aliento, y cuando por fin se separaron en busca de aire, la primera acción de ella fue soltarse a reír a carcajadas.

—Oh querido, nada de eso va a pasar. Eli no va a morir, yo estaré ahí para ayudarla, recuerda que antes era sanadora. No debes preocuparte por el bebé. Verás como será bendecido por la magia, ¡ningún mal caerá sobre él! Y respecto a qué pasaría si el pueblo se diera cuenta de quiénes somos... mira bien —Él lo hizo, y al ver las personas que estaban instalando sus carpas en la plaza, supo que ese era el sitio del mundo donde más eran bienvenidos. Los gitanos habían llegado y encendían hogueras en las plazas, repartiendo dulces y música pagana por todo el lugar—. Es víspera de Día de Brujas, y aquí, eso significa una fiesta llena de felicidad. —La preocupación en los ojos del pelinegro fue disolviéndose como la noche en el día, y entonces por fin, desplegó una sonrisa luminosa y sincera.

—Está bien. Tienes razón, pero de cualquier forma, me gustaría que nos disfracemos.

—¡Por supuesto! —Un elegante movimiento de su muñeca, un pestañeo, y ambos quedaron elegantemente vestidos, ella con un sombrero de ala ancha, y él, con una elaborada máscara de demonio—. ¿De qué crees que se disfracen ellos?

—Meliodas es un simplón. Se disfrazaron de gitanos, han estado vagando por la tierra desde que completaron su rito. A veces no entiendo lo que hace mi hermano.

—Bueno, no importa. Vamos a divertirnos mientras los esperamos.

—Estoy de acuerdo. ¿Quieres que vayamos a caminar?

—Sí. Pero antes de eso... me gustaría que primero me dieras mi "truco o dulce".

—Pero Gelda —dijo él, apenas resistiéndose a la mirada seductora y al escote de su mujer—, podría arruinarte el vestido.

—No importa. Es víspera de Halloween, y en estas fechas, a las brujas como yo nos gusta hacer travesuras.

*

La pareja de gitanos estaba acampando en el bosque a las afueras de Liones. El esposo, tranquilo y feliz ante la fogata que había hecho, atendía el burbujeante caldero que contenía su desayuno esperando que estuviera listo. Había pasado un año, un año entero desde que estuvo con su mujer en esos bosques, un año desde que la conoció y se enamoró de ella. Y ahora, a un año desde su unión definitiva. Estaban por iniciar un nuevo ciclo juntos, y eso le inundaba el pecho del poderoso sentimiento que se había vuelto el motor de su vida. El sonido de susurro de telas se escuchó a sus espaldas y, de la tienda que habían armado, salió su preciosa esposa con su enorme y redondo vientre de embarazo.

—Ya casi está listo Eli. En cuanto terminemos de comer, iremos directo al pueblo para estar con nuestros amigos, ¿te parece bien?

—Yo, bueno, es que... —Parecía muy nerviosa. El dichoso rubio sonrió al verla en ese estado, y tomó su mano para besarla atrayéndola un poco más al fuego.

—No estés así. Todo va a salir bien, estamos listos para la llegada del bebé. —Ella sonrió, pero siguió retorciendo sus faldas mientras el rubor crecía en su rostro.

— Lo sé cariño, no tengo miedo. Yo me refería a...

—¿Tal vez a nuestros disfraces? Descuida, son perfectos. Nadie sabrá que somos seres sobrenaturales. A lo mucho, nos confundirán con un pagano y una bruja, y en realidad, eso es justo lo que somos. Sé que seremos bienvenidos.

—¿Verdad que sí? —dijo ella, descartando aquella pequeña preocupación con su sonrisa, pero sin permitir que su esposo la distrajera de su verdadero objetivo—. Sé que nos divertiremos mucho pero... Mel, no es eso lo que quería decirte.

—¿Hmmm? ¿Y entonces? —Decididamente, el tono encendido de su cara no era por el calor de las llamas. Elizabeth se mordió el labio, balanceó sus caderas de lado a lado, y apretó más fuerte la mano de su esposo para que entendiera su deseo.

—Meliodas... puede que esta sea la última noche en que tú y yo... ya sabes. No podré estar contigo de esa forma en un buen rato, hasta que me recupere de haber tenido al bebé, así que... me preguntaba si tu y yo... —Fue el turno del rubio para sonrojarse, y lentamente, una sonrisa de complicidad se extendió por su rostro al ponerse de pie.

—Ya veo, ¿quieres comenzar las travesuras del Día de Brujas? —La sonrisa de la diosa fue resplandeciente y, tras darle un beso en la mejilla y abrazarla con fuerza, su hombre se la llevó dentro de la cabaña mientras iba quitándose la ropa—. Tú marca el ritmo, Eli. Solo te pido que seamos dulces. No me gustaría molestar de más a nuestro pequeño.

—Prometo portarme bien. —Eso había dicho, pero la forma en que la albina miraba el cuerpo de su esposo era tan ardiente que él dudaba seriamente que pudiera cumplir esa promesa.

—Mentira. Todas las brujas son unas traviesas cuando llega Halloween... ¡Aaaahhh! —La gentil diosa de la luna se abalanzó sobre la virilidad del dios de la noche, desplegando su mágico hechizo de amor y luz, y así, seduciéndose mutuamente, tocándose con un amor inmortal como ellos, la pareja se unió en ese ritual que habían celebrado una y otra vez desde el año pasado—. ¡Elizabeth! —Pese a ser el dios de eso, cuando los ojos del rubio se posaron sobre ella, sintió que la que era diosa de la fertilidad era ella.

La peliplateada lo había acorralado contra el piso y estaba montada encima de él. Su embarazo le había incrementado el hambre sensual, y ahora, ondulaba las caderas devorándolo y estrujándolo en sus ardientes entrañas. Sus senos estaban enormes, rebosantes de la leche que en unas horas alimentaría a su hijo, y su vientre redondo brillaba como una enorme perla, la piel tersa, suave y tirante. Él la acarició, adorando el tesoro que llevaba dentro y que también era suyo, y cuando no pudo contener más la violencia de su pasión, le apretó ambos pechos mientras lanzaba las caderas hacia arriba. Ella se entregó a sus convulsiones de éxtasis, mientras él echaba la cabeza hacia atrás en un grito, y ambos se dejaron ir al mismo tiempo colmados de su magia y su amor. Cuando sus almas por fin volvieron a la tierra y el aroma del caldero les indicó que el desayuno estaba listo, ambos se soltaron a reír mientras se levantaban.

—Bueno, ¿nos ponemos en marcha?

*

Fue imposible no ser reconocidos. Por mucho que fueran disfrazados, el pueblo entero los estaba esperando, y en cuanto la esposa del juez lanzó el grito de reconocimiento al avistar a su amiga, el lugar bulló de fiesta y alegría. Todas las parejas que habían sido bendecidas con sus dones mágicos se acercaron a mostrarles lo que habían logrado en un año, y pese a la firme intención de la futura madre de no alterar al bebé, simplemente no pudo evitar reír y llorar.

—¡Mira Eli! —dijo la castaña con los ojos brillantes y una gran sonrisa cargando a un bebé envuelto en mantas—. Esta es mi niña, ¿no es hermosa?

—Oh Diane, es divina.

—Pobrecita, se parece mucho a King.

—¡Cállate Ban! —El cuñado del orgulloso padre logró hacerse un espacio entre ellos, y al ver a Meliodas, estrechó las manos con él como si fueran hermanos.

—Me alegra ver que sentaste cabeza, lobo.

—Sí señor. Esta es mi esposa Elaine.

—Oh Eli —exclamó la aludida abrazando a la albina—. Estás enorme, ¡y preciosa! Eres como la luna llena.

—Gracias —replicó la bruja, pensando en lo irónico y cómico que sin querer fue ese comentario.

—Tiene que darnos su secreto para la fertilidad, señor.

—Go... ¡Gowther! No digas cosas así en público. —El ex monje se había abierto paso entre la gente para tomar de las manos a la pareja, seguido de su esposa, la cuál iba disfrazada con un gran vestido y sombrero que le ocultaba orejas y cola.

—No pasa nada —dijo el rubio con su peculiar risita—, tal vez les revele el secreto luego. Por ahora, lo que quiero es bailar, ¡y comer todo el dulce de calabaza que pueda!

—¡Ya escucharon al señor Meliodas! —gritó la líder gitana mientras mandaba a sus hombres traer un enorme caldero con el postre—. ¡Esta noche hay que celebrarla!

—¡Sí! —No hubo un solo hombre, mujer o niño que no se uniera a la celebración pagana.

Incluso aquellos que venían de la iglesia, los recién casados se apresuraron a llegar ante la santa y su ángel, o la bruja y su diablo, sin importarles si eran lo uno o lo otro. Gilthunder, Margaret, Monspeet y Derieri, así como muchas otras parejas que pidieron su bendición, se unieron al baile tan pronto terminaron sus ceremonias. Los niños salieron a pedir dulces, los inmortales bailaron entre mortales, y las brujas ocultas salieron a la luz del atardecer y bajo las resplandecientes estrellas. La algarabía siguió hasta altas horas de la noche, parecía que la música y las risas no pararían jamás, y cuando la diosa luna sintió que no podría más de tanta felicidad y baile... un tremendo dolor le atravesó el cuerpo, y tuvo que aferrarse de los brazos de su esposo para no caer desmayada en ese mismo momento.

—Me... Meliodas, yo... —El rubio sintió como alguien le ponía una firme mano en el hombro, y al darse cuenta, se encontró con los ojos de su hermano y su cuñada que lo miraban con solemnidad.

—Ya es hora.

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Ya todo estaba listo. La medianoche llegó junto con el alumbramiento, y en un instante, las tres brujas se encontraban en casa del alcalde Bartra, listas para recibir al nuevo bebé en el mundo.

—¡AAAAAHHHHH! —gritaba la madre en un esfuerzo supremo. Sonó la primera campanada.

—Tú puedes Elizabeth —dijo Merlín, que recitaba conjuros para calmar su dolor—. ¡Puja! —Tercera campanada, y la diosa sentía que iba a partirse en dos.

—¡Está cerca! —exclamó triunfante la rubia de trenza entre sus piernas, dispuesta con un lienzo para tomar al niño—. Ya casi estamos Eli, estamos cerca. —séptima campanada, y Elizabeth sintió como si le fuera a estallar el corazón.

—¡Ya viene! ¡Ya viene! —decían las aturdidas enfermeras; Elaine y Diane no paraban de dar vueltas por la habitación sin saber el momento en que el agua y las toallas en sus manos serían necesarias. Décima campanada, y los hombres en el piso de abajo exhalaron al mismo tiempo expresiones de asombro. Sin embargo, el padre estaba tranquilo. Le sonreía a su mujer tomando su mano, y en el instante que duró un segundo antes de la media noche, le susurró a la albina las únicas palabras que necesitaba para cumplir su deseo.

—Te amo, Elizabeth. —La doceava campanada se escuchó en todo el pueblo, y junto con ella, el grito del pequeño que por fin había nacido.

—Felicidades —dijo con voz serena el dios pelinegro, que vio profundamente conmovido a los nuevos padres con su hijo en brazos—. ¿Cómo se llamará? —La "bruja" y su "demonio" se miraron un segundo, luego a su angelito, y dijeron el nombre que habían acordado al mismo tiempo.

—Tristán.

—Maravilloso —exclamó Merlín deleitándose con el bello momento—. Un niño cuyo cumpleaños se celebra en Halloween. Ahora esta fecha se ha vuelto aún más especial. 

***

Fufufu UwU Fue un placer servir. Sé que el verdadero cumpleaños de Tristán no es en Halloween, pero no se fijen en detalles XD ¡Espero les haya gustado mucho! Y ahora, antes de despedirnos, un pequeño y último secreto de esta historia: ¿sabían que el deseo que Eli  pidió a Meliodas fue ser madre? ^w^ Por ahí alguien que comentó en el capítulo pasado le atinó. Su dios rubio no solo le cumplió ese deseo sino que, además, la complació en el deseo que no había dicho en voz alta: permanecer en la tierra como bruja para recorrer el mundo con él, ayudando a otras personas acusadas de brujería. Y como son inmortales, parece que este viaje que termina para nosotros para ellos está apunto de empezar UwU

¡Muchas gracias a todos por haberme acompañado hasta aquí! ¡Son el poder tras mis embrujos, y los amo por eso! Ahora sí, me despido, les mando un beso, un abrazo, un poco de mi magia, ¡y nos vemos pronto en otra historia!

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