8 Celestial e infernal - ¡FELIZ HALLOWEEN! *0*

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¡FELIZ HALLOWEEN A TODOS! *0* ¡BUAJAJAJAJA!

¡LA MAGIA, EL AMOR, LA OSCURIDAD, NO PUEDO, AAAAAAAAHHHHH!

[Dificultades técnicas, Coco ardió en combustión espontánea y necesitamos apagarla XD]

Listo, ya estoy mejor UwU Hola a todos, aquí Coco, feliz de poder desearle a todos mis amados cocoamigos un feliz día de las brujas, y agradeciéndoles de todo corazón que me hayan acompañado a lo largo de este Maratón de Halloween 2021. Reímos, gozamos e hicimos muchas travesuras con nuestra brujita y su diablo, y como esta historia llega hoy a su fin, no puedo menos que agradecer a todos por su presencia, cariño y amistad ^w^

Síganse divirtiendo mucho en esta fiesta <3 Les dejé un detalle por ahí en mi historia Bloodties (si, es la historia sorpresa de la que iba a sacar un nuevo episodio >u<). El estreno de Memorias de la Guerra Santa en conmemoración de los 400. Y la premiación de mis cocoamigas estrella en Coconoticias. Espero que tengan mucho truco o dulce en esta noche mágica, y de nuevo ¡muchas gracias por estar aquí! 

***

Flotando sola en medio de esa oscuridad, Elizabeth comprendió que no había sido la única en llamar a las fuerzas ocultas para cumplir sus deseos. Inmersa en el interior del estómago de ese monstruo, vio los recuerdos de la persona que fue su amigo y que ahora estaba segura ya no estaba ahí. Mael había sido poseído. Desesperado por conseguir su amor tras años de pasión no correspondida, el joven doctor había hecho un pacto con el diablo a cambio del poder para permanecer a su lado para siempre. Pero aquel era un demonio, y siendo este un ente maligno y tramposo, tomó su deseo de forma retorcida.

—Elizabeth... tienes que ser mía, no dejaré que otro te lleve. Si no eres mía... ¡Mejor te comeré!

—Estarossa... —Ese es el nombre que se había dado a sí mismo el demonio y que le dijo después de tragarla. Un ser hecho del miedo, el odio y la ignorancia de aquellos que cazaban a las brujas. Que ironía. Hombres píos las perseguían por adorar al diablo, cuando muchos terminaban poseídos por él en su afán de destruirlas. Que terrible era pensar que había muchos de ellos que, sin tener ningún diablo dentro, aún ejercían su crueldad en el mundo. Que horroroso era saber que, al abusar de su poder, se comportaban como uno sin saberlo—. Bueno, no puedo quejarme —pensó cerrando los ojos—. Yo también soy igual de mala que ellos por haber invocado al señor Meliodas. La verdad es que si soy una bruja.

—Te equivocas Eli —dijo una voz dulce y serena. Gelda flotaba a su lado, esperando ser consumida de la misma forma que ella—. Tú eres buena. Yo soy la malvada, me dejé llevar por la venganza y casi usé mis poderes para matar. Te lo agradezco mucho, Elizabeth. Si no me hubieras detenido, tal vez mi castigo en el infierno sería peor.

—No digas eso —susurró la joven albina—. No digas cosas tan tristes.

—Y respecto a tu rubio y a mi amado Zeldris... Eli, estás equivocada. Ellos no son... —Pero la joven no pudo seguir hablando, ya que en ese momento sufría la asfixia de la oscuridad apretando su cuello, y la peliplateada trató en vano de alcanzarla mientras sentía como sus piernas también eran rodeadas por una asquerosa materia negra.

—Mía... —jadeaba el demonio a punto de digerirla—. ¡Mía!

—Es mi fin... —susurró la chica, y recibió horribles visiones siendo colocada en una estaca mientras el fuego surgía a sus pies—. No. No quiero morir así. Por favor, quiero verte una vez más, aunque ese sea un pecado imperdonable. Meliodas... —Y justo cuando las llamas estaban por cubrirla por completo...

Se hizo la luz.

—Elizabeth. Espérame.

—¡AAAAAAAHHHHHHH! —Se escuchó el grito desgarrador del enorme monstruo en que se había convertido el diablo cuando le abrieron el estómago de lado a lado. Antes de entender cómo o porqué, la bella bruja se vio en manos de su amado, volando por los cielos con sus alas nocturnas.

—¿Se... señor Meliodas? ¿Qué está...?

—¡A la cargaaaaa! —Escuchó que alguien gritaban a sus pies, y lo que presenció la hizo sentir como si un sol radiante brillara en medio de la noche. Sus amigos, los aldeanos, los monjes del claustro e incluso los gitanos se habían unido al combate contra el demonio, y si alguno de ellos había tenido miedo de la magia o de lo sobrenatural alguna vez, lo había olvidado con tal de ayudar y proteger a sus seres queridos.

—¡Carajo! —dijo el hombre lobo Ban, que luchaba contra el gigantesco monstruo mientras era perseguido por sus espectros—. Este tipo es duro, ¡denle con todo!

—¡Toma eso! ¡Y eso! —gritaban King y Diane lanzando rocas y pesados libros de leyes a los muertos vivientes desde su techo.

—¡Nyaaah!

—¡Cuidado Nadja! —exclamó Gowther, para acto seguido romperle un candelabro en la cabeza a un zombi y salvar a su mujer, que aún mordía con ferocidad el hueso de un fantasma vencido.

—¡Dale Gil! —gritaba Margaret apoyando a su hombre, que trataba de desbaratar un esqueleto amenazante ayudado por sus amigos Griamore y Howser.

—¡Vayanse al carajo hijos de...! —decían soltando una sarta de groserías Jericho y Guila, que portaban un par de mosquetes con los que disparaban con tremenda puntería.

—¡A mi! —gritó Galand, el líder gitano, seguido de Monspeed y Derieri—. Síganme, sobre el monstruo. Olvídense de los esqueletos, ¡ese es el origen de todo!

—¡Hagan caso a mi marido! —gritaba Melascula a la confusa multitud—. Olviden los fantasmas. ¡A él, tontos! ¡A e...! ¡Kyaaah! —De un fuerte latigazo de su cola, la enorme bestia echó a volar a todos los que estaban tratando de detenerlo, y al ver que se le acababa de escapar su preciosa víctima, soltó un bramido de pura furia al ser con alas sobre su cabeza.

—¡Señor, tenemos que hacer algo! ¡Rápido, vamos a...! —Pero Meliodas no hacía caso de nada de eso. Solo tenía ojos para ella, la miraba de una manera que hizo que se callara y sintiera como si de pronto se hubieran apagado todos los sonidos del mundo.

—Te tengo —dijo pegando su frente a la de ella—. Ahora estás a salvo. No tengas miedo. Si estamos juntos, todo estará bien.

—Meliodas... —susurró en respuesta, y se abrazó a su cuello mientras se restregaban mutuamente, ajenos al caos y a la lucha que se libraba en el suelo. Solo existían los dos en un instante que parecía eterno, solo importaba su reencuentro tras el breve pero angustiante momento que habían estado separados. Sin embargo, cuando la albina estaba por entregarse a la dicha del momento, sintió una fuerte sacudida que la trajo de vuelta a la realidad. El monstruo había tratado de atraparlos, y su rubio había tenido que dar una fuerte aleteada para quedar fuera de su alcance.

—Hermano, ya despierta, ¡tenemos problemas aquí! —gritó el pelinegro, que volaba a unos metros por debajo de ellos y llevaba a una Gelda desmayada entre sus brazos.

—¡Ya voy Zel! Dame un segundo. Elizabeth... —dijo cambiando súbitamente su actitud hacia el aura poderosa que ella tan bien conocía—. Querida ama, ¿me ofrecerías de nuevo tu magia para poder acabar con el mal de este pueblo?

—¡¿Eeeeeeh?! —gritó la pobre con las mejillas estallando en color rojo—. Pe... ¡pero señor! ¡¿Cómo vamos a hacer eso aquí, volando, en frente de toda esta gente?! No podría... —Las carcajadas doradas y risueñas del ojiverde resonaron en los tímpanos de la bruja, que no pudo evitar sonreír pese a lo preocupada y asustada que estaba.

—¡No me refería a eso! Lo dejaremos para la celebración de la victoria. Por ahora... lo único que necesito en el mundo es... —Con toda delicadeza y con la sonrisa aún a flor de piel, Meliodas acercó su rostro al de su bruja y rozó sus labios con los de ella—. ¿Puedo? —No hubo necesidad de palabras para recibir su respuesta. Elizabeth se lanzó a besarlo como si no hubiera un mañana, como si estuviera a punto de morir, como si esa fuera la última vez que pudiera tenerlo, y le entregó el corazón y el alma con aquel contacto que llenó a su "demonio" con tal fuerza que por un instante le pareció que se había convertido en un dios.

—Bueno, vamos a empezar. —dijo él cuando se separaron en busca de aire y las marcas negras ya cubrían todo su cuerpo.

—¡Meliodas, adelante! —gritó su hermano, y al estar juntos, la magia que habían recibido del beso de sus amadas fue demasiado para que el ser siniestro pudiera soportarla.

Emanando lazos de oscuridad que se enroscaron como cadenas en la gigantesca bestia, Zeldris logró inmovilizarlo mientras al mismo tiempo ponía a la gente que había estado peleando fuera de peligro. Estos contemplaban la escena admirados, tratando de decidir si lo que veían eran ángeles o demonios, pero como eligieron pensar que se parecían más a lo primero, gritaron vitoreando mientras los espectros se diluían y la bestia se retorcía de dolor. Mientras, el rubio estaba haciendo algo sorprendente. Con los ojos cerrados, el ceño fruncido y las manos juntas, concentraba cada gramo de su energía en crear esferas de su poder que flotaban a su alrededor como si fuera una constelación de estrellas negras. Observando todo desde el campanario, Elizabeth lloraba de alegría y de miedo. Como muchos que aman en Halloween.

—¡Esto terminó! ¡Volverás al lugar a donde perteneces! —gritó con voz potente. Y luego, en un susurró, añadió—. Vuelve al infierno. Hasta nunca. —Y entonces aquellas gotas negras cayeron sobre el monstruo como una lluvia mortal, disolviendo la masa amorfa de oscuridad y liberando al pueblo del mal que lo había estado acosando por tanto tiempo.

Todo quedó en silencio por largos segundos. En el lugar que antes había ocupado el monstruo ahora descansaba la silueta de un hombre que parecía dormido. No quedaba ni rastro de los espectros, la calle estaba tan limpia y tranquila como antes de que comenzara todo. Cuando parecía que se había detenido el tiempo y que todos se quedarían congelados así para siempre, una tenue risa se escuchó en la plaza, y fue como si todos despertaran de un sueño.

—¡Sí! —gritó Ban, para luego soltar un aullido que siguió a las vivas y exclamaciones de alegría de todas las personas que habían sido salvadas. Acto seguido, las luces del pueblo volvieron a encenderse, y fue como si cada centímetro del lugar fuera bañado con cálida luz celestial. Gelda sonreía en los brazos de Zeldris, oculta en las sombras y levantando una mano con la que daba a todos su gesto de gratitud.

—Lo hicieron —susurró Elizabeth, a la que le temblaban las piernas por el alivio—. Todo ha terminado, ¡señor Melio...!

¡Pum!

Ansioso por tenerla entre sus brazos y lanzándose hacia ella como una flecha, el ángel de alas negras la tackleó y la acorraló contra el suelo para llenar su rostro de besos. Sus manos la recorrieron provocándole cosquillas, su boca estaba en todas partes, y cuando al fin dejó de jugar para pasar a algo más erótico, las risas de Elizabeth se convirtieron en gemidos. Le apretó un pecho con fuerza, le pasó una caricia por una nalga, y cuando además se puso a chupar con fruición el lóbulo de su oreja, la albina tuvo que hacerlo parar.

—Meliodas, ¡que estamos en la iglesia! —Más risas, un beso en su frente, y por fin el rubio se separó.

—Lo sé linda, solo estoy jugando. Ven, levántate. —Tomando fuerte su mano y tirando de ella en cuanto se puso de pie, el rubio la abrazó fuerte por la cintura mientras la miraba con adoración.

—Lo hizo señor. Gracias.

—No Elizabeth. Lo hicimos. La gratitud también debe ser para ti. Y hablando de eso... —Sin soltarla un instante pero inclinándose para indicarle que viera hacia abajo, el rubio logró que Elizabeth mirara a todas las personas que los veían desde abajo. Todos sus amigos, sus personas más queridas, aquellos a los que habían ayudado. La peliplateada sintió un fuerte dolor en el pecho debido al amor y la nostalgia y, al notarlo, su pareja la abrazó más fuerte y dio un beso en su mejilla para después soltarle una sola palabra—. Elije.

—¿Eh?

—¡Elizabeth! —gritó una voz en el piso, y la joven pudo ver a su amiga Elaine con lágrimas en los ojos llamándola por su nombre.

—¡Eliiii! —gritó la esposa del juez, y Diane se soltó a llorar de felicidad y alivio por verla viva.

—¡Elizabeth! ¡Señorita Eli! ¡Eli! —No había error. El pueblo entero la había reconocido, y ahora la llamaban a gritos, contemplando a "la bruja" fugada, como lo que en verdad era: su salvadora.

—Pero, ¿cómo es posible? —Se extrañó ella—. ¿Qué el arete no...? —Pero ya no lo tenía. Sintió su oreja sin escuchar el tan familiar tintineo del cristal, y cuando volvió a ver a Meliodas, se dio cuenta de que le sonreía con expresión de pillo y la joya asomando de su boca. Así que por eso la había asaltado de esa forma. Guardándosela en su bolsillo y con una expresión súbitamente seria, el rubio tomó sus manos entre las suyas y las acaricio despacio mientras elegía cuidadosamente sus siguientes palabras.

—Eli, tienes que elegir. Yo... quiero que tus últimas horas como mortal sean muy felices. Las más felices que hayas tenido en tu vida. Yo vendré por ti cuando den las doce, pero... aún falta un poco. Dime, ¿qué quieres hacer? —Sus ojos verdes brillaban como el bosque bajo los rayos del sol, y ella se estremeció de cuerpo entero al comprender lo que él le ofrecía—. ¿Quieres pasar tu última noche con ellos? O... ¿prefieres pasarla conmigo? Elijas lo que elijas, respetaré tu decisión. —Acto seguido le besó las manos y la soltó definitivamente, mientras ella se quedaba quieta como una estatua. Luego, con lentitud, se dio la vuelta y giró para contemplar a todos sus amigos de frente, los cuáles silbaron y aplaudieron contemplando a la hermosa joven que había regresado la felicidad al pueblo. Ella les sonrió de modo resplandeciente, los saludó con la mano y les lanzó un beso. Creyendo que ya había elegido, Meliodas se dio la vuelta y se preparó para alzar el vuelo. Pero no lo logró.

Y no fue así, porque había llegado el turno de la albina para tacklearlo, se le lanzó para abrazarlo por la espalda y lo derribó mientras besaba cada lugar al que su boca tenía acceso.

—¡Con usted! ¡Elijo pasar mis últimos momentos con usted! Señor Meliodas... —Él se había girado boca arriba para verla de frente, estaba tan feliz que apenas lo podía soportar, y si hubiera sido un mortal o una auténtica criatura del averno, las siguientes palabras lo habrían matado—. Meliodas, yo... te amo. Estoy lista para seguirte a donde sea.

Hecho estaba. La decisión había sido tomada, y el ángel victorioso se levantó con ella en brazos, volando sobre el campanario mientras todos aplaudían y los veían desaparecer en la distancia.

*

https://www.youtube.com/watch?v=8PYGyQPtAjo

—¿Estás lista querida?

—Lo estoy. —Habían regresado al lugar donde todo empezó. Elizabeth yacía desnuda bajo la luz de la luna llena en medio del círculo de sal que, esta vez, había hecho su demonio. El claro del bosque estaba igual que como lo recordaba excepto por el libro mágico, que había desaparecido, pero como el ritual ya se había completado y la "venganza estaba hecha", ya no había nada más que quisiera saber de él. Meliodas susurraba conjuros y palabras mágicas mientras caminaba desnudo alrededor de ella, en algo parecido a una danza muy lenta, quizá invocando los poderes del infierno para llevarla en cuerpo y alma a las llamas eternas. Pero ella no se arrepentía de nada.

Cerró los ojos, disfrutando de la voz de su amado hablando en un idioma que no podía entender, y cuando sintió como un calor se elevaba a su alrededor, supo que las llamas habían sido encendidas. Meliodas debía haber invocado un círculo de fuego, y en cualquier momento sería consumida por él. Una lágrima se deslizó desde sus párpados cerrados, y cuando sintió que él le deslizaba la lengua por la mejilla para beberla, no pudo evitar sonreír.

—Abre los ojos. —Lo obedeció. Lentamente para no ser deslumbrada por su brillo, la albina contempló el extraño fenómeno de la magia de su amante.

—¿Eh? —Las llamas ya no eran negras. En su lugar, se alzaba un muro de fuego blanco que se movía de forma gentil y danzarina.

—Mírame —ordenó él, en una mezcla de orden y ruego—. Mírame a los ojos, Elizabeth. —Y ella lo hizo. Sus largas pestañas parpadearon para poder mirar con más claridad aquel rostro tan amado y tatuar sus facciones en su corazón. Sus ojos negros la cautivaron. Su sonrisa se hizo aún más resplandeciente que la luz que la rodeaba, y extendió los brazos suplicándole un abrazo al ser que estaba por convertirse en su verdugo.

—Señor Meliodas... —Él se arrojó sobre ella como un sediento a un manantial de aguas cristalinas, y soltó una mezcla de gruñido y gemido mientras se le restregaba tratando de impregnarse de su aroma.

—¿En verdad me amas, Elizabeth? —preguntó él con voz temblorosa y cargada de emoción—. ¿Pese a lo que voy a hacerte? ¿Pese a saber, desde el inicio de esta aventura, lo que yo era?

—Sí —contestó la joven sin ninguna duda—. Ya no tengo ningún miedo. Tome mi alma, señor Meliodas. Tanto ella como mi corazón le pertenecen para siempre.

—Eli... —gimió él aún más alto, y unió sus labios en un beso apasionado que fue como si ya hubieran comenzado a arder.

No podía esperar más. Ella comenzó a balancear las caderas con fuerza, tratando de excitarlo para que sus últimos momentos pudiera vivirlos sintiendo a su amado dentro de su cuerpo. Esta provocación tuvo un efecto volátil en él, quien comenzó a moverse como si quisiera cubrirla por completo, y la devoró como si quisiera que formará parte de él. Sus dientes dejaron mordidas a lo largo de su cuello, sus labios chuparon con glotonería su pezón, su lengua giró sin control sobre su sexo, y sus dedos quedaron marcados sobre las partes más apetecibles de la blanca piel. Mientras, ella veía las llamas blancas acercarse, el círculo de fuego que los rodeaba se iba cerrando más y más acercando su intenso calor, que no era nada comparado con las ardientes sensaciones que experimentaba su cuerpo al contacto de su demonio.

El rubio masajeó sus pechos con intensidad, le abrió las piernas lo más que pudo para comer de su fruto prohibido, se masturbó deslizando su palpitante virilidad sobre las zonas más suaves de su piel y entre sus pliegues rosados. Y ella simplemente no pudo evitar corresponderle. Gemía más alto, con fuerza, entregándole cada aliento que le quedaba, acariciando todo pedazo de piel que podía tocarle desde su postura de sumisión. Dejó arañazos en su espalda, chupetones en el cuello, besos en su rostro y manos. Le dejó sus ojos azules tatuados en el alma. Cuando llegó el momento de su unión, las llamas ya estaban a solo unos centímetros de ellos, y Meliodas se detuvo solo un momento para mirarla de nuevo y decirle las últimas palabras que escucharía en esa vida.

—¿Nos vamos? —Ella asintió gustosa, y de una sola embestida fue colmada mientras las llamas envolvían su cuerpo.

—¡Aaaaaaaaaaah! —No supo si gritó de dolor o placer, pero de cualquier forma, no había marcha atrás.

Meliodas estaba más grueso que nunca. Su largura tocaba su fondo y sus embates eran casi brutales, temblando de placer mientras la penetraba con toda su fuerza. Mientras, ella ardía y ardía, y aún en medio de aquella hoguera, su corazón y su cuerpo le correspondía al ser que amaba. Su interior palpitaba como si fuera a desgarrarse, era un tambor frenético que apretaba el arma con la que estaba siendo asesinada. No podía gritar, se le había acabado la voz, solo quedaban las sensaciones y el sentimiento, solo infinito placer y dolor. Entonces, él aumentó el ritmo de sus embestidas, y fue como si todas aquellas llamas estuvieran introduciéndose en su cuerpo, como si ese fuego entrara en su sexo y a partir de ese punto la quemara por dentro. Todo era luz, todo era blanco, y cuando por fin alcanzaron la venida, la bruja Elizabeth se convirtió en cenizas...









































Y la diosa Elizabeth nació. La transformación se había completado, y ahora, su cuerpo inmortal resplandecía aún más brillante que la misma luna. Sintió un enorme placer que la dejó sin sentido al percibir cómo era llenada con la semilla sagrada de su celestial pareja, y al abrir los ojos para buscarlo, se encontró mirándolo con marcas como una noche estrellada sobre su cuerpo y una sonrisa divina.

—¿Ya despertaste, esposa mía?

—¿Eh? —dijo ella sin comprender lo que él había dicho, más cuando intentó separarse y salir de su interior, ella lo retuvo contrayendo sus entrañas y rodeándole la cintura con sus piernas. Él se rió a carcajadas al ver que había hecho eso, y movió las caderas en círculos para excitarla y relajarla lo suficiente como para que aflojara un poco la presión. Efectivamente, eso fue lo que pasó, y cómo acompañó su sensual estrategia con un beso, no solo logró liberarse, sino hacer que ella recobrara la conciencia y recordara todo lo que había pasado en su última noche como mortal—. Señor Meliodas, no lo comprendo, ¿qué es lo que...?

—Verás Eli... —dijo el rubio con la risa a flor de piel y acostándose a su lado con mirada risueña—. No todos los poderes que estén fuera de la iglesia son diabólicos.

—Yo, no entiendo lo que dice.

—No todas las personas que no se inclinan ante una cruz son malvadas. No por ser pagano significa que algo es demoníaco. No todo tipo de oscuridad es maligna, forma parte del equilibrio, como la noche y el día.

—Pero, ¿eso qué quiere decir? —Él volvió a reír, volvió a besarla, y la miró con sus ojos negros deleitándose con su reacción a cada palabra.

—Eli, yo no soy un demonio —La peliplateada se quedó aturdida al oír eso, y apenas reaccionó para acomodarse cuando él la estrechó entre sus brazos soltando un largo suspiro—. Supongo que en parte es mi culpa que no te enteraras. Estabas tan dominada por el placer la primera vez que nos unimos, que me imagino que no recuerdas nada de lo que dije.

—¡¿Cómo?!

—Vamos querida, haz memoria. ¿Qué fue lo que te dije? —Ella lo intentó.

La joven presionó su mente tratando de recuperar la información que se había perdido en su primer encuentro y, con esa nueva claridad que le daba el haberse convertido en ser divino, pudo obtener sentido de lo que antes no podía comprender. "No llores. Tu sacrificio no será en vano", había dicho Meliodas. "Con esto completaremos el conjuro, y a partir de esta noche, seré tuyo para siempre". Ahora lo recordaba. Y después de eso, venía algo más. "Cuando termine de cumplir tus deseos, te convertirás en mi esposa. Y estaremos juntos por toda la eternidad". Una lágrima cayó de su mejilla, y el rubio sonrió al ver que sus memorias finalmente habían regresado.

—Pe... pero, ¿y aquella vez en la taberna del señor Escanor? Usted me dijo que era un demonio.

—No. Te pregunté qué creías que era, y tú asumiste que era un demonio por las creencias del pueblo.

—Pero, ¿y esa energía oscura? ¿Y la forma en que... bueno... tomaba mi magia?

—¿Dirías que esa oscuridad era maligna? ¿Que la forma en que te tomaba era perversa? —No tuvo que pensarlo mucho tiempo para darse cuenta de que la respuesta era no. Ella recordaba cómo era la energía del demonio que había poseído a Mael: densa y pesada, llena de dolor y desesperación, sin color, sin vida, como la muerte. La oscuridad de Meliodas era como el brillante manto nocturno, como una oscuridad cuajada de estrellas, como una noche silenciosa y pacífica de octubre. En cuanto a la forma de unirse... bueno, bastaba con decir que su forma de hacerle el amor era tan celestial como infernal.

—Entonces, ¡ese es el motivo! —dijo súbitamente sorprendida—. ¡Por eso los gitanos se sorprendieron al verlo! ¡Por eso Melascula lo recibió como si fuera familia!

—Sí, la sacerdotisa me reconoció. Y como todos los gitanos tienen la misma fe, tu pendiente no sirvió para disfrazarte entre ellos.

—¡¿Qué?!

—Vamos cariño, no me dirás que no notaste que Derieri te reconoció a la primera. ¿Ahora puedes ver las señales? ¿Puedes entender los signos? —preguntó en tono cariñoso mientras acariciaba su rostro—. Elizabeth, ¿recuerdas lo que decía el libro mágico de donde sacaste el ritual para invocarme? —Y entonces, todo quedó claro para ella. "¡Oh, Dios oscuro! ¡Amo de la noche! ¡Dragón antiguo! ¡Yo te invoco desde tierras lejanas para que cumplas mi deseo!". Meliodas sonrió una vez más, le mostró la mano donde tenía una cinta de luz plateada en su dedo anular, y tomó la de ella para que viera que tenía la misma marca—. ¿Ahora sí sabes qué soy?

—Un dios pagano —susurró ella contemplándolo con ojos enormes—. Una divinidad del culto antiguo de los sabios del bosque. Esos que nos dirigían antes de la iglesia, y a los que persiguieron por decir que practicaban brujería y adoración al diablo.

—Una forma prejuiciosa de tratar a mi pueblo. Esa manera de pensar pertenece a seres demasiado cobardes como para aceptar que hay existencias diferentes a ellos, o poderes superiores que no comprenden. Empecemos de nuevo, ¿sí? —dijo el rubio flotando hasta quedar sentado de manera formal ante ella—. Hola, esposa mía. Mi nombre es Meliodas, dios de la noche, la fertilidad y la magia. O también puedes llamarme, "el diablo", que es como me dicen los ignorantes que no quieren aceptar que hay más magia en el mundo de la que creen —Ella lo imitó en su postura sedente, y no le importó que las lágrimas de alegría siguieran corriendo por sus mejillas—. Si decides creer lo primero de mi, eres la virgen cuyo sacrificio en el altar fue porque estabas destinada a ser mi compañera eterna. Si prefieres llamarme lo segundo, me temo que el diablo ha tomado tu cuerpo y tu alma. Y te ha entregado las suyas a cambio —El resto de su llanto salió de golpe cuando la dichosa esposa se arrojó a los brazos de su amado, y siguió llorando y riendo hasta que él logró calmarla—. Y con esto, ha terminado la noche de Halloween. ¿Tienes alguna pregunta antes de que nos pongamos en marcha?

—Solo tres —dijo la preciosa dama resplandeciente—. Meliodas, ¿qué soy yo?

—La bruja blanca —anunció él con solemnidad—, la diosa luna de los gitanos. Y sobre todo, mi esposa, a la que amaré por siempre y para siempre. —Un beso más, un rayo de sol en la distancia, y la siguiente interrogante salió mientras echaban a andar tomados de la mano.

—¿A dónde iremos ahora?

—Al cielo, al infierno, o sobre la tierra. A donde tú quieras, Eli, pero juntos.

—Entonces... —dijo con voz anhelante la diosa haciendo su última pregunta —. Querido, ¿puedo pedirte un deseo?   



Fin.

***

Fufufu UwU Que maravilloso cierre. Fue un placer haber escrito esto para ustedes, y de nuevo, muchas gracias por estar aquí ^w^ Y ahora, antes de irnos, un secreto del capítulo final: ¿sabían que los sabios del bosque de los que hablo son los celtas? Todo este cuento tiene guiños a la historia del origen del Halloween, y es muy cierto que a los dioses antiguos se les satanizó para que los druidas y wiccas dejaran de adorarlos. Por ejemplo, Pan, dios de la naturaleza salvaje y la fertilidad, terminó convertido en el diablo patas de cabra. La diosa de la luna triple, Hécate, terminó convertida en diosa de las brujas malas, ¡y he usado ambos dioses en las figuras de nuestros protagonistas! Honor a quien honor merece, y por fin, esta brujita puede irse a descansar y disfrutar del Halloween tras un trabajo bien hecho °u^ <3

Y ahora, ¡nuestro último karaoke! ^0^ Esta va a ser una oportunidad genial. Verán, ya que es probable que algunos se lo perdieran, o que no se supieran todas las canciones, he decidido hacer un karaoke triple para que los que faltaron bailen y canten sin parar >3< Aquí están: mi top tres de canciones Disney de Halloween (bueno, no son exactamente de esas fechas, pero son de villanos, y son geniales). ¡Muchas gracias por hacer de este Halloween algo tan especial! Los dejo con la música sonando, les dejo un beso, ¡y nos vemos pronto en otra historia! 

https://www.youtube.com/watch?v=POTbOgMLrUE

https://www.youtube.com/watch?v=O3zKr-3P0VM

[Y ahora, ¡la mejor canción de brujas del mundo! <3 ]

https://www.youtube.com/watch?v=ffB5ZwJ41AM

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