CAPÍTULO ONCE

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Jungkook se estiró en su cama, sintiendo todo su cuerpo agotado por la mala noche que había pasado. No había dormido bien, y cuando el sueño había llegado a él ya el sol estaba haciendo su aparición por la ventana de su habitación. Abrió sus ojos con lentitud, sintiéndolos pesados por las lágrimas derramadas.

Desvió su mirada, y se sentó con rapidez al notar que Taehyung no estaba en la cama con él. —¿Se habrá ido? —susurró con la voz rasposa por recién despertar.

La tristeza lo abrazó, y se encogió en su lugar al saber que se encontraba nuevamente solo. Se levantó de la cama, y caminó hasta su baño para descargar sus necesidades. Lavó su rostro, y dientes, evitando mirarse demás en el espejo, sabiendo lo patético que lucía en ese momento con sus ojos irritados y más pálido de lo normal.

Caminó desganado hasta la cocina, abriendo los ojos cuando se encontró a Taehyung moviendo algo en la sartén. El mayor giró su cabeza, y sonrió en su dirección. —Buenos días, amor.

Jungkook no tardó mucho en acercarse hasta Taehyung para abrazarse a él con fuerza. No se había ido de su lado, y su corazón latía aliviado de tenerlo otro poco con él. No quería estar solo y que su mente tuviera vida apropia, llevándolo a angustiosos pensamientos que lograrían hacerlo sentir peor.

—Hey, ¿Me quieres mucho hoy? —comentó Taehyung con gracia, apagando la sartén y abrazando de vuelta a Jungkook, dejando un beso en sus cabellos—. ¿Pensaste que me había ido?

El chico asintió, sin ganas de soltarse de Taehyung. —¿Por qué no me despertaste?

—Porque te veías muy cómodo y no quise molestarte. Además de que quería despertarte con el desayuno en la cama —Taehyung levantó la cabeza de Jungkook, y besó su labios, saboreando lo mentolado que estos estaban. Repartió castos besos por sus mejillas, nariz y labios, consintiendo a Jungkook—. ¿Te sientes mejor?

—Sí —mintió, y miró a Taehyung con anhelo—. ¿Me amas?

—Como nunca antes lo hice.

—Dime lo mucho que me amas, por favor.

Taehyung analizó la situación, y supo que Jungkook no estaba para nada bien. Su niño aún tenía cosas en su cabeza que no planeaba decir. Le preocupaba, sí, y deseaba con todas sus fuerzas que Jungkook le comentara lo que le sucedía, pero esperaría paciente a que él mismo lo hablara.

—Eres la cima en mi pirámide de Kelsen, Kookie —halagó, y Jungkook rió por la indirecta—. Podría hablar de leyes, pero siempre termino pronunciando tu nombre. ¡Eres la jurisprudencia que ilumina mis sentencias! —las carcajadas salieron genuinas por parte del menor, y Taehyung se sintió complacido con ello. Besó cortamente sus labios—. Te amo, Jungkook.

—También te amo, Taehyungie —rió y se abrazó al mayor—. Y más te vale recordarlo o haré actos de dominio tendientes a acreditar la posesión.

Taehyung abrió los ojos, y rió con ganas. —¡Estuvo bueno! Y no necesitas hacer esos actos, porque soy todo tuyo sin siquiera firmar un título —lo besó por última vez—. Ahora a comer.

Se separaron, y Jungkook se sentó en la silla que estaba en la cocina, admirando la manera en que Taehyung se desplazaba por el lugar con maestría. Las inseguridades aún estaban en él, pero debía hacerlas a un lado. Taehyung nunca le había dado razones para dudar de su amor, y debía aferrarse a eso.

Un plato con pan tostado, huevos, queso y jamón estaba siendo depositado al frente de él, además de un vaso lleno de leche de banana. Todo lucía apetitoso, y su corazón se sintió cálido al saber que Taehyung estaba haciendo eso para él y solo por él.

—Come, mi vida —ordenó Taehyung con cariño, sentándose a su lado con su plato de comida—. Si comes todo te daré postre.

—No soy un bebé, Tae —abultó sus labios avergonzado, logrando que Taehyung sonriera por lo adorable que lucía—. ¿Cuál es el postre?

—Come todo y lo sabrás.

Jungkook asintió y comenzó a comer todos los alimentos, encontrándolos deliciosos solo por el hecho de saber que habían sido cocinados por su novio. Mientras el menor comía, Taehyung lo miraba de reojo, intentando descifrar lo que tenía a Jungkook de ese modo. Sus ojos estaban levemente rojos, y supo que había llorado antes de dormir. Un malestar lo atacó, sabiendo que su pequeño estaba mal, e inevitablemente se sentía como un inútil al no poder ser de ayuda.

—Jungkook —llamó, teniendo la atención del recién nombrado—. ¿Sabes que eres mi todo, no? Que nunca he amado a alguien como te amo a ti, y que no creo que llegue a mi vida alguien como tú. No sé como mejorar tu ánimo y hacerte sentir mejor, pero quiero que sepas que siempre estaré a tu lado, y que veo mi vida a futuro contigo a mi lado. No te pido que me cuentes que sucede, porque tú solo sabrás cuándo hacerlo, pero no dudes en apoyarte en mi, porque estaré para ti hasta que te sientas mejor. ¿Fue útil lo que dije?

Jungkook sonrió de lado. —Lo es, y yo tambien te veo en mi futuro.

—Uf, que bueno —rió alivio—. Indirectamente te pedí matrimonio y es gratificante saber que me dijiste que sí.

Las mejillas del menor se calentaron, y se sintió emocionado. —¿En serio quieres casarte conmigo?

—Obvio —respondió de inmediato—. Irnos a otro país, casarnos con unos lindos trajes en una bonita y pequeña ceremonia. Yo de negro, y tú de blanco, luciendo más precioso de lo que ya eres. Te volverías un Kim, y adoptaremos un perrito. Ese será nuestro primer hijo, y, Jungkook, ya me estoy emocionando —rió avergonzado.

Las mejillas de ambos estaban rojas, y sus ojos brillaban por la idea. Jungkook se levantó de su asiento hasta sentarse en las piernas de Taehyung y besarlo efusivamente. Se abrazó a su cuello, y sintió las manos de Taehyung tomar sus caderas. Sus labios se movían con emoción, nerviosos y entusiasmados por una simple proyección a futuro, pero que daba la sensación de seguridad, de que sí se cumpliría algún día.

—Me gusta eso —susurró cuando se separó—, pero quiero un traje negro.

—Lo tendrás, todo lo que quieras te lo daré. Te haré la persona más feliz del mundo. 

—Espero también hacerte la persona más feliz del mundo, Tae.

—Ya lo haces, mi amor —respondió Taehyung sincero, admirando de cerca el bonito rostro de Jungkook—. Todos los días me levanto feliz sabiendo que te tengo conmigo.

Jungkook sonrió, y besó nuevamente los labios de Taehyung. —Terminé mi comida, ¿Cuál es mi postre? —las cejas de Taehyung subieron y bajaron coquetas, y Jungkook jadeó indignado—. ¡Taehyung!

—¡Soy lo más dulce que probarás!

Jungkook bajó del auto, y se apoyó en la puerta para mirar a Taehyung.

—¿Estarás bien? —preguntó el mayor, mirándolo desde adentro. Jungkook era grande, y podía defenderse solo, pero no quería dejarlo sabiendo su inestable estado de ánimo.

—Sí, papá —rodó los ojos divertido, y miró a Taehyung con calma—. Cuando regrese al departamento te marcaré.

—Puedo caminar por el centro comercial mientras tú estás con tus amigos —propuso, frunciendo el entrecejo cuando Jungkook se rió de él.

—¡Estás siendo exagerado! Taehyung, solo estaré con mis amigos y regresaré temprano. No te preocupes tanto, amor.

Sin estar seguro, Taehyung asintió. —Esperaré tu llamada cuando llegues a tu departamento, ¿Ok?

—¡Señor, sí, señor! —Jungkook se posicionó como un militar, y Taehyung bufó.

Se despidió del menor para arrancar en el auto e irse. Jungkook lo miró alejarse, y suspiró, adentrándose al establecimiento. No se vería con sus amigos, había mentido en esa parte, pero necesitaba que Taehyung se fuera para así poder lograr su cometido.

Faltaban menos de dos semanas para el cumpleaños de Taehyung, y debía comprar los regalos que había pensado para el mayor. Jungkook no tenía un trabajo fijo, puesto que sus padres se encargaban de enviarle dinero para que costeara sus cosas, y aunque había reunido una parte de estos ingresos, había estado haciendo pequeños trabajos para aumentar la suma y poder comprar todo lo que quería, o al menos, una parte.

—Buenas tardes, vengo a retirar la pintura —pidió a la chica que atendía el lugar—. A nombre de Jeon Jungkook.

—En un momento le traigo su pedido. Espere aquí, por favor.

El primer regalo que tenía para Taehyung era una pintura de ambos. Había escuchado de esa tienda, y sus precios no eran excesivos, además de que el trabajo era muy bueno. La había mandado a hacer con tiempo, y había escogido la foto más bonita que tenía de ambos.

—Aquí está —la chica le entregó el recuadro de un tamaño medianamente grande, y Jungkook sonrió complacido—. Esperemos y le guste.

—Me encanta —halagó, y sacó de su billetera el dinero suficiente para pagar—. Muchas gracias.

—A usted por elegirnos. ¿Lo envolvemos en papel de regalo?

Jungkook asintió, y siguió mirando la pintura de ambos. Incluso sabía en donde colocarla en el departamento de Taehyung; una pared vacía que podía cobrar vida con el dibujo de ambos. Sus estómago cosquilleó al imaginarse la expresión en el rostro del mayor al mirar el recuadro, y seria bonito ir hogar de Taehyung y ver ese retrato.

Una vez estuvo la pintura en sus manos, con una prolija envoltura, salió en dirección hasta su siguiente destino; la joyería. Entró a la tienda, mirando con interés cada una de las prendas que se encontraban ahí, sintiéndose un poco intimidado por el precio que algunas tenían.

Taehyung lo vale, pensó dándose valor a sí mismo.

Una pulsera llamó su atención, y se acercó hasta la vitrina para admirarla mejor. Era ideal para Taehyung, y de solo imaginarla en su muñeca lo hizo sonreír con gusto. Era elegante, pero al mismo tiempo sencilla.

—¿Puedo ayudarlo en algo, joven? —hombre llamó su atención, y Jungkook señaló la pulsera—. Es Cartier. Pulsera Justen un Clou, clásica, de oro amarillo de dieciocho quilates. Como no es una tienda oficial el precio baja, así que quedaría en cinco millones de wons.

La boca de Jungkook se secó al escuchar el precio, y estuvo tentado a irse, pero en serio quería esa pulsera para Taehyung.

—¿Aceptan pagos de a plazos? —preguntó vacilante, deseando que sí permitieran el pago a plazos.

—Hasta seis meses.

Jungkook asintió aliviado, y sacó su tarjeta de crédito. —Tenga. Pagaré un millón y medio primero, e iré abonando durante los seis meses restantes.

El hombre tomó la tarjeta, y le indicó que lo siguiera hasta la caja. Adiós a los pequeños gustos, y hola a buscar un trabajo para terminar de costear la pulsera. Taehyung lo valía, claro que sí, y sabía que esa prenda le quedaría muy bien, así que cuando tuvo la pulsera dentro de una fina bolsa de terciopelo, no pensó mucho en los pequeños sacrificios que tendría que hacer, puesto que la sonrisa de su novio sería una buena recompensa.

—Si Taehyung se entera que estoy haciendo esto por él me matará —murmuró, pero se encogió de hombros—. Si no se entera, entonces no hay problemas. Además de que cuando la vea quedará totalmente enamorado de ella.

Con sus regalos ya listos, tomó un autobús hasta su departamento, y mirando por la ventana, se sintió mucho más calmado. Quizás eso necesitaba; salir y despejar su mente en otras cosas que no fueran los últimos fatídicos acontecimientos de su vida. Taehyung lo amaba tal y como era, y solo en eso debía pensar. Se lo demostraba, y lo decía, ¿Por qué dudar cuando su novio estaba dispuesto a todo por él?

No iba a minimizar sus emociones, pero con la mente más aireada se dio cuenta de que la opinión de los demás no importaba tanto como la de ellos dos.

—Solo importamos nosotros —susurró mirando por la ventana del autobús—, y ya hasta hablamos de boda, así que cálmate Jungkook, y mejor piensa en cómo harás para preparar un desayuno decente para Taehyung sin que tu departamento se llegue a incendiar.

Rió para sus adentros, y disfrutó del corto viaje, ansioso por el tan esperado treinta de diciembre, y la bonita expresión de Taehyung al recibir sus pequeños, pero apreciados regalos.

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