II

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Ya caía la noche cuando Lauren se dirigía a su madriguera, mientras tarareaba una tonadita que se había inventado. Ocupando una de sus patas para sostener la gran cantidad de bayas que había recogido; y esta vez, había revisado cuidadosamente, que no estuvieran podridas.

Caminar de noche no era nada raro para Lauren, si bien era cierto que le causaba nervios, tenía una pizca de orgullo que le impedía admitirlo.

Antes de dirigirse a su madriguera, decidió hacer una parada en casa de Richard. Quiso saludar a la madre, pero algo la tomó por sorpresa.

La madre estaba sola en el nido, sin rastro de Richard. Y para colmo, ella tenía una expresión de amarga preocupación en su pobre rostro.

Lauren se preocupó, corrió aún más rápido y llamó asustada a la madre.

—¡¡SEÑORA!! —gritó.

La madre volteó a todos lados buscando la fuente del grito, hasta que finalmente miró abajo y vio a la pequeña conejita.

—¿Lauren... ¡Pero qué haces aquí?! ¿No deberías estar en tu madriguera?

La conejita se calmó un poco.
—Perdón, voy en camino; pero la veo muy preocupada ¿Dónde está Richard?

La madre sonrió gentilmente.
—Oh querida, no te preocupes. Una amiga de él llegó esta tarde a buscarlo y se fueron a jugar a su casa —Hasta aquí todo sonaba bien, pero su sonrisa rápidamente desapareció al replantear las cosas—. Pero... Ha pasado mucho tiempo... No- No sé cuándo vaya a regresar...

La madre miró a Lauren, y conociéndola, de seguro iba a insistir en quedarse para buscar a Richard, y no quería permitir que nada de eso pasara. Prácticamente, se criaron los dos juntos, así que tenía cierta autoridad sobre Lauren.

—Hija mía... Por favor, ve a casa.

—Pero-

—Yo estaré bien. Si ese pequeño rufián no llega dentro de poco lo voy a salir a buscar.

Las dos sabían que la madre no estaba en condiciones de bajar del árbol, así que la conejita se puso más nerviosa aún. Quería ayudar, pero la presión del tiempo se hizo presente, si no se iba ya, era muy probable que le pasara algo de regreso a su madriguera.
Al final optó por irse.
—¡¡POR FAVOR TENGA CUIDADO!!

La pobre, aún preocupada, corrió lo más rápido posible hasta que sus patitas se cansaron y decidió bajar el ritmo. Intentó distraer su mente hasta que el estrés bajó, dejó de sudar y se convenció de que lo único que podía hacer era esperar que su amigo estuviese a salvo.

Finalmente llegó al único lugar que podía llamar hogar. Se ubicó en frente de un árbol como cualquier otro; pero oculto tras unas ramas caídas, estaba su madriguera. Un pequeño refugio, dentro del tronco y con algunas raíces por las paredes del lugar, y el suelo debajo de los pies estaba estampado con hojas secas que la misma Lauren había traído.

El lugar estaba más oscuro que de costumbre, Lauren creía que tenía algo que ver con qué se había tardado mucho. A un costado, estaba una pila considerablemente grande de nueces, algunas hierbas y bayas, comida para el inminente invierno.

Lauren las dejó ahí y se recostó sobre las hojas secas. No era la gran cosa; pero no podía exigirse más.

La pequeña nunca se detuvo a pensar el porqué estaba sola, o el porqué Richard tenía una madre y ella no.
"Son cosas de la vida", pensó

Pensando ahogar sus penas y a la vez premiarse por sus esfuerzos, tomó un pequeño manojo de bayas y una nuez, y las empezó a comer, ya aliviada y algo contenta.

Detrás de ella, algo se movía.
Perfectamente mezclado con la oscuridad, una criatura con ojos rojos brillantes. En cuanto vio a la conejita se decidió por despellejarla.
Cada vez se acercaba más a la luz, revelando su piel pegajosa y grandes dientes afilados, con baba chorreando de su labio inferior.
Era un murciélago. Uno muchas veces más grande que nuestra pequeña protagonista. De nariz y orejas rojizas.
Debió haber entrado esperando que ella estuviese ahí.

La bestia, con un rugido, precipitó su mandíbula abierta al suelo para engullir al conejo de un solo bocado.

Con un movimiento rápido, Lauren rodó a un lado, escapando de la mordida del depredador, haciendo que se golpeara la mandíbula muy fuerte contra el suelo.

Esto le dió preciosos segundos de ventaja para salir corriendo.
En su desesperación, sólo logró decir:
—Nomiresatrásnomiresatrásnomiresatrásnomiresatrásnomiresatrásnomiresatrás-

Justo después, su agresor se alzó en el aire, furioso, como un ángel de la muerte.
Lauren cumplió en no mirar atrás; pero ver la sombra proyectada del demonio era aún peor.

Corrió tanto que ya ni sabía dónde estaba, su suerte se había acabado.

El pánico le ganó.

Empezó a gritar. Había escuchado que los ruidos fuertes debilitaba a los murciélagos, pero parecía no tener efecto en este.
Justo en ese instante, se dió cuenta de que no estaba viendo hacia delante, y cuando lo hizo, vio una rama aterradoramente gruesa.
Sin pensarlo dos veces, Lauren la sujetó, tiró con la suficiente fuerza y la arrancó.

Se detuvo en seco a esperar el momento adecuado, a esperar a que se acercara lo suficiente, era arriesgado pero no había nada más que hacer, y cuando pasó, Lauren le dió un buen golpe en la cabeza con la rama.

El adversario cayó aturdido, y Lauren corrió a esconderse.
Detrás de un arbusto espinoso se encontraba la pobre y exhausta conejita, respirando agitada, sudando frío, y viendo aterrada como el latido de su corazón se aceleraba a un ritmo malsano; parecía que se iba a salir de su pecho, y la sola idea ya la espantaba.

En un intento por bajarle a la adrenalina, inhaló y exhaló unas seis veces, con una patita en el pecho para proteger su corazón.

Una vez calmada, se giró hacia atrás, pretendiendo ver a su adversario e irónicamente, con el deseo de no volverlo a ver jamás, y susurró:
—¡Ja...! Eso te pasa por meterte conmig-

No terminó la frase.
Otro murciélago, de nariz igual de roja, y orejas púrpura, apareció por detrás y enterró sus colmillos en su brazo izquierdo.

Lauren gritó otra vez, de la sorpresa. Su nueva agresora tenía una apariencia fémina y más joven que el anterior, Lauren cálculo que eran casi de la misma edad, a pesar de la diferencia de tamaño.

—¡AY, AUCH! ¡OYE NO-! !¡MI BRAZO!! ¡¡POR FAVOR, TE LO SUPLICO!! —eran cosas que alcanzaba a pronunciar, el dolor era insoportable.

La murciélago alzó vuelo, intentando llevarse a Lauren, aunque a penas la levantaba del suelo.
Esto solo empeoró el dolor. Con los colmillos insertados en su piel, y el jale de la gravedad rompiendo lentamente sus tejidos, Lauren sintió que estaba sufriendo una tortura.

De repente, se le vino una idea a la cabeza.

Con su brazo libre, sujetó una de la orejas de su atacante, y la jaló hacia ella, cuando estaba lo suficientemente cerca, le dió una buena patada en la cara.

Ambas cayeron al suelo adoloridas, pero inmediatamente, Lauren se levantó con el brazo que podía mover, y como pudo, corrió ¿Hacia dónde? Cualquier lugar lejos de ellos.

No habían pasado ni diez segundos, y el primer murciélago se anunció nuevamente detrás de ella.
Lauren quería llorar, pero ahora no podía. Todo en lo que pensaba era en correr, correr y correr, ya no había nada más que hacer, otro ataque y ella ya no resistiría.

Ahora los dos venían tras ella, dispuestos a devorarla viva si era necesario.

Lauren corrió hasta ya no sentir el suelo bajo sus patas... Literalmente.
Por tanta presión, no se había fijado en el camino y cayó por un barranco.

Sus agresores se detuvieron en seco.
Asustados, se asomaron por el barranco, no había rastros de su presa por ningún lado.

La joven miró al mayor sorprendida.

—¿Adónde se fue? —Preguntó.

El mayor miró la tierra más allá del barranco, esa zona del bosque estaba completamente muerta. Los troncos de los árboles estaban secos, la hierba y pequeñas plantas también. Y las nubes sobre el gran terreno estaban pintadas de negro ceniza.
Era como un desierto. Un desierto al que el mayor no iba a entrar.

—Vámonos —dijo él con su voz áspera.

—¿Eh?

—Estas tierras no las podemos pisar. Aquí hay muchos depredadores.

—Nosotros somos depredadores —le recalcó la menor, arqueando una ceja.

El mayor le lanzó una mirada asesina, que inmediatamente la hizo callar.
—Lobos. Vámonos. —Ambos tomaron vuelo y dejaron a la conejita a su suerte.

[...]

Lauren despertó en un suelo muerto. De un color gris deprimente. Antes de que ella se diera cuenta, estaba en un pequeño charquito de sangre coagulada.
Adolorida, intentó levantarse con ambos brazos, y cayó rendida una vez más por su brazo izquierdo.

—Esto no se ve bien... —Miró a su pata y se horrorizó con las marcas de dientes que habían quedado.
Resolvió sentarse, miró a su alrededor, y mientras más miraba, más rápido se quería ir.

Asumió que no había nadie en tierra muerta, así que empezó a gritar con el hilito de voz que le quedaba.

“¡¡¡SOCORRO!!!”
“¡¡¡AYÚDENME!!!”

Esperaba que solo un milagro la salvaría.

En medio de toda la tierra muerta, habían arbustos secos, los arbustos crujieron y de ellos salió un pequeño cachorro. Con medio cuerpo oculto en los matorrales, solo asomando la cabeza, tal vez le llamó la atención la gritería.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro