VIII

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oH bOi capítulo ocho wiii-

Edit después de escribir todo esto en menos de dos días: me pasé... "ಥ‿ಥ 3917 palabras...
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Al llegar sana y salva al suelo, Lauren se tomó unos segundos para reincorporarse, pues gran parte de su sangre aún estaba en su cabeza.
La sacudió para recuperarse más rápido. Y cuando dejó de ver doble, la emoción la invadió otra vez y se puso a lagrimear.

El acompañante del pájaro del parche era nada más ni nada menos que la madre de Richard, sosteniéndose en pie como su única pata (la izquierda) se lo permitía.
Ella al ver a Lauren casi se cayó por la emoción, de no ser porque Lauren la atrapó en el acto.

Al principio no quería hacércelas de sentimental, pero no pudo evitarlo.
Lo más silenciosamente que pudo, sollozó. Apoyando su cabeza en el pecho de la madre, quien también estaba con el corazón hecho pedazos.
El pájaro tuerto las miraba de reojo, sin sorprenderse mucho; más bien aliviado de que las dos se reencontraran, hasta sonrió, un poco. Aunque la expresión no le duró mucho, al ver que Lázaro puso un pie en la tierra.

Lo mismo sentía Lázaro, estaba aliviado y MUY agradecido de que ella encontrara a su "familia". Aunque también se le hacía algo inusual ver a la animada Lauren soltando lágrimas.
E igualmente, se le fue el buen sentimiento cuando cruzó miradas con el pájaro tuerto.

Al recuperar el aliento, la madre se acercó súper enojada hacia Lázaro, recriminándolo y diciéndole que no se volviera a acercar a Lauren. El pájaro tuerto jamás lo admitiría, pero sentía una felicidad maliciosa ante esto. Por suerte para Lázaro, Lauren intervino y le resumió la historia de aquella noche. Ante esto, la madre, avergonzada, pidió disculpas por montones a la vez que le agradecía reiteradamente por lo mucho que había aguantado de Lauren; ella, como su casi madre adoptiva, la conocía muy bien, y no le sorprendió su comportamiento cuando Lauren lo describió. E incluso intentó abrazarlo entre tanto llanto.

"Mujeres... Nunca las entenderé..." Pensó Lázaro, tieso como una roca. Sólo se limitó a asentir y a alejarla lo más delicadamente posible. Algo avergonzado y colorado.

El pájaro tuerto frunció el ceño ante esto. Tremendos cambios de clima ha habido últimamente.

Aún intentando secarse las lágrimas, Lauren se dirigió hacia Lázaro, avergonzada de que la viera así.
Le alcanzó a guiñar el ojo porque no se le ocurrió que más hacer. El mayor la miró por un momento y le dedicó una sonrisa pequeña pero sincera.

Por más que odiara a ese conejo, el pájaro tuerto se mordió la lengua (como pudo, con un pico la tarea sería más difícil...) pues no quería matar el ambiente de la situación, quería disfrutar un momento del gozo que ahora se compartía, unos más expresivos que otros, claro está...
Se tomó sus segundos para apreciar el ambiente sano, respirarlo, para tener algo bueno que recordar después.
Lo hizo, respiró hondo, mantuvo el aliento y exhaló lo más lento posible.

Qué bien se siente.

Bueno. De vuelta a la realidad. Tristemente...

En estos últimos días, la madre había puesto su empeño en comunicar que su hijo está desaparecido. La chismosería de las ardillas y zarigüeyas finalmente dió frutos.
Quién más se involucró en el drama fue el pájaro tuerto, quien sospechaba de lo peor, y para evitar daño hacia la madre, le acompañaba más de cerca evitando que las metidas dijeran algo que lamentaran. Porque lo malo de su chismógrafo era que escuchaban una parte de la historia e inventaban el resto, por el bien del drama.
El pájaro tuerto había escuchado las barbaridades que se susurraban a lo largo y ancho del bosque. Algunas eran simplemente ilógicas, otras le causaban (en sus propias palabras) una gran perdida de neuronas, y las demás, lamentablemente la gran mayoría, le causaban un asco espantoso hacia los que lo parloteaban. Definitivamente no podía exponer a la angustiada madre a eso.

Pero aún así, él había obtenido ojos y oídos por todas partes gracias al gran impacto y consternación que trajo el problema. Desde el norte hacia el sur, desde el este al oeste.
Muchos animales se habían unido a la causa y ayudaron en la búsqueda.
(¡Y todo esto en cuestión de un par de días!)
Finalmente, la comunidad entera se había unido para lograr un objetivo común de forma desinteresada; por primera vez en mucho tiempo ¡Esto era un suceso astronómico!

La única razón por la que Lázaro no se había percatado de eso, era porque él había escogido un punto del bosque lo suficientemente desolado; lo ideal para vivir sin "distracciones". Aparte de que el pájaro tuerto lo habría dejado fuera de la operación a propósito de no ser por estas mismas condiciones. No importa cuánto hiciera, él estaba convencido de que la ayuda de ese tipo no le convenía a nadie.

El pájaro del parche les llamó la atención a todos, pidiendo que le prestaran atención. Les hizo un breve resumen a Lauren y Lázaro, quienes tenían una sensación agridulce en respuesta.

El pájaro había traído a la madre hasta este punto del bosque (que tanto odiaba) porque necesitaba que Lauren estuviese ahí. Aparte de que ambas necesitarían del apoyo de la otra, el se negaba a dar la noticia dos veces.

—No quería tener que decirles esto. Pero es la verdad.

Ya con esa frase la madre se desmoronó por dentro, pero se negó a desfallecer por completo hasta la última palabra.

—Hemos recibido varios testimonios de todas partes del bosque, no muy alentadoras... Una ardilla se me acercó ayer y me contó que había visto a "Richard" con un "acompañante" se dirigieron hasta el arbusto de hiedras venenosas y desaparecieron.

¿Eso era todo? La madre estaba indignada de que la trajeran hasta acá solo para decir eso.

—Con todo respeto... —empezó ella— ¿¡Eso es todo?! ¡Me hizo pensar que había perdido a mi hijo! ¡¿Dónde está?! —reclamó casi gritando. Lázaro, desde lejos, creyó que ese era una clase de karma instantáneo.

—Lo más probable... Es que esté... Sano y salvo... Señora... —titubeó el pájaro tuerto al sentirse casi amenazado.

—¡¡¡Esa no es una respuesta!!! —gritó la madre, quebrantándose por completo y echándose al suelo a llorar.

Lauren estaba muy confundida ¿"Lo más probable?" ¿Eso quiere decir que dónde sea que esté es peligroso? Lauren volteó a ver a Lázaro, quien se había recostado en un tronco no muy lejos de ahí; ya saben, para no ser asociado con ellos, y para mantenerse alejado del show.
Él le devolvió la mirada, como diciéndole: "Mi sentido pésame" pero a la vez también le decía: "Por favor no me metas en este asunto".

Lauren le suplicó por algo de apoyo con la mirada, los dos sabían que está situación era difícil.

El mayor le respondió con una mirada de "Te odio", pero con un tono más o menos amistoso. Y acto seguido caminó hacia donde ellos; se excusó y se dirigió (con algo de odio) hacia el pájaro tuerto.

—Dices que fueron a través de la hiedra venenosa, ¿Cierto?

—Si —contestó intentando ser neutral.

Lázaro miró de reojo a Lauren y a la madre, está última seguía llorando amargamente, mientras Lauren le susurraba palabras "alentadoras" (ella no era muy buena en poner en palabras lo que tenía en mente. Nunca lo fue). El mayor suspiró y se preparó mentalmente para lo que estaban a punto de decir.

—Creo que sé dónde está.

El pájaro tuerto frunció el ceño, sabía a qué se refería y lo odiaba.
Lauren se sobresaltó. Había pedido apoyo, no necesariamente respuestas; aún así estaba agradecida por tenerlas.
Y la madre se puso en pie lo más rápido que pudo y se lanzó hacia Lázaro, pidiéndole, o más bien, exigiéndole que confesara.

Lázaro intentó no perder la cordura. Sólo hacía esto para que el drama acabase y lo dejarán solo. De todas maneras, si no decía nada: no sólo ellos, sino que probablemente todo el bosque sabría de eso. Y aunque no le importase lo que otros pensaran de él, mala fama es mala.

—Síganme —les dijo a los tres.

Como un calvario interminable (al menos para Lauren), Lázaro empezó a trepar su árbol otra vez. Ella con gran pesar, lo siguió, mientras sus brazos le suplicaban que parara esta tortura.

El pájaro tuerto, con algo de dificultad, ayudó a la madre a recuperar el equilibrio, y apoyándose en el otro, alzaron vuelo.

Pasaron por la madriguera y no se detuvieron ahí. Sino que siguieron hasta la copa del árbol.
Ya en las débiles ramas que se encontraban ahí, las dos aves temían por perder el poco equilibrio que tenían y precipitarse hacia el suelo. "Más vale que este maldito tenga un buen argumento... Nah... No lo tendrá..." Pensó él pájaro tuerto.

Aferrándose de lo que quedaba de árbol a esas alturas, a Lauren le empezó a dar un vértigo enorme.

Cómo si no fuese gran cosa, Lázaro maniobró entre las ramas delgadas del árbol para llegar al pináculo de este.
Lauren no entendía que era lo que él quería que vieran.
Lázaro se dió cuenta de esto.
Le ofreció la mano a ella y la alzó sobre sus hombros.
Ahora ella podía ver todo.

Y seguía sin entender. Desde esta altura ellos podían contemplar casi todo el bosque. Desde los pastizales que se encontraban al norte, la parte del bosque donde nacía el río, donde ella vivía; hasta que las tierras muertas, que no hacían más que traerle malos recuerdos. Ella no entendía el porqué el los había traído a semejante altura para contemplar el mismo escenario el que habían vivido desde siempre.
Aunque...

Cuándo estaba a punto de reclamarle, Lauren se dió cuenta de que algo no cuadraba. Entre los imponentes arbustos de hiedra venenosa, que, formaban una barrera, un muro que rodeaba un punto hasta ahora desconocido.

Vió una clase de edificio.

La estructura no parecía natural. Tenía ciertas partes que reflejaban la luz del sol en sus retinas como lo hacía el río en los días soleados y tranquilos. Aparte de eso, no veía nada raro.

Los otros dos acompañantes aletearon para obtener una mejor visión del lugar. Ya habiendo visto lo que quería, todos descendieron, pues a semejante altura la estructura del árbol era muy débil.
Al bajar, Lauren y Lázaro se asentaron en la entrada de la madriguera; y los otros dos en una rama lo suficientemente cerca para poder conversar.

—¿Qué rayos fue eso? —preguntó el pájaro tuerto, harto de Lázaro.

—¡Hey, estoy segura de que él tiene una buena explicación! —interrumpió Lauren.

—¿Y tú de qué lado estás? —le recriminó el pájaro tuerto.

La madre puso un alto a la discusión, regañando al pájaro del parche.

—He intentado llegar a ese sitio durante toda mi vida. Es prácticamente impenetrable... Aún así no entiendo porque ha habido tantos desaparecidos.

El pájaro tuerto empujó a la madre pato para poder estar cara a cara con Lázaro.

—Oye, escúchame- —empezó Lázaro.

—¡¡NO!! ¡¡TÚ ESCÚCHAME!! ¡¡YA ESTOY HARTO DE TUS ESTÚPIDAS CONSPIRACIONES!! ¡¡TE DOY LA OPORTUNIDAD DE AYUDAR Y TE PORTAS COMO UN PAYASO!! —le gritó, para después señalar a la madre— ¡¡ESTA MADRE, ¿LA VES?!! ¡SU HIJO ESTÁ PERDIDO, Y NECESITAMOS RESPUESTAS!

—¡LES ESTOY DANDO RESPUESTAS! ¡TÚ ERES EL QUE NO QUIERE ESCUCHARLAS! —respondió también a gritos. Lauren se encogió de nuevo y sigilosamente fue con la madre pato; quien la resguardó bajo su ala mientras los otros dos discutían a gritos. Lauren sintió que Lázaro tenía razón; hay muchas cosas que no le incumben.

Los gritos se extendieron por un rato. La posición de Lázaro era algo irónica. Él dijo que no quería ser parte de un drama y terminó armando el suyo.
La madre, ya harta del escándalo, se interpuso entre ellos y les dió un sermón digno de sus estándares de madre.
Lauren, por primera vez en horas se rió en voz baja.

Los dos adultos se resignaron a aguantar el regaño. Ambos se sentían algo tontos. Pero era más fácil culpar al otro cuando no se podía hacer nada al respecto de este problema.

Para acortar el cuento: El pájaro tuerto resolvió por quedarse afuera mientras Lázaro conversaba con la madre.

Algo confundida por la conversación. Lauren optó por dejarlos solos y hablar un rato con el pájaro tuerto; había una que otra cosa que quería hablar con él.

—¡Hola! —saludó. Pero no recibió respuesta.

—Ese sujeto no te merece —susurró.

—Yo creo que es agradable, aunque a veces es un...

—Patán. Y si te hubieran enseñado una palabra más fuerte la usarías ¿no es así?

—¡¡Jajajajajajajaja!! ¡Eso es exactamente lo que pensé! ¿Cómo lo supo?

—Porque no importa con quien esté —le dijo serio—, Lázaro siempre tiene la misma actitud. Él es un desalmado. Un loco. Un completo-

—Es extraño ¿Sabes? —lo interrumpió— eso es exactamente lo que todo mundo dice de tí.

Ambos se callaron. El único sonido que apenas se escuchaba era el de la conversación que llevaban a cabo los dos contrarios en la lejanía.

—(...)

—Tu- tú eres muy bueno. Y lo sabes. Algo extraño... ¡Pero dulce!

—Gracias... Supongo...

—Si tú venciste a los "trismes" y a las tonterías que todos dicen, ¿Qué impide que Lázaro lo haga?

—(...) Eres bastante listo para tu edad, ¿Lo sabías? —le dijo el pájaro.

Lauren le dedicó una tierna y sincera sonrisa. Le tenía mucho que agradecer.

—Aparte... Se dice "chismes".

Se escucharon unos aleteos sobre sus cabezas. La madre aterrizó suavemente al lado de ellos y Lázaro le siguió.

Lauren miró a la madre a los ojos. Tenía muchas lágrimas secas en su rostro. Apenas si se mantenía en pie.

—Vamos. Dígale —le ordenó ella a Lázaro.

—¿Decirme qué? —preguntó Lauren con un muy mal presentimiento.

La madre se disculpó y se retiró, para dejarlos solos; el pájaro tuerto, aún con un mal presentimiento, también se retiró sin chistar.

—Wow... Debe ser algo muy serio para que que se pongan así, ¿No- no lo crees? —dijo Lauren, con una risita nerviosa.

Lázaro se volvió a arrodillar.
Lauren tragó saliva. Su presentimiento definitivamente tenía razón.

Lázaro le dió una palmadita en el hombro.
—Escucha. Eres... muy fuerte. Lo admito. Que nadie jamás te diga lo contrario.

—(...) ¿Qué ocurre? ¿Es malo, verdad?

—Ese lugar que viste —empezó Lázaro—, es muy... Misterioso —intentó hablar en palabras que ella entendiera—. Desde que tengo memoria, me han contado y he sido testigo de desapariciones. Imagina eso. Muchos animales diciendo que su madre o padre, su hermano o hermana, su mejor amigo... Todos se esfumaron. Todos desaparecían. Y todos tenían algo en común. Las ardillas, zarigüeyas, e incluso las hormigas siempre dijeron que los habían visto por última vez en la pared de hiedra venenosa ¿Me estás entendiendo?

Lauren tragó saliva otra vez. Asintió nerviosamente, y empezó a sudar frío.

—Voy a ser honesto contigo. (Recuerda; eres fuerte) Sospecho que tú amigo entró en ese lugar —pausa—. Lo más probable es que este muerto.

La conejita se congeló. De repente sintió que el mundo le daba vueltas; y entre los mareos, se abofeteó a sí misma en la cara; intentando despertarse de la pesadilla en la que estaba. Dió unos pasos desorientados hacia todas direcciones; y se hubiese desmayado si no fuese porque Lázaro la sostuvo. Este último llamó a la madre y le entregó a la niña.

La madre refugió a su pequeña en sus dos alas, mientras Lázaro se alejaba para darles algo de aire. Él creía que ya se había involucrado en muchos problemas hoy.

—Lauren... ¡Lauren! —le habló la madre, limpiando su sudor frío— Por favor, háblame ¿Estás bien?

Lauren puso los pies en la tierra y la miró a los ojos, luchando por respirar.

—¿¡Estás bien!? —le insistió.

La luz del sol se reflejaba más intensamente en los ojos de la conejita, por lo húmedos que estaban. Ella nunca ha sido buena para poner en palabras lo que se armaba en su mente, sobre todo si su corazón era el que quería hablar.

Lauren negó con la cabeza, mientras lágrimas humildes salían de sus párpados, ella quería mantener la compostura, quería ser firme porque en el fondo sabía que la madre buscaba un soporte emocional en ella, debía ayudarla, debía hacerlo.

Al final Lauren no pudo. No pudo con la tarea. Y empezó a sollozar, está vez de la tristeza.
Lauren sentía la necesidad de cerrar el grifo de sus lágrimas, pero con cada segundo que pasaba, su resistencia disminuía.

Richard.

Su mejor amigo.

Su hermano.

Su familia.

(...)

Se sentía débil, inútil. Se supone que los niños grandes no lloran. Los niños grandes no lloran.

—Los niños grandes no lloran... —susurró Lauren entre llanto. Afortunadamente para su persona, la frase no fue ni remotamente legible entre sus sollozos.

La madre dió un suspiro, y una lágrima se se escapó. Sosteniendo a su niña entre sus alas. La apretó un poco en el abrazo, y poco a poco la soltó, para luego dirigirse a Lázaro.

Este último se encontraba recostado en su árbol, dándoles la espalda. Después de todo necesitaban espacio. Ahora tenía una razón más para "motivarlo" y/o atormentarlo.
La madre le tocó el hombro. Este se volteó y le preguntó si necesitaba algo más.

—No. Yo... Quería darle las gracias por su ayuda; y por cuidar a mi pequeña... No sé cómo puedo pagárselo , yo-

—Nononononono señora no es necesario. Me... Alegra haber escuchado a mi conciencia por primera vez... —dijo despectivo. Aunque en el fondo se esforzó por ser algo sincero.

La madre se despidió. Se dirigió hasta el pájaro tuerto y también le dió las gracias por su apoyo y compañía. De alguna forma, acompañado se siente menos el dolor. Este le dijo que no había problema; después de todo, no podía quedarse con los brazos cruzados.

La madre tomó delicadamente el brazo de Lauren.
—Ven linda... Nos vamos.

Apenas terminando de limpiar sus lágrimas, Lauren pegó un brinco y retrocedió, exclamando "¡No!"
Todos los presentes la miraron extrañados.
"¿Ahora qué se trae entre manos?" Se preguntó el pájaro tuerto.

—Y-yo... Yo... ¡No puedo! ¡No- no puedo irme! —alcanzó a titubear.

Lázaro la miró algo enojado ¿Ahora qué rayos quería?

—¡¡Ne- necesito hacer algo!! ¡¡No puedo dejar que Richard desaparezca así como así!! ¡¡Yo solo-!! ¡¡NO PUEDO!!

Lázaro estaba a punto de estallar.
—Escúchame niña. Es muy noble la intención ¡Pero se realista! ¡Yo no he podido pisar esas tierras en toda mi vida! ¿Qué te hace pensar que tú podrás hacer algo?

—Tal vez no pueda solo- ejem... Sola —tomó una pausa y lo miró a los ojos—. Pero con tu ayuda... Creo que se puede...

Los límites de hasta dónde podía llegar a sorprender Lauren eran ahora infinitos.
Lázaro estaba experimentando un remolino de emociones que no le ayudaban a manejar la situación en absoluto. Y los dos contrarios se encontraban igual o peor.

La madre quería decirle, pero Lázaro se encargó de hacerlo de una forma mucho menos sutil.

—Si ¡Me gustaría ver que lo intentaras...!

—¡¿Es un reto?!

—¡¡No!! —exclamó tomándola del brazo derecho y casi arrastrándola con su madre.

—¡Por favor! —le gritó zafándose bruscamente de su agarre— ¡Si no hacemos algo al respecto ¿Quién lo hará?!

—¡Lo haré yo! —le gritó Lázaro — ¡Tú no tienes nada que ver en esto!

—Muy bien. Entonces ¿Qué me garantiza a mí de que podrás hacerlo? ¡¡Por favor Lázaro!!

—No me llames- —suspiro— ¿Quién demonios le enseñó a hablar en ese tonito?

—¡Ya basta! —gritó el pájaro tuerto— ¡Lauren, nos vamos!

—¡Perfecto! —exclamó ella— ¡Si me quieren llevar de aquí van a tener que arrastrarme!

—¡Que así sea! —dijo Lázaro, amenazando con cumplir con su condición.

—¡Ya cayense! —gritó la madre pato; harta de pelear— Nos vamos. Fin de la discusión.

Ella intentó tomar la pata de Lauren pero ella seguía resistiéndose. Ya habiendo pensado que decir, se dirigió Lázaro.

—Por favor... —le dijo con los ojos aguados de nuevo— Ayúdeme... Por favor... Deme la chance de poder salvarlo... Tenía razón antes... Si no lo ayudo, usted no va a lograrlo. Perdóneme. Pero estoy siendo franca.

—¿Estás... Estás diciendo que no confías en mí? Por favor niña... (No es por presumir ) yo conozco este bosque mejor que nadie.

—¡Y yo conozco a Richard mejor que nadie! ¡Por favor piénselo! ¡Dígame ¿qué planea hacer?! ¿Hacer exactamente lo mismo que ha estado haciendo hasta hoy? ¿Cómo se le ocurre que haciendo lo mismo siempre vas a obtener un resultado diferente? ¡Díganme! ¡¿En qué cabeza cabe eso?!

Lauren tomó un graaaan respiro después de semejante palabrerío. Ella no era de dar tremendos discursos; hasta por poco siente que se había convertido en otra persona. Qué espanto. Definitivamente no haría eso de nuevo

El pájaro tuerto, sorprendente, sonreía. Aunque difícil de admitir, Lauren era muy inteligente para ser tan joven. La forma en la que ella acababa de hablar le había llegado muy cerca al corazón.

La madre sentía que volvería a llorar, y ni siquiera sabía si de alegría o tristeza. Por un lado, sentía una impotencia y rechazo absoluto hacia ella misma. No pudo, no puede, y de seguro nunca podrá ser capaz de proteger a su hijo. Se sentía fatal. Era un desastre como madre.
Pero por otro lado, estaba muy feliz. Porque su pequeña al fin estaba siendo tan valiente como ella siempre supo que era. Y eso era motivo suficiente para apoyarla.

Pero los tres mayores compartían una preocupación común:

Lázaro.

Este se retorcía internamente al saber que lo que le había dicho era cierto. Él mismo se detenía ¿Por qué? Él tendrá sus motivos. Y el hecho de que lo sermoneara una pequeña niñita lo hacía aún peor.

Todos temían por la seguridad de la pequeña. Lázaro y el pájaro tuerto sabían lo inestable que era. Y la madre...

—No confío completamente en tí —le dijo la madre a Lázaro—; pero confío en las decisiones de Lauren ¡Ella debe admirarte mucho...! Yo... La dejo en tus manos ¿está bien...? Digo, si aceptas...

Lázaro estaba, efectivamente, entre la espada y la pared. Y ninguna clase de entrenamiento le habría preparado para semejante cosa.
¿Ahora qué?

[...]


—Prométeme que si se sale de control, le des una buena paliza —le susurró el pájaro tuerto.

—Jeje... Muchas gracias... Pero lo tengo controlado, confíe en mí.

—No sabes con lo que te estás metiendo.

—Nop.

—¿Y cómo tienes tanta seguridad de que lo tienes controlado?

—Simplemente lo sé.

—¿Me vas a visitar cierto? —preguntó la madre.

—¡Por supuesto! —le dijo abrazándola— ¡Además es muy bueno el ejercicio!

La madre plató un pequeño beso en la frente de Lauren. A pesar de ser abiertamente cariñosa y tierna (cuando podía), a Lauren no le gustaban mucho tales muestras de cariño.

Lauren contempló como partían las dos aves lejos de allí. Sentía que un peso en su corazón se había aligerado un poco.

Lázaro estaba dándole la espalda, y con algunas gotas de lluvia que aún había en las hojas, se restregó los párpados.

—Definitivamente me volví loco —se dijo a sí mismo.

—Bueno... —dijo Lauren con una sonrisa— ¡Ahora somos dos locos! —exclamó mientras le extendía la pata.

Lázaro arrugó el ceño y volvió a trepar a la madriguera.

—Algún día... —se dijo Lauren.

Lauren trepó el árbol de forma muy energética está vez. Y llegó a la copa del árbol, sin que Lázaro se diera cuenta. Fue fácil, pues este no quería ni verla.

Se estiró lo mejor que pudo. Y logró ver el edificio otra vez mientras los últimos rayos de sol abandonaban el cielo.

—Voy por tí... Resiste —susurró a ella misma, y a las nacientes estrellas.

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