VII

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Al no haber ninguna fuente de agua cerca, "Lázaro" tomó las rocas que rodeaban la hoguera y unas cuantas hojas grandes para sofocar la llama. Hasta que se extinguió.

Para él, esa era la parte fácil. Lo difícil (personalmente) para él sería intentar dar la cara a la pequeña niña; quien ya le había demostrado que era más "impresionante" de lo que parecía a simple vista.

La pequeña se encontraba dibujando garabatos en la tierra con su dedito. Al parecer su pata izquierda aún dolía; pero ya había aprendido a ignorarlo (recalco, al parecer).

Entonces el mayor se preguntó qué iba a hacer con ella. Aún consideraba que su decisión de quedarse con él era contraproducente para ambos. Para ella, porque aunque no quisiera admitirlo, su compañía no era de considerarse como "adecuada para niños". Ese maldito pájaro tenía razón. Durante casi toda su vida, Lázaro había odiado a los niños; pensaba que solo lo retrasaban. Ese sentimiento negativo eventualmente evolucionó a un "inofensivo" estado de indiferencia.
En fin, Lauren se levantó y pensó en que decir.

—Me gusta tu nombre —empezó—; suena... Singular...

El mayor suspiró. Antes de darse cuenta de que estaba suspirando más de lo normal.
—No es mi nombre. Es un apodo. Creo que con el tiempo me acostumbré... —pausa— Gracias de todas formas... ¿Cómo dijiste que te llamabas?

—¡Lauren! —dijo ella; para inmediatamente arrepentirse de ello—, pero mis amigos me dicen... Umm... Bueno... "Lauren".

A Lázaro le parecía algo cómica la actitud de la pequeña. Y recordando su actitud de esta tarde, se disculpó formalmente con ella.
"Uy... Me siento mal ahora por llamarlo un patán... Creo que es algo agradable" pensó ella.

—Yyyyy... ¿Qué te dijo? —preguntó Lauren.
—¿Quién?
—El señor pájaro tuerto —continuó Lauren, para después abofetearse mentalmente al darse cuenta de que había dicho la misma ridiculez que dijo su amigo Richard al inicio de esta historia.

El mayor también se quedó pensativo ante tal enredadero de palabras, pero no le dió tanta importancia.

—No creo que te incumbe; pero ya que estamos en el tema... —dijo Lázaro, acercándose a ella, quien ante esto, se asustó. Para estar más "a su nivel" él se arrodilló— Dime... ¿De dónde conoces a ese tipo? ¿Acaso te sigue? ¿No lo has visto actuar extraño?

—¡Oh...¡ No ¡De hecho soy yo la que lo encuentra a él casi a diario...! Él es algo flojo a mi parecer... Siempre se la pasa quieeeetoo en una rama tooooooodo el día. Por lo menos cuando yo lo veo.

El mayor soltó una risita, hace tiempo que no lo hacía.

—¡¡Santo Dios!! ¡Qué sorpresa! ¡Se puede reír! —bromeó Lauren.

Lázaro torció los ojos, pero sin perder la pequeña sonrisa que tenía.
—Parece muy tarde ¿no crees? —dijo él— ¿Cómo cuándo es tu hora de dormir?

—Muy gracioso —contestó Lauren, algo disgustada, ella no era una niña pequeña, (a comparación con el mundo que le rodeaba) sólo en estatura, tal vez.

—Quédate aquí. Buscaré una forma de subirte —y dicho esto, el mayor enterró sus garras al tronco y empezó a trepar.

—No gracias —dijo Lauren— prometí no causar problemas...

—Bueno si no quieres causar problemas —habló seriamente—, más te vale subir para que nada más te sorprenda queriendo que tú seas su cena.

Dándose por bien servida, Lauren accedió; prometiendo otra vez, que no causaría problemas.
Repitiendo la maniobra que previamente había usado en la tarde, Lauren presumió su "habilidad" que antes (ella misma) consideraba nula, ante el mayor.

Este la felicitó sin mucho entusiasmo; y al cabo de un rato (y con algo de ayuda para Lauren por parte del mayor) llegaron a la madriguera.

Lauren no se había dado cuenta pero en la madriguera en las alturas también se encontraban creciendo esa clase de hongos bioluminiscentes, cuya luz era de un naranja cálido, le recordaban a la luz del sol.

Proponiéndose dormir en lo que quedaba de noche, el mayor cubrió la entrada de la madriguera con una tela magullada (debió haberla encontrado en algún lugar muy lejos de ahí) y la adhirió a las paredes del lugar con alguna sustancia pegajosa. En palabras de Lauren, olía muy bien.

—Es sabia de árbol. No se come. —Suerte que el mayor lo dijo a tiempo, ella estaba a punto de clavar el diente.

La habitación quedó a oscuras, siendo la única luz la de los hongos.

Sin saber muy bien lo que pretendía el contrario, Lauren se quedó viendo a Lázaro con una mirada confusa.

El mayor desamarró las lianas en su cintura y dejó su preciada arma a un lado.
Caminó a zancadas hasta un punto lo suficientemente alejado de la entrada y se desplomó en el suelo.

Lauren se asustó en un principio. Pensó que le había dado un ataque al corazón o algo por el estilo. Pero al verlo recoger sus brazos y patas traseras se dió cuenta, aliviada que ya era "su hora de dormir" (muy tarde, en su opinión).

[...]


La tela que tapaba la salida no era muy eficiente, el viento frío de la noche aún podía entrar; sólo en menor medida.

Lauren bostezó en voz baja. Llevaba unos minutos (que para ella parecían eternos) despierta y temblando ligeramente. Frotó las almohadillas de sus patas juntas para darse algo de calor.
Pensó que tal vez podría usar unas hojas secas para cubrir la entrada, y si no funcionaba al menos las podría usar de cobija ¡Eso es!
Buscó con la mirada por todo el lugar, lo mejor que se lo permitía la luz tan tenue de los hongos, pero no había nada.

Plan fallido.

El frío se hacía cada vez más molesto con cada segundo que pasaba. Ella pensó que perdería la cabeza si el condenado aire no dejaba de fluir.

Fue entonces cuando en la lejanía, estalló un trueno.

Por reflejo, Lauren saltó.
Se convenció en no pensar nada más y confirmarse antes de que pasara algo peor.

Poco a poco retrocedió, tenía un mal presentimiento, no lo suficientemente fuerte para impulsarla a despertar a Lázaro por ayuda, pero lo suficientemente presente para mantenerla alerta.

Por no dejar de retroceder, su pata trasera topó con algo.
Casi asustada, dió la vuelta y solo se encontró con él.
Lázaro parecía estar profundamente dormido.

"Qué suerte tienen algunos..." Pensó Lauren con el ceño fruncido.

Por un momento su mente empezó a abrumarla; diciéndole que lo despertara. Lauren se dedicó a apartar a sus propios pensamientos, porque después de todo no tenía ningún fundamento para hacerlo.
Su nariz empezó a temblar, como normalmente lo hacía cuando se ponía a pensar.
Aún nerviosa, Lauren se acercó delicadamente hacia la espalda del mayor. Por reflejo lo olfateó un poco; y con cuidado, se recostó cerca a su espalda.

"¡Este lugar es aterrador! De seguro entenderá..." Pensaba, temiendo lo peor.

Poco a poco, se convenció de que no se despertaría, y aliviada se recostó en su espalda por completo, sintiéndose un poco mejor.

No pasó ni un segundo cuando el mayor se levantó gruñendo, y caminó al otro lado de la recámara para después caer rendido otra vez.

Lauren bufó. Pero al menos el punto donde ella estaba ahora estaba más cálido.

“Gruñón” pensó.

¿Plan exitoso? Si. Tal vez.

[...]


A la mañana siguiente, dejando atrás por poco a la madrugada; Lauren se dió cuenta, algo disgustada, la razón por la que la tela dejaba entrar el frío. Tenía un pequeño pero muy fastidioso agujero en uno de sus bordes. Ella lo notó porque esta estaba tendida en el piso, en frente de ella. Qué rabia.

En la entrada de la madriguera estaba Lázaro, haciendo de vigía para ver dónde estaba el condenado pájaro.

—¿A quién espera? —preguntó Lauren, esperando que el contrario no le protestara por lo de ayer.

El mayor no fue capaz de dirigirle la mirada.
Lauren, en respuesta, fue y le tocó varias veces él hombro.

—Para la próxima, no estoy sordo —titubeó el mayor, fastidiado e intentando no insultar.

—Okey, no está sordo. Pero ¿No está tuerto o algo así?

El mayor casi se cae por la pregunta.

—¿Te estás burlando de mí? —le preguntó en un tono amenazante.

Para prevenir problemas, Lauren señaló su ojo derecho.

—Ah, eso... No es nada —dijo refiriéndose a su orbe casi blanco.

—¿Está seguro? Porque no se me ocurre ningún animal que le haya hecho eso.

—Nací con esto —aclaró—. Y si quieres evitarte un problema más te vale que dejes la preguntadera.

Lauren se quedó quieta y dejó a Lázaro en sus asuntos.
"Está bien... Aveces sí que es un patán" pensó.

A los cinco minutos Lauren preguntó:
—¿Ves algo?

—No —respondió seco.

Otros cinco minutos después:
—¿Ya ves algo?

—No —insistió el mayor, ya perdiendo la cordura.

A los veinte minutos:
—Antes de que preguntes. No. No veo nada. Te avisaré cuando vea algo. Y si sigues así, ¡te juro por tu madre que te voy a bajar del árbol!

—Te iba a preguntar qué hay para desayunar...

Lázaro reflexionó un poco mientras la ignoraba y volvía a su puesto de vigía. Ella, con su fastidiosa pero persistente personalidad, había logrado impresionarlo, porque eso era lo que ella tenía que él no. El pensó que la actitud de ella le podría ser útil en su lugar. Pero bueno, cada quien con su cada cual.

Lo cierto es que intentaba ser amable con la pequeña niña, pero no podía cambiar el hecho de que su mecha era MUY corta, y desesperarlo no era tarea difícil. En estos casos, a él se le hacía más fácil asumir que ella era la que estaba más insoportable de lo normal, que asumir que realmente no podía con esto.

Nuevamente, el pájaro tenía razón.

En un momento se entristeció un poco, pues ella realmente no se merecía tal trato. Era cierto que su apego repentino hacia él era extrañamente... "Inusual" si se puede decir así. Aunque pensándolo bien, él le "salvó la vida"; y ella vivía sola, y con el "pájaro tuerto" de compañía, ¡Aish! Se entiende... (Aunque suene algo narcisista el decir eso...)

"Maldito el día en que me encontré con ese idiota" pensó.

—¿Dónde la encontraste? —preguntó Lauren sacándolo de sus pensamientos.

—¿Qué?

Lauren señaló a la preciada vara del mayor.
—Es hermosa —dijo Lauren, casi hipnotizada por los patrones de esta.

—De un árbol —dijo Lázaro, buscando no darle tantas vueltas al tema. Aunque en el fondo de sí, sabía que eso la fastidiaría.

—¡Oye! —replicó Lauren.

"Lo sabía" pensó él. Aunque ya sabía bien que no quería contarle todo a la pequeña niña.

—Si no vas a contarme eso... ¿Entonces puedes decirme para que era esa "danza" que hacías ayer? Se veía lindo.

Lázaro se sonrojó fuertemente, a la vez que una tosesita le atacó, pensando que se iba a ahogar.
Estaba algo enojado. Pero lo veía venir, eso explica porqué ella estaba ahí después de su... "Episodio".

—Primero que nada... —inició, mientras Lauren sonreía de oreja a oreja al obtener su respuesta, para ella, ese sujeto era muy "interesante"— No es ningún baile, es sólo una... Técnica de defensa ¿Me entiendes?

Lauren no estaba convencida por la respuesta. Pero se conformó con lo que Lázaro le contaba.

—Solo es un ensayo, ¿okey? Nada más.

—Hmm... Te veías muy agitado. No creo que eso sea por "nada".

—Eres irritante —dijo Lázaro sintiendo que debía desahogarse.

—Gracias —dijo Lauren con una postura muy autoritaria, sintiéndose casi alagada.

La mirada de Lázaro reflejaba confusión, indiferencia y algo de rabia hacia ella. Cada vez se convencía más de que los niños no eran lo suyo.

—No. Te. Incumbe.

—Hay muchas cosas que no me incumben al parecer...

—Si. Las hay.

—¿Puedo tocarla? —dijo Lauren, sintiendo que la vez que se la arrojó en el barranco no fue suficiente.

—Que no se te ocurra.

Lauren le bufó y se cruzó de brazos haciendo un puchero.
—Tú eres el irritante...

—¡Ah! ¡Me alegra de que el sentimiento sea mutuo! —dijo Lázaro sonriendo, porque ya le dolía la cara de tanto fruncir el ceño.

Lauren aún seguía enojada. Pero aún así pensó en que decir ahora. Aunque difícil de admitir para ambos, era mucho mejor hablar y hacer rabiar que quedarse ahí esperando a la nada.

—¿Crees que podrías enseñarme? —preguntó en un tono inocente, para ver si lograba ablandarlo.

Lázaro se rió fuertemente, para la sorpresa de la contraria.

—Okey, eso sí que fue bueno... Jejeje... Deberías considerar ser comedidamente.

En respuesta, ella lo golpeó de broma.

—No, en serio... No creo que seas capaz de pasar por todo lo que yo he pasado...

—¡Oh ¿en serio?! ¡¿No me crees capaz?!

—Nnnno. Renunciarías al primer día.

—¡Te lo voy a demostrar! ¡Ya vas a ver!

—No. En serio. E incluso si pudiera "enseñarte" esta no es la época para hacerlo. Faltan unos... Tres o cuatro meses para el invierno. Y (yo, por lo menos...) no funciono bien con esas lluvias.

En este bosque en particular (o al menos así lo creen los residentes) el invierno no significa nieve. Sino fuertes lluvias y vendavales que te hacen imposible la tarea de salir de tu hogar; por eso la recolección afanada de alimento mientras se puede. En la historia del no muy viejo bosque, solo ha habido una pequeña nevada, hace muchos, muchos años. Y muchos (entre ellos los dos presentes), esperaban con ansias conocer la nieve este año, ya que se sentía más frío de lo normal.

Lauren pensó que este sería el año "de la suerte"; como solía decir con Richard.
Ellos sabían de la existencia de la nieve gracias a que la madre de su amigo les había contado sobre su experiencia con ella. Desde entonces, ellos secretamente esperan la oportunidad perfecta, pero nunca llegó... Por lo menos hasta ahora, que tenían expectativas altas... Ambos...

Lauren se entristeció un poco de repente, Richard, su mejor amigo, prácticamente su hermano, estaba desaparecido, y ella no podía hacer nada al respecto. Esa sensación de impotencia, de no poder actuar, de no poder cambiar las cosas, siempre le ha dolido a ella, de una u otra forma; en mayor o menor medida. Pero siempre estaba ahí. Qué rabia.

Lázaro, al quedarse sin respuesta, la miró algo preocupado.
—¿Qué tienes?

Lauren le devolvió la mirada y organizó bien sus palabras por unos segundos.
—¿Recuerdas que el pájaro tuerto mencionó a un amigo mío?

—Si... Recuérdame, él era un... ¿Gorrión? Esos pájaros están por todos lados hoy día...

—Él era un pato —aclaró Lauren.

—Si, eso ¿Le ocurrió algo?

—Umm... Pues...

—(...) (!) Maldito... —interrumpió Lázaro.

Lauren se sobresaltó y se cubrió los oídos, confundida, algo ofendida y también disgustada.

Lázaro inmediatamente se disculpó con ella. Pero le avisó que había visto a alguien.

Y ese alguien era el pájaro tuerto.

Y esta vez no venía solo.

Al ver quién lo acompañaba, a Lauren se le aguaron los ojos.
Por la emoción, Lauren pegó un brinco fuera de la madriguera, olvidándose de donde estaba.

Una buena noticia y una mala.
La buena es que logró sujetarse de una rama. La mala es que estaba muy húmeda, (al parecer hubo una llovizna silenciosa en la madrugada. De seguro de ahí vino el trueno) y se le resbaló de sus patitas.
Como un círculo vicioso, cayó en otra rama más abajo, dándose un golpe fuerte en la espalda.

Antes de que ella se cayera de nuevo, Lázaro reaccionó rápido y bajó tan pronto como pudo. Y por poco, logró sujetarla de su pata trasera antes de que cayera al vacío.

—Gra-cias... —alcanzó a decir Lauren, sintiendo que toda su sangre se fue a su cabeza.

Lázaro la ayudó a ponerse de pie.
—¡¡No vuelvas a hacer eso!! —le regañó.

Lauren aceptó que saltó sin pensar. Y sin ganas de seguir con el sermón, ambos bajaron cuidadosamente hasta llegar al suelo, donde los esperaban el pájaro tuerto y su acompañante.

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Guatafac- empezé a escribir este capítulo con mucha inspiración y no pensé llegar a las 2619 palabras jajaj-

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