Capítulo 29

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Capítulo 29

Ni siquiera me preguntéis por la cita. ¡Fue un desastre!

A pesar de quedar a las siete de la tarde en el Omni Centre, ¡Mario se presentó a las ocho! Probablemente porque no me había entendido bien al concretar la hora. El Omni Centre era un centro comercial bastante pequeño en el centro de Edimburgo y ni siquiera tenía tiendas de ropa o de libros con las que entretenerme mientras esperaba. Me limité a entrar en Nando's, un restaurante de pollo al grill, y comerme una hamburguesa sola mientras terminaba de escribir el artículo para la revista de ese mes. Y creedme, esa fue la parte más interesante de la cita.

Una vez apareció Mario, entramos a ver una película aleatoria que yo no entendí del todo, pero que él entendió menos. Tras solo un par de minutos de conversación me di cuenta de que Mario no hablaba muy bien inglés, de hecho, a duras penas nos entendíamos sin utilizar Google Translator. Él me contó que había llegado desde Milán hacía un par de meses a Edimburgo y que esta era la primera vez que visitaba mi país. Me pareció interesante y simpático, pero eso fue todo. No supe qué más decirle, aparte de cuánto me gustaba la pasta y la lasaña, y la conversación se apagó tan rápido como había comenzado.

Desanimada, regresé a casa. No sabía qué había esperado de una cita con un completo desconocido, pero suponía que en mi interior siempre estaba la pequeña ilusión de vivir una historia de amor de la forma más inesperada. Desde luego, me habría gustado que esa historia sucediera con Ryan, pero mis esperanzas eran más pequeñas cada día con él. Sabía que era difícil, pero en algún momento tendría que asumir la verdad: yo no le gustaba y no había nada que pudiera hacer al respecto.

***

Salí de clase, tomándome mi tiempo en introducir mis libros dentro de mi mochila azul. Eran las dos de la tarde y había quedado con Ryan a las seis en mi casa.

—Ey, ¡te estaba buscando!

Tatti entró al aula. Llevaba un vestido verde que contrastaba profundamente con su hermoso cabello rojo y salvaje.

—Hola, Tatti. No te he visto en todo el día.

Ella puso los ojos en blanco.

—Lo sé, Rogers me ha tenido en clase durante todo el recreo contándome historias de cuando iba a la universidad.

Me reí. Eso solo podía sucederle a Tatti, a quienes los profesores adoraban y enseguida convertían en su consentida. Rogers, el profesor de literatura inglesa, parecía haberla elegido como alumna favorita desde el primer día.

—Es lo que tiene ser la favorita de los profes, ¿no? —dije.

—Pues menuda pesadilla. Casi prefiero ser invisible.

No pude evitar componer una sonrisa amarga ante su comentario. Para ser sincera, después de todo lo que sucedía últimamente, también yo habría preferido seguir siendo invisible.

—Te acompaño a casa. ¿Vamos andando? —me ofreció Tatti—. Así me cuentas la cita.

Yo asentí con la cabeza, colgándome la mochila en la espalda y saliendo del aula. Apenas habíamos dado unos cuantos pasos antes de que Jessica nos alcanzara y ella también se mostró feliz de acompañarme a casa. Salimos del edificio juntas y nos encaminamos por la concurrida calle hacia mi casa, a unos treinta minutos de allí.

—¿Cómo fue la cita de ayer? —me preguntó Jessica—. ¿Qué tal el italiano?

Bufé.

—Fatal. No hablaba inglés, fue realmente incómodo.

Mi amiga no pudo evitar soltar una carcajada y pude notar que Tatti también quería reírse, pero logró controlarse algo mejor.

—Bueno, uno menos, ¿no? —dijo Tatti con voz tranquilizadora y acto seguido su tono fue más curioso—. ¿Has vuelto a hablar con Lee?

—No —comenté—, llevo varios días sin verlo y... me da la sensación de que me evita. En fin, bueno. Al menos me tranquiliza saber que cada vez quedan menos citas. Quiero acabar con esto de una vez cuanto antes.

—Pero, creí que querías hacerlo...

—Y quiero pero... —suspiré y miré a mis amigas unos segundos—. También me da la sensación de que estoy perdiendo el tiempo y me estoy engañando a mí misma. Yo quiero estar con Ryan y él es el chico que realmente me gusta.

—¿Se lo has dicho ya? —preguntó Jessica.

Yo me encogí de hombros.

—Como si no lo supiera ya, ¿no? Todo el mundo lo sabe.

—Bueno, sabe que te gustaba hace dos meses. ¿Qué hay de ahora? Sois amigos, creo que deberíais hablarlo.

No quería humillarme más delante de Ryan. No sabía cómo encajaría si me rechazaba y, siendo sincera, tenía por seguro que lo haría.

—Jessica... No quiero que las cosas se pongan raras con él.

—Pero tampoco tiene sentido que seáis solo amigos cuando tú quieres algo más —apuntó Tatti y dolorosamente tengo que admitir que tenía razón.

—¿Por qué no lo besas? —me preguntó de repente Jessica.

Si hubiera estado comiendo algo en ese momento, tened por seguro que lo habría escupido. ¿Cómo iba a besar yo a Ryan? ¿Nos habíamos vuelto todos locos?

—Sí, claro. ¿Y qué más?

—Va en serio, Anne.

—Podría funcionar —opinó Tatti.

Negué con la cabeza unas cien mil veces.

—Yo no le gusto a Ryan, chicas. Y, además, ni siquiera sé besar. Voy a hacer el ridículo.

—¿Nunca has besado a nadie?

La voz de Jessica se me antojó molesta pronunciando esa pregunta. Sabía que no pretendía molestarme y no había burla en su voz, pero para mí era un tema algo vergonzoso.

—No.

—No te preocupes. No es para tanto. Seguro que no se da ni cuenta.

Tatti, a nuestro lado, compuso una mueca repentina al percatarse de algo.

—Esto es muy raro teniendo en cuenta que tú, Jessica, has besado a Ryan antes.

Me llevé una mano a la frente. Prefería no pensar en el hecho de que Jessica y Ryan habían salido durante unos meses. Para mi sorpresa, ella ni se inmutó, más bien al contrario, dejó escapar una risotada.

—Ya lo sé, qué horror. Cada vez que me acuerdo... ¡Si Ryan y yo no pegamos nada! —Después me miró a mí, clavándome sus ojos azules—. En cambio tú... creo que estáis hechos el uno para el otro. Tienes que hacerlo, Anne. Bésalo, seguro que responde.

—¿Cuándo vas a poder verle a solas? —me preguntó Tatti.

—Viene a mi casa a las seis.

Las dos parecieron quedarse en estado de shock un instante.

—¿Ryan? ¿A tu casa?

—Sí.

Fue entonces cuando Jessica me golpeó el brazo, casi haciéndome daño. Si hubiera habido arbustos a mi lado en ese lado de la calle, quizás me habría caído sobre uno.

—¿Y por qué piensas que no le gustas, idiota? —dijo sorprendida—, además, ¿cuándo pensabas contárnoslo?

Me sonrojé y decidí cambiar de tema, porque no quería hablarles de nuestra pequeña investigación para descubrir quién estaba detrás de todo lo que me estaba sucediendo. Prefería que siguiera siendo algo entre Ryan y yo, al menos de momento.

Siendo sincera, no tenía muy claro aún en quién podía confiar y en quién no.

<3

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