Capítulo 31

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Capítulo 31

Verlo allí, sentado sobre mi cama, se me antojaba un sueño. Ryan llevaba vaqueros y la camiseta del equipo de fútbol del Hollyrood High School. Su cabello despeinado caía graciosamente sobre su frente y me percaté de que se encontraba algo nervioso.

—¿Quieres tomar algo? —ofrecí—, ¿un batido?

—De acuerdo... gracias.

Salí de la habitación, casi hiperventilando, y me dirigí a la cocina. No estaba preparada para tener a Ryan allí. Pero ya no había vuelta atrás a menos que quisiera volver a mi habitación y sacarlo al porche sin mediar palabra, cerrando la puerta ante sus narices.

Preparé un par de batidos de chocolate rápidamente, aunque fijándome en los detalles. Les puse nata y virutas de azúcar coloreada, esperaba que a Ryan le gustara.

Cuando regresé a la habitación, con ambas manos ocupadas, el ruido de voces llamó mi atención pues provenían de mi puerta entreabierta. Por un segundo me temí lo peor: que mi padre hubiera entrado a la habitación y se encontrara en mitad de una conversación con Ryan. Pero no, en cuanto me acerqué me percaté de que la voz que no le pertenecía a Ryan era la de mi hermana Alia. Fruncí el ceño, confusa.

—Te he dicho que no —susurró Ryan.

—No te entiendo. ¿Por qué?

—No tengo por qué daros más explicaciones a nadie. Es mi decisión.

¿De qué demonios estaban hablando?

Pude escuchar a mi hermana resoplando y cuando Alia abrió la puerta de mi habitación, sin ninguna duda para escaparse antes de que yo regresara, estuvo a punto de arrollarme a mí y a los batidos.

—¡Alia! —exclamé, molesta.

—Perdona, perdona, Anne. Solo estaba... —intercambió una mirada con Ryan que no me gustó un pelo—, saludando. Hasta luego, Ryan.

No entendía nada. Sabía que Ryan y Alia se conocían y ciertamente tenían más relación de la que yo había tenido con Ryan hasta hacía un par de meses... pero no sabía que su relación pudiera ser más profunda que la de simples compañeros de instituto cuyos padres se conocen entre ellos.

Alia se encerró en su habitación y yo cerré la puerta tras ella. Ryan se quedó ojiplático ante los batidos.

—¿Los has hecho tú?

—Sí, sonreí.

Por un segundo me pareció que acababa de llevarle un balón firmado por toda la plantilla de los Hibs en vez de un simple batido de chocolate. No entendí su reacción.

—Vaya, ¡gracias! —Ryan tomó el batido entre sus dedos sin dejar de mirarlo—, mi madre solía comprarme batidos de chocolate así cuando era niño. Dios, hace años que no tomo uno.

Sus palabras me hicieron sentir bien. No esperaba que algo así pudiera resultar tan importante para él.

—¿Y por qué ya no los compráis?

Al instante su rostro se tornó sombrío. No me miró a la cara al responder.

—Es algo complicado. Supongo que me he hecho mayor para esas cosas.

Bebiendo un pequeño trago de mi bebida no pude evitar negar con la cabeza.

—Nunca se es demasiado mayor para uno de estos.

Él sonrió y sin pensarlo enterró su dedo índice en la nata, arrancándome una carcajada. Ryan era una persona extremadamente dulce y calmada. Ya me había vuelto loca por él sin siquiera conocer su personalidad, así que en esos momentos ya había conseguido enamorarme.

Pasamos la siguiente hora charlando tranquilamente. Me contó que los partidos de fútbol comenzaban ese mismo fin de semana y casi sentí la emoción yo misma.

—Espero poder entrar en un buen equipo el año que viene —comentó.

Era evidente que ya no podía seguir jugando en el equipo del Hollyrood cuando acabara el instituto.

—¿No jugarás en el equipo de la universidad?

—No sé si iré a la universidad.

—Oh.

Me chocó un poco su respuesta, aunque reconocía que tampoco lo había pensado mucho. Yo comenzaría a mandar solicitudes y rellenar formularios dentro de poco, pero tenía claro que el año siguiente estaría estudiando periodismo en la universidad de Edimburgo.

—¿Vas a quedarte en Edimburgo? —pregunté.

—Sí. ¿Y tú?

—Sí. Estudiaré periodismo. —Me mordí el labio, dubitativa, antes de preguntar—. ¿Por qué no sabes si irás a la universidad?

—No sé si podré pagar un apartamento si estudio. Necesitaré trabajar.

—¿Y tus padres no pueden ayudarte con eso?

Probablemente me estaba metiendo donde no me llamaban, pero el recuerdo que tenía de los Fiennes era el de una pareja bastante adinerada. Recordaba que su casa era enorme y me extrañaba mucho que pudieran tener problemas económicos.

—No. Lo que pase a partir del próximo año es asunto mío.

Su voz fue algo brusca y supe que era algo intencionado. Ryan no quería hablar de sus padres y utilizando ese tono conseguía que yo no le preguntara más sobre el tema. Pero quería hacerlo.

Decidí dejarlo pasar, no debía meterme en algo si él no quería que lo hiciera.

Ryan se puso en pie y sacó un pendrive de su bolsillo. Después señaló mi ordenador portátil.

—¿Te importa si lo uso?

—Adelante.

—He descubierto algunas cosas, pero me temo que me faltan muchos datos para rastrear correctamente a la persona que publicó tu texto en la revista.

Conectó el USB en mi ordenador y al momento un montón de ventanas se abrieron. En algunas solo salían códigos que yo no entendí.

—Tú enviaste un e-mail a la imprenta que imprimiría la revista y lo hiciste con el resultado final... pero alguien envió un mensaje después de ti, corrigiéndolo y disculpándose porque había habido un error. Asumo que no fuiste tú.

Negué con la cabeza.

—Lo enviaron desde el correo de la revista y firmaron solo con «El boletín de Hollyrood High School».

Lo miré, interrogante. Y él volvió a hablar.

—Y fue desde uno de los ordenadores del instituto. Uno de los seis ordenadores del aula de la revista.

Escuchar eso fue como recibir una bofetada. Y tenía que reconocerlo, algo en mi mente me decía que esa posibilidad había existido desde el principio. Contemplarla tan de cerca, de todas formas, dolía.

Me senté en el suelo, suspirando.

Andrew, Tatti, Damien, Lisa y Berta. Hasta hacía poco tiempo, las únicas personas con las que tenía contacto en el instituto. Y uno de ellos me había vendido.

—¿Sabes quién ha sido? ¿Cuál fue el ordenador?

Ryan se encogió de hombros.

—Cada uno de los PCs tiene 5 números identificativos. Existen miles de combinaciones y me llevará días descifrar el algoritmo, incluso podría haber sido enviado desde tu propio ordenador.

—Ryan, si esto sucedió así... quien lo publicó fue alguien de mis amigos.

—Lo sé. Y lo siento, lamento mucho que algún imbécil haya decidido utilizar tus sentimientos para ridiculizarte delante de todo el mundo. Nadie debería tener que soportar eso.

Enterré el rostro en mis rodillas y segundos después sentí que Ryan también se había tendido sobre el suelo, quedando a mi lado. Noté su mano sobre mi hombro, tranquilizadora.

—¿Me estás ayudando por pena? —pregunté sin levantar la cabeza aún.

La pregunta le pilló desprevenido, pues su voz sonó sorprendida.

—¿Cómo? ¡Claro que no!

—A veces lo creo. Jessica y Malcolm se han hecho mis amigos, tú... a veces tengo la sensación de que crees que es tu culpa y por eso quieres ayudarme.

—No creo que sea mi culpa.

Esta vez sí levanté los ojos y lo miré fijamente, apenas a unos centímetros de su rostro.

—Me estás mintiendo —dije en voz baja.

—Un poco —admitió él—, pero si no... si no te hubieras fijado en mí, probablemente te habrías ahorrado todos estos problemas.

Era la primera vez que él decía algo así. Llevábamos semanas siendo «amigos» y jamás se había referido al hecho de que yo me hubiera enamorado de él. Ryan lo evitaba como todo un maestro y yo había dado por hecho desde el principio que lo hacía para no dañarme, porque él no sentía nada por mí.

—Como si pudiera elegir de quién me enamoro —susurré.

Ryan tomó aire, pero no se alejó.

—Has tenido muy mala suerte de que haya sido de mí, Anne. Te mereces algo mucho mejor que yo.

Fruncí el ceño.

—¿Qué dices? —pregunté y reconozco que sus palabras me hirieron de un modo que no había sentido nunca—. ¿Por qué?

Ryan tardó en responder. Su mano abandonó mi hombro y sus dedos acariciaron mi mejilla muy suavemente.

—Lo siento —repitió.

Y entonces sucedió, no pude controlarlo, lo juro. Me acerqué a él unos centímetros y lo besé, cerrando los ojos y sin saber muy bien qué demonios estaba haciendo. Sus labios eran suaves y olía bien, muy bien. Ryan movió sus labios bajo los míos durante unos segundos y sus dedos enmarcaron mi rostro con ternura. Justo en el momento en el que yo creí que despegaría y comenzaría a volar... él se apartó de mí de un modo bastante brusco. Abrí los ojos y al mirarlo, él ya estaba de pie, lejos.

—Te juro que lo siento, Anne. Pero no, esto no... no va a suceder.

Tan solo pasaron unos segundos y él ya estaba fuera de mi habitación. Instantes después escuché la puerta principal cerrarse y supe que Ryan se había marchado de mi casa.

Me arrepentí de haberlo besado, de haber estropeado un momento que podría haber sido perfecto... pero sabía que me engañaba. Había algo en Ryan que yo no podía descifrar, que él no me había mostrado... ni me iba a mostrar.

En esos momentos, yo, Anne Luntz, pasé de ser la chica invisible del instituto a ser la chica con el corazón roto. Todo el mundo me conocía en ese momento, pero eso no me importaba nada.

Todo lo que temía había sucedido y ahí, delante de mis narices, me encontraba con la situación general de mi vida: Ryan Fiennes no sentía nada por mí y ahí fuera había alguien, alguien que me conocía muy bien, que quería verme hundida. Y en el fondo sabía que pronto me tocaría enfrentarme a esa persona.

Continuará...


Nos vemos pronto ;)
En las próximas semanas voy a mudarme de nuevo a España durante unos meses, así que os mantendré informadas al respecto, pero voy a estar super ocupada.
Y los nuevos capítulos de Las 10 citas de Anne llegarán dentro de poco.

Mil gracias por leerme y ser tan amables conmigo, de verdad que os lo agradezco mucho.

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