Capítulo 62

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Capítulo 62

Jessica aparcó en ese pequeño parking. El padre de Malcolm nos había dejado su camioneta, pues en el coche de Jessica solamente cabían cinco personas y esa camioneta tenía capacidad para siete de nosotros.

Allí estábamos todos: Jessica, Malcolm, Alia, Charles, Tatti, Ryan y yo. Cuando me bajé de ese automóvil, por fin pude respirar tranquila. Era viernes por la tarde y, a pesar de estar a finales de febrero, hacía un día soleado en Edimburgo.

—Malcolm, la camioneta de tu padre huele a pintura —gruñó Tatti, que, al parecer, había contenido la respiración durante gran parte del trayecto—. He estado a punto de desmayarme.

—Porque mi padre es pintor, encanto —le respondió Malcolm, golpeándole suavemente el hombro a mi amiga en un gesto que, yo supe, no era casualidad.

Esos dos se pasaban todo el tiempo tonteando, últimamente.

—A ver, ¿entonces vamos a jugar al paintball aquí? —preguntó Jessica, señalando al recinto que se encontraba junto a nosotros.

Alejado de la ciudad de Edimburgo, había un pequeño complejo deportivo en el que se podía jugar al paintball al aire libre. Hacía frío, sí, pero nosotros, siete jóvenes escoceses con muuuchas ganas de liberar adrenalina ese día, ni siquiera sentíamos el viento contra nosotros.

—Sí —confirmé.

—A mí me encanta la idea —dijo Ryan, abrazándome por detrás.

Alia puso los ojos en blanco.

—Sois insoportables —nos dedicó, poniendo los ojos en blanco.

Yo le hice una mueca a mi hermana pequeña. Sabía que, aunque jugara a ser desagradable, en realidad se alegraba mucho de cómo había salido todo entre Ryan y yo. Alia era de las pocas personas (bueno, a ver, pocas no, por desgracia) que sabía todo lo que había pasado entre nosotros.

—Pero somos siete personas, somos impares —opinó Tatti—. Un equipo tendrá un jugador menos.

—No —informé—, y aquí es donde está la sorpresa del día. ¡He invitado a un jugador más!

—¿Richard? —preguntó Alia, curiosa.

—No, no es Richard. Se me ha ocurrido que, ya que estamos todos juntos, ¿por qué no tener una de mis citas con vosotros?

Jessica soltó una carcajada y yo le clavé mi mirada más seria.

—Ah, ¿no estás bromeando? —dijo ella, de pronto—. No puedes decirlo de verdad... ¿cómo que una de tus citas?

El único que sabía lo que yo había planeado era Ryan, por lo que él no se sorprendió y siguió abrazándome.

—¡He invitado a Eddie a jugar al paintball con nosotros! —anuncié en voz alta, esperando una ovación generalizada que no llegó nunca.

En lugar de eso, Malcolm se quedó pensando unos segundos.

—¿Eddie? ¿Qué Eddie?

Yo me mantuve estoica con mi sonrisa.

—Eddie Fitzgerald.

—No, no me suena. —Malcolm se llevó una mano a la barbilla, aún pensativo. Su naricilla pecosa se arrugó ligeramente—. ¿Es parte de la revista del instituto?

—No, no lo es.

—¿Eddie Fitzgerald de la clase de historia? —preguntó Tatti, frunciendo el ceño—. No, ese chico no se apellida Fitzgerald...

—¡El portero del equipo de fútbol! —exclamó Charles, emocionado—. Ay, no... ese es Charles Finnean.

A mi lado, Ryan no dejaba de reírse con cada nueva respuesta de nuestros amigos. ¿Acaso eran idiotas? ¿Nadie entraba a Instagram o qué?

—¿Cómo es? —Fue Charles quien lanzó la pregunta.

Yo me aclaré la garganta antes de contestar.

—Pues... moreno, con el pelo largo y flequillo. Tiene los ojos azules...

—¿No juega al fútbol?

—No, Malcolm, no juega al fútbol —contesté, girándome hacia él con el ceño fruncido.

Mi amigo pareció rendirse, negando con la cabeza.

—Pues no sé de qué Eddie hablas, Anne. Lo siento. Yo creía que conocía a todo el mundo.

Repito de nuevo: eso lo decía el mismo chico que me había llamado Anya durante dos años seguidos. Al final parecía cierto que, cuando alguien era invisible en el Hollyrood High School, lo era de verdad.

—Malcolm. A ver, concéntrate. Eddie Fitzgerald, está en tu clase de historia, ¿vale? Desde hace muchos años, además. Tiene el pelo negro y suele vestir ropa oscura.

—¿Cuervonegro?

Por fin. ¡Por fin se daba cuenta!

—Anne no quiere llamarlo Cuervonegro porque dice que es ofensivo, que él prefiere que lo llamen Eddie. —Ryan habló con voz suave y yo agradecí su aclaración.

—Eso es —asentí—. Ese nombre es horrible y, estoy segura, se lo puso @HHSsays porque, todos sabemos, quien quiera que esté detrás de esa cuenta no tiene corazón ni alma. Pero se llama Eddie y es un chico muy simpático.

—Encantador —me interrumpió Ryan, riéndose.

Yo hice oídos sordos. Sabía que Ryan no tenía intención de ser ofensivo, solamente estaba siendo un poco idiota.

—Estoy segura de que está a punto de llegar. Así que, por favor, chicos, no le hagáis sentir como un bicho raro. Va a ser muy difícil para él estar aquí sabiendo que todos nosotros ya nos conocemos entre nosotros y que él es un extraño.

Mis amigos asintieron con la cabeza y pude sentir que, gracias al cielo, se tomarían mis instrucciones muy en serio. Malcolm me abrazó, levantándome del suelo y apretándome demasiado. Cuando nos separamos, me dolía un poco el pecho por su apretón.

—Le haremos sentir como en su casa, no te preocupes, Anne.

Y cuando, al cabo de unos minutos, el coche del padre de Eddie apareció, todos nos acercamos para recibirlo. El chico parecía más pálido de lo normal, algo entendible, pues estaba a punto de pasar una tarde entera con un montón de gente a la que conocía del instituto, pero que nunca se habían llevado bien con él. Eddie se bajó del coche y nos saludó con un gesto muy tímido. Su padre nos observó a través de la ventanilla y yo alcé la mano en un saludo improvisado. Supe que, con toda seguridad, estaría preocupado. Su hijo de diecisiete años llevaba años sufriendo malos tratos por culpa de algunos desalmados del instituto, no debía de ser nada fácil confiar en otros jóvenes después de tanto tiempo. El hombre arrancó el coche después de unos segundos y dejó allí a Eddie, que se quedó inmóvil, observándonos a todos. No sabía cómo romper el hielo.

Decidí tomar la iniciativa. Me adelanté un par de pasos y sonreí.

—Hola... —comencé.

Pero, a mi espalda, alguien me interrumpió. En menos de un segundo, Malcolm se lanzó hacia él con rapidez y una enorme sonrisa plantada en el rostro.

—¡Eddie! —lo saludó a voz en grito.

Y yo no pude más que observarlo, con una mezcla de ternura y vergüenza. Estaba claro que eso era lo que Malcolm entendía por «hacerlo sentir como en su casa». No podía quejarme, sabía que mi amigo no dejaría solo a Eddie ni un solo segundo a partir de ese momento.

—Será mejor que entremos ya —indicó mi hermana, Alia, mirando la hora en el reloj—. Empezamos en cinco minutos

Todos asentimos y nos dirigimos al interior del recinto. Eddie me lanzó una mirada de reojo y yo sonreí. Supe que estaba agradecido.


En los próximos días subiré el siguiente capítulo <3

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