Prefacio

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Un poeta, un gran poeta, ama a una princesa del teatro. 

Él está celoso. 

Él la obliga a abandonar el escenario y la green room*, a renunciar a los halagos superficiales de la sociedad y de la ciudad; él la condena al claustro con una sirvienta, dos o tres retratos suyos, y cuantos libros quiera, en un departamento diminuto, en donde casi nada cabe. Cuando ella reclama por no tener nada que hacer ahí, él responde: "Escríbeme. Escríbeme todo lo que se te venga a la cabeza, todo lo que haga a tu corazón latir".

Estos son los orígenes de las cartas de Juliette Drouet a Victor Hugo. No son misivas ordinarias, confiadas al correo, cuya única intención es asegurar un hombre sobre los tiernos sentimientos de su amada. Son notas, o meros "garabatos" —como Juliette en cuestión los llama—, lanzados en un trozo de papel hora tras hora, escondidos en un rincón sin ser leídos de nuevo, y recolectados por el amante en cada una de sus nuevas visitas, como trofeos de su pasión.

Cuando el albacea de Juliette Drouet, el señor Louis Kock, murió en París en el 26 de Mayo de 1912, él tenía en sus manos alrededor de 20.000 de estos mensajes. Él se encargó de sumarles las cartas de James Pradier a nuestra heroína, las de la propia Juliette a su hija, Claire Pradier, y las respuestas de la niña a su madre.

Esta colección de documentos fue traspasada a las manos del editor parisiense A. Blaizot, quien ha sido un caballero amable lo suficiente como para dejarnos examinarlas, y compilar así información importante sobre su contenido, que concierne tanto a Hugo como a su amiga.

A primer vistazo, esta tarea presenta graves dificultades —o mejor, parece imposible de ser ejecutada. Para empezar, habría sido fútil pensar en publicar todas las 20.000 cartas en su totalidad. Además, habría sido un trabajo supererogatorio el reconstruir, en base a ellas, la historia detallada de una relación que, en verdad, ha sido conocida por ser monótona, por no poseer muchos acontecimientos notables, y que en la práctica es más sugestiva a una letanía o a las cuentas de un rosario que de una tragedia o novela.

Hemos intentado superar estas dificultades de la siguiente manera:

En la primera parte de este libro, presentaremos una biografía de Juliette Drouet, en la forma de un árbol semántico, en la que cada rama resumirá momentos ilustres de su vida. Así nos ahorraremos la alargada e innecesaria narrativa de una existencia sin incidentes polémicos ni aventuras interesantes. 

En la segunda parte, publicaremos aquellas cartas que nos parecen peculiarmente elocuentes, sarcásticas, bellas, o poéticas. La luz que brillará sobre ellas será la biografía preliminar, ya que las mismas constituyen su justificación y su continuación natural.

Al inicio de su amorío con el poeta, Juliette no le pone fechas a sus "garabatos"; ella meramente anota la hora y el día de la semana. Esto ocurre hasta 1840. Nosotros, por lo tanto, hemos sido obligados a aceptar su método de clasificación de sus pequeños manuscritos, preservados por su albacea*. 

Desde 1840 en adelante, este ya no es un problema, ya que ella comienza a fechar todos sus escritos. En consecuencia, nuestro trabajo también adquiere mayor precisión y seguridad.

Cuando estos problemas al componer este libro parecían insuperables, nosotros derivamos valioso apoyo de la simpatía de estudiantes de literatura y de amigos, que nos apoyaron en seguir adelante con el proyecto, o que nos ayudaron en su ejecución. Tenemos el placer de registrar nuestros sinceros agradecimientos a los dichos: MM. Louis Barthou, Beuve, A. Blaizot, François Camailhac, Eugène Planès, Escolier, etc.

Nosotros, luego de familiarizarnos con sus ideales, gustos, hábitos y caligrafía, nos hemos preguntado a menudo qué habría pensado de nuestros esfuerzos en preservar su obra la mujer encantadora a la que estuvimos estudiando.

A su respecto no hay duda; se habría reído de nuestra faena. Por moverse en una sociedad de hombres de alto nivel literario, había adquirido una estimación muy modesta de su propio ingenio y talento. En 1877, cuando el arquitecto Roblin un día la descubrió revisando sus "garabatos", él pensó que ella estaba intentando escribir un libro y con total seriedad le preguntó cuando el mismo sería publicado. "¡Pero qué idea!" ella exclamó, y soltó una carcajada.

Esta no era la misma opinión de Victor Hugo, no obstante. El perfecto artista le dio una importancia sublime a los escritos de su amiga. Cada vez que ella deseó destruirlos, él le demandó preservarlos. Cada vez que ella osó proponer la idea de parar de escribirlos, él insistió en que siguiera haciéndolo. Nosotros poseemos con nosotros una carta inédita de él hacia ella, en la que afirma:

"Tus cartas, mi Juliette, ¡constituyen mi tesoro, mi cofre de joyas, mis riquezas! En ellas nuestras vidas en conjunto están grabadas, día tras días, pensamiento tras pensamiento. Todo lo que has soñado están en ellas, y todo lo que has sufrido. Son encantadores espejos, y cada una refleja un fresco aspecto de tu maravillosa alma."

Seguramente dichas frases comprueban su aprobación por los escritos de Juliette, y también por los intentos del humilde autor que les escribe, en intentar preservarlos. 



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Nota de la autora: Estoy tratando de hacer el inglés de 1915 lo más entendible y claro posible, así que puede que algunas oraciones estén estructuradas de maneras distintas al tomo original del libro, pero el contenido en sí es el mismo. 


Aclaraciones:

*Green-Room:  Espacio de descanso en un lugar de un teatro, estudio o similar, para artistas aún no requeridos en el escenario.

*Aceptar la falta de fechas de JD significa que algunas de sus cartas pueden estar fuera de orden.

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