Capítulo 24

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng


Los nervios revolvieron mi estómago.

Si no me controlaba terminaría vomitando en el aeropuerto. «No, sería una pésima bienvenida», reflexioné con una mueca de asco. Mis manos no podían quedarse tranquila, se enredaban en las hebras de mi suéter. Me levanté por millonésima vez solo para caminar alrededor de los asientos. Necesitaba despertar mis piernas adormecidas por el hormigueo de ansiedad.

Las personas me miraban curiosas, siguiendo mi recorrido de un lado a otro, preguntándose el motivo de mi impaciencia, tal vez comparándolo con los suyos. Si la inestabilidad de mi cuerpo les sorprendía, no podían hacerse una idea del alboroto de mi cabeza.

Faltaban cinco minutos para su arribo.

Los cinco minutos más largos de mi existencia.

Había deseado tanto este momento que tenía la desagradable impresión que de un momento a otro despertaría. Cerré los ojos con fuerza, si era un sueño no me encargaría de romperlo. «¿Cómo se vería? Taiyari no pudo cambiar tanto en tres años», me recordé. No poseía ninguna fotografía que apoyara mi versión, odiaba tanto las cámaras que se convirtió en el único deseo que se resistió a cumplirme, incluso cuando fuera de los más solicitados.

A pesar de escribirnos con frecuencia tenía tantas preguntas por hacerle, un listado interminable que al repensarlo crecía. No sabía por dónde empezaría. Primero le abrazaría con fuerza, no podía soportar un minuto más sin recordar el calor de sus brazos, de solo imaginarlo mi corazón dormido se aceleraba. Después le preguntaría por su viaje. Escucharía atontada su relato sin dejar de mirarle. Entonces meditaría qué postergaría para no agotarlo más que las horas en avión. La único que no mantendría para mí sería el tema de su enamorada. Una indiscreción, pero no resistía la curiosidad. Desde que Taiyari la había mencionado en su carta pensaba con frecuencia en ella, pese a que me avergonzaba. No entendía cómo podía rechazarlo siendo él tan encantador. Y quizás en el fondo de mi corazón la envidiaba, me dolía no ser yo.

Había imaginado despertar en él los mismos sentimientos, pero había fallado. Sola me había hecho ilusiones. Yo no era la chica que había ganado su corazón, porque de serlo Taiyari sabría que no lo rechazaría. Siempre había hecho evidente mi interés. De igual manera, ignorando la dolorosa decepción, había tenido gran parte de culpa.

Si tan solo hubiera sido valiente después de aquel beso. Dejar de fingir normalidad, tomar el valor para confesarle lo importante que fue para mí, lo que me hacía sentir, pero me cohibí. Pensé que tendría tiempo de sobra, sin considerar que él podía enamorarse de alguien más. Era demasiado tarde para arrepentirse. «¿O no?»

Quizás era carecer de una respuesta una de las fuertes razones para mi ansiedad. Una vez reconociera a Taiyari, ese que conocía, en el muchacho que descendiera del avión, entonces se lo diría. Tal vez no de manera inmediata, pero una parte de mí no guardaría más el secreto. Nada me detenía. Taiyari no era correspondido, y si bien yo no era aquella chica podía quererlo más que ella.

Aunque también existía la posibilidad que me dijeron que no. Estaba segura de que usaría palabras suaves para no lastimarme, pero seguirían calando en mi interior. Perder su amistad era lo único que no aceptaría. Lo demás, incluyendo su rechazo, podía resistirlo.

El tiempo se consumió deprisa entre mis pensamientos. Al volver a la realidad escuché el anuncio del vuelo que esperaba. Mi corazón se aceleró violentamente en mi pecho mientras caminaba a la zona junto con un grupo de personas.

Cambié mi peso de un pie a otro mientras mordía mi labio. Reconocería a Taiyari, lo sabía, un vistazo me bastaría. Contemplé la salida de varias personas, fui testigo de varios reencuentros que enternecieron mi corazón. Mis deseos de unirme a esos grupos se incrementaron. Rostros de desconocidos pasaron a mi lado, los ignoré en mi búsqueda de unos profundos ojos negros. Me alcé de puntillas para hacerme notar entre el resto. La gente fue desapareciendo a medida que encontraban a sus familiares. Yo, en cambio, releí la última carta. «Era este vuelo», comprobé para eliminar cualquier sospecha de error. Me quedé esperando, de pie, sin saber qué hacer porque en ese viaje no estaba mi Taiyari.

Los murmullos a mi alrededor se combinaron con el eco de mi corazón. Permanecí con la mirada clavada al frente, esperanzada a que pronto apareciera, pero los minutos pasaron y él nunca llegó. Me quedé sola.

—Tuvo que pasar algo —murmuré para mí, negándome a la posibilidad de que me mintiera. No dudaría de él.

Le pedí información a una chica que trabaja en el aeropuerto, suplicándole me diera una esperanza.

—Señorita, ese vuele no tuvo ningún problemas —mencionó cuidadosa ante mi clara desilusión.

Asentí sin prestarle atención mientras me dirigía de nuevo a los asientos, el cuerpo me pesaba el doble. «Tal vez se retrasó o perdieron exactamente ese horario», me consolé dispuesta a esperarlo. Conocía a Taiyari, no me fallaría. Yo tampoco lo haría volviéndome a casa a la primera. Aguardaría confiaba que en un par de horas estaría con él. Eliminé los pensamientos negativos, ilusionada a que este nuevo bache no destruiría mi fortaleza.

«Pronto estaremos juntos», me dije fiándome de mi corazonada.

Sin embargo, pese a mi intensa fe que no flaqueó ni un minuto, Taiyari no llegó.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro