Capítulo 34

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Mi corazón dio un vuelco al separarnos. Compartimos una sonrisa que fue imposible borrar de nuestros labios, esos mismos que hace un momento habían protagonizado un beso que seguía repitiéndose en mi cabeza. Hasta pensarlo sabía a sueño. No fue hasta que contemplé mi reflejo en sus ojos negros, que caí en cuenta de la realidad. Había besado a Taiyari.

—No, no, no. —Retrocedí asustada de mi locura, tan nerviosa que casi me fui de espalda. Taiyari rio al verme recuperando el equilibrio. El sonido de su risa volvió a desbalancearme, como una pelota golpeando directo mi cabeza—. Oh por Dios, yo te besé.

—Eso parece —aceptó manteniendo esa tonta sonrisa. No entendía cómo podía estar tan tranquilo. Yo llevé mis manos a mi cabello mientras me sentaba en el piso para no tentar mi suerte. Necesitaba un minuto para procesar ese impulso de locura que obedecí.

—¡Te besé! —repetí para mí misma. Negué incrédula—. Después de más de siete largos años... Creí que me moriría antes. Tal vez ya estoy muerta, pero no me di cuenta. Sí, es posible. Se cayó el avión, no sobreviví. No brinqué, ¿cómo lo haría? Ni siquiera me di cuenta...

—Es verdad, Amanda —frenó contento mi parloteó histérico.

—Tantos meses...

—Ha sido una eternidad —aceptó en un susurro.

—Y yo estaba a punto de casarme hace unos días. No, esta mañana —me recordé. Fruncí el entrecejo al reparar en los detalles que armaban la diferencia—. De casarme con un imbécil.

—Sé que no tengo ningún derecho, pero mereces el mejor hombre del mundo, Amanda —mencionó. Yo lo observé dudando de sus palabras, extrañada por que fuera él quien me lo dijera—. Alguien que no dude un segundo de la maravillosa mujer que eres, que sea consciente de lo afortunado que es de tenerte a su lado...

—¿Qué excusa pensabas darme para faltar a mi boda? —lo interrumpí sin guardármelo, deseosa de conocer que otra justificación me tragaría. Estaba claro que no iría. Al menos mataría mi curiosidad escuchando sus pretextos.

—Estaba pensándola —aceptó, culpable. Alcé mi ceja sin creer su falta de vergüenza al reconocer que de no haber puesto un pie en Colombia seguiría inventándose cuentos a mi espalda. Taiyari notó mi indignación y se apresuró a aclarar—. Esta vez no sería para que no me vieras, sino porque yo no quería verte, Amanda.

—Eso arregla el asunto —chisté entre dientes—. Me hiciste sentir mejor.

—No me malinterpretes, hubiera dado todo por volver a estar contigo, pero... No encontraba fuerzas para verte convertirte en la esposa de otra persona. Te juro, Amanda, que quería ser feliz por ti, pero te he dicho que soy egoísta, es un defecto que no he podido arrancarme, y me resultaba imposible sonreír cuando deseaba tanto ser ese hombre.

«Bien, eso no lo esperaba». Olvidé como hablar. Contuve un suspiro al ser testigo de su sinceridad, de mi aturdimiento.

—No digas esas cosas —le pedí con las emociones a flor de piel.

—No, es momento de decírtelo, ya no puedo seguir callando. Te quiero, Amanda. Te quiero desde que te vi por primera vez, con toda esa ternura que derrochabas, tu alegría contagiosa, por tu sonrisa...

—Taiyari...

—Sabía que eras diferente. Fuiste mi opción número uno, siempre serás mi número uno.

Él también el mío.

—¿Sabes qué pensaba hacer cuando llegaras al aeropuerto? —lo callé, aprovechando la adrenalina—. Iba a confesar que te quería, iba llenar mis pulmones de valor para decírtelo a la cara, sin importar me vomitara de los nervios, ignorando que estabas enamorado de otra chica...

—Nunca hubo otra chica, Amanda —admitió. Tomé un respiro pidiendo paciencia—. Eras tú.

«¿Qué?»

—¿Eso también te lo inventaste? —me indigné—. ¡Te odio, Taiyari! ¡Te odio! Rompiste mi corazón de adolescente. Estuve celosa de una alucinación —le reclamé molesta, aunque más en un arrebato que en una emoción seria—. Por Dios qué ridícula fui.

—En mi defensa no sabía que estabas celosa.

—Se supone que no debías darte cuenta —escupí fastidiada.

—Lamento haberte fallado, Amanda.

—Te necesitaba, Taiyari. Esa noche te necesitaba —repetí sintiendo un nudo en la garganta, rememorándolo. Esa noche descubrí el secreto de papá, la misma en la que conocía a Ernesto. Mi vida cambió tras esa decepción, fue una lista interminable de fallos.

—Lo sé, Amanda. Eso es lo que más me pesa —comentó con dolor. Era sincero, percibí su angustia, sus deseos de cambiar el pasado. Ambos padecíamos del mismo mal.

—Pero tú también me necesitabas —admití en un murmullo—, y no estuve aquí.

—Siempre estuviste aquí, Amanda —argumentó él. Yo suspiré, luchando para no ponerme a llorar. Con más tristeza que coraje recosté mi cabeza en sus rodillas.

—Debería odiarte porque me mentiste, porque todo este tiempo estuviste engañándome, pero no puedo —me expliqué en voz baja, confundida entre la lógica y mi corazón. Sentí sus dedos acariciar mi cabello. Cerré los ojos perdiéndome de lo que nos rodeaba—. ¿Por qué?

El silencio invadió la habitación. Él no tenía la respuesta, pero yo sí.

—Parecía real lo que sentía por Ernesto. Durante años creí lo era —reconocí porque secretamente me pesaba—. Pero ahora... No lo sé, has puesto mi mundo patas arriba. Te odio, Taiyari —mencioné para que pudiera escucharlo—. Te odio porque no pude dejar de quererte. Te odio porque nunca pude olvidarte. Te odio por sentirme viva solo estando a tu lado. Te odio porque nada de lo que intenté con otras personas se compara a lo que siento por ti. Te odio porque no puedo borrar las ganas que tengo de besarte desde que me dejaste en ese aeropuerto.

—Honestamente te comprendo en el último punto.

—¿También has querido besarte? —bromeé más relajada, casi arrullada por sus caricias. Había sido un día pesado para mí. Una ola de emociones, una tras otra, desde que bajé de ese avión hasta terminar frente a él. Reí en voz baja, cansada—. Cuanto egocentrismo, Taiyari.

—Amanda... —me llamó. Yo tentada a quedarme dormida hice un esfuerzo por responder.

—¿Qué?

—Nada de lo que he hecho en la vida ha sido para dañarte —dictó—. Nunca pasó por mi mente, todo lo contrario, intentaba protegerte de mí mismo. Quería evitar ser quien te hiriera, incluso si el precio fuera no volver a verte.

—Lo sé, Taiyari —reconocí con una sonrisa que él no vio, conociendo su interior. Jamás lastimaría a nadie, menos a los que quiere—. Quizás esa es la respuesta que buscaba. Esa fue la razón por la que vine hasta aquí, me negaba a creer lo que otros decían, necesitaba verlo con mis ojos, tener las razones en mis manos. No me equivoqué, lo hiciste por amor, como todo lo que hiciste por mí desde el primer momento. Y sí tú quieres... Si tú quieres puedo demostrarte que yo también soy capaz de amar a ese nivel.

—No, Amanda, estás en un error. Te lo dije una vez, te lo repetiré —anunció. Levanté la mirada para encontrarme con sus ojos que hablaban por sí solos—. No he conocido a una persona que tenga un corazón más grande que el tuyo. —Contuve la respiración cuando sus dedos me tomaron con suavidad del mentón—. Ojalá algún día yo pueda querer como tú lo haces.

—Soy la peor novia del mundo —confesé avergonzada—. Debería estar llorando porque mi futuro matrimonio se arruinó, pero ya he llorado por muchos días aceptando que estaba muerto, no ponerme a reír porque al fin estoy contigo. Esto está mal, Taiyari. Y lo más grave es que me importa un bledo —confesé con una franqueza que le produjo una risa que agitó el ritmo de mi corazón—. Sentí que esperé media vida para esto, quiero pasar lo que me queda a tu lado.

—Aunque eso implique... —Taiyari guardó silencio un instante, pero pronto se irguió prohibiéndose sentir lástima por sí mismo. Así me gustaba—. Sabes a lo que me refiero, Amanda.

—Quiero estar al lado de Taiyari con todo lo que venga —le aseguré poniéndome de pie. Me sujeté de los brazos de la silla para verlo directo a esos ojos que me miraban como nadie. Me pregunté cómo estuve tan cerca de renunciar a esa sensación de felicidad que solo él provocaba—, con todos sus miedos y sueños —aclaré firme, sin espacio a dudas—. ¿Tú quieres estar con la chica que renunció a su compromiso, huyó de su país y probablemente termine en la quiebra?

—Si te refieres a la mujer de la sonrisa más bonita del mundo —susurró acariciando mi mejilla. Cerré los ojos disfrutando de su cariño—, tan cálida que derrite cualquier hielo, responsable de sacarle más de un par de palabras al chico reservado, con la capacidad de robarle el sueño, esa que hizo valer su voz, valiente para aventurarse por sus deseos. Es un sí. He esperado siete años para ese sí, Amanda.

Sonreí embobada por su cercanía, cegada por la emoción que me causaba abrir uno de los capítulos más significativos de mi vida.

—Entonces ahora cállate y bésame —le ordené divertida volviendo a buscar sus labios que me recibieron gustosos.

Le entregué mi corazón en aquel beso, en un suspiro que gritó sin palabras lo mucho que habían anhelado volver a encontrarse.

Demasiado bello para que dudara sin cambios, demasiado fuerte para tener un final.

Con este capítulo se cierra la segunda parte y empieza la tercera. La novela está dividida en tres. La primera de 1995, su adolescencia. La segunda y la tercera en 2003, pero con esta división. Eso significa que la próxima semana empezamos con la última parte, son varios capítulos así que es pronto para irme despidiendo, aún queda una etapa importante para este par <3. Los invito a leerla. Los quiero mucho.  


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro