Jan XII

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Pilastra, Etrasia. Año 599 de la N.E.

Domingo 6 del mes doce.

—¿Qué? ¿Qué sucede, Jan?

Jan desconectó los aparatos que ahora resultaban inútiles.

—No te muevas —le pidió cuando empezó a manipular las agujas y mangueras que hasta hace unos minutos la mantenían con vida—. Ahora te quitaré esto y saldremos de aquí.

Beka obedeció.

Unos golpes se oyeron en la puerta. Habían tratado de girar el picaporte sin éxito.

—¿Qué sucede aquí? —se escuchó al otro lado—. ¡Abran la puerta! ¡El cirujano está aquí para evaluar a la paciente!

El cirujano se iba a llevar tremenda sorpresa si veía a Beka así.

Jan apartó la aguja del suero, luego desconectó los respiradores, Beka lo miraba asustada y confundida. Cuando hubo terminado la arropó con su gabardina y la cargó entre sus brazos. Antes de escapar, también por la ventana, la observó brevemente. Beka lucía una piel hermosa y su cabello continuaba restaurándose y creciendo, a pesar de que Ahnyei ya se había ido.

—Te lo explicaré luego—prometió y luego la besó—. Por ahora, debemos salir de aquí.

***

Jan caminaba por la vereda con Beka entre sus brazos. Vio pasar a varios coches patrulla, enfocados en una sola misión: encontrar a la culpable de tanto alboroto. En su interior, rogó para que Ahnyei pudiera burlarlos.

—Puedo caminar, Jan —le dijo Beka.

—No, estás descalza.

—Me siento bien, además tengo mucho calor, no sé por qué. Me haría bien pisar el suelo frío.

Jan miró a Beka. ¿Sería posible que los poderes curativos y el calor de Ahnyei todavía fluyeran en su torrente sanguíneo? Parecía que sí, el cabello seguía creciéndole e incluso con cada kilómetro la notaba más pesada. Ya no era el saco de huesos que unas horas atrás había tenido entre sus brazos.
Algo similar le sucedió a él desde el día del accidente. Un calor, unas chispas que se activaban en cuanto tenía a Ahnyei de cerca. Algo de ella se había quedado para siempre en él.

—Bájame, Jan.

Jan obedeció, Beka pareció sentirse aliviada.

—Ahora recuerdo lo que pasó. El dolor y escozor en mi cuerpo —Beka extendió sus brazos y se miró las palmas, luego tentó con las yemas de sus dedos su rostro—, pero ahora no me duele.

—Te lo explicaré todo cuando lleguemos.

—¿A dónde vamos?

—Iremos con Hans. No se me ocurre ningún otro sitio seguro por el momento.

Jan anduvo unos pasos sin fijarse que Beka ya no lo seguía. Se había quedado rezagada e inmóvil.

—¿Qué pasa, Beka? ¡Tenemos que irnos! —le urgió.

—No, no me moveré hasta que me expliques.

—¡No hay tiempo!

La madrugada era fría, pero ahí estaba Beka, de pie, con sus pies descalzos y la gabardina tirada en el piso. La bata de hospital era todo lo que la cubría.

—No me moveré, Jan. Hace mucho tiempo que me debes una explicación y no te seguiré a menos que me la des.

Jan no contestó.

—¡Me lo debes! —gritó ella y los ojos se le llenaron de lágrimas.

—Está bien —dijo él—. Ya es tiempo de que lo sepas.

Jan le contó todo. La antigua y legendaria batalla contra los eternos, la Orden, su misión, el día del accidente, Manson, Ahnyei...

Beka meditó su relato por unos minutos.

—Pero entonces, ¿ella me sanó?, ¿ella te salvó?

Jan asintió. De todo el increíble relato, parecía que lo único que había llamado su atención era Ahnyei y sus dones curativos. De inmediato supo por qué.

—¡Ella podría ayudar a Aris! ¡Salvarlo! ¡Restaurar su retorcido y gastado cuerpo!

—Beka, no creo que funcione así.

Beka derramó un par de lágrimas.

—Fui imprudente en mis acciones, lo reconozco. Estaba tan dolida y desesperada por todo que me desquité con ella.

—Ahora estás bien. Vamos Beka, debemos seguir.

—Jan, ¿es que no te das cuenta? ¡Ella podría devolverle la salud a mi hermano!

Jan sabía que la idea que se le había metido desde ese momento en su cabeza, encontraría ahí su hogar para siempre.

—Tengo que hablar con ella —insistió.

—¡No! —gritó Jan, desesperado—. ¡Ya se ha marchado! —remató.

Beka miró el duro y congelado pavimento como si este pudiera brindarle algún consuelo.

—Aris está grave, debo ir con él.

—Le pediré a Hans que te lleve, te lo prometo. Por lo pronto debemos apurarnos. Debes estar en un lugar seguro, al menos un par de horas.

—¿Por qué, Jan?

Jan suspiró.

—Debo protegerte de mi padre y de cualquier intento de su parte por chantajearme.

—¿En realidad crees que él...?

—Él es el asesino de Pilastra —le interrumpió—. Y para mañana, cuando todo esto termine, entregaré las pruebas necesarias para hundirlo en la cárcel.

Beka guardó silencio, quizás no muy convencida. La reputación de Mason siempre había sido intachable. Reanudaron el paso y no hablaron durante algunos minutos.

—¿Entonces siempre has sido esto, Jan? ¿Ibas a contármelo algún día?

Jan la tomó de la mano.

—Sí, te lo juro que sí iba a hacerlo, pero no ahora, no de esta manera. Jan caminaba mirando el asfalto. Ya habían andado un buen tramo y Beka no parecía cansarse.

—Conozco las leyendas, Jan, papá nos las contaba a Aris y a mí. Debí suponerlo desde hace tiempo. Tu manera de comportarte siempre fue extraña.

—Me esforcé por intentar ocultarlo, creí que entre más normal fuera nuestra relación, más seguros estaríamos.

—Y mira dónde estamos ahora. Huyendo de madrugada...

—Me he equivocado toda mi vida, Beka.

Beka se detuvo a mirarlo, lo rodeó con sus brazos y lo besó largamente.

—Te comprendo... ¡Ahora te comprendo tanto! Fui ciega, debí entenderte. Todo este tiempo, tus silencios, tu tristeza, tus idas sin decirme a dónde o cuándo regresarías. Pensé que eras egoísta nada más, que no te importaba nadie más que tú mismo. ¡Lo lamento tanto!

Jan la miró fijamente. Luego besó sus manos.

—Tendremos tiempo para poner nuestra relación en orden. Te prometo que esta vez daré lo mejor de mi —acarició sus cabellos y luego la besó nuevamente como para sellar esa promesa—. Vamos, debemos seguir.

***

Un desvelado Hans en pijamas les abrió la puerta. Desconcertado abrió los ojos de par en par y los miró de hito en hito.
Jan, tan oscuro como la noche, demacrado y sin dormir, Beka en la bata de hospital que apenas y le cubría el cuerpo. Se talló los ojos con sus manos.

—Pero ¿qué...?

Jan no esperó a que los dejara pasar, rodeó a Hans y, tomando a Beka de la mano, la condujo al interior.

—Adelante... —canturreó Hans.

—Necesito un favor.

Hans vivía al norte de las afueras de Pilastra. Jan estaba seguro de que él era el único capaz de proteger a Beka de Mason en su ausencia.

—No preguntaré mucho, estoy seguro de que se trata de algo entre cazadores, eternos y esas fantasías.

Beka miró a Jan con asombro.

—¿Hans lo sabía?

—Lo lamento —Jan respondió por los dos. Hans se encogió de hombros.

—Necesito un café... —explicó Hans—. No entenderé nada hasta que esté bien despierto.

Fueron a la cocina, Hans encendió el fuego y buscó en la encimera un botecito simplemente rotulado con la palabra «café»; luego sacó una botellita de la alacena etiquetada con la palabra «agua potable». Beka y Jan tomaron asiento. Hans sacó tres tazas y sirvió el líquido aromático y caliente. Luego se sentó y tomó un sorbo.

—Terrible como siempre —se quejó haciendo un mohín—, pero supongo que es mejor que nada.

Jan dio un sorbo también. Sí que lo era, no tenía nada que ver con el exquisito café en grano importado que su familia disfrutaba por las mañanas.

—Necesito que cuides de Beka, solo por unas horas.

Hans miró a Beka.

—Si no he regresado antes de que termine el día, llévala a Daisand, con Aris. Luego ve con la policía. Diles que abran mi caja de seguridad y que revisen el interior del búnker de mi padre. El acceso está en el interior del templo —Jan se sacó de sus bolsillos las llaves de su casa, del atrio y puerta del templo. También añadió un juego de su caja fuerte. Hans las tomó, dudoso.

—¿Me explicarás por qué?

—Como bien dijiste, es un asunto de cazadores y eternos. Tú sabes, esas tonterías —Hans soltó una carcajada que le hizo atragantarse con el café.

—No lo decía en serio —se excusó.

—¿Tienes algo más... fuerte? —preguntó Jan. Ya hacía algunos minutos que el alcohol había abandonado su cuerpo, y la realidad comenzaba a parecerle aterradora.

—No de la calidad que esperas, ya lo sabes.

—Cualquier cosa estará bien.

—Jan, no... —suplicó Beka, tocando su hombro.

—Estaré bien, lo necesito —sus ojos terminaron por reconfortarla así que no insistió más. Hans regresó con dos botellas de vidrio, simples, etiquetadas con la palabra «alcohol». Le sirvió un vaso que Jan encontró agradable aún a pesar de su pésimo sabor.

—¿Por qué quieres esconder a Beka? ¿Qué es lo que pasa que parece que esta noche nadie duerme en Pilastra?

—Estoy seguro de que para mañana te enterarás de todo —explicó Jan—. Por lo pronto, encuentro prudente que Beka se quede unas horas contigo. Me dará tiempo suficiente para ocuparme de otra cosa.

—Dijiste que se había marchado —protestó Beka.

—Tengo que asegurarme, eso es todo. Debo convencer a la Orden de no perseguirla.

Hans sorbió otro trago, miró a la peculiar pareja y luego cruzó una pierna.

—Y... ¿de quién estamos hablando?

—De nadie

—De Ahnyei

Respondieron Beka y Jan al mismo tiempo y respectivamente.

—¿La chica rara? ¿No me digas que ella...? ¿Es en serio?

—Es uno de ellos.

—¡Guau! —respondió entusiasmado—. ¡Ahora entiendo el porqué de su rareza!

—Si... bueno, eso no importa ahora —Jan se impacientaba—. ¿Cuento con tu ayuda? Alguien tiene que cuidar de Beka.

Hans se puso serio.

—Me asustas. ¿Es que realmente lo que predica Mason se hará realidad? ¿Hoy?

—Aún no estoy seguro, intentaré disuadirlos. De sonar las alarmas, corran al refugio.

Beka y Hans se miraron contrariados.

—Y, otra cosa... — agregó Jan, clavando sus pupilas en las de su amigo—. No dejes que mi padre se le acerque.

Hans frunció el ceño, pero terminó asintiendo. Mucho más serio que de costumbre.

—Lo haré, amigo. Cuentas conmigo. La protegeré.

Jan sonrió y terminó el líquido ambarino del vaso. El entumecimiento regresó.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro