De cómo llegamos al final

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El resto, ya sale en los libros de historia. El magnánimo Bertrand, el ionizador, vele Dios por su metálica gloria, terminó con la terraformación en cuestión de pocos días. Luego construyó hospitales, carreteras, centros de reeducación, teatros, granjas de humanos y bibliotecas. Se acabó con el problema de la superpoblación instaurando la costumbre de los genocidios solidarios. Se prohibió el derecho de reunión, la libertad de culto y la pizza con piña (la americana es mejor). La especie humana, tal y como la conocemos, se elevó hasta alcanzar el mayor de los honores: ser utilizada como energía para recargar las baterías del auténtico ser supremo de la galaxia. Desde aquí digo ‹‹VIVA BERTRAND, EL IONIZADOR›› y agradezco el privilegio de haber podido ser testigo de su merecido ascenso a la gloria.

Por supuesto, queda ya muy pocos en la Tierra con la edad suficiente para recordar los horrores previos a su mandato. Valgan estas líneas como cuento, sí, pero también como aviso. Una advertencia del nivel de degeneración a la que nos podemos ver arrastrados, si nos alejamos de los preceptos forjados por nuestro líder supremo desde su frío corazón. La humanidad necesita, en su corrompida esencia, que velen por ella, que un tercero más sabio y cibernético guie sus pasos, a cambio de rendirle pleitesía. De lo contrario, se corre el riesgo de criar una generación de hombres y mujeres bienhechores

La historia siempre es la misma. Una sociedad nace, se expande y alcanza su pico. Luego el planeta empieza a morir, alguien se cae a un agujero que lo lleva al centro de la Tierra, se hace amigo de un puñado de mutantes y vive un montón de extravagantes aventuras. ¿Es esto lo que queremos que vuelva a pasar? ¿Es lo que quieren para sus hijos? Yo, el esclavo de Munchausen, y creo que hablo en nombres de todos, respondo con un rotundo ‹‹No››. Regocijémonos de lo que hemos alcanzado. Contemplemos nuestro precioso cielo gris y repugnante y digamos ‹‹Sí, estamos agradecidos por este don que se nos ha concedido››.

No me queda mucho que vivir con vosotros; estoy enfermo, las piernas me fallan, es evidente que pronto moriré. Pero, lo haré con una sonrisa por saber que podré servir de alimento a nuestro bienhechor galáctico. Ser parte de él, volverme un todo con él. De este modo yo, también, contribuiré al mantenimiento de este período de prosperidad, cerrándose con ello un proceso de equilibrio cósmico. Devolveré todo lo que he podido recibir de él a lo largo de los años y, con ello, cumpliré mi propósito, sabiendo que dejo el planeta en buenas manos.

Historia revisada por el Comité censor de Bertrand, el ionizador. Obligatorio devolverla a la Biblioteca Pública en el plazo estipulado. El incumplimiento de esta norma se verá castigado con penas tortura de seis meses a dos años. ¡Larga vida a nuestra cibernética majestad!

Toda similitud con Matrix o con Terminator es mera coincidencia. Ellas se inspiraron en Bertrand.

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