La bruja del bosque (II)

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Aclaración: En este capítulo habrá frases escritas en galés qué serán marcadas con asteriscos para mayor comprensión de ustedes.
También habrá menciones implícita al síndrome postraumático.

Nyneve se despertó varias horas después en un sitio totalmente desconocido, una cabaña de aspecto lugubre y hasta siniestro impregnada de un extraño olor.

Se incorporo, aún dolida y mareada y así fue cómo se dio cuenta de su verdadera situación: Encerrada en una jaula y encadenada fuertemente por los tobillos, busco a su captora y la encontró cocinando plácidamente en un caldero.

Al verla despierta le dedicó una sonrisa cínica que a Nyneve le provocó unas ganas especiales de estrangularla con sus propias manos.

–Hola Bella Durmiente, espero que la siesta te haya sentado bien.

–Vete al infierno

Mirelle río estrepitosamente.

–Me gusta tu carácter, muchacha. Lástima que estemos en lados contrarios de la balanza - dijo mientras probaba un sorbo de su propia poción haciendo a continuación una mueca de desagrado - Sabe horrible... Me encanta

Nyneve medito bien antes de animarse a hablar de nuevo.

–¿Por qué has ido a por mi?  Apenas conozco a Merlin así que si tu intención es llegar a él a través de mí mucho me temo que te has equivocado.

Mirelle la miró de manera divertida.

–¿De verás? Porque Nimue no piensa lo mismo... Y siendo sincera yo tampoco.

Nyneve no contestó. Empezaba, poco a poco, a percatarse de que no tenía ninguna escapatoria a su alcance.

Por ahora.

"La Cueva de Rosalind" estaba a rebosar a la hora de cenar, mientras Lunete y Arwen aún esperaban a que Nyneve apareciera.

–Es un día de semana, puede que haya tenido mucho trabajo - fue el intento de Lunete por consolar a su hermana mayor.

–Si, o qué se haya vuelto a meter en la boca del lobo.

Arwen apartó bruscamente el plato de cena.

–Voy a ir a buscarla.

–Debería acompañarte...

–No. Quedate aquí. Volveré pronto.

Lunete suspiró. Nyneve en su lugar le reprocharia a Arwen por hacer promesas que en verdad no podía asegurar cumplir... Pero pues ella no era cómo su hermana.

–De acuerdo, sólo ten cuidado.

Arwen asintió cómo única respuesta antes de irse.

Lunete siguió con su cena a pesar de apenas de tener apetito.

–¿Beatrice? ¿Dónde está Ailin? - resonó súbitamente la voz  de Lancelot a su lado, sobresaltando a la joven.

–Acaba de retirarse a su habitación, lo siento - respondió entre titubeos.

Lancelot frunció el entrecejo.

–¿Tan pronto?

–Sí, es que estaba muy cansada - respondió de la manera más natural y convincente que pudo.

–Espero que no se trate de otra migraña - Se mostraba genuinamente preocupado y Lunete se sintió algo culpable.

–Oh no, tranquilo, era sólo cansancio, de verás.

Lancelot abrió la boca para hablar pero entonces apareció Rosalind con la libreta preparada en mano.

–Beatrice, ¿Ailin y Persephone no os van a acompañar hoy? - La tabernera parecía algo preocupada.

–Ailin no, me temo;y Persephone.. No lo sé la verdad, nos aviso de que hoy tardaría más en volver.

A este paso se convertiría en una experta en mentir.

Rosalind torció el gesto, cómo si no se terminará de creer esas palabras pero fue algo breve y no replicó nada.


Arwen caminaba indecisa hacia lo que en verdad tenía por su única opción para encontrar pronto a su hermana: El palacio real.

Aún sabían muy poco de Merlin, sólo que había resultado ser el sirviente personal del hijo de Uther, un mago escondido en la corte de Camelot.

Casi sentía ganas de reír ante aquella ironía.

Sin embargo las cosas eran más fáciles de decir que de hacer, cómo lo demostraba vivamente el hecho de que a medida que iba acercándose al palacio  el temor iba poco a poco adentradonse en ella.

Ahí adentro vive el asesino de nuestra madre.

Intentó rehuir ese pensamiento intrusivo qué solamente la arrastraba una y otra vez al momento más oscuro una y otra vez.

Pero todo aquello fue en vano.

Justo a la entrada del servicio sufrió el colapso: Madre, Madre, Madre...

–Por los cielos, muchacha, ¿qué te ocurre? ¿En qué podemos ayudarte? - La voz grave de un joven de cabello rubio resonó por encima de su cabeza, devolviendola a la consciencia, viendo así que durante su ataque se había acuclillado en el suelo con las manos en los costados mientras su rostro se inundaba de lágrimas de dolor.

–Lo siento - dijo por puro impulso mientras se balanceaba.

Mamá, lo siento, no pude ayudarte, no...

El rubio no contestó, limitandose a mirarla, primero con confusión y luego con compasión.

–Guardias, avisen a Gaius, díganle que hay una mujer afuera que necesita de su atención.

Esas palabras la devolvieron a la realidad aunque fueran sólo en parte.

–No, estoy bien...

Pero los guardias ya se habían marchado. El rubio se quedó allí observándola en todo momento hasta que los guardias volvieron acompañados ahora de un anciano ataviado con una túnica roja.

–Aquí estoy, Sire. ¿Qué ocurre?

–Ella es lo que ocurre - respondió el joven señalando a Arwen - ¿Puedes ayudarla?

El anciano asintió con gravedad.

–Haré lo que pueda.

Se acercó a ella con cautela mientras los demás se marchaban.

–Hola, muchacha. Mi nombre es Gaius y soy el galeno de esta corte.

Arwen asintió a secas.

–Mirad, tengo una cantimplora llena aquí; ¿queréis beber?

Arwen se tomó su tiempo en responder a través de un escueto asentimiento de cabeza y Gaius abrió la cantimplora para a continuación ofrecersela.

La joven bebió a gusto, pues aquello la relajo.

–¿Os encontráis ahora mejor?

–Un poco.

Se limpió todos los restos de lágrimas que le quedaban antes de levantarse ya preparada para irse.

–Muchas gracias por vuestra ayuda, señor pero ya me encuentro bien.

Él la miró con duda, haciendo que Arwen temiera que pensará retenerla allí pero entonces Gaius habló de nuevo:

–Vuestro rostro me suena mucho, ¿no nos habremos visto antes?

Ella reprimio un pequeño temblor.

–No. Es decir, no lo creo.

–¿Estáis segura? Tengo muy buena memoria y no suelo equivocarme.

La boca de Arwen se secó de nuevo.

"Mamá tenía un amigo en la ciudad que justo se llamaba Gaius y era médico también. No recuerdo bien su rostro pero las coincidencias son demasiadas..."

–Sí, estoy segura. Lo siento.

El anciano aún dudaba pero no insistió.

–Lamento que hayas tenido que pasar por esta situación, y justo fuera de vuestro hogar además, afortunadamente encontrasteis ayuda pronto.

La palabra "ayuda" reactivo un resorte en su cabeza.

–Sí... Si no os importa hacedme otro favor...

–En lo absoluto.

–Necesito contactar con un sirviente de palacio, es un asunto personal. Se llama Merlin y...

–¿Merlin? Es mi discípulo. ¿De qué le conocéis?

Arwen calló, súbitamente sorprendida.

–Creía que era el sirviente personal del príncipe.

Gaius esbozo una sonrisa tensa.

–Es ambas cosas a la vez; una larga historia...
La cuestión es que puedo pasarle un mensaje en vuestro lugar.

Ella titubeo durante unos cuantos instantes, totalmente indecisa.

–Está bien. Tan sólo preguntadle si ha visto hoy a Persephone y qué de no ser así por favor vaya a "La cueva de Rosalind". Eso es todo.

Gaius asintió seriamente y Arwen se apresuró en marcharse.

Merlin se encontraba repasando su libro de magia cuando Gaius regresó.

–Hola de nuevo Gaius, ¿cómo ha ido todo con esa paciente repentina?
Supo que algo iba mal cuando su mentor tardó en responder.

–Merlin, resulta que tengo un recado para ti, de parte de una dama preocupada por una tal Persephone.

–¿Persephone? No conozco a ninguna Perse...

Calló al darse cuenta de su lapsus.

–Olvida lo que he dicho, Gaius. ¿Qué te dijo exactamente?

Gaius le miró confundido.

–No entiendo, muchacho, ¿la conoces o no?

–Sí, si que la conozco.

Gaius suspiró.

–Bien, pues me preguntó si la habías visto en las últimas horas. Parecía realmente preocupada por ella...

Merlin,muchacho, ¿te ha gustado mi sorpresa?

Les irrumpió una voz incorporea.

Ambos se quedaron paralizados al instante.

–Nimue... - susurró Gaius con la voz menos temblorosa que fue capaz.

–¿Qué sorpresa? ¿Qué has hecho ahora?

–¿No es ya evidente acaso? Somos nosotras quién tenemos a tu querida Nyneve. Es una muchacha preciosa,con auténtica sangre mágica en sus venas además, sería pues una auténtica pena que muriera... Claro que eso depende de ti, joven aprendiz de hechicero.
Para el próximo anochecer , deberás estar en el Bosque Prohibido, delante de la cabaña de Madame Min o ella sufrirá las consecuencias. Tu decisión.

La voz de Nimue se fue tan repentinamente cómo había llegado.

Merlin se derrumbó en la silla consternado mientras Gaius se acercaba hacia él.

–Merlin. ¿Quieres decirme que es lo que ocurre aquí? ¿Qué me has ocultado?



Nyneve escuchaba los ronquidos fuertes y profundos de Mim desde su jaula, furiosa ante el descaro de la mujer al remarcarle su falta de preocupación ante la posibilidad de que ella escapara.

Por supuesto era lo primero que había intentado nada más comprobar que realmente estaba dormida... Sólo para sentir un fuerte y caliente escozor en las manos nada más traspasar estas entre las rejas.

Por supuesto, un hechizo de contención rodeaba toda la jaula.

¿Por qué los malos tenían que ser inteligentes también?

Sólo quería volver con sus hermanas, abrazarlas incluso...

Sus mejillas se tornaron húmedas.

Por primera vez en su vida tenía auténtico miedo, miedo por no volver a verlas.

No oyó el canturreo suave cerca de ella hasta que este estuvo a su lado, la voz dulce de una mujer que susurraba de manera melodiosa:

–Fy merch, peidiwch â phoeni, bydd popeth yn iawn, rwy'n addo ichi. (**)

Nyneve se incorporó aunque no estaba asustada.

Nunca antes había escuchado esa voz pero su instinto ya le decía de quién se trataba.

–¿Brunilda? ¿Mam?

–Así es, mi niña. Estoy aquí, Fy Nyneve melys, rwyf bob amser wedi bod yn agos atoch chi
Byddwch yn gryf, mae help ar y ffordd. (**)

Nyneve sonrío por primera vez en horas.

–Mam, ojalá hubiera podido conocerte, todo habría sido muy diferente.

La voz de Brunilda tardo un tiempo en reaparecer.

–Tal vez. Pero ahora no vale la pena pensar en eso. Debes estar preparada para cuando Merlin llegué...

–¿Merlin? ¿Otra vez? ¿Por qué él? Me lo encuentro ya hasta en la sopa.

Oyó la risa suave de Brunilda.

–Y más qué lo vas a tener, mi pequeña. Ahora te negarás a verlo pero él es parte de tu destino.

–No. Te equivocas, tienes que hacerlo. Me niego a tener ese patoso dentro de mi vida.

El suspiro fue casi imperceptible.

–No quiero discutir, no ahora. Te mandó todas mis fuerzas, Dagda sabe que las necesitarás.
Tengo que irme por ahora. Nos veremos pronto de nuevo, fy un bach.

–¿Qué? No, espera..

Pero Brunilda ya se había marchado de nuevo, tal cómo había dicho.

–En serio, Merlin, eso es lo más estúpido que has debido de hacer en toda tu vida. Es decir, atrapas a una hechicera a punto de matar a Uther, ¿y no se te ocurre decírmelo?

–No pensé que fuera necesario..

–¡¡¿Cómo no iba a ser necesario avisarme de la presencia de una mercenaria mágica aquí en Camelot?!!

–Oh, venga, no es ninguna mercenaria, créeme, sólo una mocosa engreída obsesionada con la venganza personal...

Calló súbitamente deseando borrar de la existencia la garrafal metedura de pata que acababa de cometer.

Algo que por supuesto no se cumplió.

–¿Vengarse? ¿De Uther? ¿Por qué?...

Gaius guardó entonces un breve silencio.

–Los Dioses... Nimue dijo que la muchacha se llamaba Nyneve....
Merlin, dime que no se trata de la misma Nyneve que era hija menor de la Reina Brunilda.

–Pues...

Esta vez fue el galeno quién se dejó caer en la silla.

–Por eso tu repentina curiosidad... Muchacho, ¿cómo se te ha ocurrido callar esto? La última descendiente viva de Arianhord y Gwydion aquí en Camelot...

–No tan última.

Ya que Gaius sabía ahora la verdad, que la supiera completa.

–¿Qué quieres decir? Su madre y sus hermanas...

–Sí, lo sé, pero pues digamos que la versión oficial está mal, que en realidad sólo su madre murió.

Gaius se levantó con tono serio ante las palabras del joven.

–¿Cómo estás tan seguro de ello?

–Digamos que me lo dijo un pajarito.

El galeno se molestó ante el persistente secretismo del joven, sin embargo renunció a iniciar un nuevo pleito.

Y luego había otras cosas más importantes.

Pues ahora había atado nuevos cabos en su mente;el rostro de una joven de cabello castaño que le sonaba misteriosamente familiar y que había sufrido un ataque de nervios justamente frente al palacio de los Pendragon...

–Voy a salir. Hablaremos después sobre cómo afrontamos el ultimátum de Nimue.

–No, Gaius, tengo que...

–Cómo digas "hacerlo sólo", yo mismo te enviaré a trabajar a las cuadras, muchacho. Volveré pronto, tan sólo no aproveches mi ausencia para hacer otra tontería.

Arwen y Lunete se encontraban juntas en la habitación de esta última, con los nervios a flor de piel. Rosalind y Lancelot se habían pasado a hablar con ellas, preocupados, sólo para darse cuenta de que lo mejor era dejarlas solas hasta que la tormenta amainara.

–Voy a salir de nuevo, puede que esta vez sí la encuentre.

–Déjame ir contigo esta vez, por favor. Sabes que es lo mejor, de todas formas no podré descansar tampoco...

La puerta sonó entonces de manera más bien discreta.

–!!Neve¡¡ - exclamó Lunete mientras abría.

Pero no era su hermana. El rostro de la pelicastaña se llenaba de confusión mientras observaba al anciano de expresión escrutadora enfrente sí.

–Lo siento, pensé que era...

–Sí, sé muy bien quién creías que era, muchacha, no hace falta que te disculpes. ¿Puedo pasar?

Lunete miró a Arwen en vez de responder.

–Está bien, permitele el paso.

Su hermana asintió y obedeció.

–Qué rápido nos has encontrado galeno. ¿Tenéis noticias ya de nuestra amiga?

El hombre medito bien su respuesta.

–Las tengo aunque mucho me temo que no te gustarán... Arwen Merch Dana.

Durante unos cuantos segundos no se oyó nada en la estancia.

–Te equivocas - mató finalmente el silencio la aludida - No sé de quien hablas.

–Por favor, dejémonos de actuaciones, debí darme cuenta de quién eras al verte. Pero creía genuinamente que habías muerto a los seis años, hasta que a raíz de algo que me dijo mi protegido me di cuenta de que realmente no había sido así, de que en realidad las tres sobrevivisteis para convertiros en adultas. Y ahora estáis aquí, aunque aún no sé por qué.
Pero supongo que eso ahora es irrelevante, puesto que nos enfrentamos a un enemigo común y peligroso...

La última advertencia de Gaius a Merlin fue totalmente en vano, pues mientras el galeno se encontraba hablando con las hermanas Merch Dana, las hijas de su difunta amiga Brunilda, las niñas que por tanto tiempo creyó muertas, Merlin se escabullia de palacio en dirección al Bosque Prohibido.

Nimue lo observaba todo desde su gruta a través de su espejo mágico.

Y sonrío de pura y profunda alegría.

Al fin le tenía.

Me van a odiar por andar alargando esto pero ya les juro que de la tercera parte no pasa. :-P

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