II. Nos tomamos unas vacaciones con gastos pagados

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Los demás estaban en el bosque contando las hectáreas y los metros del terreno que había dentro de la ciudad, a pedido de Prunus. Yo había vuelto por una pluma, literal, allí no había lapiceras, cuando la encontré. Estaba esperando, apoyada en el marco de la puerta. Su cabello azabache se veía alborotado pero no de manera intencional más bien como si hubiese decidido no peinárselo nunca más, su piel pálida resaltaba como nieve en al paisaje. Estaba más delgada y ojerosa, sus ojos estaban vacíos y mantenía un semblante de póker. Pero aun así se veía hermosa.

—¿Quieres caminar? —me pidió.

—Sí —accedí y dejé la pluma donde la había encontrado.

Ella se alejó de la cabaña y la seguí al bosque nuevo, los árboles eran delgados de ese lado. Nunca había caminado antes por allí, aunque eran enjutos su follaje se extendía por el cielo, creando un techo entretejido de ramas y hojas sobre nuestras cabezas, tal vez los habían plantado para hacer un nuevo lote, pero nunca más volverían a cortar un árbol en el sector deforestación o Ciudad Plantación. Caminamos por unos minutos en silencio hasta que ella se sentó abajo del árbol más grueso que encontró.

Rodeó las piernas con sus brazos y apoyó el mentón en las rodillas. Estaba vestida con un pantalón negro suelto, un cinturón de cuero donde colgaba una navaja, botas de caña alta y una camisa blanca de algodón, casi parecía una adolescente de mi mundo. A excepción del marcador que tenía apagado en su muñeca.

—¿Te encontraste con tu familia? —pregunté rompiendo el hielo.

Parpadeó arrancada de su ensoñación, posando sus agotados ojos sobre el desconocido que tenía delante. Porque así me contempló, como un desconocido.

—Sí.

—¿Y?

—Mal.

—¿Por qué?

—Creen que hice mal en impulsar la rebelión con Wat. Mi hermana había recibido su futuro hace unos meses, tuvo la ceremonia de la fuente y recibió una papeleta con suerte. Iba a ser jueza pero ahora no porque liberamos la ciudad. Ahora no es nadie, como el resto. Dice que arruiné su futuro y que ahora vive en una carpa por mi culpa. Mi papá... ellos me ven como si fuera muy agresiva, dicen que no soy la misma. Cuando me vieron y les conté lo que hice para recuperarlos, retrocedieron. Yo esperaba un abrazo y lágrimas, no que retrocediera. Yo creí que sería diferente, no me lo imaginé así. Mi hermana también, dice que no me conoce, que soy muy violenta.

—¿Y tú qué opinas?

—Que es una maldita desconsiderada y debería morirse pero lamentablemente sólo los que merecen la muerte son los que viven hasta el final —respondió hecha una fiera mascullando las palabras como si masticara odio.

Asentí.

Antes Berenice era una persona misteriosa pero en la que podías confiar. Había ganado mi confianza en menos de unos días, me había contado sus sueños y metas. Incluso demostró que era una persona aventurera, resuelta y leal al seguirme en las alcantarillas después del ataque de la serpiente. Pero ahora... de verdad se veía agresiva, incluso el tono de su voz te desafiaba a desviarle la mirada y no provocarla. Una expresión torva se asomaba de vez en cuando, sus ojos vacíos se llenaban de rencor. Estaba convirtiéndose en Wat. En el Wat Tyler que era buena persona en el fondo pero que ocultaba sus sentimientos debajo de un escudo de furia, cólera y odio constante.

—No es tu culpa, Berenice —ella sabía que no me refería a su hermana.

—No me despedí de él —dijo y comprimió los puños que rodeaban sus piernas—. Tenía que decirle tantas cosas pero no había palabras. Sólo ahora las tengo ¿de qué sirven las palabras si no hay nadie para escucharlas? Ahora tengo palabras pero no está él, son lo mismo que nada. Quiero decirle que lo amo, que es mi mejor amigo, que lo fue y lo será... quiero decirle todo lo que jamás escuchará. No sólo no me despedí de él cuando murió. No me despedí de él cuando me fui del sector deforestación.

—Jamás hubieses...

—¡No importa, Jonás! —Se contuvo, reprimió un sollozo y agarró una hoja seca del suelo intentando mantener su mente concentrada en otra cosa, la examinó entre sus dedos y la hizo girar—. Él comenzó una rebelión por mí y yo ni siquiera pude saludarlo antes de irme. Hizo todo para verme feliz pero ahora no lo soy.

—Entonces piensa qué te haría feliz. Puedes explorar, ver el mar, ser una aventurera...

—Ya no quiero saber nada más del mundo, ya sé suficiente, y vi suficiente. Eso sólo era un sueño de niña tonta.

—¿Y qué te haría feliz?

Dejó que la hoja planeara hacia el suelo y la observó descender con ojos ambiciosos.

—Matar a Logum, él escapó, pero debe morir —La voz le temblaba—. No, no puedo permitir que Wat esté muerto y él esté vivo. La idea me da náuseas —masculló con un veneno mortífero en la voz—. Debo vengarlo. Él mató muchas personas, me mató de cierta manera y está vivo seguramente en otra mansión de oro. No puedo dejar que eso suceda.

—Berenice, te conozco. No eres tú la que habla, no eres así.

—Claro que lo soy, siempre fui así, sólo que no había nada que me dejara mostrarlo —añadió con la voz ronca pero de la ira que bullía en su interior—. Nadie jamás se conoce Jonás... las personas... las personas quieren descubrir nuevos mundos y romper murallas cuando ni siquiera pueden llegar a ellos mismos. ¿No te parece que el mundo es medio incomprensible?

—No, no eres así —insistí ignorando su pregunta—. Sé que escucharás esto miles de veces y las ignorarás todas pero su muerte no es tu culpa.

—Muerte —susurró y repitió la palabra—. Muerte. Es una palabra rara, tiene pocas letras pero es tan amplia. Wat está muerto. Jamás volveré a escuchar su voz, jamás volveré a sentir el olor de su asquerosa sopa flotando en el aire, nunca más volveré a escuchar sus pasos que eran diferentes a los demás, eran decididos y firmes, podía saber cuando se acercaba a mí sin siquiera verlos, no volveré a oír su risa perdida y tímida, ni ver sus ojos. Jamás, seré una anciana, pasarán cincuenta años, podré ir al rincón más recóndito de la tierra pero no lo veré, no voy a encontrarlo ahí porque no podré volver a estar con él nunca. Nunca —repitió la palabra como si no pudiera creerla, como si le produjera un sabor amargo en la boca que necesitaba sentir—, nada lo traerá de vuelta. Y el maldito que lo mató sigue vivo ¿Co-cómo es que las cosas así pasan Jonás?

—Podemos resolver esas cosas...

—Lo resolveré porque voy a matarlo. No sé cómo pero lo haré.

—Berenice por qué haces esto. Que cambies no hará que las cosas cambien —insistí inclinándome hacia ella—. Sé que no eres así, no matas personas, liberas personas.

—Tú no sabes las cosas que hice. Cometí muchos errores, dejé que él estuviera solo muchas veces. Hice tantas malas acciones.

—Una vez un amigo me dijo que cada mala acción tiene un lado bueno.

—Las mías no —se lamentó.

—Es porque todavía no lo has encontrado. El lado bueno está siempre.

—¿Tú encontraste el lado bueno de tus malas acciones?

No pude responderle con exactitud la pregunta, estaba pensando en aquello la última semana. En todo lo malo que había hecho y en todo lo bueno que eso había acarreado. Tenía la respuesta en mi mente, rebotando de un lado a otro pero todavía no lograba atraparla.

Vi la desolación en su rostro. Ella no encajaba en un mundo que acababa de nacer porque se sentía muerta, sentía que había cambiado en todos los aspectos. Podía ver a Berenice alejándose rápidamente de mi lado y esfumándose para siempre pero no podía hacer mucho para evitar su partida. Una idea me surgió en la mente, la última posibilidad de recuperarla.

Había visto partir a muchas personas esa semana y ella no entraría en esa lista. No si podía evitarlo. Me levanté y eché a correr por el bosque. Volteé y la vi sentada entre las hojas secas, observándome partir y permitiéndome marcharme.

Cuando llegué a la cabaña me encontré con la unidad. Dagna comenzó a regañarme diciendo que me había pedido una pluma que no había pedido que me marchara a dar un paseo pero enmudeció cuando comencé a hablar. Les conté lo que había dialogado con Berenice y mi plan reciente. Todos asintieron solícitos y concordaron ejecutarlo a la mañana siguiente. Walton se dirigió a la cabaña de Prunus para arreglar los detalles en ese instante mientras Miles y Cam buscaban a Abeto para solicitar prestado un auto.

Teníamos una última cosa que hacer en Dadirucso.

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