Capítulo 19

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Mierda.
Mierda.
Mierda.
Y más mierda.

¿Recuerdas hace menos de ocho horas, cuando dije que mi felicidad era tan grande que nada podía arruinarla? pues me equivocaba.
Claramente me equivocaba.

Pero será mejor que empiece por el principio...

El reloj acaba de marcar las ocho de la mañana.
Sintiéndome liviana y dispuesta a enfrentarme a un día más, me levanto de la cama sin rechistar.
Mis doncellas, sobre todo Maritza, me observan extrañadas.
—¿Se encuentra bien, Princesa? —La mandíbula me duele por tanto sonreír.
—Mejor que en toda mi vida, Maritza. —Pero ella no me devuelve el gesto.

Y eso me extraña.

Las doncellas traen consigo un vestido con una funda. Cuando lo sacan de ésta, mi expresión se vuelve seria.
Es un vestido rojo. Como ya expliqué anteriormente, no utilizamos colores fuertes hasta que el sol no cae.
—¿Por qué un vestido rojo? —Cuestiono. Pero ninguna de ellas me responde.

—¿Maritza? —Me voltean con poco tacto y ajustan un corsé a mi pecho.
Comienzan a maquillar mi rostro y rizar mi pelo.
Y mi extrañeza crece aún más cuando soy consciente de que van a dejar que mi pelo quede suelto.
Es algo que rara vez ocurre. Sólo lo tengo así en las noches, cuando ya estoy en mi habitación o con Ethan.

Mi maquillaje también me indica que ocurre algo, lo hacen despacio, recreándose y con paciencia.
Trago saliva.
Abren la puerta ante y noto que hay un extraño tono lúgubre entre ellas como si ocurriera algo.

Entonces, me llevan hasta el salón y allí me encuentro con mis padres y Elalba.
Mi hermana me da una mirada y en sus ojos hay un toque de tristeza con compasión. Frunzo el ceño.
—¿Alba? —Pero mi hermana se gira y no escucha mi voz, que sale en un hilo.
Sin embargo, mi familia no son las únicas personas que se encuentran en la sala.
También está el señor Greten y un hombre al que no reconozco.
Busco a Ethan pero no le encuentro, no está aquí.

Mi madre realiza que estoy presente y me sonríe.
Mi madre nunca me sonríe.
Jaqueline, cariño —¿Cariño?
Una de sus manos se posa en mi espalda en un gesto de cariño que nunca antes había tenido conmigo y eso no hace más que activar todas mis alertas internas.
El desconocido se gira y me observa.

Jaqueline, te presento al Duque Richard Morrison. El futuro Príncipe, tu futuro esposo. —La boca se me seca y el estómago comienza a dolerme.
El hombre me mira lleno de intriga.
Sus arrugas indican que ha entrado en los cuarenta y su pelo castaño pobre ya está medio cubierto por las canas.

Cuando va a tomar mi mano para besarla, retrocedo. Doy un sólo paso atrás y los Reyes posan su mirada en .
Busco entre la gente a mi hermana. Ella me mira con comprensión. Le suplico ayuda con mis ojos pero mira hacia otro lado y me ignora.
Perdónala, Richard. Son muchos años cumpliendo la norma y ahora le costará romperla. Sólo necesita tiempo.

Le explica mi padre. El aire escapa de mi pecho y necesito salir corriendo de ahí.
Tengo que ir al sanitario, si me disculpan. —No espero a que me digan algo más, tan sólo retrocedo en seco y corro fuera de la sala.

Me adentro en los baños y cierro, poniéndole el seguro y plantándome frente al espejo.

Y aquí estoy ahora, frente al espejo.
Abro el grifo y meto las manos bajo él, dejando que la fría agua me calme.
¿Cómo se puede pasar de la felicidad extrema a la tristeza y decepción más absolutas?
Ahueco las manos bajo el grifo y acumulo agua que me llevo a la cara.
Mi maquillaje se arruina por completo, corriéndose por mi cara.

Las lágrimas también comienzan a descender y la presión de mi pecho aumenta.

Oigo unos golpes en la puerta y me obligo a dejar de sollozar.
Oigo otro golpe pero no respondo.
—¡Jackie, abre! —La voz de Ethan llega a través de mi cuerpo como una oleada cálida que me calma en segundos.
Abro la puerta y en cuanto da un paso adelante, me aferro a su pecho.

Como de costumbre, sus brazos son mi refugio.

—Mírame, Jackie. —Toma mi cara entre sus manos y limpia mis lágrimas.
—Vas a salir ahí afuera y vas a estar bien, ¿vale?
Vas a fingir como sabes, vas a salir de esa situación y esta noche iré a por ti y nos iremos a donde sea. A donde sólo seamos tú y yo. —Me promete. La esperanza atraviesa mi pecho como una daga que duele e ilumina.

—¿Lo prometes? —Asiente efusivamente.
—Espera aquí. —Me pide tras revisar mi rostro y sin decir nada más, sale del baño.
Cuando vuelve, han pasado unos segundos y no vuelve sólo.
—Princesa. —Maritza toma una toalla húmeda y limpia mis lágrimas.
—Váyase, Ethan. Por favor. —Le pide mi doncella. Él me da una última mirada antes de acceder a su petición.

—Iré a por ti, Jaqueline.
—Pronuncia antes de salir de ahí y dejarnos solas.

—Les he dicho que sin querer habías arruinado tu maquillaje y necesitabas cinco minutos. No tenemos tiempo. —Me anuncia, tomando un pincel y repasando las líneas en mis rostros. Le da un toque de color a mis mejillas y me abanica para que mi piel deje de estar enrojecida.
Repasa mis ojos y mis labios y arregla con sus dedos mi cabello.

—Más que lista. No me iré de la sala, estaré a su lado, mi Princesa. —Me da un reconfortante apretón de manos y caminamos fuera del pasillo.
Mi respiración sigue sin estar bien y el nudo de mi garganta no hace más que crecer.
Pero hago de tripas corazón y como buena Princesa, me recompongo una vez más.

Al entrar en la sala, todos los ojos se ponen sobre mi.
Mi madre me da una mirada de decepción y mi padre, de enfado. Ignoro a ambos.
—Lo lamento. —No sé de donde saco la fuerza necesaria para pronunciar esas palabras pero lo hago.

—Tranquila, querida. Yo también me encuentro nervioso por nuestra unión. —Apreto con fuerza mi mandíbula y la furia crece dentro de mi. Pero disimulo con sutileza y sonrío.
De nuevo, trata de tomar mi mano.

—No toco hombres que no sean mi esposo. —Le lanzo la indirecta y pongo mis dos manos tras mi espalda.
Y no entiendo muy bien porqué pero toda mi mente viaja a todos los recuerdos que aguardo tocando a un hombre.
Pero no a cualquier hombre, eso es cierto.
Sólo a mi soldado.

Él sonríe algo divertido y asiente, volviendo a posicionarse junto a mi padre.

—Es una mujer de carácter.
—Comenta sin mirarme, olvidando por completo que me encuentro allí.
—Demasiado diría yo. —Pero mi progenitor sí me da una mirada que me hiela la sangre.

En cuanto el Duque abandona mi hogar, los reproches no tardan en hacer acto de presencia.
—¿Cómo se te ocurre decirle algo así? —Mi madre agarra con fuerza mi brazo y sus uñas se clavan en mi piel.
Mi padre no dice nada, sólo me mira.

Siempre funciona así. Mi madre es quien da las charlas y habla. Mi padre rara vez lo hace pero cuando lo hace, sus palabras son de temer.
Sólo con su fría y directa mirada ya me siento atormentada. Sólo quiero salir de ahí, marcharme lejos.

—Me haces daño. —Le susurro a mi madre cuando su agarre se vuelve más fuerte. Con total desprecio, me suelta el brazo y se retira de la sala chocando su hombro con el mío. Imponiendo su autoridad.

En cambio, mi padre se detiene frente a mi antes de salir de la sala y sus palabras, de nuevo, me hielan la sangre.
—Ten mucho cuidado con lo que haces, Jaqueline. No me obligues a enfadarme.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro