Capítulo 20

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El día está tan nublado que apenas un par de rayos de sol se adentran en la casa. Los pasillos están oscurecidos, bombillas apagadas y una tenue luz.
No hay un sólo ruido en toda la casa, el silencio es tal que el resonar de mis tacones es todo lo que se oye.
Llega un punto donde este sonido comienza a incomodarme al ser el único que escucho.

Me detengo por un segundo y tomo entre mis manos los tacones.
Mis pasos, ahora más seguros, silencios y livianos, se vuelven un poco más rápidos sin darme cuenta.

Voy a buscando a Ethan por cada sala pero no hay ni rastro de él y me pregunto donde se encontrará.
Al pasar por el despacho del señor Greten, me siento tentada a preguntarle por mis padres.
Subo la mano para golpear la puerta pero cuando lo voy a estampar mis nudillos en la madera, escucho un ruido, un grito.

Me pego más a la pared y trago saliva.
No he oído bombas ni tampoco pasos ni nada parecido, no puede ser un ataque.

Entonces, oigo otro grito combinado con un balbuceo que no entiendo.
Un momento, vienen de dentro del despacho.

Hago un esfuerzo por retener el miedo y me pego a la puerta, poniendo la oreja contra esta.

La voz de Ethan llamándome cotilla revolotea por mi cabeza.
¡Cállate, Ace! esta es una situación especial.

—¡Oh Dios, si! —¿Qué? ¿qué?
¡oh por el amor de Jesús!

¡Eso no son gritos de guerra!
¡hay una pareja ahí dentro!
¿por qué hay una pareja teniendo relaciones en el despacho de Greten?
¡el señor Greten está teniendo relaciones!

¿qué mujer puede estar tan desesperada?
también podría ser un hombre pero era la voz de una mujer...

¡concentración, Princesa!

¿debería abrir la puerta?
Si lo hago, puede que vea algo que me traume de por vida y si no lo hago... bueno, si no lo hago no sé lo podré documentar a Ethan.

Así que al final, me decido por la curiosidad y agarro el pomo de la puerta. Lo giro y agradezco a todos los dioses que estas puertas sean tan silenciosas y estén tan bien engrasadas siempre.
Al abrir la puerta, mis ojos miran por la pequeña abertura.

Y veo algo que, probablemente, nunca se borre de mi cabeza.

—¡Oh, sí! ¡sigue! —Cierro la puerta tras de mí y corro
-literalmente- mientras el desayuno sube por mi garganta.
Noto el líquido sabor del zumo mezclado con las tostadas y la fruta.
Abro la taza del váter justo a tiempo para vomitar todo lo que he comido desde ayer.

Después de soltarlo todo, me pongo de pie y enjuago mi boca.
Me observo a mi misma en el espejo. Pelo despeinado y rostro descompuesto.
Porque lo que he visto, es mucho peor de lo que creía que vería.

Me obligo a mí misma a retroceder para dejar de observar mi reflejo y me estrello contra la puerta del baño sin querer. El pomo de esta se clava en mi espalda con fuerza y suelto un quejido.

Entonces, me presiono para salir del baño.
Tengo que ver más, necesito entender más.

Salgo a puntillas y espero con paciencia hasta que los dos salen del despacho.
Cuando lo hacen, él la acompaña como todo un caballero por los pasillos, su arrugada mano en la espalda baja de ella.
Otra arcada sube desde mi estómago y me contengo para no seguir vomitando.

Siguen caminando y yo tras ellos. Recorremos gran parte del castillo y atravesamos la cocina
-ahora vacía- hasta llegar a la segunda cocina.
—Mañana nos vemos, ¿vale?
—Le dice ella. Es una mujer bien entrada en los cuarenta, su pelo rubio está despeinado tras la acción y tiene unos profundos ojos azules.
Lleva un vestido de corte corazón muy ajustado que remarca sus pechos y deja parte de éstos al descubierto.

El hombre asiente y le da un casto beso antes de abrir la puerta de atrás, creando un estruendo chirrido que me obliga a llevarme ambas manos a los oídos. Ella hace una mueca de desagrado y le guiña un ojo antes de salir de ahí.

Me escondo tras la pared. Mi respiración saliendo entrecortada y con brusquedad de mi cuerpo y me llevo una mano a la boca.
Evito soltar un grito y controlarme, los firmes pasos del hombre me obligan a contener el oxígeno dentro de mis pulmones.
Abandona la sala y va alisándose el traje por el camino.

El recuerdo de la escena vuelve a mi cabeza, no puedo sacarla de ahí.

Cuando ya estoy a salvo, aparto la estantería y me adentro en los túneles.
Camino por ellos durante un buen rato, no sé cuantos minutos pasan, el tiempo aquí parece congelarse y nunca avanzar.
Intento entenderlo, intento unir las piezas en mi cabeza pero no lo logro.

Y las arcadas no ceden, una tras otra.
Tengo una desagradable presión en el pecho y sacudo la cabeza varias veces, intentando poner mi atención en otra cosa.
¿Cómo voy a disimular ahora cada vez que lo vea?
¿cómo voy a seguir con mi vida y fingir que no he visto nada?

Después de dar varias vueltas, voy hasta la biblioteca, tomo un libro entre mis manos y lo abro.

Ella le sonrió por primera vez, sus pequeños ojos infantiles centrando toda atención en su mejor amigo.
Entonces él puso sus manos sobre su cadera y ella gimió profundo...

¿Qué? ¡eso no es lo que pone, Jaqueline! ¡eso no es lo que pone!

¡lee el maldito libro de una maldita vez y saca esa maldita imagen de tu maldita cabeza!

Entonces, su mejor amigo la abrazó con tal fuerza que los dos acabaron en el suelo. Sus risas se sincronizaron, como de costumbre. Y sus iris se conectaron, entonces ella lo confesó por primera vez en voz alta...
—¡Oh, , no pares!

¡Se acabó, esto ya es demasiado!

Cierro el libro con excesiva fuerza y lo lanzo por el aire sin ninguna piedad.
Me dejo caer hacia atrás y mi cabeza choca con una pila de libros. Adolorida, me incorporo.
—¡Maldición! —Exclamo, totalmente roja de furia.

Trato de volver a tomar el control de mis acciones pero me doy por vencida y decido regresar a la parte no prohibida de mi casa.
Cuando lo hago, mi madre y hermana están allí. A pesar de estar en el mismo lugar, sentadas en la misma mesa, no se dirigen la palabra.
Entonces me doy cuenta de que están esperándonos para comenzar a comer y que el reloj marca las dos de la tarde.

Trago saliva, me siento en el mesa y cuando ya estamos todos, nos sirven los platos. Le doy varias vueltas a mi ensalada pero no soy capaz de llevarme ni un sólo pedazo a la boca.
Tan sólo lo remuevo por varios minutos hasta que no puedo seguir más y dejo el tenedor caer. En ningún momento logro alzar la cabeza.

He tenido muchas comidas incómodas con mi familia pero esta es la peor, sin duda.

Los platos son retirados de la mesa por las criadas cuando les pido que lo hagan. Me pongo de pie y no medio palabra antes de salir de ese salón que ahora me parece más bien un infierno.

Por el pasillo, mis ojos se cruzan con unas orbes azules y una sonrisa asoma por su rostro.
—Hola. —Envuelvo mis brazos a su alrededor y escondo mi rostro en su hombro.
—Hola. —Susurro.
Me separo de él, tratando de disimular todo lo bien que puedo.

—¿Jackie? ¿estás bien? estás muy pálida. —Comenta y aparta un par de mechones de mi cara para examinarme. Sin querer parecer brusca pero si tener la fuerza suficiente para esta conversación, le aparto la mano con suavidad.
—Estoy bien. —Reitero y me marcho sin más.

Uy Jackie Jackie... ¿estamos seguros de que Jackie se ha puesto así por ver a dos personas teniendo sexo?

¿realmente estamos seguros de esto?

😏😜

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