Capítulo 36

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Desde el balcón de la biblioteca, mi vista enfoca a Ethan.
Como situación excepcional, mi soldado hoy ha tenido que relevar a uno de sus compañeros y se encuentra apostado en la puerta de entrada al palacio.

Apoyada en la barandilla, le miro, la palma de mi mano sostiene mi cabeza y una sonrisa patética está plasmada en mis labio.

Hoy lleva un uniforme algo diferente, más seguro y elegante.

Desde mi posición le veo de espaldas, sus manos aburridas jugueteando entre ellas y su postura recta y formal.

Es el único soldado que se encuentra en esta zona y agradezco enormemente eso.

Muerdo mi labio inferior antes de convertir mis labios en un círculo perfecto y silbar.

Creo con mi boca ese silbido tan típico que muchos hombres utilizan en la calle para llamar la atención de mujeres.

Cuando lo hago, el soldado se gira sobre sí mismo y yo me dejo caer, escondiéndome tras la pared.

Me llevo ambas manos a la boca para contener las risas y alzo un poco la cabeza para mirarle sin ser vista.
Con el ceño fruncido y expresión confusa, mira de un lugar a otro.

Gira la cabeza como si estuviera poseído, tratando de localizar el sonido.

De nuevo vuelve a su posición y veo el momento perfecto para levantarme de nuevo.
Espero unos segundos antes de volver a unir mis labios y silbar y me dejo caer al suelo.

Tiene la boca apretada, formando una línea recta y sus ojos se han entrecerrado.
Ahora sin poder evitarlo, comienzo a reír.
Me las ingenio para que no me escuche y espero antes de ponerme en pie de nuevo.

Pero cuando lo hago, me veo sorprendida por él.
Me mira desde la distancia, siendo totalmente consciente de que soy culpable.
Tratando de mostrar inocencia, le sonrío y alzo la mano en forma de saludo.

Él permanece con su expresión seria y recta, pero entonces, me hace un gesto burlón sacándome la lengua.
Me llevo la mano a la boca para evitar que mi risa sea vista y silencio las carcajadas con mi palma.

Retiro la mano y le silbo por última vez, siendo observada esta vez.
Él pone los ojos en blanco,
camina un par de pasos y se agacha sobre sus rodillas para arrancar una rosa roja.
Se gira hacia mí y la alza en mi dirección.
Mi pulso comienza a acelerarse y el revoloteo en mi interior se hace más intenso.

Me guiña un ojo mientras sonríe.

El muy tonto sabe perfectamente lo que causa en mí y lo utiliza a su favor.

No sé muy bien lo que estoy haciendo pero le sonrío y retiro mis manos de la barandilla para retroceder y salir de la biblioteca.
A paso acelerado, recorro los túneles y me arrastro a través de la chimenea.
Pero una voz en el interior de mi habitación me detiene.

—¿Jaqueline? ¡dónde se habrá metido esta Princesa! —Mi hermana mira de un lugar a otro en mi habitación, luciendo frustrada.

Salgo de la chimenea y al hacerlo, Elalba salta hacia atrás y se lleva la mano al pecho.
—¡Por Dios bendito! ¡Jaqueline! —Evito reír.
—¿Acabas de...? ¿acabas de salir de la chimenea? —Señala ésta y luego me señala a mí. Asiento rápido.
—Es una larga historia. —Alargo la "a".

—¿Qué haces aquí? —La joven chasquea la lengua.
—Alguien quiere verte.
—¿Alguien? ¿quién? —Suspira largo y tendido.
—Nuestro padre. —Dice al fin. Repaso mis dientes con mi lengua y arrugo las cejas.
—¿El Rey? ¿por qué quiere verme?

Mi hermana se sienta en mi cama y alza la cabeza para mirar directo a mis ojos.

—¿No es evidente? hace casi dos semanas que está tratando de localizar al Duque y no lo ha conseguido, querrá saber más detalles. Si te dijo algo, si le dijiste o hiciste algo. —Una oleada de nerviosismo me recorre de pies a cabeza y noto que el cuerpo comienza a temblarme.

Las dudas sobre lo que le diré me embargan por completo y el miedo se apodera de mis extremidades, paralizándome.

—Jaqueline, respira hondo. Técnicamente tú no le hiciste nada. No tienes porqué abrir la boca, fué culpa suya, él se lo buscó. —Me recuerda.
Pero yo sé que no es tan fácil de explicar como pueda parecer.
—Pero eso no puedo decírselo, Elalba.
—Finalmente, mi hermana pequeña parece comprender mi inquietud y me da ánimo para enfrentarme al Rey.

Por el pasillo me cruzo en el despacho del señor Greten y eso lleva a mi mente a un recuerdo. El pobre señor Greten fué despedido hace meses.
Nunca llegué a saber el porqué.

Como un fantasma, a pasos lentos y temorosos, recorro la distancia hasta el despacho de mi padre y tamborileo mis dedos sobre la puerta.
Cuando mi mano vuelve a su sitio, soy consciente de que mi piel tirita y de como no soy capaz de controlar mi pánico.
"Adelante" es lo que oigo tras la madera y la abro despacio.

Mi padre se encuentra tras su escritorio y me adentro en el despacho, cierro la puerta tras de mí.

—Rey, he sido informada de que quería verme. —Él asiente. Deja la pluma sobre su escritorio y se levanta para rodear la mesa y apoyarse en el pico de ésta.
—Tal vez a tu madre puedas mentirle pero a mi no.
No vas a salir de esta habitación hasta que me digas lo que ocurrió realmente con el Duque Morrison y porqué no he sido capaz de localizarle. —Va directo al grano.

Dolorosamente para mí, mi padre ni siquiera se molesta en cerciorarse si el Duque fué quien me dijo o hizo algo a mí. Directamente me señala como culpable y me exige unas explicaciones que no puedo mi pienso darle.

—Como le dije a la Reina y muy honestamente, no le hice ni dije nada. Simplemente se retiró al baño y hasta ahora, yo tampoco he tenido noticias de él.
—Aseguro, tratando de sonar tan convincente como me es posible.
Su mirada es tan intensa que la siento como una retahíla de agujas que se clavan en mi piel, cada vez más profundo.

—No me tomes por un estúpido, Jaqueline. Antes que tu padre soy el Rey y no pienso tolerar ni una sola sola falta de respeto a mi figura. —Su tono no se alza, su voz no se ve afectada ante la seriedad de sus palabras y eso es con seguridad lo que más terror me causa.
Le resulta tan natural y familiar amenazar a su hija como gobernar este pueblo.

—Le repito por última vez que no le hice ni dije nada y estoy harta de sus amenazas. —Siso, honesta y enfadada.
Una parte de mí está asustada pero la ira acrecenta en mi interior y lucho por no dejarla salir.
¿Por qué no puede creer mis palabras y dejarme en paz? ¿tan difícil le resulta creer a su hija?

—Si el Duque no aparece hoy mismo, te desterraré yo mismo. Pero no sólo a ti, también a tu hermana. —Lo hace, toca mi punto débil.

Un instinto hasta ahora desconocido, florece en mí.
El instinto de protección, de amor, de familia.

Haz lo que quieras conmigo. Destierrame, desheredame o mátame.
Pero no te atrevas a tocar a mi hermana.

La mandíbula se me apreta como acto reflejo y estoy a instantes de oír como mis dientes se rompen por la presión ejercida. 

—No va a hacerlo, no va a tocarme ni a mi ni a mi hermana. Porque si se atreve a ello, padre, yo tendré que confesar en voz alta lo que sé de sus encuentros extramatrimoniales. —Lo suelto como una pesada carga cayendo al mar.
Creando una inmensa ola, levantado el agua y salpicando todo lo que encuentra a su paso.

El color se va de su cara y el tono blanco del papel se le asemeja por segundos, veo por su cuello como traga saliva.

—¿Cómo sabes eso? —Casi ahogándose, pregunta.

—Despacho del señor Greten. Una meretriz. Incluso ví alguna que otra postura. —Lo último me hace querer vomitar pero lo digo con firmeza.

Camino con elegancia hasta la puerta y la abro no sin antes hablar por última vez.

—Si quiere saber quien me enseñó a manipular y utilizar las debilidades de la gente a mi favor... fué usted.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro