Fiesta de profesores (Parte 1)

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El tiempo pasó en Hogwarts y, la verdad, cada día me gustaba mas estar allí. Mis alumnos aprendían a pasos agigantados, conseguí que muchos de Slytherin consiguieran amistades fuera de la casa y conforme se acercaban las Navidades el ambiente se estaba volviendo más tranquilo. Me hizo incluso extrañar mis primeros años en la escuela. Los últimos estaban volviéndose un mal recuerdo.

Incluso estaba creando algo especial con mis amistades. Draco seguía siendo como siempre, Pansy me molestaba, pero había aprendido a convivir con ella. Ron y Hermione se convirtieron en mis confidentes y me ayudaban muchísimo, con Neville pase muchas tardes en el invernadero, ayudándonos mutuamente para dar las clases. Harry y Ginny no tenían mucho trato entre ellos, se les notaba taciturnos y sus enfados hacían que pasasen mucho tiempo solos, Angelina seguía mirándome mal, al igual que su novio, aunque creía que no era por los mismos motivos. En definitiva, no me desagradaba el ambiente. 

Era sábado, la nieve ya había empezado a caer y la semana siguiente sería la fiesta de los alumnos. Después, se irían a casa a pasar las vacaciones y yo me había ofrecido voluntaria para quedarme en el colegio. Tampoco tenía donde ni con quien pasarlas. Draco me había ofrecido ir con él, pero no me apetecía ver a los Malfoy. 

—¡Black! 

Estaba sentada en la sala común de los profesores, recogiendo notas para las siguientes clases. Quería adelantar para no tener mucho que hacer en Navidad, solo disfrutar del castillo y de mis alumnos, me sobresalté cuando dijeron mi nombre y tiré varios de mis papeles al suelo.

—¡Hermione! Por favor, vaya susto me has dado.

—Lo siento, estoy muy emocionada —dijo sentándose a mi lado— ¿Qué te vas a poner?

—Qué me voy a poner para qué? —contesté, extrañada.

—¡Ron! ¿No se lo has contado? —Giró la cabeza y miró hacia las escaleras.

—¡Se me olvido! —respondió este gritando desde su habitación.

—Tendría que haberlo imaginado —dijo moviendo la cabeza—. Esta noche tenemos fiesta aquí. McGonagall se ha ofrecido a vigilar con los prefectos y nos juntaremos nosotros. Como la semana que viene tendremos que trabajar he pensado que podríamos aprovechar hoy y jugar a juegos, charlar, bailar un poco... 

—Beber... 

—¡Ni se te ocurra traer bebida, Ronald! Está prohibida en la escuela.

Me reí de su comentario. No estaba mal la idea, necesitábamos ser los jóvenes que éramos en realidad. Habíamos crecido muy rápido y así podríamos tener algo de lo que se nos negó. Pero, en ese momento, puse cara de pánico y Hermione lo notó.

—¿Qué te pasa? ¿No te ha gustado la idea? —preguntó, abatida.

—Sí, me gusta, Hermione, pero no tengo nada que ponerme.

—¡Yo te puedo dejar algo! Eso no es problema.

—Claro y me lo pongo en una oreja —contesté, sarcástica.

—Seguro que encontramos algo que te siente bien, ya verás —dijo demasiado animada—. ¡Qué ganas! Voy a ver si tengo juegos de mesa muggles para enseñaros...

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—¡Listo! Estás perfecta.

Yo no hubiese dicho tanto, pero la verdad era que no me quedaba mal. A pesar de ser mas gorda y bajita que Hermione, había encontrado un conjunto que me estaba bastante bien. Un poco ajustado, pero resaltaba mi pecho y ocultaba bastante las imperfecciones. Al final, me gustaba siempre ponerme cualquier tipo de ropa y lo que me costaba era encontrar mi talla, cosa que me frustraba bastante. En realidad, cuando lo hacía siempre me daba igual que llevar, mientras estuviese cómoda. Un vestido verde con detalles negros, con escote y tirantes que se ajustaba hasta mi cintura y después caía en las rodillas, con unos tenis negros, un colgante con una cadena negra que me había regalado Draco en uno de mis cumpleaños y el pelo negro suelto. No era muy arreglado, pero me negué a ir de gala, por mucho que Hermione insistiera. Sabía que los demás no iban a tomárselo tan en serio.

—Me siento rara aquí sin la túnica —dije mirándome al espejo.

—Da gracias que no la he tirado. Necesitas más ropa casual, tendremos que ir de compras. Seguro que Ginny nos ayuda.
—¡Bien! —dije irónicamente—. No te enfades, Herms. No me gusta ir de compras.

—Ni a mí. Pero esto es una emergencia.

Bajamos a la sala común. Hermione se lo había currado, había que admitirlo. Ya estaban todos allí charlando animados y me puse muy contenta, estaba todo decorado de todos los colores de las casas, con comida y bebida, luces y música muggle para bailar. Me fijé en que Cho, Neville y Pansy estaban ya en la pista. Me acerqué a la mesa mientras Hermione iba con Ron a arreglarle la camisa que se le había salido del pantalón. Cogí algo de bebida y cuando me disponía a irme note que Harry se ponía a mi lado.

—Te doy una cosa si prometes no decírselo a Hermione —dijo tapándose la boca para que nadie nos escuchase—. En realidad, es la única que no lo sabe. Es una bebida muggle . —Sacó una petaca y me echó bebida en el vaso—. Tenemos todos alguna. Cuidado que la subdirectora no te pille.

—Tendré cuidado —contesté sonriendo y probando la bebida. Hice una mueca, no estaba acostumbrada a algo tan fuerte

—Con moderación, no querría tener que ayudarte a volver a rastras a la cama.

—Tranquilo, Potter. Sé cuidarme. 

—Eso espero. —Se dio la vuelta antes de irse—. Por cierto, estás muy guapa.

—Gracias —dije, sonrojándome por el cumplido.

Pasé un rato genial bailando con Hermione y Ron. Jugué a un juego que me enseño Ginny de lanzar bolas de ping pong a unos vasos y si lo conseguías el otro tenía que beber. Era malísima y acabe perdiendo, pero la pelirroja se partía de risa y me llevó de nuevo a la pista de baile con Luna, mientras esta nos enseñaba unos pasos muy extraños. Oliver nos trajo mas bebida y yo ya estaba bastante mareada pero eufórica, así que no me importó.

—Mírala, se creerá guapa y todo  —escuché a mi espalda.

—No sé quién le ha dicho que le queda bien. Mira sus pechos, parece que van a estallar...

—Solo quiere llamar la atención, es lo único que tiene para que se fijen en ella.

Me giré y vi a Angelina y a Cho que me miraban con condescendencia. 

—¡Ups! Nos has escuchado —dijo Angelina riéndose—. No pasa nada, seguro que lo que hemos dicho ya lo sabías.

Cho soltó una carcajada y vi que tanto Oliver como George nos estaban mirando. Seguramente, tan cerca que estaban, habían escuchado toda la conversación. En silencio, me di la vuelta y corrí fuera de la sala, hacia el pasillo. No quería que nadie me viese, así que me dirigí hacia el aula de pociones. Nada más cerrar la puerta comencé a llorar. No solo por lo que me habían dicho, sino porque me afectase tanto. Pensaba que esas cosas ya habían acabado en el colegio, ahora éramos adultos, o eso se suponía. Me senté apoyándome en la puerta hasta que oí unos golpes.

—Black, ¿estás ahí?

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