C8 - ALAN

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Juliana y Valentina estaban frente a frente en mitad del despacho de la detective. Valentina soportaba como podía la virulencia de su mirada. Pero a pesar del gesto severo, Juliana hablaba serena, en una demostración de contención admirable.

—Te lo voy a preguntar por última vez, y si no me respondes quedarás fuera del caso... Incluso puede que quedes fuera del caso aunque me respondas: ¿qué hacías en Polis?

Valentina le sostuvo la mirada dispuesta a seguir negándose a desvelar el objetivo de su misión. Pero, finalmente, creyó que era más conveniente contárselo. Mejor que supiera la verdad a que pensara cualquier disparate.

—Yo estaba allí simplemente para indicarle a Victoria quién era Alan.

Juliana resopló impaciente.

—¿Para qué?

—Para clonar su móvil.

—¿Que qué? —Juliana lo había oído perfectamente.

—Para clo-nar su mó-vil.

—¿Y lo consiguió?

—Sí.

—Pues anúlalo.

—No.

—Es ilegal.

—Pero lo estoy haciendo yo, no tú, además, lo más difícil ya está hecho y puede ser muy útil para encontrar a James.

—Es una orden.

—Yo no soy policía, no tengo por qué obedecerte.

Juliana era lista, sabía que tener acceso a las conversaciones y contactos de Alan les podría servir, pero en su posición no podía dar el visto bueno a tal ilegalidad. Respiró hondo, pasó junto a Valentina para llegar hasta una garrafa expendedora de agua y llenó un vaso. Con pasos lentos, se acercó a ella por detrás hasta colocarse a su lado.

—Tienes razón, eres una civil. Pero yo sí soy policía y no lo puedo aprobar. Haz lo que consideres oportuno —se acercó tanto a Valentina que esta sintió un escalofrío al notar su aliento en la oreja—. Pero nunca más, y es la segunda vez que te lo digo, vuelvas a hacer algo por tu cuenta que pueda interferir en la investigación.

Debería echarla, tenía motivos más que suficientes para que el capitán Beltran Camacho la pusiera de patitas en la calle... Y, sin embargo, le estaba dando otra oportunidad.

—Si te lo tengo que decir una tercera vez —prosiguió Juliana—, te irás a la calle con una denuncia por obstruir una investigación. Y, probablemente, una suspensión de la licencia de investigadora privada.

Juliana bebió agua y se separó de Valentina dándole la espalda. Llegó hasta su mesa, se apoyó en ella y la miró desafiante. Entonces, Valentina caminó hacia la detective y la acorraló entre su cuerpo y la mesa, invadiendo su espacio personal.

—Alan no me vio —se defendió la investigadora.

Estaban muy cerca, hasta el punto de que para mirarse a los ojos tenían que ir de uno a otro de manera ostensible. La voz de Juliana sonó ahora menos firme.

—Eso no lo sabes.

—Estoy segura de ello. Confía en mí.

—Me lo estás poniendo realmente difícil, Valentina.

—Si no te dije nada fue para no ponerte en un compromiso. Me cambié de ropa, llevaba el pelo suelo tapándome la cara, esperé a Victoria en la otra punta del local, que estaba abarrotado. Él no me vio, punto.

Juliana se quedó callada, se sentía intimidada, alterada, por la cercanía física de Valentina. Tenía que volver a recuperar el control de la situación.

—Seguiremos con lo planeado, no hacerlo sería delatarnos... pero como Alan no acuda a la cita, ya sabes que quedas fuera del caso... y sin licencia.

Se miraban a los ojos intensamente. Durante un pestañeo, Juliana no pudo evitar bajar la vista a los labios de Valentina, pero esta estaba tan ofuscada que no se dio cuenta.

—El irá. Te vuelvo a repetir que confíes en mí.

—La confianza y la lealtad hay que ganárselas. Y son esenciales en un trabajo policial, no son caprichos, algunas veces de ello depende vivir o morir.

Valentina alzó las cejas ante esta nueva muestra de dramatismo de Juliana. Y también se cruzó de brazos para mostrar su enojo, lo que hizo que sus pechos se elevaran visiblemente.

—No hace falta que te pongas así. Lo habría entendido igual con menos drama.

Sin poder evitarlo Juliana, la vista se le fue al escote de Valentina... Pero consiguió reaccionar y enseguida volvió a mirar a la investigadora a los ojos.

—¿Drama? ¿Crees que esto es una actuación, una película de polis? El caso es que pusiste la operación en peligro, y eso es un pecho... ¡un hecho! —rectificó inmediatamente.

Valentina alzó las cejas con cierta diversión. ¿Había oído bien? Notó la cara azorada de Juliana e, instintivamente, se retiró unos centímetros. Juliana sentía cómo la sangre se le acumulaba en el rostro. Tenía que salir de allí.

—Nos vemos esta noche a las diez, no llegues tarde, y hazlo sola, si te es posible —ironizó con dignidad—. Ya puedes irte.

Valentina la miró intensamente, estaba tan ofuscada que decidió pasar por alto el desliz verbal de Juliana y no hacer sangre, así que, simplemente, dio media vuelta y salió del despacho.

Una vez fuera, casi arrolla a Kevin, que pasaba por delante de la puerta.

—Hey, Valentina, dónde vas tan... ¿estás bien?

La chica estaba sofocada por el cúmulo de estímulos contradictorios que invadían su cuerpo y su cabeza.

—Sí... ¿tu jefa es siempre tan dramática?

Kevin sonrió y la tomó del brazo.

—Ven, te invito a un café.

Una vez en la salita de descanso, Kevin le prestó su hombro para que su amiga se confesara.

—Mira, Valentina, ir otra vez a ese garito fue un poco temerario..., pero yo, si fuera civil, habría hecho lo mismo. No le hagas caso a Juliana, pero entiende que ella está atada a su graduación. A mí puedes contarme lo que quieras... estoy de tu parte.

—Gracias, Kev. Pues que sepas que pienso seguir adelante con lo del móvil. Y se lo he dicho a ella también, me dan igual las consecuencias. La vida de James está en juego.

—Lo entiendo... y si decides hacer algo más, cuéntamelo, pídeme consejo. ¿De acuerdo?

—De acuerdo.

Y Valentina le acarició la mano de forma amistosa, como señal de agradecimiento. En ese momento entró Michael.

—Hola, Valentina. Menuda nochecita, ¿eh?

—Vaya, las noticias vuelan...

—Menudo pollo ha montado esta mañana Juliana, se subía por las paredes.

—Ya la he bajado yo, no se preocupen.

Los tres rieron. Valentina se levantó y agitó la mano a modo de despedida.

—Bueno, chicos, me tengo que ir. Nos vemos.

Los dos la despidieron también con la mano y se quedaron cotilleando.

—¿Qué se traen ustedes dos entre manos? —preguntó Michael.

—Nada.

—Vamos, se estaban agarrando las manitas.

—Que no, hombre, ha sido un gesto amistoso.

—Pero te sigue gustando...

—No... No sé. Con Valentina siempre todo es... raro.

—Ya... Y con Gloria, ¿qué tal?

—Bah, nada, no ha cuajado.

Michael estuvo a punto de decirle que él tampoco estaba muy bien con Emily, su mujer, que estaban pasando por una especie de bache, pero no lo vio oportuno.

—Ya... Este sábado Emily se va con unas amigas, ¿por qué no hacemos algo juntos? ¿Eh? Pásate por mi casa y hacemos unas canastas. ¿Vale?

—Sí. Vale.

Y los dos sellaron el trato chocando sus tazas de café.

***

—Hola, preciosa.

—¡Hola, papi!

Victoria escuchaba la conversación entre Alan y su hija. Nada relevante había ocurrido hasta entonces. Nada que indicara que Alan supiera algo sobre el paradero de James o, incluso, que fuera traficante de drogas.

—¿Estás ya en casa?

—Sí, me ha recogido Nicole.

—Muy bien... esta tarde tengo mucho trabajo, pero mañana te prometo dedicarte todo el día, ¿de acuerdo?

—Sí. Vale.

—Pórtate bien.

—Vale.

—Un beso. Adiós, preciosa.

—Adiós, ¡muac!

Alan y su hija terminaron la conversación, así que Victoria se concentró en el programa de ordenador que reproducía la memoria del móvil, con todos los mensajes, llamadas y contactos.

Valentina entró en la oficina más calmada de lo que podía esperarse tras la "bronca" que le había echado Juliana. Hablar con su amigo Kevin la había calmado. Aun así, las primeras palabras no fueron precisamente amables con la detective.

—Estoy hasta la madre de Juliana Valdés.

—¿Estamos ya fuera del caso?

—No.

—¿Estaba muy enfadada?

—Es que tiene una actitud de... chula, que me saca de quicio, como si me quisiera comer con patatas, ahí, clavándome los ojos... E invade mi puto espacio personal. Pero hoy la he puesto en su sitio y yo también se lo he invadido. Hasta le ha flaqueado la voz. Yo también sé intimidar. Que se joda.

Victoria la miraba con una curiosidad cada vez mayor.

—¿Te intimida?

—Es que me mira como si quisiera fulminarme, me pone nerviosa.

—Te gusta.

—¿Qué dices? No.

—Sí, te gusta.

—Mora, que no.

—Qué bueno, va a ser verdad que eres bi.

Valentina frunció el ceño, molesta con su amiga.

—Pues claro que soy bisexual, ya lo sabes.

—En teoría, porque en la práctica...

—Me lie con Brenda en la universidad.

—Bah, eso no cuenta, incluso Jackie tuvo una Brenda en la uni. Y lo tuyo solo fueron unos magreos. Nunca te has acostado con una mujer.

—¿Y qué?

—Nada, que ya es hora, guapa.

—Lo será cuando sea.

—Te gusta...

Valentina bufó de impaciencia y abrió con brío la solapa del portátil.

—Eres ultramegapesada, de verdad.

—¿Y qué tal con Robert? No me has contado nada.

—Bien, como siempre. ¡Joder, qué lento es esto! —le gritó al portátil—. Tarda la vida en arrancar.

Valentina pasaba de contarle que su última cita con Robert fue un desastre, porque ella se echó atrás. Se marchó precisamente porque se imaginó a Juliana bajo su cuerpo... Pero eso no se lo diría a su amiga ni de coña o Victoria no la dejaría en paz. Además, sentirse físicamente atraída por alguien no quería decir nada, podía quedarse la cosa ahí perfectamente. Y así iba a ser. Punto.

—¿Entonces sigo con las escuchas o qué?

Victoria la sacó de sus enrevesados razonamientos.

—Pues claro, nuestro cliente es la familia McAdams, y no Juliana "tengo un modelito para cada hora del día" Valdés.

Victoria la observó con media sonrisa... A ella no le hacía falta saber más detalles de lo que se la pasaba a su amiga por la cabeza. No tenía la experiencia de Sophia, pero también se olía lo que se cocía entre esas dos.

—En muchísimos casos, la animadversión hacia una persona es directamente proporcional al grado de interés por ella.

—Pero no en todos. Y, por cierto, ¿qué has visto del móvil de Alan? —Valentina necesitaba cambiar de tema ya.

—Que adora a su hija, que tiene más novias que casanova, que la mayoría de sus contactos riman: Bryan, Ryan, Kiran, Liam... pero ni rastro de trapicheos de drogas entre sus mensajes.

—Pues sigue escuchando.

Victoria se llevó la mano a la sien y la saludó como a un oficial.

—A sus órdenes.

***

La hora del encuentro con Alan se acercaba. Los cuatro, Sophia, David, Juliana y Valentina esperaban sentados en la parte trasera de la furgoneta, aparcada a unos metros de la puerta de entrada a Polis. La investigadora y la detective apenas se habían dirigido la palabra o la mirada. Entre las dos había un enfado difícil de identificar, pero el malestar estaba ahí.

—¿Preparada? —preguntó Juliana a Valentina.

—Sí.

—Tienes que estar concentrada —dijo Sophia— y no salirte de tu papel... necesitamos estar coordinadas.

—De verdad, Sophia, no te preocupes lo haré como hemos acordado.

Valentina estaba intentado contenerse y ser cordial a pesar de lo que la irritaba que todos la trataran como a una cría descerebrada.

—No improvises —advirtió Sophia.

Y Valentina ya no se contuvo más.

—Tranquila, sólo me sacaré una teta para distraerlo.

Valentina retó a la seria oficial con la mirada, hasta que desvió la vista hacia Juliana y la pilló esbozando media sonrisilla divertida. La detective no sabía si lo había dicho para burlarse de ella, por su desliz anterior, pero sabía que lo mejor era no darle importancia y tratar de tomarse la cosa con humor. La investigadora también le respondió con otra sonrisa de complicidad. Y las dos notaron que la tirantez con la que se habían tratado toda la velada se había disipado un poco... Pero sólo un poco.

***

—Enséñamela... ¡vamos! Quiero ver la pasta.

Alan y Valentina hablaban en el oscuro almacén de Polis.

—Está todo, que somos colegas, tío... —dijo Valentina la yonqui.

Y le dio un fajo de dólares que el tipo contó meticulosamente. Alan sonrió, Valentina tragó saliva, vio cómo el camello sacaba una bolsita con los gramos de cocaína solicitados y, justo cuando la chica fue a cogerlos, una pistola salida de la oscuridad se posó en la sien del hombre.

—Policía de Los Ángeles —la voz de Juliana sonó firme.

Frente a los ojos del inmóvil Alan, Sophia apareció de la nada mostrando su placa.

—No hagas ninguna tontería. Sal del local tranquilamente y ve hasta una furgoneta blanca de una empresa de limpiezas que hay aparcada enfrente. Si huyes, enviaremos a tu hija a servicios sociales y se convertirá en la fulana de algún mierda como tú.

Sophia imponía, y si a Alan no lo convencían sus palabras, seguro que lo haría su actitud. El tipo miró a Valentina con media sonrisa llena de pesar.

—Ya me dijo mi madre que no me fiara de las rubias.

***

Una hora más tarde, Alan ya estaba en la comisaría siendo interrogado por Kevin y Michael. El primero miraba al detenido de pie con los brazos cruzados apoyado en la pared, mientras que Michael estaba sentado frente a él, leyendo los documentos que sostenía en las manos.

—Posesión de drogas, robo con arma blanca, más posesión de drogas, robo de un vehículo...

Alan escuchaba los cargos con media sonrisa desdeñosa.

—¿No van a interrogarme las bolleras guapas?

Al otro lado del cristal, Juliana y Valentina evitaron mirarse entre sí. Les acompañaban Sophia, David y Beltran. La oficial sí que las miró con un atisbo de sonrisa en los labios.

—Sólo te falta lo de esta noche —continuó Michael— para tener el repóker del reincidente. ¿Cuántos años le pueden caer, Fletcher?

El policía se volvió hacia su compañero.

—Si la fiscalía se empeña, y se va a empeñar... mínimo cinco.

—Vaya, vaya. Y tu hijita... Maya, ¿verdad? —Alan apretó la mandíbula al oír el nombre de su hija de boca de Michael—, tendrá cuando salgas... doce o trece añitos, ¿no es así?... Y habrá pasado por una decena de casas de acogida y seguro que ya tendrá a algún miserable de novio.

—¿Qué es lo que quieren?

Alan ya no sonreía.

—Eso está mejor.

Entonces entró Juliana dando largas y pausadas zancadas, y movió la cabeza para indicarles a sus hombres que salieran de la sala. Alan volvió a su pose de chulito.

—Vaya, vaya, pero mira qué preciosidad para mí solito.

Juliana se sentó delante de él sin mover un solo músculo de la cara.

—¿No va a venir tu novia también? Me prometió que me haría una mamada si le daba la coca.

Al otro lado del espejo de la sala de interrogatorios, Valentina miró a Sophia negando con la cabeza.

—Eso no es verdad, ¿eh?

—¿Lo de la mamada o lo de que son novias?

—Ninguna de las dos cosas.

Valentina tenía sentido del humor, pero no sabía por qué razón tenía que negar tan categóricamente ante la bravuconada del tipo. Sophia volvió su atención a la sala y la investigadora advirtió entonces cómo David se aguantaba la risa.

Dentro, Juliana continuaba impertérrita ante Alan.

—¿Conoces a James Lewis?

—¿James? —Alan se sorprendió ante la pregunta—. ¿Ese pijo enclenque?

—Supongo que hablamos del mismo.

—Sí. ¿Por qué?

—¿Cuándo fue la última vez que lo viste?

—No sé... hace más de una semana. ¿Por qué?

—¿Te debe dinero?

—¿Qué tiene que ver James conmigo?

—Yo pregunto. Colabora y esta noche dormirás en casa con tu hija.

Alan se removió en la silla y volvió a ponerse serio. Evidentemente, su punto débil era su hija.

—A mí no, a mi jefe.

—¿Suficiente como para secuestrarlo?

—¿Secuestrarlo? ¿Lo han secuestrado?

Juliana lo escrutó con la mirada. El tipo parecía genuinamente sorprendido.

—¿No sabes nada?

—Yo qué voy a saber. Yo no sé nada de un secuestro. Mi gente no ha sido.

—¿Acaso te lo cuentan todo?

Alan quedó callado durante unos segundos y habló ahora con un tono impaciente en su voz.

—¿Te importaría decirme qué cojones quiere la policía de mí?

—Te vamos a soltar, vas a actuar normalmente, no vas a decirle a nadie que te hemos arrestado y te vas a convertir en nuestro colaborador. Encontrar a James Lewis es un empeño personal del alcalde. Si no quieres renunciar a tu hija será mejor que colabores con nosotros, te daremos protección.

—Sí, claro —Alan sonrió irónico.

—Entraran en protección de testigos si es necesario. La familia de ese "tipo enclenque" tiene mucho dinero e influencias. Ya estás jodido, Alan. Te estoy ofreciendo una salida.

Alan lo miró transmitiéndole cómo se sentía realmente: jodido.

—Puedes irte.

Juliana se levantó y salió sin darle opción a réplica. Inmediatamente después entraron de nuevo Michael y Kevin para acordar un encuentro para el siguiente día, en el que le explicarían con más detalle los datos de su misión.

Cuando Juliana regresó a la zona de los despachos encontró a Valentina recogiendo sus cosas.

—Voy a tomarme algo en la salita, ¿te apetece acompañarme?

Preguntó Juliana con su gesto serio habitual. Valentina aún seguía molesta por la bronca que le había echado la detective esa mañana. Su mente se debatió durante un par de eternos segundos si aceptar o no. Pero pudo más su orgullo.

—Si no te importa, me voy a casa. Estoy cansada. Hasta mañana.

—Hasta mañana.

Y Juliana la vio alejarse camino del ascensor, sin poder decirle lo que llevaba rumiando desde esa mañana. Estaba dispuesta a agradecerle su buen trabajo con Alan. Y también a disculparse, no por disentir de sus métodos, sino por haberla amenazado con quitarle la licencia. Su razón le decía que se lo merecía, pero no era su razón lo que estaba empezando a dominar su voluntad.

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Esta historia NO me pertenece, es una adaptación realizada con la autorización de su autora Sliviaka1

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