C9 - EL PAQUETE

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Valentina no había dormido bien. Las palabras y el tono de Juliana habían repiqueteado en su cabeza durante toda la noche. Estaba muy molesta con ella y, aunque entendía su punto de vista, no podía evitarlo. Al mismo tiempo, se sentía mal por haber rechazado su invitación. Ella, normalmente, pasaba bastante más de la actitud de la gente, pero tenía claro que Juliana Valdés, para bien o para mal, conseguía tensarla. Así que lo único que deseaba en ese momento era que el caso se acabara cuanto antes.

A la mañana siguiente, diez minutos antes de la hora acordada, Valentina ya estaba en la comisaría. Juliana desenterró la cabeza de los papeles de su mesa cuando vio desde su despacho cómo Kevin la acompañaba hasta la salita del café.

Dos minutos más tarde, la detective los encontró sentados en una de las mesas charlando animadamente.

—Buenos días, Valentina.

—Buenos días —dijo la investigadora.

Juliana apenas tardó quince segundos en servirse un café y echarle azúcar.

—Fletcher, ¿te importaría dejarnos solas?

A Kevin le sorprendió la petición, pero asintió y se levantó llevándose el café consigo.

—Claro.

Valentina levantó las cejas mientras observaba a Juliana ocupar el lugar del chico.

—¿Vas a darme otra lección?

—No. Quería disculparme por haber cuestionado tu licencia.

Valentina cruzó los brazos sobre su pecho. Estaba a la defensiva y deseaba salir de ese lugar, pero le costaba.

—Me amenazaste.

—Supongo que sabes que me colocas en una situación muy delicada conociendo lo que has hecho. Y supongo que eres lo suficientemente lista como para saberlo, Valentina, pero no debí utilizar la suspensión de la licencia.

Valentina se sintió mal, como una niña egoísta y despreocupada a la que acaban de ponerle delante un espejo. Juliana tenía razón, la había puesto en un compromiso. No se había puesto en su lugar... Pero, aun así, ella también tenía algo de razón, ¿o no? Ya no lo sabía. Había perdido su seguridad, pero no quería demostrarlo delante del aplomo de la detective.

—Vale. Pues todo aclarado —dijo sin apenas mirarla.

—También quería decirte que hiciste un buen trabajo con Alan.

—Y sin sacarme una teta.

Valentina estaba nerviosa, y cuando lo estaba, decía cosas como esa. Juliana sonrió de un modo apenas perceptible e, inmediatamente, Valentina pensó que tanta bromita con sus pechos igual quedaba uno poco fuera de lugar, sobre todo con una persona tan seria como la detective.

—A partir de ahora haremos nosotros el seguimiento de Alan, ya no tendrás que estar en primera fila.

—Pues —Valentina se encogió de hombros contrariada—, la verdad es que no me parece bien, pero sólo soy la civil, claro...

Juliana retomó su seriedad habitual.

—Participar activamente a partir de ahora e involucrarse más profundamente en la organización puede resultar peligroso, Valentina.

Valentina, Valentina, Valentina. ¿Por qué usaba tanto su nombre? La hacía sentirse como una criatura a la que están aleccionando constantemente. La investigadora iba a protestar, pero ya estaba un poco cansada de ir siempre a contracorriente. Para ella estaba claro que podía seguir siendo la yonqui, e infiltrarse ella también de alguna manera en el grupo de traficantes. Pero ese no era el momento para discutirlo, habían llegado a un punto de cierto entendimiento y no quería romperlo.

—Pues vale, Juliana —ella también sabía decir su nombre—. Si por ahora no es necesario... Pero estoy dispuesta, que conste. Creo que se me da bien hacer de yonqui... igual he nacido para esto.

Juliana esbozó de nuevo media sonrisa y Valentina la imitó. Tanto la seriedad de Juliana como su sonrisa la turbaban de modos distintos, pero estaba claro que no la dejaban indiferente. Ambas bebieron café y miraron el oscuro líquido en silencio.

—Sé discreta con lo del móvil. Pero si hay algo que consideras importante para el caso, házmelo saber... sólo a mí. ¿Entiendes?

—¿Quieres saberlo?

Lo que Juliana quería evitar era una nueva actuación temeraria de la investigadora. Si le comunicaba los hallazgos importantes, sabría a qué atenerse y, si fuera necesario, la vigilaría de cerca.

—Si es importante, sí —Juliana la miró fijamente—. Serás como mi informante. No tengo por qué saber de dónde obtienes la información.

Valentina asintió comprendiendo las palabras de la detective. Eso representaba para ella una pequeña victoria, pero decidió no restregárselo por la cara, al fin y al cabo, le había pedido disculpas.

—De acuerdo, así lo haré.

Juliana hizo un gesto de asentimiento con la cabeza.

—Gracias, Valentina.

Valentina no pudo evitarlo y se lo dijo.

—Me vas a gastar el nombre.

—¿Cómo? —preguntó confusa la detective.

—Nada.

La investigadora sonrió por la situación y, también, como gesto de aceptación de su agradecimiento. Apuró su café e hizo ademán de coger el bolso.

—¿Nos vamos?

En media hora se iban a reunir las dos con Alan para concretar los términos de su "colaboración" con la policía. Juliana creía que el tipo estaría más "receptivo" con las dos mujeres que con cualquiera de los demás policías de su equipo. Aun así, le ofreció a Valentina la posibilidad de no acudir.

—No es necesario que vengas, si no quieres. Te mantendré informada. —respondió Juliana.

—Claro que voy a ir.

Quizás no contaran con Valentina para adentrarse en la Ice Nation, pero quería seguir lo más pegada al caso posible.

***

Las dos se reunieron con Alan en la cafetería de una solitaria gasolinera a las afueras de la ciudad. El tipo las esperaba sentado en una de las mesas más escondidas del local. En cuanto las vio aparecer, colocó su sonrisita de chulo de poca monta.

—Hey, rubia, anoche te eché de menos en el interrogatorio.

La rubia lo ignoró y se sentó frente a él con rostro severo, en consonancia con el gesto serio de Juliana.

—Hola, Alan, has hecho lo correcto acudiendo a la cita —dijo la detective.

Pero Alan seguía con su expresión chulesca mirando lascivamente a las dos mujeres.

—Hacen una pareja deliciosa... les aseguro que se lo pasaian genial conmigo.

Valentina se hartó de las tonterías del tipo y dijo sus primeras palabras.

—Eres un baboso, cállate ya.

Pero Alan estaba encantado de conocerse y seguía con lo mismo.

—Vaya genio, seguro que eres tú la que mandas en la cama, ¿a que sí?

—Cierra la puta boca, Alan, y escucha.

Valentina miró a Juliana con ojos desorbitados, era la primera vez que escuchaba a la estirada detective decir una palabra malsonante. Alan se limitó a recostarse en su silla con actitud desdeñosa.

—Lo que tienes que hacer es muy sencillo —continuó Juliana—: acercarte a tu jefe y preguntarle por James, decirle que hace diez días que no lo ves, que te preocupa la pasta que os debe, que qué haces al respecto, si lo buscas o qué... lo que se te ocurra.

—Móntatelo como puedas —intervino Valentina—, pero sácale algo del chico. ¿De acuerdo?

—Chupado. El único problema es que no sé dónde está mi jefe. Nadie lo sabe.

—Explícate —exigió Juliana.

—Él se pone en contacto con sus... comerciales a través de su hombre de confianza.

—Pues invéntate algo para que quiera verte —continuó Juliana—, tú le conoces, sé creativo... Y hazlo hoy.

—Dile que una yonqui con estudios quiere meterse en el negocio —Valentina se señaló a sí misma con ambos pulgares—, que tiene muchos amigos ricos enganchados... puedo ser una mina.

Juliana la miró interrogante.

—No me mires así, no quiere decir que lo vaya a hacer.

La detective ya no se fiaba de las impetuosidades de Valentina.

***

Cuando Valentina llegó a su oficina encontró a Victoria escuchando una conversación de Alan con una de sus ligues.

—Siempre dices lo mismo y luego nunca apareces —dijo una melosa voz femenina.

—Esta noche sí, encanto, no desesperes...

—¿Ese es Alan? —preguntó Valentina.

—Ajá —aclaró Victoria.

—Ya la tengo dura sólo con oírte, preciosa —continuó el tipo.

—Joder, qué guarro es el tipo, no para. Corta eso, anda.

—No, Valentina, que lo tengo que escuchar todo... Y no creas que esta es la primera tía de hoy, que me parece que aquí el donjuán va a tener una noche de lo más movidita.

—Pero si no hace ni una hora que hemos estado con él.

—Pues no pierde el tiempo.

Valentina soltó el bolso sobre el escritorio con gesto cansado.

—¿Todavía no nos han echado del caso?

—Qué va... La superdetective me ha pedido que la mantenga al tanto de las escuchas.

—¡Qué me dices! —exclamó incrédula Victoria— ¿En serio? Está ligando contigo ¿o qué?

—No empieces... Estoy aún en el caso, pero no voy a estar en primera fila, por mi seguridad, más o menos eso me ha dicho... Ya la convenceré.

—O no. Somos libres de llevar nuestra investigación como queramos. No necesitamos convencer a nadie.

—No. Podríamos empeorar las cosas. Una injerencia más y Juliana...

Valentina pasó su mano de lado a lado del cuello, como si se cortara la cabeza.

—Ya veo. Te gusta...

—¡Por dios, Victoria! Eres más pesada tú con el temita que Alan con su pene.

—Es que es verdad que te gusta —Victoria la señaló con el dedo cual meme viviente—... ¡y lo sabes!

—Idiota.

—Confiesa.

Valentina se debatía entre darse por vencida con su amiga o no. Igual si lo reconocía la dejaba en paz.

—Me atrae un poco. Eso es todo.

—Ja. Un poco dice. Nena, el otro día aquí, la tensión sexual entre ustedes era más espesa que la niebla de Londres.

—Oh, ¿ahora eres poeta?

—Reconócelo.

—Ya lo he reconocido.

—Te atrae mucho. Y tú a ella.

—Eso no lo sabes.

En ese momento llamaron a la puerta y Valentina abrió: era Violetta.

—Hola —Violetta saludó a ambas con la mano.

—Hola, guapa, ven aquí, que quiero perderme en tu pelo.

Era obvio que lo decía por la frondosa cabellera de Violetta. Victoria se levantó y abrió sus brazos mientras Violetta se dirigía hacia ella con una amplia sonrisa.

—Pero si te gusta.

—Por eso lo digo, tontita.

Valentina sacó la lengua exageradamente como si fuera a potar. Cuando las dos se juntaron, se dieron un besote sin cortarse un pelo. Y después de un minuto, Valentina carraspeó aposta para ser escuchada.

—Tranquila, que ya nos vamos —dijo Victoria.

—Si se pueden quedar, pero si van a darse un atascon, me voy yo.

—Rancia. Nos vamos al cine. Cualquier llamada de Alan quedará grabada, no tienes por qué quedarte pendiente escuchando. Luego me paso y las escucho yo.

—No tengo nada mejor que hacer.

—Vente al cine con nosotras —sugirió Violetta.

—No, así se meten mano a gusto.

Violetta soltó la cintura de Victoria y se acercó a Valentina.

—¿Y tú qué tal con Juliana? Ya me ha contado Victoria que trabajas con ella.

Valentina se encogió de hombros.

—Es un poco estirada, pero ya nos vamos entendiendo.

—Se gustan —aclaró Victoria.

—No le hagas caso. Voy a merendar algo. Que se diviertan.

Valentina no pensaba hablar de Juliana con Violetta, ni hablar, así que les dio la espalda y desapareció tras la puerta que daba al comedor.

Victoria le guiñó un ojo a Violetta y se acercó en modo confidencia.

—Es cierto.

La ingeniera cogió su cazadora del respaldo de la silla y las dos salieron de la oficina.

Diez minutos más tarde, Valentina estaba comiéndose un sándwich cuando alguien llamó a Alan por teléfono. El contenido de la conversación la hizo sospechar.

***

—¿Alan? ­—dijo una voz masculina al otro lado de la línea.

—Hola, Marcus... qué casualidad, iba a llamarte yo.

—¿Para qué?

—Quería ver al jefe, por un asuntillo...

—Ya, pues lo hablamos luego. Ven a las diez a la nave.

Juliana había acudido a la llamada de Valentina y allí estaba, en su oficina, escuchando la sospechosa conversación entre Alan y el tal Marcus.

—¿Por qué? ¿Qué pasa? —preguntó Alan.

—Hay que mover el paquete.

—¿Tan pronto?

—Sí, el jefe lo quiere ya.

—Okey. Allí estaré.

La petición para intervenir el móvil de Alan estaba a punto de ser aceptada, pero la policía aún no tenía el permiso. Juliana no le había dicho a Macario que Valentina había clonado el móvil, no iba a poner al capitán en esa tesitura. Pero sabía que Valentina iría al encuentro con o sin su permiso, así que ella también tendría que ir, porque no quería dejarla sola. Eso era temerario, ya que el simple hecho de estar allí siendo policía y sirviéndose de una ilegalidad era, cuanto menos, sancionable. Pero ella también sabía ser "flexible" con las normas si un bien mayor lo requería, y esta vez lo requería.

—El paquete podría ser James, ¿no? —sugirió Valentina.

—No creo que Alan nos haya engañado... Podría ser simplemente un cargamento de droga.

—Habrá que comprobarlo, ¿no?

Valentina sonrió y Juliana la miró sabiendo que, efectivamente, iban a comprobarlo.

***

Gracias a una aplicación y al pirateo de su móvil, Juliana y Valentina pudieron seguir los pasos de Alan hasta una nave abandonada en una zona industrial en el extrarradio de Los Ángeles. Eran las diez menos diez cuando el traficante entró en el local. Fuera, ocultas por la oscuridad de la noche, vigilaban dentro del coche de la detective. La inmensa habilidad de Victoria también había hackeado el micro del móvil de Alan para que captara lo que hablaran el traficante y sus colegas.

Nada se oía aún, por lo que dedujeron que estaba solo.

—Valentina, no vayas a hacer nada sin consultarlo conmigo, por favor. Esa gente es peligrosa.

—Juliana, la situación de hoy no tiene nada que ver con la del bar, no me tomes por una irresponsable.

Se miraron durante unos instantes, pero enseguida desviaron la atención hacia la entrada de la nave. Un silencio incómodo amenazaba con envolverlas, así que Juliana pensó en hacerle una pregunta que le rondaba desde que la conoció.

—¿Por qué te hiciste investigadora?

—Porque no pinto tan bien como crees —se miraron y se sonrieron—. ¿De verdad quieres saberlo? Es una larga historia.

—Sí.

Entonces, Valentina se puso seria y volvió a hablar.

—Mi padre era ingeniero de caminos y hace cinco años murió en un accidente de trabajo, en una obra municipal —Juliana la miraba seria, mientras que Valentina no quitaba ojo de la entrada de la nave—. El seguro del ayuntamiento quiso hacernos creer que fue un suicido para no pagar indemnización, así que mi madre contrató a un investigador privado para que demostrara que fue un accidente. Y consiguió demostrar que, al menos, no fue un suicidio... algo en la plataforma en la que estaba subido no iba bien. Pero a mí, tras su investigación, me quedó una sospecha indefinida de que quizá, tampoco fue un accidente.

Valentina miró a Juliana.

—¿Qué quieres decir?

Valentina volvió la vista otra vez hacia la nave.

—Durante el primer año que tuve la licencia me dediqué a investigar, pero no avancé mucho más de lo que lo hizo el investigador que contratamos... simplemente creo que había algo turbio y que no fue un accidente...

—¿Estás insinuando que fue asesinado?

Valentina se encogió de hombros.

—El resumen es que encontré mi otra vocación: desenmascarar a los tramposos, lo sean por hacer grandes estafas en seguros o por pequeñas infidelidades...

Valentina sonrió por primera vez desde que empezó el relato, pero Juliana la seguía mirando seria.

—Siento lo de tu padre.

La investigadora miró a Juliana con agradecimiento.

—¿Y tú? ¿Por qué te hiciste policía?

—A mí tampoco me gusta la gente mala.

Valentina sonrió ante lo escueta que era Juliana conversando. Estaba claro que era ella la que debía proponer temas.

—Mi madre se volvió loca cuando le dije que quería ser investigadora privada... ¿tus padres cómo se tomaron lo de ser policía?

—Mis padres murieron en un accidente de coche cuando yo era un bebé. Mi padre adoptivo es militar, y no le importó que fuera policía.

Valentina la miró con una inmensa ternura. A pesar del tono firme de Juliana, su miraba denotaba aún tristeza, como si el tiempo no lo curara todo...

—Vaya charla más animada —dijo Valentina con amarga ironía.

Entonces la investigadora sintió el impulso de cogerle la mano. De pronto, ante sus ojos, veía a la Juliana vulnerable que había debajo de esa coraza de impasibilidad y de seguridad en sí misma. Hacía unos días se preguntaba si su vida habría sido difícil, y en ese momento supo que seguramente sí. Y le cogió la mano. Juliana se sorprendió y miró hacia las manos unidas, y luego a los ojos de Valentina, y aceptó ese gesto amistoso, resistiéndose al impulso de apartar la mano.

Pero ese momento de conexión entre ambas se cortó, y soltaron sus manos en cuando vieron a dos hombres entrar en la nave. Unos segundos después, escucharon la voz de uno de ellos a través de la aplicación del móvil.

—Hola, Alan, tan puntual como siempre —dijo Marcus.

—Si ya han limpiado el sitio de droga, ¿para qué cojones me has llamado? —se quejó Alan.

—Tenemos una duda... a ver si tú nos la aclaras.

Silencio. Juliana y Valentina se miraron interrogantes.

—¿Qué ocurre? —preguntó Alan.

—Esta mañana he tenido una charla muy interesante con Tim.

—¿Tim? ¿El yonqui?

—Durmió la mona en comisaría, dice que te vio salir a las dos de la mañana, por la puerta principal, como un señor.

—Mierda —susurró Juliana.

—¡Qué cojones! Estuve en Polis toda la puta noche... ¿Se van a fiar de la vista de un drogata ciego de coca?

—La verdad es que el camarero de Polis también dice que desapareciste un par de horas anoche.

—¿Uno no puede ir a mear o qué?

—Tim es de mi total confianza y no tiene dudas. Di la verdad, Alan.

Tras unos segundos de silencio, Alan volvió a hablar.

—Mira, Marcus, una tipa me montó un pollo porque decía que le había pegado, y ya sabes lo celosas que se ponen... me interrogaron, se aclaró todo y me mandaron para casita. Nada del otro mundo.

Juliana y Valentina se miraron asustadas cuando escucharon el clic del seguro de una pistola.

—¿Qué carajos haces, Marcus?

—¿Qué trato has hecho con la tira? ¿Por qué quieres ver al jefe?

—No he hecho ningún trato. Quería ver al jefe para saber qué cojones hago con el imbecil ese que nos debe pasta, James, eso es todo.

—¿Qué hacías en comisaría, Alan? Es la última vez que te lo pregunto.

Silencio. Juliana y Valentina miraban atentas el móvil de la investigadora. Entonces se escuchó un forcejeo y dos disparos seguidos. Silencio.

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Esta historia NO me pertenece, es una adaptación realizada con la autorización de su autora @Silviaka1

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