03

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

04. De vuelta al orfanato

━━━━━━🌙 ━━━━━━

El taxi la dejo al frente de las grandes escaleras que daban paso a la puerta principal donde ya la esperaba su director.

Marcel Pierre, un millonario que decidió abrir su propio orfanato hacía unos diez años. Él había ido a diferentes hogares de acogida a buscar a los niños que entrarían a su casa, los había seleccionado uno a uno. Leylah fue una de ellas.

Muchos mencionaron lo afortunada que era por tal oportunidad, y al principio ella misma lo creyó así, pero pronto se dio cuenta que no lo era.

Subió con pesar los escamones, arrastrando su valija con ella. Al llegar a la puerta, se enderezo y contuvo la respiración.

— No te quedes ahí parada, Leylah, pasa.

Miro durante un segundo sobre su hombro viendo el exterior, un fuerte sentimiento de libertad que le era arrebatado.

Cruzó el marco de la puerta y un segundo después escuchó el cerrojo de esta.

— Muy bien, espero que tu año en la academia haya ayudado con tus problemas de comportamientos — se acercó por detrás y puso una mano sobre su hombro — Ve a desempacar, la cena estará lista en un par de horas. Más tarde, me gustaría hablar contigo sobre tu comportamiento en el colegio.

— Si — contestó cuando pudo encontrar su voz

Hizo un sonido de disgusto — Si, ¿qué?

— Si, señor

━━━━━━🌙 ━━━━━━

Su cuarto lo compartía con tres chicas más que tenían casi su misma edad, ella era la más pequeña de todo el orfanato.

Ordeno su ropa en el espacio que le correspondía, saco algunas sabanas e hizo la cama y para terminar coloco el peluche en forma de conejo con el cual no podía dormir sin él. Su libro descansaba en la mesa de luz a su lado junto la lámpara y su portarretrato vacío.

Recordándote lo sola que estaba en el mundo. ¿Quiénes eran sus padres? ¿Los conocería algún día? ¿Cuáles eran los motivos de su abandono? Preguntas que se hacía cada noche, torturándose a sí misma; ¿Qué había hecho mal? ¿Podría algún día ser suficiente para alguien?

Tres campanas sonaron lo que significaba que ya era hora de la cena.

Bajando las escaleras se encontró con la fila de mujeres, las cuales marchaban de forma automática al comedor.

En la mesa ya los esperaba su director y el ama de llaves, Amanda, cada uno en un extremo.

Todos se sentaron y esperaron la orden para comenzar.

Marcel veía y escuchaba con satisfacción a los niños comer en silencio y educadamente. Su mirada se poso en Leylah, su estudiante estrella.

Incluso desde aquella distancia podía sentir como los músculos de su pequeño cuerpo estaban tensos. Le gustaba esa reacción que obtenía de ella, con ese miedo que se instalaba en sus ojos azules y como le obedecía en todo.

Porque si había algo que le gustaba a Marcel era la obediencia y sumisión.

Cuando los platos fueron vaciados les ordenó retirarse a sus habitaciones.

— Leylah, acompáñame

La menor se levantó de su asiento y camino hasta llegar a su lado con lentitud. Atrasando lo inevitable.

Ambos se encaminaron por el pasillo que estaba al lado de las escaleras que dirigían a los cuartos.

Había hecho esta secuencia muchas veces en su pasado. Sabía que en veintitrés pasos llegaría a una escalera que bajaba al sótano de la mansión y sabía que luego de los doce escalones debería dar otros diez para sentarse en una silla.

Su mente iba muy rápido, tratando de encontrar algo que la haya puesto en esta situación, pero no pudo encontrar nada.

Llegaron al lugar más solitario de la casa, bajaron los escalones y luego sentó en el asiento frente a él.

— Me llegaron tus calificaciones, excelentes como siempre — empezó sentado en su silla giratoria. Le mostró su boletín donde llego a ver sus notas. El mayor se estiró y tomó otro papel entre sus manos — Sin embargo, también me llegó una nota por mal comportamiento en una de tus salidas al museo.

— Eso no fue mi culpa, mi compañera se cayó sola

Marcel asintió — Pero eso no dice la nota, ¿O sí?

Los hombros de la niña bajaron, derrotados — No, señor

— Eso creí — Sonrió — Ahora, ya sabes cuál es tu castigo. Ven aquí, estrella.

Se acerco casi temblando, subió a su regazo y rezo. Una oración corta y llena de esperanza.

— En silencio, estrellita. En silencio — susurro en su oído.

━━━━━━🌙 ━━━━━━

Una hora después se acostó en su cama.

Las lágrimas bajaban por su rostro y se perdían en su almohada. Todos a su alrededor dormían por lo que debía estar en silencio para no despertar a nadie.

Silencio.

Se aferraba con fuerza a su peluche, mientras los espasmos de sus sollozos. ¿Hasta cuando iba a soportar la situación? ¿Dónde estaba aquella suerte de la que todos hablaban cuando fue elegida para este hogar?

Siempre había soñado con alguien o algo la salvaba de este infierno (la mayoría de las veces fantaseaba con sus padres) o incluso que se le presentara alguna oportunidad de irse por su propia cuenta. ¿Pero quién le importaba una huérfana como ella? ¿A dónde iría siendo tan pequeña?

Por su mente cruzo el señor Brunner y su tarjeta. ¿Qué le había dicho? ¿Qué podía ir si todo se complicaba?

¿Y si esta era la oportunidad que esperaba?

Se sentó de un salto en su cama con el corazón golpeando fuerte en el pecho. Bajo de su cama y tomo la mochila que usaba para la escuela y la vacío.

Todas las hojas y cuadernos los puso debajo de la cama y metió en cambio las mudas de ropa que tenía. Por último, guardo su libro favorito y su amado peluche en forma de conejo con el cual no podía dormir si no lo tenía.

Cuando salió del cuarto se dio cuenta de que no iba a llegar muy lejos sin dinero. Su corazón se frenó por un segundo porque sabía de donde sacarlo.

De la oficina de Marcel.

La sola idea de entrar por voluntad propia a ese lugar le daba nauseas. per debía ser valiente.

Valiente

Bajo las escaleras con cuidado, alerta a cualquier sonido extranjero que pudiera delatarla. Camino por los pasillos con miedo, pero lo hizo.

bajo al sótano y avanzo hasta el escritorio. Había estado tantas veces ahí tenía memorizado donde estaba cada cosa, incluyendo el dinero.

El segundo cajón estaba cerrado con llave, pero como dijo sabía dónde estaba cada cosa. Levanto el teclado de la computadora y ahí estaba.

La tomo entre sus dedos temblorosos y abrió la cerradura.

Dentro del cajón había unos cuantos cientos de dólares sabía que este dinero estaba ahí para gastos de emergencia y está ciertamente lo era

No le dio culpa tomar trecientos de este monto Marcel tenía mucho dinero en el banco por lo que en realidad no creía que ni siquiera notaría el faltante.

Cerró el cajón con llave y dejó todo como estaba guardo el dinero en su bolsillo delantero del pantalón.

Ahora sólo faltaba ver cómo saldría de ahí sin que se dieran cuenta, la casa tenía alarmas por lo que si habría una ventana o puerta esta sonaría alertando a todos.

De repente recordó que la puerta trasera de la cocina, a pesar de estar cerrada y con alarma, podría fácilmente ser una salida ya que era la única que daba al jardín.

Tomo las llaves que estaban colgadas en una esquina de la oficina junto a las de las otras salidas; esperaba que su memoria no fallara y que fueran esas.

Subió por las escaleras de regreso al pasillo del comedor y siguió por la puerta que daba a la cocina. Todo estaba a oscuras, pero ella podia ver casi perfectamente.

Con una mano temblorosa, coloco la llave en la cerradura viendo como esta entraba bien.

Solo en ese momento cayó en cuenta de lo que estaba haciendo.

¿Enserio era tan valiente como para lograrlo? ¿Qué pasaría si Marcel la encuentra nuevamente? Si le daba un castigo tan horrible solo porque le llamaban la atención en la escuela no quería ni imaginar lo que le pasaría por escaparse.

Valiente. Debía ser valiente.

Decidida, suspiró y dio vuelta la llave para abrir la puerta. Su libertad.

La alarma saltó en un sonido fuerte. Salió por la puerta y volvió a cerrarla, con suerte pensarían que fue una equivocación y no buscarían hasta más tarde, cuando nuevamente fuera de día. Tiró las llaves cerca de la puerta y corrió lo más rápido que pudo.

Debía llegar a la estación de autobuses que se encontraba a unas veinte cuadras. Fue andando, pero no sentía miedo, era como si algo la estuviese cuidando de todos los males.

No había muchas personas en la estación, quizás por la hora que era o porque no había muchos autobuses que partieran ahora.

Se acercó a la única ventanilla que estaba atendiendo.

— Hola, necesito un pasaje para Long Island Sound

— Hola pequeña, ¿Te perdiste?

— No — contestó seca y repitió — Un pasaje para Long Island Sound, por favor

La mujer sonrió incomoda — Claro, sale en cinco minutos. Plataforma cinco

Le pagó y fue en busca del lugar que le había indicado.

El chófer estaba en la puerta del bus, recibiendo los boletos e indicando los lugares. La fila delante de ella solo constaba de dos familias. Llegó rápidamente adelante de todo.

— Puedes sentarte donde quieras — le dijo mientras le tendía de regreso el papel

— Gracias — susurró

Subió al vehículo y camino hasta casi el final. Se sentó del lado de la ventana y puso su mochila en su regazo.

Sus ojos se cerraban por inercia, se sentía tan cansada que no creía poder seguir despierta por mucho más tiempo.
Bostezó y cerró sus ojos cuando el vehículo se puso en marcha.

Dormir un poco no le haría mal sobre todo porque tenía un par de horas hasta su destino.

El sonido de un trueno la despertó.

Miró a los lados sobresaltada, dándose cuenta de que seguía en su asiento. Las gotas de lluvia repiqueteaban contra su ventana produciendo un sonido casi relajante.

Debían ser cerca de las cuatro de la mañana por lo que supuso que todavía tendría al menos otra hora en ese asiento.

Incapaz de volver a dormir, sacó su libro y comenzó a leer para pasar el tiempo.

Cuando iba por la página ciento sesenta y cinco, el chofer anuncio que habían llegado al final de su destino. Se había perdido tanto en la historia que no sabía cuándo el sol había empezado a salir.

Guardo su libro en su mochila, tomó sus cosas y bajó.

A lo lejos observo la colina.

Se encamino hasta allí lentamente, esperando que las palabras de su profesor fueran verdaderas y hubiera un lugar para ella ahí.

"Campamento mestizo"

Pasó el arco y se encaminó un poco más adentro, observando encantada todas las cosas a su alrededor.

No había muchas personas despiertas, pero si se llegaban a observar algunas corriendo de aquí para allá. Uno de esos se acercó a ella trotando.

Una vez estuvo cerca pudo mirarlo con detalles. Cabellera rubia, ojos azules y una cicatriz que sobresalía.

— ¿Eres nueva? 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro