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07. Reconocida y ¿Misión suicida? 

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La mañana siguiente trasladaron a Percy a la cabaña tres.

Ella había tratado de estar a su lado, pero Luke la había castigado por su comportamiento en el juego

Su conversación fue algo así:

— Las reglas eran claras y heriste a tres hijos de Ares

— Ellos estaban atacando a Percy, ¿Qué esperabas que hiciera? ¿Preguntarles si querían ser mis amigos?

— No lo sé, pero no que los hirieras hasta dejarlos inconscientes...

— No los dejé inconscientes

—... Al ser tu conejero, tengo la obligación y deber de castigarte, por lo que te prohíbo acercarte a cualquier tipo de arma.

—¿Qué? —preguntó incrédula — Estas quitándome lo único que me ayudara a sobrevivir fuera del campamento

— No discutas — le dijo y se levantó de la cama frente a ella, donde había estado sentado — Dos semanas de castigo, en vez de practicar, ayudaras en el campo de fresas

Se levantó y se fue del lugar dejándola enojada en su camilla

lo que nos llevaba al presente, cinco días después

Salía del campo de fresas sacudiéndose su ropa de la tierra cuando dos chicas adolescentes se pusieron en su camino, bloqueándole el paso.

Leylah las miro interrogantes con una ceja alzada

— ¿Sí? — preguntó cuando vio que no se movían — ¿Puedo ayudarlas en algo?

— Puedes disculparte — dijo la rubia, la morocha a su lado asintió

— No veo el por qué debería disculparme, no las conozco

— A nosotras no, pero mandaste a nuestros novios a la enfermería — habló nuevamente la misma, parecía ser la más osada de las dos

La Riddle asintió — Entiendo. Entonces, ¿Qué? ¿Vienen a defender su honor o algo así?

La morocha tomó la palabra por primera vez ignorando su comentario

—Si te disculpas, seremos indulgentes contigo. Tal vez —mostró descuidadamente su daga, tratándose de verse amenazante

— Ya me han castigado. Dos semanas

Sus ojos revelaron furia — Mi novio no puede caminar bien y el suyo — señalo a su amiga — Todavía le duele la espalda.

Sabía que quizás lo mejor sería hacerles caso, disculparse y esperar a que su enojo se disipara.

Pero si algo había aprendido en lo que llevaba siendo una semidiosa, era que no controlaba sus impulsos.

— No me disculparé por algo que no me arrepiento — se cruzó de brazos — Los idiotas de sus novios me atacaron primero, solo me defendí

Trató de caminar hacia atrás, pero la rubia fue más rápida y la tomó del brazo

— Deberías de respetar a tus mayores, niña

Leylah rodó los ojos internamente, solo parecía tener unos cuantos más que ella

De repente una daga se apoyó en su cuello.

En ese momento fue cuando se preguntó si realmente las chicas delante de ella estaban mentalmente estables

— No parece ser una pelea muy justa, son dos contra uno. Y ni siquiera estoy armada

La daga en su cuello bajo lentamente hasta su mano donde lo dejó

— Te daremos la oportunidad de defenderte— la miró incrédula a lo que ella rio — ¿Que sucede? Ya no eres tan valiente, ¿Eh?

Tomó la daga con fuerza. Nunca había usado una, pero esperaba que fuera como una espada.

La morocha atacó primero, dejándole una herida en el brazo izquierdo. Siseo y se defendió del siguiente ataque

La rubia por su parte tiró una estocada a los pies, pero logró esquivarla retrocediendo hacía atrás

— ¿No podemos hablarlo como personas civilizadas? — preguntó luego de que se formara otra herida, esta vez en su muslo

— Te dimos la opción de disculparte y no quisiste

Desvío la espada a centímetros de su rostro y retrocedió nuevamente. Suspiró cansada, dándose cuenta de que se estaba formando un círculo alrededor de la pelea y que. Por lo tanto, no podía huir de allí.

Miró la daga en sus manos y a las chicas frente suyo, quienes no parecían muy heridas. No es que no quisiera verlas sangrar, pero ya estaba castigada y no le gustaría que alargaron su castigo solo porque unas novias protectoras venían a molestarla

Sin embargo, no pudo evitar querer clavarle el arma hasta que se desangraran. No sabía de dónde venía la ira, pero se estaba apoderando de ella

La morocha lanzó un grito de guerra y blandió su propia daga y atacó.

Instintivamente, alzó sus manos y una onda de sombras atacó a la chica. El público jadeo y ella se tambaleó mareada

No sabía cómo lo había hecho, pero la adolescente terminó tirada a unos cuantos metros inconsciente.

La rubia la miró entre sorprendida y aterrorizada

— ¡Deténganse! — Quirón exclamó, llegando al círculo — ¿Qué es lo que...?

Se quedó callado, mirando arriba de su cabeza

— Nix — Exclamó el centauro mientras se arrodillaba, siendo seguidos por los demás — Madre de las criaturas nocturnas, reina de las sombras. Salve, Leylah Riddle, hija de la diosa primordial de la noche

Miró hacia arriba, el holograma de una luna desapareciendo lentamente.

La habían reconocido

[...]

Sentada en la playa con su amigo a su lado, ambo veían como unas nubes de tormentas se acercaban

— Hija de Nix, ¿Eh? — dijo Percy con una sonrisa

— No tengo cabaña, pero soy mi propia consejera — Le contestó con emoción— Lo que significa que nadie puede castigarme ahora... Bueno, Quirón todavía puede, pero no me preocupa

— Deberías de venir a mi cabaña, tengo espacio de sobra

— Me encantaría, pero se pude tomar como una ofensa a tu padre y no quiero ningún castigo divino todavía 

— Dudo que le importe — se encogió de hombros restándole importancia

— No te gusta, ¿Cierto? Tener tanto espacio para ti solo

— Ya me estaba acostumbrando a la cabaña once, además de dormir contigo — Le sonrió — se siente extraño ahora

Grover se acercó a ellos trotando, con aspecto preocupado.

—El señor D quiere verte, Percy. A ti también, Leylah

—¿Por qué?

— Mejor que te lo cuente él.

Hacía días que Leylah estaba esperando que lo convocaran a la Casa Grande, pero no a ella. 

Ahora que había ido reconocida como hija de Nix, casi todos se habían alejado de ella. Ya no iba al anfiteatro o practicaba tiro con arco con los demás, la habían excluido de prácticamente todas las actividades grupales por que le temían. Nadie le hablaba más allá de Percy, Grover y Annabeth, esta última solamente porque le impartía clases.

Incluso Luke había decidido tomar distancia, aunque para ella mejor ya que no le caía bien el rubio.

Por encima del canal Long Island Sound, una cortina neblinosa de lluvia se aproximaba amenazadoramente.

A su lado, Percy le preguntó a Grover si necesitaríamos paraguas.

—No —contestó— Aquí nunca llueve si no queremos.

—¿Y eso qué demonios es?

Miró incómodo al cielo. —Nos rodeará. El mal tiempo siempre lo hace.

Leylah asintió con comprensión. En la semana que llevaba allí jamás había estado nublado. Las pocas lluvias que habían caído lo hacían alrededor del valle.

Pero aquella tormenta era grande. En el campo de voleibol los de la cabaña de Apolo jugaban un partido matutino contra los sátiros. Los gemelos de Dioniso paseaban por los campos de fresas, provocando el crecimiento de las matas. Todos parecían seguir con sus ocupaciones habituales, pero tenían aspecto tenso. No dejaban de mirar la tormenta.

Leylah también podía sentir esa tensión en el aire, a cualquier lugar que se dirigiera. Todos estaban a la espera de lo que pasaría en los siguientes días

Los tres subieron al porche de la Casa Grande.

Dioniso estaba sentado a la mesa de pinacle con su camisa atigrada y su Coca—Cola light; Quirón, en el lado opuesto de la mesa en su silla de ruedas falsa. Jugaban contra contrincantes invisibles: había dos manos de cartas flotando en el aire.

—Bueno, bueno —dijo el señor D sin levantar la cabeza—. Nuestras celebridades — Señalo a Percy — Acércate —ordenó el señor D—. Y no esperes que me arrodille ante ti, mortal, sólo por ser el hijo del viejo Barba—percebe.

Un relámpago destelló entre las nubes y el trueno sacudió las ventanas de la casa.

—Bla, bla, bla —contestó Dioniso. Quirón fingió interés en su mano de cartas. Grover se parapetó tras la balaustrada. Leylah simplemente tomó asiento en una de las sillas vacías y guardo silencio como de costumbre

—Si de mí dependiera —prosiguió el dios —, haría que tus moléculas se desintegraran en llamas. Luego barreríamos las cenizas y nos evitaríamos un montón de problemas. Pero a Quirón le parece que eso contradice mi misión en este campamento del demonio: mantener a unos enanos mocosos a salvo de cualquier daño.

—La combustión espontánea es una forma de daño, señor D —observó Quirón.

—Tonterías. El chico no sentiría nada. De todos modos, he accedido a contenerme. Estoy pensando en convertirte en delfín y devolverte a tu padre.

—Señor D... — advirtió Quirón.

—Bueno, vale —cedió —. Sólo hay otra opción. Pero es mortalmente insensata. —Se puso en pie, y las cartas de los jugadores invisibles cayeron sobre la mesa—. Me voy al Olimpo para una reunión de urgencia. Si el chico sigue aquí cuando vuelva, lo convertiré en delfín. ¿Entendido? Y Perseus Jackson, si tienes algo de cerebro, verás que es una opción más sensata que la que defiende Quirón.

Dionisio tomó una carta y con un chasquido los dedos el aire pareció envolverlo. Se convirtió en un holograma, después una brisa, después había desaparecido y dejó sólo un leve aroma a uvas recién pisadas. Quirón me sonrió, pero parecía cansado y en tensión.

—Siéntate, Percy, por favor. Y tú también, Grover. — Obedecieron —Díganme, Percy, Leylah ¿Qué pasó con el perro del infierno?

Ambos se estremecieron de sólo escuchar el nombre.

—Me dio miedo —admitió primero el chico—. Si usted no le hubiera disparado, yo estaría muerto.

— Yo solo temí por la vida de él

— Van a encontrarse cosas peores sobre todo tu, Percy, antes de que termines.

—Termine... ¿qué?

—Tu misión, por supuesto. ¿La aceptarás?

La Riddle miro a su director con el ceño fruncido

—Yo... —titubeo— Señor, aún no me ha dicho en qué consiste.

Quirón hizo una mueca. —Bueno, ésa es la parte difícil, los detalles.

El trueno retumbó en el valle. Las nubes de tormenta habían alcanzado la orilla de la playa. Por lo que se podía ver, el cielo y el mar bullían. Se removió incomoda en su asiento

— Poseidón y Zeus están luchando por algo valioso... —dijo el semidiós, luego de un minuto de silencio —. Algo que han robado, ¿no es así?

Puedo ver como Quirón y Grover intercambiaron miradas. El primero se inclinó hacia delante e inquirió:

—¿Cómo sabes eso?

Leylah sintió pena por su amigo ya que parecía querer que la tierra se lo tragara

—El tiempo ha estado muy raro desde Navidad, como si el mar y el cielo libraran un combate. Después hablé con Annabeth, y ella había oído algo de un robo. Y... también he tenido unos sueños.

—¡Lo sabía! —exclamó Grover.

—Cállate, sátiro —ordenó Quirón.

—¡Pero es su misión! —Los ojos de Grover brillaron de emoción—. ¡Tiene que serlo!

—Sólo el Oráculo puede determinarlo. —Quirón toco barba—. Aun así, Percy, tienes razón. Tu padre y Zeus están teniendo la peor pelea de los últimos años. Luchan por algo valioso que ha sido robado. Para ser precisos: un rayo.

Soltó una carcajada nerviosa. —¿Un qué?

—No te lo tomes a la ligera —dijo Quirón— Estoy hablando de un cilindro de medio metro de purísimo bronce celestial, cargado en ambos extremos con explosivos divinos.

—Ah. —Casi suelta una carcajada al escuchar su respuesta, pero pudo contenerse

—El rayo maestro de Zeus —prosiguió Quirón, nervioso—. El símbolo de su poder, de donde salen todos los demás rayos. La primera arma construida por los cíclopes en la guerra contra los titanes, el rayo que desvió la cumbre del monte Etna y despojó a Cronos de su trono; el rayo maestro, que contiene suficiente poder para que la bomba de hidrógeno de los mortales parezca un mero petardo.

—¿Y no está?

—Ha sido robado

—¿Quién? — preguntó ahora intrigada

—Mejor dicho, por quién — corrigió Quirón, maestro siempre—. Por ti

miró a Perseo quien lo observo atónito, al igual que ella

—Al menos eso cree Zeus. Durante el solsticio de invierno, durante el último consejo de los dioses, Zeus y Poseidón tuvieron una pelea. Las tonterías de siempre, que si Rea te quería más a ti, que si las catástrofes del cielo eran más espectaculares que las del mar, etcétera. Cuando terminó, Zeus reparó en que el rayo maestro había desaparecido, se lo habían quitado de la sala del trono bajo sus mismas narices. Inmediatamente culpó a Poseidón. Ahora bien, un dios no puede usurpar el símbolo de poder de otro directamente; eso está prohibido por las más antiguas leyes divinas. Pero Zeus cree que tu padre convenció a un héroe humano para que se lo arrebatara.

—Pero yo no...

—Ten paciencia y escucha, niño. Zeus tiene buenos motivos para sospechar. Verás, las forjas de los cíclopes están bajo el océano, lo que otorga a Poseidón cierta influencia sobre los fabricantes del rayo de su hermano. Zeus cree que Poseidón ha robado el rayo maestro y ahora ha encargado a los cíclopes que construyan un arsenal de copias ilegales, que podrían ser utilizadas para derrocar a Zeus. Lo único que Zeus no sabía seguro es qué héroe habría usado Poseidón para cometer el divino robo. Ahora Poseidón acaba de reconocerte abiertamente como su hijo. Tú estuviste en Nueva York durante las vacaciones de invierno y podrías haberte colado fácilmente en el Olimpo. Por tanto, Zeus cree que ha encontrado a su ladrón.

—¡Pero yo nunca he estado en el Olimpo! ¡Zeus está loco!

— ¡Exacto! ¡Sufre de paranoia o algo por el estilo! — apoyó ella — Deberían ir a terapia familiar y arreglar sus asuntos sin tener que meter a los hijos en esto

—Esto, chicos... —dijo Grover—. No solemos usar esos calificativos para describir al Señor de los Cielos.

— Además, Poseidón ha intentado destronar a Zeus con anterioridad. Creo que era la pregunta treinta y ocho de tu examen final...—los miró como si realmente ellos se acordaran de la pregunta treinta y ocho.

—¿La red dorada? —recordó— Poseidón y los otros dioses atraparon a Zeus y no lo dejaron salir hasta que prometió ser mejor gobernante

—Correcto. Y Zeus no ha vuelto a confiar en Poseidón desde entonces. Por supuesto, Poseidón niega haber robado el rayo maestro. Se ofendió muchísimo ante tal acusación. Ambos llevan meses discutiendo, amenazando con la guerra. Y ahora llegas tú, muchacho, la proverbial última gota.

—¡Pero si sólo soy un niño!

— ¡Pero si es solo un niño! — ambos exclaman a la par

— Percy —intervino Grover— Si fueras Zeus y pensaras que tu hermano te la está jugando, y de repente éste admitiera que ha roto el sagrado juramento que hizo tras la Segunda Guerra Mundial, que ha engendrado un nuevo héroe mortal que podría ser utilizado contra ti... ¿no estarías mosqueado?

—Pero yo no hice nada. Poseidón, mi padre, no ha mandado robar el rayo, ¿verdad?

Quirón suspiró. —Cualquier observador inteligente coincidiría en que el robo no es el estilo de Poseidón, pero el dios del mar es demasiado orgulloso para intentar convencer a Zeus. Éste ha exigido que le devuelva el rayo hacia el solsticio de verano, que cae el veintiuno de junio, dentro de diez días. Por su parte, Poseidón quiere el mismo día una disculpa por haber sido llamado ladrón. Confío en que la diplomacia se imponga, que Hera, Deméter o Hestia hagan entrar en razón a los dos hermanos. Pero tu llegada a inflamado los ánimos de Zeus. Ahora ningún dios va a echarse atrás. A menos que alguien intervenga y que el rayo original sea encontrado y devuelto a Zeus antes del solsticio, habrá guerra. ¿Y sabes cómo sería una guerra abierta, Percy?

—¿Mala?

—Imagínate el mundo sumido en el caos. La naturaleza en guerra consigo misma. Los Olímpicos obligados a escoger entre Zeus y Poseidón. Destrucción, carnicería, millones de muertos. La civilización occidental convertida en un campo de batalla tan grande que las guerras troyanas parecerán de juguete.

—Mal asunto — contestó ella

—Y tú, Percy Jackson, serás el primero en sentir la ira de Zeus.

Empezó a llover. Los jugadores de voleibol interrumpieron el partido y miraron al cielo en silencio expectante, al igual que el resto

—Así que tengo que encontrar ese estúpido rayo —concluyo— y devolvérselo a Zeus.

—¿Qué mejor ofrecimiento de paz que sea el propio hijo de Poseidón quien devuelva la propiedad de Zeus?

—Si Poseidón no lo tiene, ¿Dónde está ese cacharro?

—Creo que lo sé. —La expresión de Quirón era sombría—. Parte de una profecía que escuché hace años... bueno, algunas frases ahora cobran sentido para mí. Pero antes de que pueda decir más, debes aceptar oficialmente la misión. Tienes que pedirle consejo al Oráculo.

— ¿Por qué no puede decirme antes dónde está el rayo?

— Porque, si lo hiciera, tendrías demasiado miedo para aceptar el desafío.

Tragó saliva— Buen motivo.

— ¿Aceptas, entonces?

La miró en busca de apoyo a lo que asintió. Sea lo que sea, lo enfrentarían juntos

— De acuerdo. Mejor eso que me conviertan en delfín.

— Pues ha llegado el momento de que consultes con el Oráculo. Ve arriba, Percy Jackson, al ático. Cuando bajes, si sigues cuerdo, continuaremos hablando.

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