Capítulo 1: Chivo Expiatorio.

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Estaba hecho de tal manera en que podía quebrar mis brazos y no soltar ni una lágrima.

Supuse que había llegado a ese punto de neurosis, donde había creado un personaje cuya revelación surgía de mí mismo y mi necesidad de no querer vivir mi propia vida.

Como una capa de piel de cordero, que aunque gritara solo era un disfraz, me convirtió en el chivo expiatorio de mi entorno.

Hipocondríaco.

¿Sobre rendirse? Yo lo consideraba más bien, la opción que causaría estragos menores. Quizás era un loco al aceptarlo, pero no valía la pena pelear contra ello.

Solo continuaría con la vida que se me otorgó. Un paso a la vez.

—No puedes pasar por la entrada con cubrebocas, debes ponértelo dentro —me habló un rostro desconocido. Supe que era del comité disciplinario tan pronto vi su gafete. No me opuse pues ya conocía el reglamento: No cubrir el rostro al entrar.

Bajé el cubrebocas, pasando de largo para ignorar los murmullos. Todos conocían mi rostro, ya fuese por videos o quienes se encargaron de revelar mi información personal.

—¿No lo habían expulsado el año pasado?

—Creo que namás estaba estudiando en casa. Un amigo de último año me dijo que solo venía para los exámenes.

—Debieron tomar represalias legales. Seguro sus papás dieron mordida.

—Por esos privilegiados estamos como estamos.

No fui a la ceremonia de inicio escolar. Como estaba en mi último año, apenas llevaba las cosas básicas en la mochila; ni siquiera me había cortado el cabello antes de entrar. Ya los cabellos cubrían mis cejas, tapándome la vista cuando bajaba la cabeza para guardar las cosas en mi casillero.

Los estudiantes habían cambiado, pero los rumores sobre mí solo incrementaron.

—Qué miedo que sea tan alto. Con razón nadie le hacía frente cuando se metía con otros.

Miré de reojo al par de primer año, cuchicheaban en el fondo del pasillo. No supe si buscaban sus salones o solo andaban por ahí para verme; pensé que era lo primero pues tan pronto hicimos contacto visual siguieron de largo fingiendo leer algo en sus manuales.

—Perdona. —Alguien golpeó su mochila contra mí, pero corrió sin permitirme hablar.

Traté de centrarme nuevamente en escoger las cosas para la primera clase, pero volví a desviar los ojos al escuchar las risas de fondo. Reconocía voces con facilidad, más cuando se trataba de Des, quien fue mi compañero de clase por dos años.

—¿Te cortaste el cabello durante las vacaciones? Gracias a Dios, tus greñas ya me daban tortícolis.

Des se rió, pasando de largo a mis espaldas mientras caminaba con sus amigos. Quedé paralizado unos instantes, como si mi cuerpo solo se aferrara al piso debajo; no por los estudiantes alrededor, sino por la idea de incomodarle al volver a la escuela.

Si me llegó a ver, supongo que solo actuó como ignorante.

Cerré el casillero y me dirigí al salón asignado. Conocía la escuela como la palma de mi mano, así que llegué sin complicaciones, pasando entre el mar de estudiantes que hablaban a mis espaldas o de frente. En algún punto dejé de oírlos, yo solo sabía que tenía un poco de sueño al igual que hambre.

Literalmente solo hay un bolillo en mi sistema digestivo.

Ingresé al salón, localicé el pupitre más cercano a la ventana y tomé asiento.

No sé cómo sigo llegando antes que los profesores.

—Disculpa, ¿puedes cambiar de lugar conmigo?

La chica a mi costado le pidió al chico de una fila atrás su asiento. Este ni siquiera le dirigió la mirada, se quedó inmerso en uno de los libros de texto, antes de responder:

—No.

—Por favor, es que no me puedo sentar más atrás porque no veo bien. Solo por hoy —insistió, mirándome de reojo—. Y no quiero sentarme junto a ese sujeto.

Vaya, ascendí a solo sujeto.

El alumno me miró de reojo. No tuve expresión alguna al cruzar miradas. Yo iba preparado mentalmente para esas situaciones desde que decidí acabar el año escolar.

—No. —Se volvió a negar.

—¡Cambio contigo! —Escuché el grito de Albin al cruzar la puerta—. ¡Yo, puedes sentarte acá!

—Ah, pero...

—Dame tu lugar. —Habló como si diese una orden. Albin no olvidó sonreír al final de la oración, para que no luciese tan agresivo. La chica solo levantó las manos al retirarse.

El albino, que vestía el uniforme azul en contraste con su peluca que le hacía ver pelirrojo, se sentó en el pupitre a mi lado. Giró sonriente, con las palmas en su barbilla, mientras sus dedos me saludaban. Miré a otro lado para reírme; era mi único amigo allí y ahora mi compañero de clase.

—¿Dónde está el perro de Exin? ¿Está bien? —Me preguntó curioso, sin saludarme primero.

—Está bien. Donde quiera que esté. —Mi respuesta fue breve. No quería que otros nos vieran hablar mucho, no dejaría buena impresión en él.

—Ah, lo siento mucho...

—No se murió. —Arrugué el entrecejo.

—Mis condolencias. Le va mejor estar muerto.

Los alumnos se callaron al escucharle. Rodé los ojos al ver lo que hizo. Volvimos al silencio tras unas miradas; él sabía que yo literalmente quería evitarlo, así que actuaba llevándome la contraria.

—Únete a mi club este año, ¿sí? Necesito más gente. —Se empeñó en seguir hablando. Seguía siendo un poco pesado con ese tema, aunque ya no me llamaba por apodos cariñosos, fue el único cambio que tuvo al tratarme.

—No tengo mucho que hacer, literal. Podría. —Me encogí de hombros, mostrándome abierto a la idea.

—Te haré firmar esto... —Se inclinó para buscar los papeles en su mochila.

Empujó accidentalmente el termo del chico de a lado. Aunque no se regó nada, lo levantó velozmente sin agregar palabra, creyendo que solo yo le había visto. Se reincorporó para mostrarme los papeles, pero le hice señas ya que el tipo detrás esperaba una disculpa.

—Puedes tener más cuidado, ¿no? —Eso hizo a Albin voltear. El tipo de corto cabello me miró de reojo.

Vaya, me he vuelto incapaz de soportar miradas.

—Pues perdón. —Albin volvió a mirarme, haciéndome muecas como llamándole loco. Se mantuvo serio al verme bajar la cabeza—. ¿Te sientes bien? Hey.

—Sí, solo... me dejé de acostumbrar a las personas estos últimos meses. —Expresé.

Reincorporarme a la sociedad, sobre todo al instituto, después de meses de solo vagar en casa me volvió un tanto huraño. Lo más lejos que había llegado era al parque con mi hermano, y el pequeño apartamento de 35 metros donde Exin y yo decidimos establecernos. Siempre pensamos que terminaríamos así, pero no tan pronto.

—¿Esperas graduarte? —El tipo al que Albin llamó loco, me habló repentinamente.

Literalmente, se saltaron el saludo.

—Soy Albin. —Al se presentó, girando todo su cuerpo hacia el extraño. Agradecí internamente su forma de cuidarme—. ¿Tú eres? Debes presentarte antes de saludar a otros, ¿no crees?

—También debes disculparte antes de que te lo pidan, ajá —se cruzó de brazos, dando la impresión de que le quedaba justa la camisa—. Soy Insomnio. Y supongo que él es Hipocondría...

—Ajá. Por cierto, te cubres bien las ojeras. ¿Qué base de maquillaje estás usando?

La pregunta de Albin le desconcertó un momento, pero respondió el nombre de una marca irreconocible para mí.

—¿Hay algún problema? —Insomnio inquirió con una expresión que elevó el lunar cerca de su nariz.

—No, solo sé mucho de maquillaje, así que puedo notarlo a simple vista. Se me hizo curioso, viendo que tienes corte de vago —habló, incluso consiguiendo que yo me sorprendiera por su agresividad—. No pareces ser del tipo que le interesan sus cuidados personales más allá de limpiarse la cara con jabón.

—¿Corte de qué...?

El profesor entró, silenciándonos a todos. La siguiente hora fue pacífica, la clase estaba inmersa en la lección al igual que la información sobre el nuevo semestre. El docente no se detuvo en mí en ningún momento, al contrario, fue invisible para él. Hubo cierta paz en ser dejado de lado.

Aunque Albin e Insominio peleaban ocasionalmente, ya que el alumno seguía insistiendo en dirigirse a mí.

—¿Me prestas un lap...?

—Toma. —Albin le detenía antes de que pudiera pedírmelo.

—No, le pedí a él.

—Toma. —Albin ordenó.

—Que no.

—¿Por qué no?

—No. —Respondió a secas.

—¿Solo sabes decir "no?"? Y ni se te ocurra responder con...

—No.

La clase concluyó sin que ambos pudieran interactuar conmigo. Me apresuré en salir para el siguiente periodo, huyendo de Albin que seguro quería andar conmigo por los pasillos. Pero ser albino ya era suficiente, no necesitaba cargar con la vergüenza de estar a mi lado.

—Permiso. —La persona que chocó contra mí se detuvo al reconocer mi rostro. Su saco viejo, el mismo del año pasado, me relajó.

James se aferró a mi hombro antes de, sin saludarme, hacerme una pregunta.

—Ah, Hipo. ¿Dónde está el marrano de Exin? ¿Cuál es su clase? —Lució emocionado. Sacudió mis hombros mientras esperaba una respuesta.

Nadie me dice hola...

—Mh —tosí, bajando la cabeza para verle mejor—, no se inscribió a este semestre.

—¿Disculpa?

—No creo que... vuelva. —Desvié la vista. El tema me abrumaba con solo pensarlo.

—¿Se dio de baja? —Su rostro se vio opacado por sus emociones, como si solo fuese confusión y angustia antes que él mismo—. ¿Abandonará los estudios? Vaya... supe que había dejado de vivir con sus padres, pero pensé qué, bueno, seguiría aquí. Perdona por detenerte. Ve con el resto de marranitos, ¿sí?

James conocía la situación familiar de Exin. Abandonar los estudios fue como escupirle a su propia vida. Ex decía que fue una decisión personal, que yo no tenía porqué sentirme responsable de sus deseos. El instituto le parecía horrible, los adultos también, sobre todo quien le gustaba.

Pero han sido mis problemas los que terminaron por arrastrarlo a él.

—¿Es ese Hipocondríaco?

—Fue al que empaparon en el PLJ. —Escuché a mis costados. Apenas elevé los ojos hasta reconocer caras del año pasado. Pensé que estaban acostumbrados a mi presciencia.

—¿Fue con agua limpia? Escuché que de escusado.

—Wey, qué asco. —Se carcajeó una ex compañera de clase.

—Perdón. —Golpearon una mochila contra mi espalda.

—Permiso. —Y otra más cuando volteé.

—Lo siento. —El último golpe a mi rodilla me hizo caer sobre esta.

Golpeé ambas palmas contra el piso, evitando que me derrumbara. Mi maletín permaneció en el suelo unos segundos, antes de que volviera a tomarlo y con esfuerzo me levantara. El dolor de rodilla me dejó paralizado, pero tan pronto se fue el escalofrío, di un paso al frente.

Un paso a la vez.

Unos extraños chocaron contra mí, regresándome al piso.

—Oh, lo siento, no te vi... —Esa disculpa me pareció un poco más sincera.

—No hay problema. —Me levanté.

Al final del pasillo alguien más estaba mirándome. Mi compañero, Insomnio, con sus cejas gruesas fruncidas. El desdén al verme fue distinto al de otros; fue más parecido al de mi madre. Como si le apenara, pero careciera de empatía al juzgarme expuesto.

Miró sus dedos cuando me acerqué a él.

—Hola. Estás frente a mi casillero. —Me paré delante—. ¿Puedes dejarme pasar?

Se apartó, mirándome guardar cosas. Quería llevar un lápiz y una libreta cualquiera. Ya tenía una probada de lo que sería ese año así que no correría el riesgo llevando cosas que pudiesen ser dañadas; no tenía suficiente dinero para reponerlas.

—Empeorará si no haces algo. —Me advirtió.

—Empeora cuando hago algo —me aferré a la puerta abierta del casillero.

Mi respuesta le hizo gracia. No sabía qué tenía conmigo.

—¿Puedo hacerte una pregunta? —Rompí el silencio.

—No. —Sonrió.

Creo que entiendo a Albin.

—¿Tienes algo que preguntarme tú? ¿O hice algo que te molestó? —Me atreví a preguntar de todas formas. No entendía porqué quería llegar a mí desde las clases.

—En realidad parece que toda la escuela tiene algo contra ti. Pero no, yo realmente no. —Se recargó en los casilleros, mirándome de arriba abajo. Era alto, casi de mi estatura.

—¿Entonces es lo primero?

—Me da curiosidad, saber cómo terminaste así. No me dejo influenciar por los medios, aunque es horrible lo que hiciste, también me resultó agradable que criticaran más al secretario de educación pública que a ti —suspiró, entrecerrando los ojos—. Fuiste un buen chivo expiatorio para todos ellos. Incluso para esta escuela a la que sigues asistiendo.

Abrió los ojos nuevamente.

—¿Aunque no te preguntas cuál fue el propósito? —Soltó.

—¿Eres conspiranoico? —Hablé bajo, sin ganas de continuar la conversación.

—Se te expuso. Se señaló a alguien más, muy bien ahí, por cierto. El asunto escaló y tu expediente se hizo público.

Habla como si no hubiese pensado ya en ello.

—Es mi primer y último año aquí. Me transferí de fuera.

—Fuera no es nada específico —agregué.

—Donde se acaban las estrellas.

Me dio a entender que no era del estado, supongo. Pero no dijo más, ni indicios de querer conversar conmigo tan casualmente. El tipo solo sacudió sus manos impregnadas con olor de tabaco.

—No puedes oler así. Ponte gel anti...

Ya no soy parte del comité.

¿Qué?

—Olvídalo. —Azoté mi casillero, alejándome del lugar.

No estaba molesto con nadie en específico, ni siquiera con la forma en que se habían dado las cosas. Sentía solo frustración hacia mí mismo.

Me aseguraba, que yo moría cada día. Con cada paso, arrastraba mis tobillos, descompuesto, sin un lugar claro al cuál llegar; pudriendo el espacio por el que caminaba; pero me portaba como si aún viviese. Como si todo fuese igual que antes.

Como si me fuera a topar a Exin en los pasillos, saludaría a Des, les regañaría por no llevar el cubrebocas puesto. Pasaría mis horas en el consejo, solo revisando papeles mientras la vida continuaba. Me causó gracia pensar así, tan ingenuo.

Soy solo un muerto aquí.

~•~•~•~

Ya llegué. —Pronuncié, entrando al apartamento sin encender las luces.

Exin se hallaba recostado en el pequeño espacio de arriba, aunque yo le llamara segundo piso, no había una puerta que dividiera su espacio. La luz junto a su cama iluminaba sus manos, tocando la guitarra, con el rostro oculto.

Él tampoco me saludó.

—¿Lo viste o neh? —Preguntó.

Colgué mi abrigo y dejé el maletín sobre la silla a un costado. Arremangué mi playera para lavarme las manos; quería hacer un poco de limpieza antes de ponerme a estudiar.

—Sí, en los pasillos.

Des aún le causa conflicto.

—¿Qué hacía?

—Conversaba con unos amigos, supongo. No hablamos. No nos miramos.

Soltó una pequeña carcajada, dejando de tocar la guitarra de golpe. Solo el agua al lavar los platos nos acompañó, después el crujir de la madera el moverme.

—Me bloqueó —comentó—. Todavía tiene el descaro... después de haber arruinado mi vida. Es el único que se alejó.

—Arruinó la mía. —Corregí.

—Es lo mismo —dijo, levantándose de la cama sin estirar todo su cuerpo—, él sabía lo importante que eres para mí. Es como si hubiese decidido lastimarme.

Agarró su sudadera. Bajó con cuidado, viéndome fijamente.

—Como si me hubiese dejado inválido —afirmó.

Ex dijo que iría al trabajo, ya que tenía turno nocturno. Había comenzado a trabajar en una tienda cerca de allí, ya que tenía experiencia debido al changarro con su papá. Aunque no había ido a su lugar de trabajo, le veía salir noche con más frecuencia y dormir toda la tarde. Me preocupó imaginar que lo vería aún menos ahora que entré a clases.

—Insisto, pa. No debiste volver a la escuela.

Se fue sin despedirse, agotado.

Terminé con los platos y barrí el sitio. Tenía algunos trabajos que revisar antes de irme a la cama, quería hacer todo lo posible para distraerme pero me resultaba difícil después del largo día.

Albin me marcó antes de cerrar los ojos.

—¿Bueno?

—Hey, el sábado, a las 9. Vamos a una peda, te voy a presentar a mi pareja. Se está preparando para la universidad así que hay variedad, no todo el mundo es de nuestras escuelas. —Habló rápido, emocionado al invitarme. Fue inocente de su parte creer que solo los de la escuela me reconocían.

—No me convence. Dormiré, hablamos mañana. —Quise colgar de inmediato.

—Solo confírmame ahorita. Mañana estaré ocupado instruyéndote en el club. Anda, ¿sí? —Suplicó, más fuerte que el aire que sonaba de fondo—. PORFIS.

—Cuélgame e iré.

Cortó la llamada sin avisar. Tardé un poco en darme cuenta de que ya no hablábamos.

—No se despidió —murmuré.

Será difícil acostumbrarme a esta vida, pero mi hermano ya me ha advertido sobre ello.

Viviré tratando de no volver a equivocarme.

• • •

FELIZ CUMPLEAÑOS NAGISA, TE QUIERO MUCHÍSIMO. Espero tengas un agradable día, comas rico y nos cuentes algún chisme.

Ya, no iba a actualizar hoy, sino empezar a escribir, pero me preparé días antes cuando supe que hoy era el cumple de la Nagi. Un capítulo tranquilo para dar inicio.

Albin e Hipo están en la misma clase, junto a un nuevo personaje que andará vagando por allí.

¿Cómo están?

¿Qué piensan de la nueva vida de Hipo? Es bastante monótona. Solo va de la escuela a su nuevo hogar, donde no suele estar Exin. Su única compañía actual es Albin.

Me emociona mucho el siguiente capítulo sus que no será narrado por Hipo.

Sobre Insomnio, apodado el No. Prefiero que le digan No, no quiero recordar a cierto personaje de otra historia GAHAHAHA. Ya he comentado varías veces que la condición de Insomnio es bastante común a en este universo, probablemente la mayoría de la población lo padece.

Lo dibujé recién, aunque espero luego completar su ficha. Tampoco quiero hablar mucho de él, sino que vayan conociéndolo.


NOS LEEMOS PRONTO, BAI BAI.

~MMIvens.

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