Capítulo 14: Cuando sonries.

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Pocas palabras hacen falta, cuando tarde o temprano, las cosas se terminan.
Ese instante en que uno suelta el puñal. No pelea, no habla, se rinde ante la conclusión.

Yo me rendía, pero solo cuando sabía que aún sin tenerle a mi lado, podíamos sentir que el otro nos amaba.

Estocolmo.

Hipocondríaco era alguien que siempre estaba haciendo algo, por más minúsculo que fuera el detalle. Ya sea doblar su servilleta hasta reducirla a un cuadro diminuto, acomodar los cubiertos, o rascar sus manos. Sabía que él era un gran observador, pero aunque yo no naciera con esa cualidad, me era imposible quitarle los ojos de encima.

Como si atrajera mi mirada con solo suspirar.

—¿Cómo te ha ido en clases?

—¿Mm? —Giré el rostro, él estaba atento a mí pero sus manos estaban dividiendo una hoja caída del centro de mesa—. ¿Mis clases? Logré que me hiciera un espacio en fisioterapia. Me gusta la idea de ser enfermero, es un trabajo honorable, pero ser atleta me pegó ciertos gustos...

—Es honorable también. ¿Quién ha dicho que no?

—A mi madre no le gusta la idea, ni siquiera le convence del todo enfermería, preferiría que fuese médico por si llego a tener hijos. —Mis ojos se centraron en los filetes que comenzaban a verse dorados. El vapor se iba directo al cofre.

—¿Quieres tener hijos? —Escuché su voz a mi espaldas.

—No estaría mal. —Apagué el sartén y suspiré—. Sería algo que planearía una vez me haya establecido laboralmente. Aunque solo uno.

Serví los filetes en sus respectivos platos y coloqué los espárragos. Abrí el refrigerador para sacar la ensalada y puse esta sobre la mesa. Hipo mantuvo sus manos sobre sus piernas, viéndome poner su plato, junto a un vaso de agua simple; me disculpé por no tener nada más, aunque él dijo preferir el agua.

—¿Tú? —Hipo me miró sin saber de qué hablaba. Metí un pedazo de pollo a mi boca antes de volver a hablar—. Hijos. ¿Quieres tenerlos?

Comenzó a cortar su pollo. Me centré en sus nudillos que parecían callosos, y algunas heridas como si hubiese lavado ropa a mano o muchos platos sucios, ni siquiera sabría decir si era eso o si se hirió con algo más. Su cabello también era más largo, y aunque vestía formal como de costumbre, estaba desaliñado.

—No creo poder, realmente.

—¿No quieres o no puedes?

—No me imagino como padre —cortó su pieza, llevándola a la boca. La pausa no fue tan larga—. Y no creo que pueda literalmente tener hijos con nadie.

No fue el mejor tema.

Sentí las cosas silenciosas así que me levanté para poner algo en la bocina de la sala. Hipocondríaco tomó una pausa de la comida mientras yo volvía a la mesa, ya con mi teléfono enlazado listo para poner la música de mi biblioteca. Abrí una lata de cerveza mientras seleccionaba el aleatorio.

A muy machín, no. Marica nena. Más bien putín, no.

—Perdón, perdón. —Presioné repetidas veces el botón de adelantar.

Saqué de la función aleatoria cualquier canción que me humillara públicamente. Volví a la comida, y volteé el teléfono cuando las notificaciones de Impostor seguían apareciendo. Sentí que se me crispaba el nervio de solo pensar en responder, pero no quise lucir fastidiado durante la cena.

—¿No es importante? —Hipo me miró sutilmente mientras bebía de su vaso.

—Siempre soy sincero contigo, más si me lo preguntas directamente así que... —tomé aire, recargando mis brazos en la mesa mientras me inclinaba al frente—. Mira, he estado evitando a cierta persona que tiene interés en mí, eso involucra no responder sus mensajes. Pero sé que tengo que darle una respuesta, no me gusta hacer esperar a las personas.

Sé lo que es esperar.

—Y supongo que él tampoco quiere esperar más.

Hipocondríaco lució taciturno ante mis palabras, apenas sosteniendo los cubiertos con los que intentaba cortar el pollo; ese pollo que por instantes me provocó náuseas debido a cómo lo separó, como si fuese un embutido al que podía esparcir por todo el plato. Sabía que no era común en él comer así, o mas bien, jugar con un trozo de comida. Porque eso fue, un simple trozo, que quizás por la fuerza empleada lo desformó por completo.

No debería hacerme ilusiones... pero me lo pones difícil, Hipo.

—Espero sea lo mejor para ti. —Y con esas palabras, se pasó el trozo por la garganta. Me costó tragar saliva tras verlo.

¿Por qué sigues callando a costa de mí?

¿No crees que soy capaz de elegir simplemente lo que yo quiera?

Hipo me miró a los ojos, estático. Mi voz había sonado a la defensiva, pero relajé mi semblante al igual que mi mano la cual sostenía un tenedor. No quería que ese breve momento juntos fuese amargo.

—No, esa no era mi intención, disculpa si sonó así —murmuró con cautela, posando los cubiertos sobre la servilleta—. Yo sé que lo que sueles querer, es lo mejor para ti.

Sus palabras me sacaron una sonrisa, quizás por verlo tan tranquilo al afirmar aquello. Quizás porque no se equivocaba, yo siempre me inclinaba por lo mejor. Ya fuera la mejor alimentación, aunque mi deseo estuviese puesto en chatarra; la mejor carrera, incluso si me inundaba el pensamiento de dejarla; la mejor pareja para mi condición, aunque mi mente estuviese llena de... lo que era mejor para mi corazón.

Me reí porque tenía un pedazo de lechuga en su oscuro cabello ocasionando que esta destacara más. Y la música, con su pianito que parecía seguir la mueca que Hipo puso al no comprender de qué me reía.

—Te equivocas, te equivocas —le informé—. No gano nada con explicártelo, pero... te pido que apuestes un poco más por mí, ¿sí?

Mi vida era así, como una serie de notas de diarios donde escribía todos mis deseos, junto a un «hice lo más lógico al final, no lo que deseaba». Podría decir que eso me atrajo de Hipocondríaco; él me hacía escribir fuera de las líneas, acompañar su nombre de corazones, y firmar con un: «Me dejé llevar, solo por él.»

Con amor, para Hipo.

—No lo comprendo —confesó, haciéndome parpadear varias veces—. Sabes que, literal, soy algo lento.

¿En serio no entendió que quiero que me pida abandonar toda lógica?

Bueno, me da tiempo a recapacitar...

¿PERO POR QUÉ ME DA PENA EXPRESARME?

Cerré los ojos. Mantuve la calma al volver a abrir la boca, sin querer escupir más de la cuenta como solía hacerlo, y sudé peor que el vaso con hielos en la mesa.

—Si alguien arroja la flecha al otro lado del lago, tú apunta hacia la montaña —farfullé, entreabriendo un ojo. Le vi pensativo con la mano en la barbilla, casi rascándose. Destensé mis hombros y me incliné nuevamente en el asiento—. Apunta más lejos por mí.

Posó su puño sobre su palma, con suavidad pero decisión.

—Mm. ¿Quieres que te cuente otro chiste?

Solté una carcajada. Tuve que cubrirme la boca para que la saliva no fuese a caer en su cara. Y apenas con un poco de aire, respondí—: No.

Terminamos de comer sin apuro. Estuve pensando seriamente si abrir otra cerveza, pero me entretuve con un poco de agua al igual que rellené su vaso. Nos limitamos a escuchar música, con los platos ya recogidos, acompañados solo por nuestras respiraciones y la melodía alrededor.

—Tú me debes un baile. —Mi tono de voz se escuchó áspero, así que cerré los ojos para maldecirme por haber sonado con reproche.

—¿Te debo un baile?

Hipo bajó el vaso que, sin agua, solo cargaba para tener sus manos entretenidas. Le mostré mi dentadura, a medias.

—No, no en realidad. —Un suspiro se me escapó.

¿Por qué siempre vuelvo a insistir con él?

Ya le he jodido demasiado.

Y no me considero alguien egoísta como para seguir torciendo esto.

—No me debes nada —afirmé.

Hipo me quitó el vaso que también cargaba. Ni me había percatado de que este ya no tenía agua, pero tampoco es que pudiera prestar mucha atención a los detalles. El ambiente lo torné amargo, lo sabía; por el simple hecho de comportarme como un chango que le arrebataba una chancla o una gorra cuando pasaba.

No somos nada, incluso si quisiera que fuésemos amigos.

—Aprendí a bailar gracias a Exin —mencionó a su mejor amigo, mientras retiraba el vaso de la mesa. Apreté los labios con pena al observarle parado junto a la cocineta—. Me enseñó durante el PLJ. Aunque no valoré mucho sus enseñanzas. Literalmente fue mejor la experiencia. Pisé bastantes veces a... mm, creo que no sabes cómo se llama.

—Un castaño, ¿no? Lo vi esa noche contigo. —Me encogí de hombros.

—Sí, nos acompañó aquella vez en Savant.

—¿Mm? —Levanté aún más la cabeza, confundido—. ¿Ese no tenía el cabello teñido o algo? Pero recuerdo un coche blanco...

—Se llama Albin.

—No hablemos de él ahorita, ¿sí? —Pedí sonriente, o trastornado. Hipo me miró sobre su hombro antes de, sonriente también, disculparse; supe que fue mera pena ante el recuerdo. No quería quemarme la cabeza pensando en LA CAGADA que quedó debido a un albino aparentemente.

—Est.

—Nah, nah, ni me expliques, ya pasó. —Giré el rostro hacia la sala.

—Est.

—¿Qué quieres? —Me emperré devuelta, encontrándome cara a cara con él.

Sus pestañas oscuras generaron sombras en sus mejillas. La luz del comedor daba directo sobre su cabeza, como si fuese un manto especial. Hipocondríaco hacía parecer esa casa más que un funeral, diría yo, la transformaba en solo un espacio compartido de los dos.

—Exin se enojaría si supiera que jamás te saqué a bailar.

Se puso de cuclillas para verme con más claridad.

Llevé mi mano izquierda al mantel de la mesa, arrugándolo. Verlo encogido, con esa sonrisa que cualquier otra persona interpretaría como de escasa felicidad... pero yo conocía a Hipo, era capaz de reconocer hasta un pequeño gesto que denotara que se encontraba feliz o inquieto. Me era tan fácil leerlo como reconocer mis propios latidos al acelerar.

El calor en mis mejillas me hizo sentir afiebrado.

Me voy a wakarear.

Mucha cerveza.

—Literalmente, creo que si descubre que le anduve pisando en vano...

—¿Me estás invitando a bailar?

—Si tú quieres. —Puso sus dos manos sobre sus muslos. Me habría cagado de la risa por su posición, pero me pareció tierno, y cruel reírme.

—Pues... —Extendí mi mano.

Hipo se apresuró a tomarme, despegándome del asiento mientras retrocedía hasta la sala. Me preguntó entre murmullos si estaba bien hacer ruido, o siquiera movernos en ese reducido espacio. No negué nada, pedí que simplemente no rompiéramos algo.

La canción de fondo era vieja. No le había prestado tanta atención entre tantas rolas que tenía añadidas, pero recordaba haberla guardado por mi madre. Debido a lo poco que la reproducía, fue como escucharla por primera vez.

—You see this guy. This guy's in love with you.

Hipocondríaco no habló pese a que me guiaba. Su mano izquierda sostuvo la mía, y con la otra me acercó a él desde la cintura. Di un paso torpe hacia delante, casi tropezando cuando me tiró hacia su cuerpo.

Yes I'm in love. Who looks at you the way I do?

Me pareció que los dedos de Hipo marcaron las notas del piano cuando se aferró a mi mano.

—When you smile... I can tell, we know each other very well.

Me miró, como si fuese a deshacerme en cualquier momento. Yo puse más presión en nuestro agarre, tanto que quizás le lastimé, pero nunca lo demostró.

How can I show you? I'm glad I got to know you 'cause...

Quise decirle tantas cosas en ese momento, pero los nervios impedían que mis manos se quedaran quietas, mis pies que cada tanto chocaran con los suyos. Y su sonrisa, esa que ponía cuando nuestras rodillas golpeaban. Me era fácil escupir cualquier cosa, pero por primera vez, no pude soltar ni un suspiro.

Hipo removió algunos mechones de mi frente con su mano. Sus dedos eran fríos, gracias a ello me percaté del sudor entre mi cabello. Quise evitar que siguiera tocando, pero me detuve al sentir su frente con la mía.

—Es-Estoy sudado, no hagas eso.

—Está bien. —Insistió, con su mejilla junto a la mía.

No creo que sea necesario que diga algo.

Ni que él me diga más.

—Hipo, ¿qué puedo hacer por ti? —Me aferré a su nuca. El calor de su respiración daba a mi rostro. No abrí los ojos, y esperé que él tampoco lo hiciera.

Sacudió ligeramente la cabeza, sin separarnos. Con mi otra mano le abracé, aún siguiendo el piano de fondo. Pese a que nuestras mejillas chocaban, el cabello y todo nos estorbaba, peor era la sensación de lo que no lográbamos cubrir; me habría gustado tener brazos más largos para no sentir que lo dejaba al desnudo. Tener la fuerza para unirnos. Las piernas para perseguirlo.

—Aunque me cuesta entenderlo, apostaré más por ti —murmuró, ejerciendo más fuerza en el abrazo.

—Yo estaré para ti siempre que lo necesites, sé que lo sabes.

Hipo durmió esa noche en el sofá. No quería mandarlo tan tarde a casa y mis padres se habían llevado el vehículo. No creo que hubiera más por decir, pues... ¿Cómo exigiría más de lo que todo su actuar ya podía decir por él?

~•~•~•~

—No sé cómo agradecerte esto —pronunció Hipo, encerrando mi rostro en la careta. Todo se oscureció a mis costados.

Llevé mis manos a mi cara, sin sentir nada fuera de lugar, ni siquiera mis facciones más allá del relieve alrededor de mis ojos. Sentí cómo terminó de atar mi cabello y paló mis hombros. Ver su rostro era como ver el final de un túnel, solo me enfocaba en él, y esa expresión de preocupación que tenía por encargarme aquello.

—¿Seguro que irás solo tú? He estado entrenando, literalmente soy más rápido que antes, puedo...

—Ya haces mucho con desvelarte. No dormirás hoy, ¿no? Tienes trabajo en unas horas. —Sonreí, consiente de que no podía verme, pero al menos mis ojos podía vislumbrarlos.

—No quería pedirte algo así, es demasiado.

—Yo me ofrecí después de que me contaras la situación —suspiré, posando ambas manos sobre sus hombros—. No te disculpes, ¿va, va? En parte, también quisiera saber qué está pasando. Yo también tuve mucho que ver en los asuntos de ambas escuelas el año pasado. Y si tienes el presentimiento de que hay relación, es por algo.

Hipocondríaco, aunque decía no querer involucrarse más en lo que pasaba en L.A, solo era por sobre encima. Realmente le interesaba, y sus ideas de lo que estaba pasando no me parecieron rebuscadas. Quizás realmente había un tercero, sin relación directa son Savant o L.A, sino un vacío entre ambas. Algo relacionado al acoso, que cómo no... irremediablemente se relacionaría a él mismo e incluso a mi persona.

—Dices que ese tal Albin no ha conseguido seguirlo la última vez, ¿no? —Ajusté mis mangas, bajándolas hasta encontrarse con los guantes. Giré hasta verle asentir, lució serio bajo la gorra—. Bueno, me conoces...

Me cubrí con la cachucha de la chaqueta.

—Es imposible que alguien escape de mí. —Avancé en dirección al instituto.

Verga, camina rápido, que eso me dio vergüenza.

—"Es imposible que alguien escape de mí", juju. Si para pendejo no se estudia... —Me retorcí al tiempo en que cruzaba la calle. No sé cómo pude decir semejante cosa—. Todo por celoso, en serio.

Desde lejos, habíamos visto a tres sujetos entrar, que por sus descripciones, supuso eran miembros del club al que pertenecía. No vimos a un tercer sujeto, así que rodeamos las instalaciones para buscar el sitio por el que había entrado, ya que si no se le vio llegar de frente, habría entrado por detrás. Su otra teoría es que pasara la noche en la escuela, pero tampoco creímos que fuese alguien tan paciente.

Me senté tras los árboles que se posicionaban junto al kiosko del jardín, aguardando de cuclillas. Con ambas manos me tallé el rostro; me apretaba un poco la mascarilla pero no era peor que correr en invierno, los cubrebocas siempre me asfixiaban. Estuve ahí un rato antes de decidir asomarme al otro extremo, apenas viendo por la ventana abierta a las personas reunidas.

Di media vuelta contra la pared al escuchar cosas caer sobre el suelo. Me paralicé. Si yo pude escuchar eso, estaba seguro de que el guardia también.

—Puta madre... Voy por... —Voces en el interior.

Otro golpe ahogado. Cerré los ojos antes de oír a alguien caer sobre el césped. Giré el rostro hacia la izquierda, viendo a un sujeto correr en mi dirección. Por la velocidad, no se percató de que estaba allí oculto.

No me fallen ahora, piernas.

Me eché a correr tan pronto lo vi cruzar a la calle paralela. Si hubiese girado, se habría encontrado con Hipo. La simple idea de que se lo encontrara hizo mis piernas funcionar.

Arrojé uno de mis guantes en la dirección de Hipocondríaco. Sabía que yo iba a necesitar al menos una mano desnuda si planeaba trepar algo, con ello también le enviaría la señal de que me había puesto en marcha. No pude ver la expresión que puso, pero rogué a mis adentros que no se torturara por la situación, solo no era lo esperado.

Mantuve siempre una distancia apropiada, pero tampoco me oculté ya que debía seguirle el paso. Pensé que se quitaría la careta al entrar a zonas más transitadas por las noches, pero yo fui quien se vio forzado a quitársela al ver que se coló entre callejuelas que daban a zonas mejor conocidas por robos a mano armada.

Paredes que se tocaban entre ellas, cables cruzados como si fuesen decorativos, ningún vehículo aparte de chatarras en la zona; dudaba de que siquiera un coche entrara ahí debido al espacio reducido. Algunos locales daban a la calle, de antojitos, gelatinas, tacos; fui visto por algunos clientes que entrecerraban los ojos como si intentaran adivinar de quién era nieto o si me conocían.

No dudo que todos se conozcan aquí.

Gracias a Dios no me veo tan fuera de lugar como se vería Hipo.

Solté mi cabello y reajusté mi capucha, andando sin hacer contacto visual. El sujeto que llevaba más de cinco calles delante mías no se había retirado la careta en ningún momento.

—O ya es conocido, o es normal andar así... —Farfullé, con la mascarilla en mano. Me volví a meter en esta cuando noté el poco interés de quienes la visualizaron.

Supongo que confirmé una de mis sospechas, pero al mismo tiempo me sentí jodido. Quería escribirle a Hipocondríaco en ese momento, más allá de solo explicarle a dónde me había llevado esto, pero tampoco sabía cómo darle las malas nuevas.

El sujeto que seguía, supuestamente llamado River por información que me brindó Hipo, jamás se quitó la careta.

—¿Es todo? —Otro tipo alzó la voz al ver la carpeta que River arrojó.

Estaban al exterior quemando cosas en un balde metálico, el sitio era una especie de depósito. Tuve que seguir atento al supuesto invasor, pero quien recibió la carpeta vestía igual que él. No solo eso, en las escaleras que daban a un hogar en el segundo piso, había otro sujeto con careta, solo los pantalones oscuros me parecieron distintos a los primeros dos.

Mierda, ¿quién se supone que es quién?

—Está bien, con eso basta, ¿no? —Una mujer que vestía oscuro pero no llevaba el rostro cubierto les habló desde el interior, bajando las escaleras.

El que se hallaba sentado se removió un poco para cederle el paso. Ella le brindó unas palmadas a quien yo seguía, y este, sin decir una palabra, entró al departamento.

—¿Todo bien, no? —La mujer hizo señas. Quienes quedaban allí, asintieron—. Deben dejar de entrar ahí, no se arriesguen antes del 31, muchachos. Saben que yo siempre les voy a apoyar, pero ya corren muchos riesgos con entrar al despacho de David...

Qué carajo es esto, no tiene relación con...

La mujer era bastante mayor, mucho más que mi madre. Con algunas verrugas en el rostro y por sus manos, diría que tenía algún problema en los huesos; estos me recordaron a Marfan. Me aferré a la rejilla para no irme de boca sobre el lodo que se hizo por el mal pavimento, y me incliné a escuchar la otra voz femenina que intervino.

—No seremos todos, ¿sabe, mami? —Rodé los ojos hacia sus manos, esperando ver a dónde señalaba—. Ese cabrón es el que...

Una pisotada se me fue, en el otro extremo del asfalto para evitar que me cayera de boca. Mis tobillos se sintieron fuertes al salir disparado por la calle, porque con ese error, supe que no debía quedarme más. Traté de no voltear atrás, y me aferré a mi propia mochila como si le hubiese robado a alguien.

El corazón se me habría parado de no ser porque, quizás ante la idea de que fuese un ladrón cualquiera, nadie me detuvo.

• • •

He dormido dos horas. Tuvimos un anuncio inesperado, que nos jodió la producción de la semana. Reporté cargos no reconocidos de mi tarjeta y ya cancelaron mis cuentas, espero reposición en cinco días. Y hace media hora casi me atropellan, de milagro frenó y yo también me detuve a unos 30cm de distancia. Todo eso hoy.

Acabo de comer una hamburguesa. Tranqui.

Creo que Estocolmo previó mi día de mala suerte, porque acabé de escribir esto a mis 3 am.

¿Cómo se encuentran? Han tenido un día terrible?

¿YA VIERON A HIPO BAILANDO CON EST? Y LA ROLITA.

Ok, un giro enorme con LOS terceros. ¿Tienen teorías de qué andan cocinando? Porque ya llevan en la cocina desde unos días antes del PLJ. Desde aquel uniforme tirado en el lago.

Iré a hacer del baño, o dormir, o advertirles que se vienen cosas buenas en Línea Azul. O más bien, intensas. Les quiero mucho, nada malo de aquí al capítulo 17. Me amaran para el capítulo 17.

Se la pelan. Besos.

~MMIvens.

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