Capítulo 18: Si puedo dormir.

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng


La una am, por quinta vez en la semana.

Comenzaba a creer que había sucumbido a la voracidad de mis pensamientos. Cuando no podía pensar más, poco a poco acababa no solo con mi sueño, también mis deseos por empezar otro día.

La noche interminable, como si hubiese muerto ya.

Albin.

Para cualquier persona, le era fácil ver que yo no podía estar solo.
Jamás experimenté una compañía real, así que me aferré a cualquier ser humano que mostrara un poco de interés en el animal que se ocultaba detrás de mi maquillaje.

E igual que un animal, si encendían las luces yo comenzaba a saltar. Originalmente, por miedo al sacrificio. Eventualmente, por aprobación. Actualmente, por costumbre y olvido de causa.

Supongo que el amor, los finales felices, y la sinceridad, no era para antinaturales como yo.

—Qué día de mierda para algunos, ¿eh? —Esbocé una sonrisa, arrojando los papeles con la prueba de paternidad al piso.

Me saqué los zapatos, traté de jalar la peluca pero esta se aferró a mi cabeza, y con el maquillaje puesto caí sobre la cama hasta embarrar una de mis sábanas. Bostecé, cubriendo uno de mis ojos de la luz del pasillo detrás de la puerta abierta. La oscuridad de mi habitación era mayor, pero no lo suficiente para ocultarme.

—¿Recién llegas, Albin? —Escuché los pasos de mi padre. Imaginé que era el único en casa, de lo contrario, ni me hablaría.

—Y ya me voy, a dormir —suspiré, estirando una de mis piernas para cerrar la puerta.

Me giré cuando la empujó, y por los sonidos de empaques, supuse que traía bocadillos. Me reincorporé para observar a Erik, quien lucía unos lentes de sol, llevaba en sus brazos cajas de galletas, algunas frituras con chile, y pretzels con cubierta de yogurt blanco. Crucé mis piernas y elevé una ceja.

—¿Y esto? —Tomé los pretzels, abriendo el empaque sin esperar su respuesta.

—Quería hablar un poco contigo sobre lo que pasó esta mañana —comentó sonriente, dejando algunas cosas en la esquina del colchón, pero no se sentó—. ¿No quieres ver algo para comer esto? Pasé a comprar tus snacks favoritos, te hacía falta un refill.

—¿Sabes qué me haría falta? —Asintió al instante en que me metí un pretzel a la boca—. Un depa. Que combine con mis uñas.

Mi broma le hizo reír.

Ni pareciera que pasé toda la puta tarde llorando.

—Estoy juntando para ello —sus risas se disiparon poco a poco, pero aún lucía sonriente—. Por el momento no puedo, no me gustaría que rentaras, sino comprártelo. Deberás esperar dos años, será tu regalo por la mayoría de edad. Los alegres veintes, ¿no? ¿O eran los pinches?

Mi padre estaba a poco tiempo de cumplir los cuarenta, pero sus arrugas eran casi imperceptibles, excepto por las patas de gallo que comenzaban a formarse alrededor de sus ojos, ahora cubiertos por las gafas. Quizás era la oscuridad de la noche y ausencia de luz en mi habitación, pero tampoco podía verle canas, me hizo pensar que se lo había teñido ese mismo día o la semana pasada.

Él me hablaba como un hermano mayor, tratando de recordarme que eso era, solo un hermano. Miré de reojo los papeles en el suelo, también mis zapatos cubriéndolos.

—Entonces quiero un vuelo, al extranjero —comenté, estirando la mano sobre el resto de empaques que dejó en la cama. Me recorrí para alcanzar una botella de jugo importada, y agregué—: De preferencia algo ya organizado, puede ser un tour o la renta de un sitio a largo plazo.

—Um... quizás pueda planearlo el siguiente año, que te hayas graduado. Podrías tomarte el año sabático si gustas. —Se inclinó para observar también las golosinas. Estábamos rebuscando en el lado contrario al otro.

—No quiero algo después. Lo quiero ahora.

Suspiró, volviendo a su anterior postura. No podía ver su expresión debido a los lentes, pero la pausa dijo más; no entendía mi actitud, si era broma o no, aunque yo tampoco sabría decirlo. Supuse que le frustró pero no trató de adivinar.

—¿Qué deseas? —Tosió, con sus rodillas apoyadas en el colchón, sin sentarse—. Claro, algo que esté en mis posibilidades actuales. Eres inteligente para saber qué sí y qué no.

—¿Podrías llamarle a mi madre? —Sonreí con cinismo. Estaba seguro de que el delineador se había corrido hasta mis sienes, pero me contuve de limpiarme los ojos.

—Puedo marcarle.

Y mi sonrisa se cabreó. No supe cómo mantenerla, así que volví a enfocar mi vista en los papeles, en mis zapatos, en la mancha de maquillaje sobre la cobija. A veces eran noches así, de mierda total. No recordaría lo que dijimos, sino lo que aquellas imágenes proyectadas de mis recuerdos me harían sentir.

La ansiedad.

—¿Y no puedes negarte? —musité.

—¿De qué hablas, Albin?

El solo recordar mis zapatos tirados junto a la cama, me haría gritar. Tomaría mi cabeza con ambas manos, la clavaría sobre la cama, y me golpearía a gritos, cubriéndome la boca. Lo haría en silencio, como cualquier otra persona, porque eso hacen todos, ¿no?

—¿Puedes negarte?

—Al...

Mi padre seguía allí, pero le mostré los dientes. Sentí que escupiría, que ensuciaría todas sus golosinas, que lo maldeciría por golpear mis barrotes justo cuando iba a dormir. Pero solo me quejé.

—¡¿Puedes decirme que "no"?! —Grité, y con un deje de violencia me agaché y estiré la mano para intentar agarrar sus partes íntimas—. ¡¿O te faltan los huevos?!

Erik me agarró de la mano antes de empujarme devuelta a la cama. Los lentes se le habían movido, tenía una mueca de completo asco, pero apretó los dientes al continuar escuchándome.

—¡¿Puedes tratar siquiera un poco de ser mi padre?! —Avancé, gritándole al rostro. Nuestra altura era casi la misma, pero no pude ver sus ojos.

Le quitaré los lentes de una vez por...

—Vete —exigió.

Alcé la mano hasta su cara, pero me detuvo otra vez. Llevaba las mangas largas del uniforme, así que de ellas se prensó mientras tiraba hacia el pasillo.

—Tienes dinero para quedarte en un hotel —me empujó contra las escaleras, yo me sostuve del barandal sin quitarle la vista—. Toma, la tarjeta y el efectivo que quieras.

Su billetera cayó hasta el primer piso. Quise mirarla pero su mano contra mi espalda me hizo seguir el mismo camino, a paso rápido, como si nos fuéramos a caer. Abrió la puerta principal que estaba junto al tapete donde cayó; traté de recogerla con calma pero la insistencia por dejarme fuera me hizo acelerar el paso.

—Arregla tu mierda, ¿quieres? —Cerró.

Sentí escalofríos, culpé al frío de ello y mis pies descalzos sobre la piedra que tapizaba la entrada. Me veía terrible para un hotel; para cualquier lugar en general. Al menos tenía la peluca mal puesta.

Bueno, la plata nunca viene mal.

—No pienses mucho, primero resuelve —me repetí, sentándome en la banqueta.

Llamé a la pelona, sentí que me debía un favor por anotar sus asistencias aunque poco hacía, pero me mandó a buzón. Le dejé un mensaje explicando que era urgente, aún con esperanzas de que lo viera más tarde. Y estuve por llamar a Hipocondríaco, cuando mis propios latidos me frenaron, evitando que cometiera un error.

—No estamos en buenos términos. —Solté una risilla, hundiendo mi cabeza en mis rodillas. La energía se me fue por completo.

Retiré con mi manga parte del delineador, y llamé a Insomnio. Tampoco respondió.

NoNoNo: ¿Te urge? No llames sin avisar, solo escribe.

Yo: Me urge.

NoNoNo: Ajá.

Insomnio me estaba escribiendo, como si no me urgiera, como si mis pies no se fueran a congelar. Decidí levantarme y comenzar a caminar aunque sea a comprar calcetas en alguna tienda abierta a esas horas, casi daban las dos de la mañana.

Yo: Deja que me quede en tu casa.

NoNoNo: Jajaja, no.

Yo: Por favor, aunque sea préstame unos zapatos. /\ Estoy descalzo. Con sueño. Fatigado. Podría caer muerto. Me estarías matando. Y conscientemente. Sabes que fue un día de infierno para mí. ;-;

NoNoNo: No estoy en casa.

Yo: Estás ocupado? De verdad?

NoNoNo: Salí a caminar, necesito cansarme para dormir.

Yo: Bueno, me traes zapatos, sí o no? ><

Estuvo escribiendo, pero no envió un mensaje. Su ubicación saltó al chat después de un rato, sacándome una sonrisa por haber conseguido aunque sea algo en el día; como si quedarme fuera de casa no hubiese sido el fin del mundo.

Llegué antes a la tienda donde me citó. Compré unos apósitos que usé para cubrir las áreas heridas de mi planta, y aguardé en un banquillo donde se sentaban a comer lo que sea que prepararan, sopa instantánea, hot dogs o bebidas. Cuando Insomnio llegó, traía solo unas chanclas y calcetas blancas en sus manos.

—No me da curiosidad, así que no te expliques —me interrumpió disgustado. Yo estaba apunto de darle contexto de toda mi noche.

—¿No tenías tenis o algo? —Agarré con cautela sus chanclas.

—No, Albin, no. —Se puso su gorra tras retirarse el sudor de la frente.

Me metí en las calcetas antes de ponerles el calzado.

De frente se hallaba el cristal que daba a la calle principal; apenas unos coches pasaban cada cinco minutos, pero de resto no había movimiento. Me fue fácil ver su silueta agarrar unas sopas instantáneas, me hizo señas a través del reflejo para saber si yo también quería comer; asentí, y con eso fue a pagar.

Las preparó malhumorado, sin intercambiar palabras. Echó el agua hirviendo que usaban para el café, se sentó a un costado mío tras dejarme un recipiente, y comenzó a soplar los fideos.

—Come rápido, después de esto te acompaño a donde te vayas a quedar, porque no te dejaré las chanclas. —Aunque parecía estar ensimismado en acabar su cena, se mantuvo soplando. Pensé que no comería sin mí, o eso me hizo creer mi ego.

—Qué caballeroso.

—¿Puedes...?

—No es chiste, te estoy halagando —respondí también de mala gana, abriendo un poco más al recipiente para dejar el vapor salir.

Insomnio lucía demacrado a esas horas, no solo por el maquillaje que aún le cubría como a mí, sino por el mal humor, la irritabilidad, el cansancio; pero no me faltó al respeto, se limitó a soplar hasta que dejó de salir vapor de su sopa. Yo ya iba por la mitad.

El chico de la caja se fue al otro extremo de la tienda a revisar los estantes.

—Desmaquíllate cuando vayas a dormir —comenté. Inso me miró de reojo, lo pude ver por el cristal.

—No. Mi piel es de esta forma, seca.

—¿Falta de sueño?

—Algo así. —Pegó un sorbido mientras introducía los fideos a su boca—. Si puedo dormir, quizás me agarres de buen humor.

Me levanté por algo de beber cuando terminé la sopa. Observé algunos minutos los refrigeradores, indeciso de si tomar electrolitos o prepararme un café. Giré para pregúntale a Insomnio qué quería, a lo que pidió «nada con azúcar» ya que dijo que le quitaría el sueño; agarré un agua de coco, no se quejó. Por su parte, me preparé un té con leche.

—Me pesa la cabeza. —Arranqué la peluca, cansado de ella. Evité mirar al frente para no ver mi desastroso reflejo.

Insomnio apenas terminó su sopa, bostezó. Le pasé el agua de coco.

—Gracias por la compañía. Y la comida, necesitaba algo caliente. —Me rehusé a usar mis clásicos nombres cariñosos, pensé que mi agradecimiento lo sentiría menos sincero. Él solo asintió.

Nos miramos por el reflejo, yo estaba atento a cómo bebía mientras sus ojos se posaban en el mío. Insomnio era poco expresivo, de cara dura, con solo un lunar en su rostro comparado a las pecas en el mío. Un tipo aburrido si lo veía de pasada. Pero bastante denso, al punto de que cautivaba mi atención más de lo que me gustaría.

—Tu cabello luce bien, aunque el largo le hizo perder forma. —Juzgó repentinamente, como masticando el agua.

Aquello hizo que me centrara en mi apariencia. Parecía que me vomitaron encima, o que yo vomité tras abandonar una reunión de "pocas personas".

—Hace rato no me lo corto. —Solté mi aliento.

—No lo hagas —negó con la cabeza—, es caro.

—Tú cortas el tuyo, ¿verdad? —Me reí, recibiendo un empujón de su parte. No consiguió que mis risas bajaran, sino que prefirió parar su sonrisa al seguir bebiendo del empaque.

Insomnio me prestó su sudadera para cubrir mi cabello. Tomé un taxi que me dejó en mi hotel preferido, al que solía ir cuando mi padre tenía con más frecuencia a sus parejas en casa. Me registré casi a las cuatro de la mañana, tomé una ducha, dormí, y a las seis ya me estaba levantando para arreglarme con las pocas cosas que tenía a la mano.

No maquillaje, solo peluca. Mis ojos sin pupilentes y mis cejas sin pintar me atormentarían todo el día. Pasé a casa para sacar mi auto, y paré en una cafetería antes de llegar con té a la escuela. Debía preparar unas cosas en el club a primera hora, ya que era día de corte. También tenía unas cosas pendientes que me dejó TDAH en el escritorio.

—Dios, me duele la cabeza... —Arrugué el entrecejo, tratando de sorber del vaso cerrado.

Abrí la puerta del club y entré con rapidez, azotándome la cabeza contra la barbilla de Insomio. Mi té cayó sobre él, especialmente en su brazo izquierdo. Tan temprano y ya le había cagado la mañana.

—Carajo, deja saco unas servitoallas —me aparté hacia el escritorio para dejar el vaso. Insomnio se movió a un costado mientras sostenía su propio brazo, mientras negaba con la cabeza.

—No hagas nada, lo vas a empeorar sin agua antes. La piel se sigue quemando —me pidió, apartándose a la ventana para retirarse el contenido. Tomó mis servitoallas y sacó una botella de agua templada.

Le regalé media sonrisa, abrumado. El sueño me tenía terrible, pero sobre todo la presión y mi propia cabeza que maquinaba más rápido de lo que mi cuerpo podía manejar. Traté de enfocarme en los papeles que solicité a TDAH e ignorar el error que ya había cometido.

Realmente la pelona faltó al club por diversas razones, una es por la que no podía culparla; el club estaba condenado, nadie estaba asistiendo por consejo, al contrario, lo evitaban. Pero la principal, le di el encargo personal de relacionarse en foros e investigar sobre casos de acoso los últimos seis meses. Yo no me tomé el tiempo de hacerlo.

—Las investigaciones de TDAH sobre el acoso en L.A. estos últimos seis meses no concuerdan con los datos que le entregué a River —expliqué, dando vuelta al escritorio para atraer la silla a mí.

—¿Por qué? ¿Hay más problemas con los archivos? —Insomnio me miró preocupado, pensando si el error era del sistema. Con las servitoallas retiró el agua que se echó.

—No, a decir verdad, tengo un plan con estos nuevos datos, no esperaba tantos casos, eso sí... —Me sentí abrumado por todo eso. Mi deber como presidente era protegerlo, no usarlo de manera egoísta, y aún así, parecía jugar a ambos bandos—. Después de la discusión con Hipo, no quería joder más las cosas, ¿sabes? Rellené con nombres al azar los últimos papeles que le entregué. Estaba preocupado por ello, pero me hizo enojar que me lastimara no solo a mí.

Dejé caer mi cabeza sobre el escritorio. Sin retirar mi mejilla de la madera, me saqué la sudadera de Inso, que fue la única que me dejó en el hotel para asistir a clases la mañana siguiente. Para ese momento, ya había sacado la ropa necesaria de casa, así que no olvidé devolverla.

—Insomnio —suspiré, tan solo mirando su espalda—, si no te molesta que te lo diga, era té helado.

Insomnio paró de tratar su «herida».

• • •

CHAN CHAN CHAN CHAAAAAN.

MIERDA GAHAHHAHA.

BUENO, BUENO, Yo no tengo mucho que decir. Pasaron tantas cosas en este capítulo que son hiperrelevantes para la trama.

¿Teorías? ¿Opiniones? ¿Acaban de confirmar sus ideas igual que Albin?

INSOMNIO QUEDÓ TIESO. ¿Es así?

¿Cómo han estado? ¿Qué tal la vida?

Albin es un caos total, y cómo lo disfruto.

¿Qué les han parecido estos últimos capítulos?

Espero estén teniendo una buena semana. ¡Nos leemos pronto si Dios quiere!

~MMIvens.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro