Capítulo 22: Crecí cansado de este cuerpo.

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"Todos mienten".

Al llorar, al quejarse, al mostrar dolor. Nadie mas que tú eres el único capaz de sentir miseria. Los demás exageran, te engañan, van a montar otro show.

Ese era el pensamiento de nuestra sociedad. Siempre peleando por ver quién sufría más.

Hipocondríaco.

—Soporté que me llamaran garnacha mal pintada, ¿no crees que merezco una recompensa?

Asentí, cruzando la puerta de su club al que me veía hostigado a asistir de vez en cuando, solo para revisar sus papeles y ayudarle con el trabajo de recopilación. Le pregunté por su vicepresidenta, también los otros consejeros, pero dijo que últimamente se ausentaban demasiado.

Jamás los he visto, yo creo que este club no tarda mucho en desaparecer.

—¿Me vas a extorsionar para que me una oficialmente? —Cuestioné.

No está en mis planes presenciar a gente llorando por problemas íntimos.

Albinismo se levantó con un resoplido de su silla, arrastrando una caja de alimentos a cierta esquina donde no estorbase. Acababa de tener una sesión, ahora solo se paseaba con su peluca roja y con papeles del PLJ que me arrebató para confirmar su participación en el evento escolar.

Peinó uno de los mechones rojos detrás de su oreja, se apoyó en el escritorio junto a la ventana, cerca de mí, con los ojos fijos que mostraban sus lentillas verdes. Me frustraba verlo tan producido en la escuela, se arreglaba a escondidas porque sabía que no pasaba el filtro de vestimenta.

—Hip, voy a ser sincero. Sabes lo único que quiero desde que me acerqué a ti.

Me encogí de hombros.

—¿Puedes al menos darme tu opinión?

Albinismo, en mis recuerdos desde que entré a preparatoria. Siempre detenido por el comité disciplinario, su apariencia era un desastre pero su presencia una clave importante para el bienestar de los estudiantes en L.A.
Observaba, analizaba, aconsejaba; quienes recurrían a las sesiones de su club hablaban maravillas sobre él, lo empático y compasivo que era.

No niego que era observador e inteligente, ¿pero compasivo? Desde mi punto de vista, solo le divertía arreglar problemas ajenos, no le interesaban los detalles en cuestión. ¿Su sonrisa, actitud sociable, íntimo amigo? Ni de lejos, su falsedad me parecía un muro incapaz de penetrar.

Jamás lo conocería por completo, ni siquiera si lo intentara. Me era un misterio.

—¿Solo quieres que hable de la impresión que me das? Me lo he estado preguntando, pero literalmente no pides mucho. —Me crucé de brazos.

—Siempre he pensado en los demás, desde que tengo memoria. Pero no he escuchado a nadie hablar sobre mí. ¿Hay algo que yo no he notado ya de mí mismo? —Su pregunta, siempre en búsqueda de una respuesta trascendental; no una charla común, no le satisfacía lo normal.

—Albin, ¿cuáles son tus pronombres? —Me atreví a preguntar.

—¿Qué?

Se desconcertó por mi repentina pregunta. Supe que había dado en un clavo, al menos me sentía orgulloso de ser más intuitivo que él en ciertas cosas.

Alguien que no estaba preocupado por dejar de llamarse Albinismo, ante el temor de la búsqueda de un nuevo nombre, fue algo que me hizo meditar por bastante tiempo. Su insatisfacción en el amor, en sus relaciones, en las personas. Si no tenía algún problema mental, si no había nada serio que ocultar, si los problemas familiares nunca fueron un tema de mención, ¿qué otra cosa le podría estar atormentando?

—Solo me preguntaba acerca de cómo te sientes respecto a tu identidad de género. Quiero indagar —hice una pausa, inseguro de continuar pues no me alegraba haber tirado una moneda al aire—. Sé que no es bien visto el tema, pero...

Sobre orientación sexual, en nuestra sociedad no es mínimamente relevante. Sobre cambios de sexo o identidad de género, la cosa es distinta.

«¿Autolesión? ¿Modificación? ¿Por qué dañarías tu cuerpo, cuando todos quedemos cuidar de él?»

Ni siquiera había un término para ello.

—Oh, sobre eso. Soy Él, me identifico como él. —Sonrió.

Bajé la mirada a mis zapatos. Supuse que había malinterpretado algo. Mi siguiente pregunta era respecto a la falta de una figura materna, quizás después de su respuesta yo podría genera una opinión más acertada.

Pero siguió hablando, haciendo imposible que me centrara en algo más.

—En ocasiones no me gusta mi cuerpo, sobre todo cuando se trata de mi pene o esas cosas. Aclaro, tampoco es que crea que debo cumplir un rol femenino, me siento bien con el masculino. Pero he pensado bastante en si me sentiría cómodo en un cuerpo femenino, y he de admitir que no, no me sentiría cómodo. Supongo por la aterradora idea de que jamás, nunca, voy a poder sentirme como algo más que no sea "hombre" o "albino".

Le miré, nos miramos, nos callamos. Sus cejas se contrajeron al hablar con tanta rapidez.

—Y ante ese miedo solo me resigno a que moriré siendo él. No soy tan temerario, ni lo suficientemente fuerte soportarlo.

Fuck, eso es algo que diría alguien con disforia de género.

—Lo sé, olvídalo. Por favor, trátame de él —sacudió sus manos, yo asentí sin saber qué decirle, estábamos aturdidos en especial después de horas de clases—. No me hables de otra forma, no quiero pensar en ello, ¿sí? Me siento más miserable si lo hablo.

—Albin.

—¡¿Sí?! —Exclamó alterado, aferrándose a la pluma con la que firmaba los papeles.

—Eres como un pulpo.

—No jodas. —Rodó los ojos, pero tuvo curiosidad por mis palabras. Le dije que al menos le daría una pequeña recompensa; mi opinión No general de él, sino un tanto más abstracta.

—Siento que hay cosas en ti que nadie más ve. Los pulpos son curiosos y divertidos, también increíblemente
inteligentes. —Me recargué en el escritorio para verle escribir, mientras me escuchaba a través de los mechones rojizos de su peluca corta—. Tienen un aura de belleza y misterio que no se compara con
ninguna otra especie. Son
maestros del disfraz, siempre
encuentran maneras ingeniosas de
escabullirse y camuflarse.

—¿Pero por qué tenías que compararme con un...?

—Son diferentes, podría compararte con algún animal común, pero nunca habría conocido a alguien que fuese tan extraño. Siento que nada estaría a la altura de siquiera satisfacerte con mi respuesta.

Sonrió a medias. Yo también sonreí con discreción. A pesar de no conocerlo a profundidad, ni siquiera saber dónde vivía o algo personal, le agradecía su compañía estas últimas semanas. No se quejaba cuando pedía su ayuda para movilizarme, no pedía mucho a cambio y me insistía en dialogar o expresarme con más interés respecto a otros.

Me impulsó a hablar con Estocolmo. Al menos un ciclo había cerrado, todavía tenía otros cuantos problemas sin remedio.

—No uses esto. —Tiré de su peluca.

Albinismo giró con terror para arrebatarla de mi mano. Jamás lo había visto sin peluca, pensé que estaría calvo pero la red que sostenía su cabello se soltó de un lado, revelando sus mechones sin color que cayeron sobre sus ojos.

—¿Qué chingados crees que...?

—Te ves mejor sin ellas, literal. Tu cabello es hermoso, creo que es un desperdicio. —Balbucí, devolviéndole la peluca roja. Albin la tomó, como si algunas flores le fueran entregadas; estaba sonriendo como tonto.

Le dije que se quitara también las lentillas, no quería verlo así en los pasillos, me mandarían a ponerle un reporte.

—¿No crees que da asco que asista a esta escuela?

—Hablas con un Hipocondríaco, no sé a quién debería darle asco. —Solté una broma antes de retirarme.

~•~•~

La presidente Bipolar me dio una advertencia después de que acabaran las clases, cuando yo recién salía de una ducha en mi habitación. Dijo que alguien había tirado un uniforme de Savant en las aguas negras cerca de la estación 9 en la línea azul. Le pregunté qué tenía que ver con nosotros.

Bi, presidente: Eso quiero saber yo. Me llegó un correo sobre haber visto a alguien de L.A. tirar cosas de Savant. Ya comenzó la organización del PLJ así que a nadie le conviene arruinarlo ahora. Si no fuimos nosotros, ¿fueron ellos? Solo saben escupir hacia arriba.

Yo: Presidente, ¿qué trata de decirme?

Bi, presidente: Que te voy a culpar a ti si no resuelves esto, pendejo.

Le dije a mis padres que iba a la casa de Exin, ellos tuvieron que guardar el plato con mi cena y se limitaron a verme desde la ventana. Le escribí a Des y a mi mejor amigo, nos veríamos en la línea azul indicada.

Exin fue el primero en llegar, al parecer estaba por la zona. Me preguntaba si fue a hacer alguna pendejada con alguien, cosa que me confirmó cuando llegó apestando a colonia y sin playera, solo una bolsa de plástico donde venía una sudadera recién comprada.

La sacó. En el proceso de ponérsela yo solo le hice girar para ver su espalda. Borré el labial en su piel.

—Ya, chango —habló con descaro.

DesDes apareció cuando las puertas del metrobus se abrieron, quedando frente a nosotros. El rubio se quitó su capucha, mirando atento el pecho descubierto de Ex, quien le sonrió antes de subir el cierre.

—¿Por qué andas desnudo...? —Des torció la cabeza.

—Ya sabes. —Rodé los ojos al escucharle. No podía tolerar cómo hablaba de coger con otros frente a la persona que le gustaba; por suerte, el rubio no entendió de qué hablaba.

Me pidieron más detalles cuando caminamos a altas horas de la noche junto a la avenida que parecía mas bien una carretera. Al menos querían comprender porqué nos arriesgábamos a terminar balaceados en las aguas negras.

—Vamos a devolver ese uniforme limpio, al menos como prueba de que no queremos conflictos.

Al pronunciar esas palabras ambos se detuvieron. Les dije que no se echaran a correr, porque los perseguiría hasta matarlos.

—PERO NO TRAIGO NI GUANTES, AMIGO. —Des se aferró a mi hombro.

—Usa la bolsa de plástico.

—VENGO SEMIDESNUDO, HIPO. —Exin me chilló, prensándose a mi cuello.

—Literalmente, semi.

Ambos se aferraron a mi cuerpo para impedir que siguiese caminando, pero continué aunque tuviera que arrastrarlos conmigo. Des dijo que me brindaría información de toda la escuela ya que sabía los pedos de todos, Exin confesó haberme sacado unos billetes de mi mochila la semana pasada; eso último me molestó, sin embargo no fue una sorpresa viniendo de su parte.

Los tres llegamos a las orillas. Yo encendí mi celular para ver el terreno, Exin ahuyentó a los gansos que se hallaban alrededor. Se supone que era un lago, pero las aguas negras cercanas terminan por desembocar en algún punto.

Se escuchaba de personas idiotas, que era buena idea meterse a nadar; terminaban muriendo por alguna infección en la piel.

—Oloverga, vamos a necesitar un palo. Pero un PALOTE, papá. —Exin le dio unos empujones a Des para pedirle que fuese a buscar algo, el otro corrió en distintas direcciones también con la luz de su teléfono.

Levanté la vista hacia el cielo nocturno, de un azul espeso que se confundía con negro. Algunas estrellas estaban presentes, yo me puse de cuclillas para analizar el césped y la tierra, no queríamos resbalarnos en caso de que no estuviese firme.

—Oye, no cogí con nadie. —Exin se sentó a un lado, con las manos en su cabeza. Yo solté un resoplido porque no le creí—. Hablo en serio, no pude.

—¿Por eso también tienes un golpe en la cara? —Le miré de reojo.

Exin sabía que siempre le juzgaba al enterarme de las cosas que hacía, no porque tuviera algo en contra de su vida sexual, sino que no sabía sobre sus conflictos personales.

—Es que, se estaba quitando el brazier ya en la cama —le dije que omitiera detalles, así que cortó su charla—. Bueno, me agarró a chingadazos cuando le dije "No, espera, vuelve a vestirte, es que ahorita me gusta alguien más".

Antes de que le criticara, insistió en contarme porqué tuvo la confianza de decirle que no iban a tener sexo.

—Ella habló toda la maldita cita de su ex, SE QUEJÓ UNA Y OTRA VEZ. También cuando nos pusimos de acuerdo para salir, fue porque reaccionó a mi historia de Instagram y me escribió "Tienes cara de infiel, me encantas". O sea, que si yo menciono que tengo un crush, ¿ella se molesta pero no ve que también habló de alguien más? ¿Solo ella tenía derecho a correrme sin playera y obligarme a comprar una sudadera en el camino?

Su cabello oscuro y tieso se sacudió.

—Ambos están igual de mal, por ende no se deberían quejar del otro —respondí, él ya estaba cantando victoria por darle la razón—. Pero, como ninguno tiene principios, es lógico que se enojen si les hacen lo mismo.

—Oh... Pero tengo principios, no me acuesto con alguien si pienso en alguien más.

Le miré fijamente.

—¿Por eso estás semidesnudo? —Apreté los párpados al escuchar la voz de Des detrás de él.

Exin guardó silencio, yo desvié el tema por el palo. Pero Des no nos dio nada hasta que le terminásemos de contar.

—Exin no va a dormir con nadie en un largo tiempo porque se dio cuenta de que no le gusta hacerlo con personas por quienes no siente nada. —Mi respuesta fue inteligente, vi al rubio suspirar el aire que retenía. Exin solo me agradeció entre balbuceos.

Los tres nos reincorporamos con los palos largos de Des.

Qué raro suena.

Decidimos pararnos en fila, y caminar por los alrededores moviendo de un lado a otro los palos, en caso de sentir alguna piedra o algo suave nos avisaríamos. Las luces de algunas casas se reflejaban en el agua así que podíamos ver más de lo que esperábamos.

—No hay que ser waitxicans. Hipo, mételo más profundo. —Des me solicitó.

—Si lo mete más profundo va a levantar el lodo y saldrá pura cochinada. —Exin habló. Se detuvo un momento para clavarlo y levantar una piedra, pero no salió nada.

—Es más probable que encontremos un cadaver —pronuncié.

Ambos callaron.

Hablaron sobre al menos salir en las noticias, pero les dije que también había más probabilidades de que si encontrábamos un cadaver, los siguientes cadavers seríamos nosotros. Seguro todo era un plan de Savant, querían desaparecernos y hacernos venir acá por su maldito uniforme.

—Puede que sí hayan enterrado algo más aquí, perros... —Des metía el palo con menos profundidad ante el miedo. Apartó el sudor de su frente junto a los mechones rubios. Lucía pálido entre tanta oscuridad y sus pies se resbalaban cada vez que intentaba hacer fuerza para levantar piedras.

—Están jugando con nosotros, solo eso. —Exin le apoyó.

Vi la luna detrás de los árboles, junto al viento caliente que les sacudía. Parpadeé varias veces para quitarme ese polvo que me irritaba los lagrimales.

—Hipo, sigue metiendo el palo.

Miré hacia los costados, asfixiado por aquella sensación. Oía pasos a los lejos pero no veía nada, la voz de los dos imbéciles detrás de mí opacaban el sonido. El césped debajo de mis zapatos me enredaba, aferrándose a mis suelas como si tuviese vida propia.

—No vamos a encontrar nada, en primer lugar, ¿por qué tenemos que arreglarlo nosotros?

Me centré en el lago, las luces de las casas se encendían y apagaban. Pero no era por la casa, algo caminaba a los costados junto a nosotros mientras opacaba el reflejo.

Exin y Des seguían hablando, mi paciencia rozó el límite.

—DEJEN DE DECIR ESTUPIDECES, CÁLLENSE, NECESITO CONCENTRARME. —Giré hacia ambos. Detrás de ellos estaba alguien más, sentí que el corazón se me salía.

—Aguas que se nos va. —Exin se arrojó para sostenerme.

—No quería asustarte. —El moreno habló, consiguiendo que Des y Exin pegaran gritos del infarto que les dio ver a Estocolmo.

El rubio cayó medio muerto junto a mí.

Pensé que mi teoría sobre que esto fue planeado por Savant, era cierta. Cuando recobramos energía y hablamos con él, nos negó todo.

—Verán, nos llegó un correo similar, me pareció extraño que hubiesen visto a alguien de L.A. tirar cosas por esta zona, así que me ofrecí para hacer guardia unas horas —aclaró, moviéndose incómodo entre las capas de prendas deportivas que usaba—. Cuando los vi llegar pensé que realmente lo hicieron ustedes, por eso observé de lejos, ¿ya, ya?

—Qué demonios... —Exin arrojó el palo al lago.

Estocolmo se cruzó de brazos, supuse que él tenía frío, nosotros éramos los únicos que entraron en calor por el esfuerzo. Apartó sus rulos que iban en direcciones contrarias por el viento, cuando volvió a abrir los ojos se sorprendió por mi cercanía; yo no veía mucho por la oscuridad así que me aproximé a su cara.

—¿Qué les dirás a los de Savant? —Pregunté. Al reparar en mi voz supe que estaba hiperventilando, me había estresado hacer tanto esfuerzo.

Me quité la sudadera y remangué mi camisa. Estocolmo se limitó a mirarme mientras se tambaleaba de un lado a otro, con sus características prendas negras que parecían hechas para correr. Le pregunté qué pasaba porque no me daba respuesta.

—Nada, solo te ves bien.

Incluso Des volteó a verlo. Enarqué mi ceja cuando su rostro me pareció congelado, él no podía articular ni una palabra.

—¿Pensaste de nuevo en voz alta? —Exin torció los ojos al preguntar.

Tú también.

—Gracias, pero, ¿entonces qué harás? —Yo insistí en saber.

No había hablado tanto con Estocolmo desde que hicimos las paces. Nos habían ordenado mantener la distancia, yo no me oponía pues no me sentía cómodo al ver que se relacionaba con personas que estuvieron presentes en los peores años de mi vida.

Aunque no podía molestarme si él de verdad no sabía nada.

—Dejen el uniforme, ni siquiera sabemos si realmente tiraron algo. Yo diré que fue un incidente externo, ¿vale, vale?

—¿Entonces no planeaban inculparnos? —Negó con la cabeza a mi pregunta.

—¿Ustedes no querían provocarnos? —Los tres sacudimos la cabeza en negación a Estocolmo.

El silencio se hizo.

De parte de Estocolmo, quien buscaba que Savant no nos pusiera un dedo encima ni viceversa, era claro lo que pasaba. Incluso para mí. Nos amargó siquiera pensar en ello.

—Hay un tercero involucrado.

Los cuatro nos separamos para volver a nuestras respectivas casas. Esa noche fue algo desconcertante, no sabíamos quién más quería causar no solo problemas en el PLJ, sino una disputa en las dos preparatorias privadas más famosas de la ciudad capital de nuestro país.

Pero los problemas no solo se encontraban al relacionarnos con los Savant. En L.A. las cosas tampoco eran tan buenas, sobre todo cuando de discriminación se trataba.

—¿Listos para la ronda de supervisión? —El presidente del comité disciplinario se dirigió a nosotros. Yo era su mano derecha, aunque casi no nos veíamos desde que empezó el año porque él debía concentrarse en los exámenes como alumno de tercero.

—Nos falta un miembro, fue al baño. —La rubia de primero hizo que nos detuviésemos.

Fuera del salón se oían personas correr, algunos vítores rompían el sonido de las pisadas. Todos dentro suspiramos porque sabíamos que era la hora de la comida, pero hoy estaban más ruidosos de lo normal, no podíamos esperar al que fue al baño.

—Les llamaré la atención desde aquí. —Suspiré, abriendo la puerta.

El olor a cítricos del pasillo y la ráfaga de viento que generaban los alumnos me sacudió el cabello.

—PUTAZOS O QUÉ, PUTAZOS O QUÉ. —Varios iban en dirección contraria a la cafetería.

Giré la cabeza en dirección al presidente y los otros órganos del comité, quienes también estaban confundidos por lo que veían. Un chico de lentes se golpeó contra nuestra puerta, informándonos de lo que pasaba para que resolviésemos el problema, porque era un asunto de disciplina que después se hablaría con el consejo estudiantil.

—¿Cuál es la razón de la pelea? —El presidente preguntó, rebuscando entre los estantes su altavoz.

—Están golpeando al presidente del club de consejeros. Llegó sin peluca esta mañana y la mayoría de estudiantes no sabían que era Albinismo, solo un trastorno genético. —Expresó alterado.

—Hipocondríaco, espera, ve por un reporte a la oficina del... ¿Hipo?

Mi cerebro no sabía dónde estaba sucediendo la agresión, pero mis pies se arrastraron para seguir los gritos y a la multitud. Erguí mi espalda para hacer uso de mi altura, empujé a todos los que aparecían en mi campo de visión, tratando de abrirme camino.

Acoso, discriminación, violencia; me ponía enfermo pensar que todas esas cosas pasaban en la escuela. En el centro de nuestro desarrollo, confirmando una vez más que como genios éramos animales salvajes dispuestos a matar a quien salía del rebaño. Asegurando, que como adolescentes, éramos inhumanos.

Albinismo me recordaba a mi hermano mayor, resignado a soportar la basura de otros, en un club que yo personalmente detestaba. Pero sobre todo, me recordaba a mí.

Patética y detestablemente a mí.

—¿Por qué demonios sonríes? ¿Te diviertes, malformación genética? —Un rizado de lentes lo tomó del cuello, Albin yacía tirado en el suelo mientras su cabeza se apoyaba contra la pared al fondo del pasillo.

—Hey, cuidado... —Oí quejidos, algunos me cubrían el paso para llegar al final.

Habían tres de pie, solo pateando las cosas que cayeron de una de las cajas del club y escupiendo encima. Papeles que yo había ayudado a organizar, junto a maquillaje roto. Albin solo se rió, mostrando su dentadura que envolvía los dientes blancos con el rojo de su sangre.

—No estás ciego, no estás sordo, solo te molesta el sol —el chico le soltó—. Bah, te aceptaría más si fueras una puta Depresión.

Depresión.

—Oye, no empuj... —Pisé algunos zapatos hasta aproximarse al rizado.

Arrojé un golpe contra el tabique de su nariz, salpicando más sangre al suelo.

Los alumnos seguían vitoreando, el comité disciplinario gritó varias veces pero no lograban abrirse paso entre tantos alumnos que discutían con los otros tres. Todos querían dar su opinión, ya fuese por diversión o verdadero enojo.

Yo no detuve mis golpes, poseído por una sensación deshumanizante.

—Estás jodido, todos saben que fuiste también un bully. —Me detuve al escuchar al chico rizado.

Mis emociones, mis pensamientos, mi pasado, cosas que guardaba bajo llave, sin reparar en ellas. Solo actuando con violencia al no saber cómo afrontarlo todo. No pude ni siquiera gritarle o negarlo, solo mi lado lógico me protegía de aquellas cosas que me hacían sentir inhumano.

Culpable.

—Albin... —Miré de reojo al albino, quien tenía una mano en el estómago y la mirada fija en mí. Le ordené que se levantara, pero no lo hizo—. LEVÁNTATE.

Me sonrió, extendiendo sus pecas.

Sacudí mi mano, levantándome para alcanzarlo. Como pude lo reincorporé, abriendo la puerta a un costado del club, metiendo llave para evitar los golpes que comenzaron del otro lado. Solo nos quedaba esperar a que se detuvieran o llamasen al director.

—¿Dónde te golpearon? Podemos salir por la ventana para llevarte a la enfermería y... —Retrocedió al ver que me acercaba.

Cálmate, vuelve en ti. Vuelve en ti, me repetí.

—Lo sabía, sabía que tuviste problemas de acoso pero nunca me lo dijiste. ¿Ves que soy igual de intuitivo que tú? —Inquirió con cierto tono alegre, abriendo cajones en búsqueda de toallas húmedas. Comenzó a limpiarse el rostro magullado junto al maquillaje que le habían arruinado—. Me subestimaste, Hipo. De mí te burlaste, pero hoy que cumplí todas mis metas solo me queda burlarme en tu jeta.

—¿De verdad harás una broma de esto? —Fruncí el ceño. Mis manos dolían al igual que mi cabeza estaba por estallar, pero Albin citaba imágenes de internet mientras se limpiaba la cara de forma casual.

—¿Por qué crees que siempre llevo pelucas aunque me pongas reportes?

Le dije que no podía vivir escondiendo su condición toda la vida, que podíamos encontrar la forma de que no se le acosara si los alumnos se acostumbraban. Me contrarió diciendo que no solo se trataba del acoso, que no era solo eso, era acabar con parte de su vida social.

—No eres tan superficial como para que eso te importe, ni los demás tan poco intolerantes —exclamé, negándome a cambiar de opinión.

—¿Y qué hay de ti, crees que quiero acabar como tú? Te he observado desde el año en que ambos entramos a L.A, desde el momento en que nadie quería acercarse a ti hasta cuando te ocultaste en el comité disciplinario —me gritó, señalándome con el dedo índice que me pareció le habían pisoteado—. Sabes que estás acabado al graduarte, sino lo estás desde ahora por defenderme.

Tragué, no le podía levantar la voz aunque quisiera. Él me conocía por solo mirarme de lejos, pero yo no tenía nada acerca de él para refutarlo. Y si lo tenía, usarlo en su contra sería demasiado bajo.

—Eres más superficial de lo que creí. —Solo eso pude decir.

Esto gano de relacionarme con los demás.

Albinismo no era alguien tan importante en mi vida, o siquiera relevante. Acomodé mi saco, decidido a terminar todos los acuerdos mutuos que teníamos entre ambos; no era alguien vital para mis planes ni yo lo suficientemente importante para él.

—Debí escuchar a Exin —agregué.

—No soy una enfermedad, no puedo decir que soy un trastorno, no soy ni siquiera un cuerpo del que pueda sentirme orgulloso. —Me detuve al escucharlo sollozar.

Albinismo me parecía curioso, implacable, alguien con quien era mejor mantener distancia. Creo que algo que también se pensaba de mí, pero yo no hacía el mínimo esfuerzo por oponerme o quejarme sobre lo que era ser un Hipocondríaco, solo me quedaba aceptar mi condena.

Resignarme a estar solo.

Me di cuenta de lo cruel que era hacer que otros también se resignaran como yo.

—Si no soy un hombre, ni una mujer, ni un trastorno o enfermedad, o siquiera políticamente correcto, ¿quién podría quererme?

Me miró a través de sus mechones descoloridos, sus pupilas ausentes de color, solo su sangre fluyendo del otro lado como prueba de que era alguien con vida.

—¿Quién podría amar algo tan antinatural como yo?

• • •

Demonios, parece que en Línea Azul comenzó su desvío de trama y problemas.

Albinismo, me seguiré refiriendo a él como Él, solo porque es algo que pide en este capítulo. Es un personaje al que aprecio muchísimo, sobre todo es de mis favoritos y me gustaría que lo conocieran mejor a lo largo de la historia.

Sucede tanto ya que es un capítulo vital para la historia. Desde Exin dándose cuenta de que no puede acostarse con todo el mundo, Estocolmo e Hipo percatándose de qué hay un tercero causando problemas y agresores en L.A.

¿Albinismo e Hipo se harán más cercanos o hasta aquí llegó su efímera relación?

Metiendo palos en la noche.

¿Qué tal la semana?

¿Comentarios? Perdón GAHAHHAA, quiero llorar. Este capítulo me pone sensible.

Esta vez no traigo ilustración, solo lo que ya tenía de Albinismo. Tengo planeado dibujar a Albin para el extra que se viene sobre él, así que ahí nos vemos.


Te quiero mucho.

~MMIvens.

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