Capítulo 16

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Su plan era adueñarse de cada rincón de la ciudad, pactar con quienes tenía la opción de utilizar a su antojo y montar una cacería bestial. Llenar de sangre nada inocente el país por todos los frentes del modo más monumental para hacer saltar las ratas del barco, para crear un caos nada silencioso y para poder aliviar ese puto dolor que lo carcomía por dentro desde que se atrevieron a ponerle una mano arriba a Taehyung.

Desarticular sin chance a reagrupación a los encargados del poder actual y quienes estaban detrás de ellos. No planeaba solucionar los problemas del puto mundo, siempre habría alguien en la cúspide de la pirámide queriendo gobernar a todos, los de abajo escalando para obtener el mismo poder o al menos similar. Se tumba a uno y otro se levanta, imperios, reinos, democracias, monarquías, parlamentos, todos estaban en la misma bolsa de basura.

Siempre habría un cacique incluyéndolo a él, el cacique de la liquidación. Había comenzado su plan, uniendo bandas, fortaleciéndose, atacando los puntos de la embarcación que lo haría tambalear, pero no contaba con un único detalle. Ver el rostro de su Desquiciado frente a él, sentir tan próximo al agente del que conocía cada recoveco y pensamiento incluso antes de que lo supiera él mismo. Estar junto a la única persona capaz de llegarle sin problemas, por quien siempre bajó la guardia, su punto más fuerte, pero también el más vulnerable.

Era jodidamente difícil actuar sin emociones cuando la bolsa que almacenaba todos los suyos aparecía delante de él para abrirla, destapándolos todos a la vez y sin saber con cuál quedarse. La figura frente a él era una aparición y todo lo que quería hacer era reír, llorar, cargarlo, besarlo, joder quería golpearlo hasta sentir la sangre ajena en sus manos por causarle tanto dolor y luego curarlo, volverse su jodido escudo de carne y hueso. Kim Taehyung provocaba todo eso y más, por eso, por un momento, el Liquidador quedó completamente vulnerable frente al hombre con quien se apuntaba mutuamente.

Ese pelirrojo de ladeada sonrisa por un instante tuvo todo de él, pero hubo algo que le hizo regresar a la realidad y no perder completamente el camino cegado por la emoción. Primero, aquello que se encargó de crear un terrible nudo en su pecho que escalaba hasta su garganta hasta salir en un jadeo contenido por sus labios temblorosos. La mano que sostenía el arma debía tenerlo tatuado, debía estar ahí, pero no estaba. Posibilidades existían muchas, como el hecho de que simplemente fue removido, borrado, pero no había marca alguna, ni una señal que le dijera sobre la antigua existencia de tres letras.

Lo segundo, no había brillo en su mirada, no estaba ese aire que los envolvía y desde el primer encuentro los tensaba. Desde que Kim Taehyung entró al presidio años atrás para conversar con él, tenía un aura que lo llamaba. Sus miradas simplemente conectaron, pero ahora no había absolutamente nada, lo peor, es que no sentía absolutamente nada y no sabía si eso debía ponerlo feliz o contento.

Justo ese instante de realización sobre la posibilidad de que aquello podría no ser más que un espejismo y la confirmación de que debía haber actuado con más prudencia, fue lo que impidió que Jeon Jungkook terminase muerto a manos de ese hombre de cabello rojo y sus hombres. Demasiadas puntas sueltas, demasiados esquemas que tendría que modificar, pero todo quedaba en un difuminado segundo plano si Kim Taehyung, o al menos un hombre idéntico a él entraba en el cuadro.

A cada lado de la pistola que sostenía la falsa sonrisa de quien también lo apuntaba quedaba mortalmente clara. Joder, Jungkook solo quería golpear su mano y atraerlo a un beso, justo como aquella vez en el autobús que se reunieron, después de su primer encuentro íntimo donde fueron meramente un convicto junto a un agente.

— No quiero tirar o tener que mandar a lavar mi ropa con peróxido de hidrógeno para disolver la sangre de la tela si te disparo en estos momentos, Liquidador. — Hasta la voz era similar, fue todo en lo que por un segundo reparó el pelinegro. — Dime de una vez qué estás haciendo acá.

— Tú me estabas buscando, estabas mandando a tus hombres por mí. Supongo que me quieres muerto, pero ese deseo Santa no te lo puede cumplir. Así que he venido a hacer negocios que resulten factibles para los dos. — Se apresuró a decir calmado, viendo como el contrario fruncía su ceño.

— Lo bueno es que yo nunca he creído en Santa y no espero regalos de nadie, tomo lo que quiero ya sea por las buenas o por las malas. Si tienes algo que quiero, no necesito negociar, Liquidador, lo tomaré. Además, es muy estúpido de tu parte meterse en la boca de un perro rabioso y no esperar que este lo muerda.

Un perro rabioso... Los ojos de Jungkook se ensancharon, luego rio porque inconscientemente, los recuerdos de Taehyung llamándose a sí mismo un perro, uno rabioso, bañaron su mente. Su corazón se agitaba, pero no era por nervios, solo la ansiedad que le provocaba no entender absolutamente nada de lo que estaba pasando. Con miles de teorías, ninguna lo suficientemente clara como para asegurarla en ese mismo momento. El pelirrojo enarcó una ceja frente a esa sonrisa, inquietándose por el sujeto que parecía no parpadear siquiera. Había escuchado mucho del Liquidador, pero era diferente tenerlo tan cerca.

— Monstruo sin etiquetas y desconocido que come lobo como merienda, ni hablar de un perro por muy rabioso que sea... — Jungkook enarcó una ceja mientras hablaba, gesto que fue imitado por el pelirrojo que relamió sus propios labios. — Pasarás a otro mundo antes de siquiera concretar la idea de arrebatarme lo que me pertenece, señor...

— Dionysus, puede llamarme así porque hago dinero como él hacía el vino, porque dicen la leyendo que tengo una genética única y que soy el rey incluso de varios planetas, siempre al mando, dentro y fuera de esta jodida Tierra.

— Pues, señor Dionysus, lo mío no se toca y mucho menos se arrebata, así que piense bien antes de tomar una idea equivocada. Le propongo que nos sentemos a hacer negocios. — La voz de Jungkook salió baja, sin necesidad de mirar de soslayo veía a los hombres presentes reagrupándose en posiciones estratégicas para atacar. — Piense bien lo que me va a decir.

— ¿Existe algo que le pertenezca al Liquidador, si el Liquidador no existe? — Dionysus realizó aquella pregunta en el mismo instante que su dedo se alistaba para apretar el gatillo.

El disparo no impactó en la cabeza del Liquidador, sino en la pared porque mucho más pronto de lo que él esperaba y sus propios hombres, el pelinegro lo había tirado por el brazo que sostenía la pistola. Su movimiento fue fuerte y certero cuando le torció la muñeca, pegando la espalda del pelirrojo a su pecho, inmovilizándolo, desarmándolo.

— ¡Tiren sus armas! — Exclamó fuerte Jungkook sin llegar a gritar, ignorando los bien abiertos ojos del pelirrojo que estaba sorprendido. — Si no quieren que le vuele la cabeza a su líder, lo mejor es que dejen caer las armas las lancen hacia mí. ¡Ahora!

— No saldrás vivo de aquí, Liquidador.

— Eso ya lo veremos, Mister D. — Musitó contra su oído, viendo el diamante tatuado que el pelirrojo tenía en esa zona. — Si así lo desean... — Volvió a hablar cuando notó que los hombres continuaban dudando entre si bajar las armas haciéndole caso o no.

Cuando el seguro del arma que sostenía Jungkook fue eliminado y el cañón de esta presionada contra la sien del contrario, los sujetos lentamente comenzaron a bajar sus manos, dejando las armas en el suelo.

— Patéenlas. — Una vez más, los hombres obedecieron y esto hizo que el pelirrojo chasqueara la lengua por los estúpidos que estaban ahí cuidándolo. — Gracias. — Mencionó Jungkook comenzando a dispararle a cada uno en la cabeza, dejando solamente cinco en pie. — Si dan un paso más, ustedes serán los siguientes.

Eso fue lo que dijo, pero antes de poder pronunciar otra palabra sintió su cuerpo tambalearse levemente en un aviso de que Dionysus estaba intentando liberarse. La llave aplicada al cuello del pelirrojo para inmovilizarlo estaba hecha también con las manos de este detenidas en su propio cuello, no podía moverlas en lo absoluto por la técnica y fuerza empleadas por Jungkook.

Sus piernas estaban de igual modo estancadas por causas de las contrarias, pero aprovechando el leve cese de fuerza del pelinegro a la hora de disparar con un único brazo, se balanceó para desequilibrarlo. Una pierna libre fue todo lo que necesitó para golpear la contraria desde adentro, abriéndolas más, subiendo hasta la rodilla para quebrarla, pero al pelinegro evitarlo, dejó libre su otra pierna.

Si se impulsaba con estas para brincar, su cuello se fracturaría, si se inclinaba hacia adelante también podría ahogarse o perder el conocimiento, por lo que con toda su fuerza se dejó caer en el sujeto. No pudo liberarse del todo del pelinegro, no entendía cómo este no lo liberó, pero fue ganando terreno lentamente, por segundos pensando que su adversario se lo estaba permitiendo y eso lo confundía. Tal vez, al Liquidador no le interesaba matarlo, podría haberlo hecho hasta ese momento y no lo hizo.

Cuando logró al menos liberar una mano, tomó el arma que había estado sosteniendo con anterioridad en las manos para comenzar a dispararle al resto de sus hombres, esos que el confundido pelinegro no mató. Jungkook lo soltó, eso sí, sin dejar de apuntarle, viendo como el de rojos cabello pasaba una mano por su cabeza y suspiraba.

— Si son capaces de bajar la cabeza frente a mis enemigos tan fácilmente, no son los hombres que necesito para que me defiendan o cubran. — Diciendo esto, Bang Chan hacía acto de presencia apuntando al Liquidador. Tener hombres como estos y no tener a nadie es lo mismo. — Espetó molesto, mirando a su mano derecha. — Baja esa pistola, creo que el señor Liquidador y yo tenemos una plática pendiente, se lo ha ganado. — Volteándose hacia Jungkook, Mister D sonrió. — Vamos, acompáñeme. — Bang Chan dio dos pasos, pero el pelirrojo se volteó para verlo. — Solos, si hasta ahora estuve solo defendiéndome de él, supongo que puedo tener una conversación con él en las mismas condiciones, encárgate de hacer que limpien este desastre.

Jungkook sin poderlo evitar ladeó una sonrisa, guardando en sus bolsillos disimuladamente unas hebras rojas de cabello que en el forcejeo arrancó de raíz. Miraba el caminar, su actuar, gestos simples, su físico y estaba realmente confundido. Había muchas similitudes, pero también, muchas diferencias. Estudiaba también todo el sitio, la clandestina oficina en donde quedaron encerrados y la silla en donde el contrario se sentó frene a él, detrás de un escritorio.

— Entonces, Liquidador, me dices que tengo que negociar contigo y no luchar contra ti.

— Eso fue solo una sugerencia, por supuesto que puedes venir contra mí, pero debe estar consciente de algo. Si te enfrentas a mí, es mejor esconderse que correr y ni siquiera así estarían todos ustedes a salvo. Dices ser un perro rabioso, pero yo nunca he sido catalogado como animal porque no lo soy, estás frente a un monstruo que cuando es depredador, usa cada uno de sus sentidos al máximo e incluso si te vas al fondo del mar, yo te encontraré Dionysus, a ti y a cualquiera que toque lo que es mío sin importar cuánto me tarde. — Los ojos del pelirrojo se centraron en él, ladeando también una sonrisa.

— ¿Trabajarías para mí?

— Podría trabajar contigo, pero jamás para ti. No estaré bajo tu mando, pero te puedo ofrecer jugosos negocios que no podrás rechazar. — En el rostro del pelinegro, ya no quedaba rastros de alguna sonrisa, sus mandíbulas comenzaron a tensarse a tal punto que Jungkook casi podía escuchar sus dientes crujir. Sin prisa, comenzó a plantearle varios negocios que si bien eran buenos, Dionysus no quería aceptar. ¿Por qué tener una parte cuando podía tenerlo todo? El Liquidador era solo alguien más, no era un tipo insensible, solo debía saber cuál era su talón de Aquiles. — ¿Qué de todo lo que te he propuesto? — Indagó cuando terminó de hablar, viendo al sujeto que entrecruzaba sus dedos mientras lo estudiaba.

— Lo pensaré.

— Tienes veinticuatro horas para tomar tu decisión. — Musitó Jungkook poniéndose de pie, mirando fijamente al hombre que lo observaba de regreso intrigado. — Ah, si veo un solo diamantico a mis alrededores, de mis negocios o de mi gente... Mister D, las cosas se pondrán muy feas y no le convienen. Buenas noches.

— ¿Piensas que te puedes ir así sin más? — Indagó sonriendo, encontrándose con otra sonrisa igual de amplia.

— ¿Crees que podrías evitarlo? — El pelirrojo relamió sus labios y asintió.

— En veinticuatro horas me comunicaré con usted, cuidado por donde camina, vaya por la sombrilla. — Con un asentimiento, Jungkook dio varios pasos atrás hasta la puerta, viendo esos ojos hasta el último instante porque esa persona que estaba ahí frente a él, en ese preciso instante era su enemigo y a esos no se le daba la espalda.

Vio a Bang Chan cuando finalmente abrió la puerta, este lo miraba completamente confundido mientras entraba a la oficina en donde el pelirrojo seguía observando al Liquidador. Una vez que la supuesta leyenda viviente desapareció, el líder de los Diamantes tomó la botella que tenía sobre su escritorio y la lanzó contra la puerta.

— Ese jodido imbécil entra hasta aquí con una facilidad que me parece absurda, mata a la mayoría de mis hombres, me somete y todavía me amenaza con palabras falsamente sutiles. Como si eso fuera poco, se atrevió a proponerme un negocio. — Se carcajeó incrédulo, observando como Bang Chan lo miraba confundido. — No hizo nada, solo inmovilizarme y matar a mis hombres, pero todavía me parece jodidamente asombroso como un único hombre, justamente él y no uno de sus empleados, se personificó aquí y fue capaz de llegar hasta aquí sin nadie que le hiciera frente.

— Señor...

— ¿Qué pasó con las zonas del Sur de las que nos estábamos apropiando? — Preguntó cambiando de tema, procurando calmar su molestia.

— Lo siento, señor, fallamos, no pudimos apoderarnos de esas zonas.

— ¿Por qué demonios no podemos apoderarnos de esas malditas zonas que no hacen una? — Cuestionaba indignado porque odiaba cuando las cosas no salían como él quería, lo detestaba.

— Señor, esas zonas también pertenecen al Liquidador, nadie entra ahí y a las altas esferas no les gusta que tratemos con nadie de ahí.

— Que bueno que las altas esferas no me gobiernan y me importa tres quilos de mierda lo que ellos opinen cuando el que se está jugando aquí la vida soy yo. Quien gobierna esto, quien mueve los hilos soy yo. Ellos son nuestros socios, no nuestros dueños y sobre el Liquidador... No es jodidamente invencible y ahora más que nunca quiero ese territorio. Dicen que es letal, pero lo cierto es que siento que es más nombre que persona. Trataré de sacar provecho de este acuerdo que me ha ofrecido, pero si no resolvemos esto, si no obtengo lo que quiero, retomaré mis planes y pondré una bala en el centro de su cabeza.

+++

Jungkook al salir de aquel lugar en donde se vio con el pelirrojo, casi se sintió hiperventilar por un segundo. Tuvo que salir con rapidez a la calle y mirando al cielo respirar profundamente para tranquilizarse. Junto a él, Hwasa pronto apareció y la limusina que los había llevado volvía a estacionarse para recogerlos. Todos los hombres de la seguridad restantes sabían quién era y lo que había hecho, no obstante, ninguno podía levantar un dedo contra él en esos momentos, sabían que no era sensato, además, recibieron órdenes de dejarlo salir ileso y sin ningún otro enfrentamiento.

— Liquidador... — La voz de la mujer de cabellos negros que lo acompañaba intentó hablar, pero el nombrado simplemente negó, no quería hablar, no quería escuchar a alguien. Todavía no comprendía cómo pudo arreglárselas para no lanzarse contra ese hombre para besarlo, decirle lo mucho que lo había extrañado, cuánto lo amaba. — De acuerdo.

— El chofer te llevará a donde desees, pero debes tener en claro que podrías estar siendo perseguida, que estás en peligro. Si te vas con Jessi, sabes a lo que te atienes, además, no creo que sea buen momento para eso. — Hwasa no necesitaba que dijera qué era eso explícitamente, lo comprendía a la perfección.

— Me cuidaré, Liquidador.

— Si te matan o no, queda de tu parte.

Eso fue todo lo que dijo antes de comenzar a quitarse nuevamente la ropa en aquel lugar, utilizando otra más cómoda que había allí en un maletín, más armas y dinero que le habían dejado preparado. Tomando aquel bolso Jungkook descendió de la limusina varios kilómetros más adelante, yendo a pie y a buen paso por debajo de un túnel que lo sacaba al sitio en donde él tenía un automóvil aguardando por él. Montándose en este, no perdió tiempo para ponerse en marcha, siguiendo el protocolo de seguridad para despistar a cualquiera que lo estuviese siguiendo y así, dirigirse a donde sus padres se encontraban. Aquel edificio que más de una vez visitó con Taehyung, ese donde su mamá estuvo por muchos años inconsciente.

Entró y subió intentando mantener la cabeza fría, adentrándose en la habitación de sus progenitores sin siquiera golpear la puerta, encontrándose con ambos apuntándole directamente.

— Maldición, Jungkookie... — Maldijo la madre soltando un suspiro, descendiendo el arma con la cual le apuntaba. Golpeando el pecho de su esposo, lo instó a imitarla, poniéndose ambos en pie. — Nos quedamos dormidos hace un rato, después que nos avisaste que estabas fuera de peligro. ¿Cómo fue todo?

— Eso se los explicaré después. Primero, necesito que me analicen esto con cualquier muestra que nos quede de Taehyung, de ser necesario, de Seokjin. — Su padre había estado preparado para una petición así, por ende, solo asintió tomando en mano la diminuta bolsa de plástico con las hebras de cabello rojo.

— Iré al laboratorio en estos momentos. En cuanto tenga los resultados te los mostraré. — Musitó el señor Jeon metiendo sus pies en las pantuflas.

— Me llamas y me dices.

— ¿Te irás? — Indagó la madre confundida, creyendo que Jungkook se quedaría para estar pendiente a cada paso del proceso para asegurarse de todo personalmente.

— No tengo tiempo que perder, hay otro lugar en el que debo estar.

Despidiéndose de los mayores, Jungkook fue en busca de unos instrumentos que necesitaría y salió nuevamente en el vehículo que llegó. Todo el tiempo que condujo estuvo pensando una y otra vez recordando cada detalle desde el momento en que su mano soltó la de Taehyung en aquel puente de Dubai. Podría habérsele pasado algún detalle, no importaba cuántas veces, lo analizaría todo una y otra vez. Después de casi tres horas de viaje, Jungkook descendió del auto con el maletín lleno de instrumentos, caminó varios metros y los dejó caer sobre la tierra de aquel cementerio.

Clavando una pala sobre el césped, Jungkook suspiró varias veces, la volvió a tomar en sus manos, y comenzó a cavar. No se detuvo para descansar, su vida de alguna manera literal dependía de ello y por eso aun cuando el amanecer comenzaba a hacer acto de presencia, él continuó. Pudo ver su ataúd, las lágrimas corrieron por su rostro tal cual el día en que lo enterró, pero esta vez su desesperación por respuesta no le permitieron quedarse a mirar demasiado, lo abrió para tomar una muestra de los restos de Taehyung, encontrándose con un pequeño inconveniente. El baúl donde él había enterrado a su hombre, se encontraba completamente vacío.

¡Hola por aquí! ¿Cómo han estado? Espero como siempre que este capítulo haya sido de su agrado, que estén saludables y recuerden que aunque no pueda actualizar en estos momentos tan regularmente como quisiera, los pienso y extraño mucho.

LORED

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