Capítulo 15

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Soltó su mano viéndolo caer en aquel río hacía poco más de un año atrás. Se lanzó a buscarlo sin éxito desde entonces una nueva búsqueda se apropió de él. Lo encontró, ellos lo hicieron y la imagen guardada de aquel dron se los confirmó. Esa grabación que guardó en su teléfono como el último y único video de Kim Taehyung a pesar de que esto no siempre se veía nítidamente debido al vehículo, a la gran velocidad con la que conducía.

Jungkook fue a su rescate fallido, estuvo en el sitio en el que ambos fueron derribados y donde no pudo hacer absolutamente nada. Una emboscada predecible hasta cierto punto, lo único que no contaron fue con el despliegue que utilizaron para capturarlos, en aquel entonces, el Liquidador solamente quería rescatar a su hombre y volarle los sesos a Park Bogum. El resultado fue muy diferente, lo que él deseó se viró en su contra y fueron los sesos del Desquiciado los que fueron volados. Frente a frente, ellos cerraron sus ojos y Jungkook estuvo feliz con eso porque después de todo, iban a morir como tantas veces prometieron, Liquidador y Desquiciado, siempre juntos.

Despertar sin su hombre a su lado no fue algo que quiso, ver su cuerpo congelado y conservado por sus progenitores tampoco fue algo que deseó, pero ahí estuvo, ahí lo vio. Había llorado tanto con él en sus brazos, insistió tanto en repetirle todos los exámenes para confirmar que sí era Kim Taehyung quien yacía con sus ojos cerrados y sin respirar, que cuando todo se volvió a confirmar solo quiso gritar, llorar y matar antes de matarse él mismo para marchar juntos de ese mundo.

Fue el hecho de que necesitaba hacer pagar a todos los hijos de puta que se atrevieron a tocar lo más sagrado para él lo que le obligó a pensar con claridad. Además, era probable que su Desquiciado decidiera patearle el trasero una vez que se volvieran a encontrar en otro mundo por tomar semejante decisión. Por eso se recompuso, por ese motivo con sus propias manos cavó su tumba y lo enterró, no tenía sentido verlo a tan pocos metros de su persona.

Esa era una imagen sacada de sus sueños, soñaba poco desde que Taehyung fue llevado de su lado. A decir verdad, Jungkook solo tuvo dos cortas épocas en donde pudo soñar tranquilamente, cuando era un niño antes de comenzar sus entrenamientos y después de irse a Madagascar con Taehyung. Cuando comenzó a entrenar caía en su cama tan cansado que nada quedaba en su mente, aprendió a no dormir completamente porque siempre debía estar alerta y así se mantuvo durante el resto de su vida. Junto a los Cocodrilos, en prisión, al salir de esta, Jungkook simplemente no tenía tiempo siquiera para soñar.

Desde que Taehyung desapareció en Dubai, sus sueños llegaban durante segundos y cuando esto ocurría, la imagen de su castaño era la que siempre veía. La que tenía frente a sus ojos ahora, era muy similar si cambiaba el hecho de que el color del cabello que su hombre llevaba era rojo y su rostro parecía mostrar a un villano que le daba diez vueltas al diablo.

Taehyung podía ser así, lucir angelical y luego ser el mayor hijo de puta, un perro rabioso, alguien completamente Desquiciado. Solían molestarse con eso, en ellos todavía quedaba humanidad, pero de irse completamente al otro lado, de entregarse por completo a la oscuridad de sus almas, renacerían aquellos monstruos en los que fueron convertidos.

Juntos, aplacaron las bestias en sus interiores, sus fragmentos se juntaron para crear algo nuevo y que aun con su separación, asechaba a la sombra. Porque Jungkook no pudo convertirse por completo en el monstruo que esperó, no estuvo solo como años atrás,  muchas personas atentas lo cuidaban y evitaban que tocara ese lado peligroso. Sus padres, sus compañeros, el doloroso recuerdo de un hombre que le causaba un gran dolor.

Por eso comprendía que enamorarse fuera la mayor debilidad, algo que las agencias y toda persona entrenada para matar tenía que dejar de lado. Amar del modo en que él amó a Kim Taehyung lograba que cada célula de su cuerpo se potenciara para protegerlos, pero cuando se perdía al ser amado como él lo hizo, solo quedaban dos caminos, perderse por completo en el pozo de la maldad sin límite o en suspenso, conteniéndose como lo hacía él para que el dolor no lo derrumbara y se convirtiera en lo que su pareja en un comienzo criticó. Un verdadero psicópata.

No era ciego con sus propios defectos como cualquier ser humano, sabía que era imposible vagar por el mundo sin defectos en su interior de manera activa y militante, pero inconfesos. Solo Kim Taehyung conocía al igual que él cada uno de sus defectos sin él tener que decirlos. Su más grande defecto era su talón de Aquiles, la forma en que podía cegarse cuando de su Desquiciado se trataba.

Volviendo a cargar su arma, Jungkook pasó a estudiar cada movimiento que el sujeto hacía cuando era escoltado hasta el interior del lugar por esos hombres. Doce fueron los que escoltaban al pelirrojo, trece si se contaba a Bang Chan. Haciendo un rápido cálculo en su cabeza, no había menos de cuarenta hombres ahí reunidos entre los jefes y sus hombres. Podían eliminarlos a todos, mas esto ahora menos que nunca era su meta.

Con el dorso de sus manos trémulas y armadas Jungkook limpió rápidamente sus húmedas mejillas, tragando el nudo que había en su pecho. Sinceramente, todo quedó relegado a un segundo plano, lo único que necesitaba era acercarse a ese hombre que tenía su corazón latiendo del modo en que lo hacía.

— No lo hagas... — Jungkook pudo escuchar la voz de Namjoon en su oído, segundos más tarde la de sus padres y Hwasa, pero él simplemente retiró el auricular luego de desactivarlo.

Su ceño se frunció por un instante mientras revisaba la zona por última vez. Las armas que sostenía en su mano volvieron a su arnés, al menos una de ellas, puesto que todos sus planes habían cambiado. Se recostó a la puerta en la que estaba normalizando su respiración, necesitaba controlarla porque no había momento para los errores. Camuflándose con habilidad, corrió hasta la limusina blanca en la que el hombre de cabello rojo había llegado y, antes de que el chofer pudiese verlo, rodó por el suelo para meterse debajo del vehículo y de este modo ponerle un localizador.

Rodando una vez más por el polvo salió de su posición, levantándose cuidadosamente a ras de la puerta para asegurarse que el conductor no lo divisaba. Sus ojos miraron nuevamente a los hombres que habían dejado cuidando el exterior.

— Abran fuego a mi señal. — Comunicó una vez que volvió a colocarse el comunicador en su oído. — Quiero que los hagan salir, ellos lo sacarán a él de primero por estar junto a Bang Chan y ser el líder. — Sacó su segunda arma, el calor de su propia respiración agitada chocando con la mascarilla que cubría parte de su rostro. — Fuego.

Los disparos no tardaron en llegar, el fuego cruzado le permitió moverse con mayor libertad sin ser detectado mientras se acercaba al almacén. De su arnés tiró dos pequeñas granadas que lanzó al interior por las ventanas y echó a correr. La explosión no fue tan pequeña, se llevaría seguro a varios de los que allí adentro había, pero o tal cual predijo, el hombre de cabello rojo no sería uno de ellos, veía como salía ileso, pero no escoltado, sino disparando contra todos los hombres frente a él haciendo que el pecho del Liquidador sintiera esa opresión mezclada con orgullo como cada vez que veía a su hombre tornarse tan implacable como él y muchas veces más.

— No los sigan. — Ordenó cuando Bang Chan y él se subieron a la limusina. Nadie le aseguraba que no hicieran un cambio de vehículo, que entraran a algún sitio y quien él creía era Taeyung saliera por otro sitio, pero una persecución abierta en ese momento no era lo más conveniente. — ¡Jimin! — Exclamó con firmeza viendo como los contrarios se ponían en marcha. — Es tu torno, te toca.

Park Jimin nunca fue un fanático de las peleas, los disparos y la violencia en general porque siempre era algo incierto en el que cualquiera de los bandos podía ser lastimado. Si mataba al enemigo todo bien, pero no podía sacarse de la cabeza la idea de que también podía ser él quien terminase muerto. Esto fue motivo suficiente para que evitara esas situaciones a toda costa a través de los años. La adrenalina de las peleas definitivamente no eran para él, pero todo cambiaba cuando personas a las que estimaba estaban de por medio. Mucho mejor si incluso la posibilidad de conducir un buen vehículo de dos ruedas entraba a la ecuación.

Poniéndose el casco, le dio una respuesta afirmativa a Jungkook. Sus muñecas se movieron dándole vida al motor de aquella Lightning LS-218 modificaba a su estilo que aguardaba en uno de los anillos de seguridad por los que sabía la limusina debería pasar. Desde que todos notaron al sujeto parecido a Taehyung, tuvieron el pálpito de que muchas cosas en ese día cambiarían, por eso se adelantó a allí para en caso de que lo necesitaran. Echó a andar antes de que esta llegara a su lugar, viendo como esta buscaba pasar por su lado. Como si de una competencia se tratara, para mantener el bajo perfil, mantenía la velocidad y le superaba por cortos tramos en donde sabía no existían más salidas. De este modo, no evidenciaría el seguimiento porque parecía que él tenía su propio camino trazado.

Fue cuando se acercaba la primera salida de la autopista que Jimin aminoró la velocidad, estacionándose incluso mientras sacaba su teléfono. El objetivo no salió por ahí, continuó su camino hasta la salida siguiente y fue ahí que se desvió. Por momentos los rebasó, el dispositivo que Jungkook les instaló le enviaba constantemente su ubicación y las cámaras de la ciudad le enviaba a Namjoon las imágenes que le aseguraban de que el pelirrojo continuaba en ese vehículo.

Se detuvieron frente a un hotel, siendo recibido por el personal del mismo. Jimin tuvo que estacionarse un poco más distante, quitarse su casco y la ropa que cubría su traje para apresurarse al interior. La limusina se fue, todo el personal que se movilizó para recibirlo parecía haber vuelto a las obligaciones y el rubio sabía que no le dirían palabra alguna. Primero se enteraban ellos de que andaban averiguando por su persona antes de él recibir algún tipo de información. Maldijo en silencio al notar el movimiento del lugar a pesar de ser un hotel tan caro y distinguido, había miles de sitios en donde ellos podrían estar en ese momento. La única pista era el llamativo color de su cabello, eso que Jimin buscaba desesperado maldiciendo una y otra vez.

— L-Liquidador creo... — Suspiró cerrando sus ojos mientras sostenía su teléfono. — Los perdí. — El silencio se hizo en la línea, Jimin esperaba que el contrario lo maldijera o al menos gritara, pero este no habló. — Me registraré, intentaré dar lo antes posible con la habitación o suite en la que se encuentra si es que está quedándose aquí y no vino solo a un evento o reunión. Perdón, yo no...

— Hiciste un buen trabajo, a partir de aquí me encargo yo. — Mencionó Jungkook por el comunicador sorprendiendo a Jimin. Él había llamado por su teléfono por la distancia, pero el hecho de que el pelinegro estuviera hablándole por ahí significaba que estaba muy cerca y no entendía cómo era posible. — Regresa a tu moto.

— De acuerdo. — Musitó Jimin dándose la vuelta, chocando con alguien a quien no vio. — Perdone... — Su voz se fue al darse cuente de que se trataba del mismísimo Jungkook que le desvió la mirada mientras se dirigía al exterior.

Él no se iba a arriesgar a perder a Taehyung, era obvio que no dejaría todo en sus manos. Jimin solo era una opción más, una letra más del abecedario de sus planes. Pensando en lo que haría él después de huir de un ataque yendo hacia un lugar público como ese, se arriesgó a seguir su instinto, yendo hacia el estacionamiento común del hotel. El Liquidador desviaría la atención de todos desapareciendo a simple vista y no tendría a nadie más con él.

Sus ojos se posaron en un sujeto vestido de negro con una gabardina del mismo color y una gorra que ocultaba bastante bien la llamativa cabellera color sangre. Con una sonrisa, Jungkook fingió dirigirse a otro vehículo que no era suyo, pero que tomaría prestado sin autorización del dueño. Salió primero que el contrario, pero aguardó cerca a que este le pasara para luego seguirlo.

Pasaron alrededor de quince minutos cuando el Audi negro en el cual el pelirrojo se transportaba se estacionara brevemente en el exterior de un reconocido club. Jungkook evidentemente aguardo a una cuadra de distancia, esperó verlo descender por un mínimo segundo, pero sabía que no se expondría de ese modo y no se equivocó. El negro Audi entró a un estacionamiento privado al que el resto de los automóviles no tenían acceso.

Tomando su teléfono, le envió un mensaje a Jimin. Unos minutos más tarde, este llegaba con unas bolsas que puso en su vehículo cuando se subió en esto por las puertas traseras.

— Todos están en posición. — Avisó estirándole las bolsas al pelinegro que no apartaba la vista del lugar. — Namjoon vigila desde arriba, estará aquí en cualquier momento.

— Bien. ¿Ahn Hyejin?

— Preparándose también. — Jungkook asintió, desnudándose mientras iba escuchando los informes. Jimin no miraba en su dirección, solo le extendió los zapatos que el pelinegro necesitó para terminar de cambiarse. — Traje esto para el cabello. — Le extendió un peine y un transparente pote plástico de gel, luego, le estiró un perfume. — Lo compré todo en el mismo hotel tal cual la nota que dejaste en mi mano cuando chocamos. ¿Sabías que vendría a aquí? ¿Cómo sabías que tendrías que cambiarte de ropa?

El Liquidador no le respondió, simplemente se limpió las manos con unas toallas húmedas y descendió hacia el otro auto que se acababa de estacionar junto a ellos, no sin antes remover la caja negra de ese vehículo robado, no podía dejar evidencia. Así, mientras Jimin se encargaba de limpiar todas sus huellas digitales y cualquier rastro de su presencia, él subía a una negra limusina en donde aguardaba Hoseok, Min y Hwasa, todos listos y armados.

— ¿Todo plástico? — Indagó Jungkook entregándole su pistola a Yoongi para recibir otra en cambio. — Podrían tener en las puertas detectores de metal. En caso de que nos revisen, Hwasa llevará mi arma, yo debo pasar limpio.

— No creo que te revisen si llegas como un VIP.

— De igual forma, no quiero correr riesgo. — La pareja asintió en el mismo momento que se estacionaron frente a aquel club que, para la hora que era, se veía demasiado lleno. — ¿Las reservas?

— Namjoon ya se encargó de todo, sus rostros aparecerán en la lista electrónica que manejan bajo otros nombres. — Informó el otro pelirrojo bajo la atenta mirada de los tres. — Todo está listo y arreglado, no se preocupen.

Uno de sus hombres descendió del asiento junto al chofer para abrirles la puerta. Jungkook descendió primero y la dama de elegante vestir le siguió, tomando la mano que el pelirrojo le ofreció. Sonrientes, ambos comenzaron su actuación de pareja avanzando entre risas y roces sutiles. Ya en la puerta, risueña frente a las miradas de los hombres de seguridad que buscaban sus nombres e información, tomó el rostro de Jungkook para depositar un beso justo en la comisura de sus labios aunque para quienes desviaron la mirada respetando la privacidad, parecía haber sido en los labios.

— Adelante.

Entrelazando sus manos, ambos entraron al sitio. Extravagante y ostentoso, pero se las arreglaba para lucir elegante, clásico. Los dos fueron dirigidos a su lugar sin mucha revisión, Hwasa se mostraba tan pegajosa que los hombres se sintieron incómodos de interrumpir. Solo cuando le entregaron las bebidas pedidas, Hwasa puso distancia entre ambos, manteniéndose tan alerta como Jungkook.

— Es peligroso. — Murmuró Hwasa cuando entre bailes, ellos se iban alejando de la pista.

— Vivir es peligroso. — Fue todo lo que el pelinegro contestó entre risas mientras tiraba de ella hacia el baño. — ¿Has visto el flujo de hombres que vienen en esta dirección y no regresan en un largo rato si lo hacen? — La mujer asintió ajustando su arete para poder escuchar correctamente lo que Namjoon también decía desde la planta superior. — Tiene que haber algo más aquí, porque quienes nos importan no están en el club como nosotros.

Varios pasos se escucharon, ambos se observaron por un instante antes de comenzar besarse con lo que parecía ser gran desesperación y lujuria contra la puerta aunque esto estuviera muy lejos de la verdad. Unos pasaron de largo, otros lo miraron y por último, dos se detuvieron para llamarles la atención, ya que no estaban cerca de los baños, sino junto al área señalada para el personal.

— No pueden estar aquí. — Avisó el hombre de aspecto fornido.

— ¿Ves, bebé? Te lo dije... — Reía Hwasa limpiando sus labios y acomodándose el cabello sin tocar el desajustado vestido en el que el sujeto tenía fija su mirada.— Yo le dije, pero supongo que no podía contenerse, lo sentimos. — Musitó ella una falsa disculpa acercándose al hombre, ahora sí arreglando el elegante vestido negro que hacía gala de un discreto escote. Lo más llamativo era lo revelada que quedaba su espalda y la apertura que iba desde la parte superior hasta su cadera revelando sus torneadas piernas. — En verdad, discúlpenos. — Reiteró esta vez golpeando al sujeto en el tabique seguido de un agarre al costado de su cabeza para tirarlo contra la pared.

El tipo se reincorporó, pero un golpe en su cuello propiciado por el Liquidador bastó para terminar de caer. Juntos tiraron de él hacia el baño de hombres. Se hicieron con las tarjetas que funcionaban como llaves y el resto de equipos que el sujeto como seguridad del lugar llevaba.

— Quédate con él. — Le ordenó, ignorando la preocupación que veía en el rostro de la mujer.

— Es peligroso, Liquidador. — Repitió lo mismo porque ninguno sabía lo que allí se encontrarían, pero terminó asintiendo, entregándole las armas que llevaba debajo del revelador vestido, justo en la zona cubierta. — Aquí.

— Cada vez que despierte, vuélvelo a noquear.

— Déjamelo a mí.

Jungkook no tenía miedo, solo ansiedad. Había reducido más de una vez lugares como esos a nada. De hecho, en ese momento recordaba aquella vez en Busan cuando al igual que ahora le tocó infiltrarse en el club de Bambam y eliminar a cada uno de sus hombres hasta llegar a él. Quería matarlo por atreverse a tocar al castaño que en aquel momento fue allí sin avisarle, pero pasa su sorpresa, no tuvo que matarlo. Justo cuando estaba cerca de ellos escuchó el disparo que su hombre le proporcionó a Bambam. Esa noche casi murió de preocupación, estuvo tan ansioso como en ese momento y en ambos, el anhelo de volver a ver a Taehyung le daba la fuerza para reducir todo a nada.

Atravesó aquella puerta cerrada para encontrarse con un ambiente no muy diferente del anterior. Luces rojas por todo el pasillo por el que transitaba y donde de la mano de los cuchillos, cayeron los primeros muertos de la noche. Los disparos podrían traer mayor atención a su persona a la vez y todavía no era el momento.

No fue una sorpresa encontrarse con un casino clandestino en aquel sitio, lo único que podía ser relativamente llamativo era la ausencia de mujeres trabajando, las que había, se encontraban en las mesas como clientes. Solo por costumbre, principalmente en sitios clandestinos como esos, se encontraban hermosas mujeres como carnada para los visitantes, como adornos o juguetes. Continuó avanzando con tranquilidad, pero cuando dos hombres fueron hacia él con obvias intenciones, una mueca apareció en su rostro. Lo agradecía, secretamente aclamaba por sangre y estaba más que dispuesto a servirse esa noche.

Como aviso para las personas inocentes, disparó tres veces hacia el techo, algo que bastó para que los clientes comenzaran a abandonar el sitio, del mismo modo en que más hombre se acercaron a él para tratar de detenerlo. Las pistolas en sus manos comenzaron a vaciarse, cada disparo derrumbaba un objetivo, no había fallos. Evitaba dejar que se acercaran a su persona, fue cuando los esfuerzos llegaron que tuvo que comenzar a hacer mayor esfuerzo físico.

Tirando a uno de los hombres de su cabello hasta hacerlo colisionar con su rodilla en un fuerte golpe, Jungkook continuaba disparándole al resto. Lo obligó a arrodillarse, viendo su nariz gotear sangre, por el momento no quedaban más hombres, pero sabía que pronto llegarían más.

— D-Déjame ir y... — El puño de Jungkook que sostenía una de sus armas lo encontró haciéndolo callar mientras su otra mano, también con una pistola lo sostenía de sus cabellos.

— Si crees que tienes alternativas en estos momentos es porque no eres un tipo inteligente y no has estado prestando atención. No negocio. — Espetó tirando más de su pelo para que lo mirase a los ojos. — ¿Dónde está tu jefe?

— E-El señor Chan no está.

— No hablo de la mascota, sino del verdadero dueño. ¿Dónde está? — El hombre lo miró con dificultad, pero asintió.

— Él s-se encuentra en...

Un disparo en la cabeza que Jungkook sostenía fue lo que hizo que el sujeto dejara de hablar. El pelinegro lo soltó algo sorprendido, girándose para apuntarle a quien disparó, pero justo a centímetros de su rostro, había otra pistola apuntándole. Ambos estiraban sus manos, los dos se apuntaban a la misma vez y en el mismo sitio como si uno fuese el reflejo del otro.

— ¿Me buscabas? — Preguntó el hombre de negra cabellera frente al pelirrojo que le apuntaba serio. — Has estado viniendo a mí más veces de las que me gustarían.

— ¿Y tú eres?

— Dudo que no me conozcas. — Una sonrisa ladeada se adueñó del rostro de Jungkook, una cuadrada del pelirrojo que bajó su arma haciéndole una seña a sus hombres para que lo imitaran.

— Has tardado más de lo esperado, Liquidador.

Hola por aquí, espero que les haya gustado el capítulo y que se encuentren bien. Saluditos...

LORED

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