Capítulo 14

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Con un gran número de hombres, Jungkook llegó a lo que restaba de la mansión en donde se habían estado quedando. Para suerte de ellos, fueron muy pocos los heridos porque la gran mayoría tenía tareas asignadas en el exterior, el señor Jeon era el único en la casa y por suerte, pudo salir antes de que la primera explosión ocurriera.

— ¿Quiénes fueron? — Preguntó entre dientes, molesto.

— Esto fue lo único que dejaron atrás. — Moviéndose a un ladre, el padre de Jungkook permitió que su hijo observara los trozos de un vidrio resplandeciente que simulaban pulidos y brillantes diamantes. — La respuesta es clara, nos están mandando una advertencia.

— Fue recibida alta y clara. — Espetó Jungkook mirando a su padre, lanzándose hacia él para llevarlo al suelo cuando un círculo rojo alumbró su cabeza. Segundos más tarde, el disparo chocó contra un búcaro que quebró. — Tenemos un único edificio a los alrededores que también nos pertenece.

Antes de que su padre pudiese decir algo, Jungkook corrió hacia el sótano. Abrió la puerta oculta detrás de la escalera. Las luces se prendieron de manera automática y él se montó en una de las motocicletas que tenían en aquel túnel para casos de emergencia.

El eco del motor en aquel espacio cerrado no era superior a la rabia que taladraba el interior de Jungkook mientras conducía. Al final del primer túnel, se bajó corriendo de la moto, tomando el arma de repuesto sobre la puerta. Salió a la primera planta antes de que el francotirador abandonara en el edificio. Sin pensarlo apretó el gatillo para que la bala impactara en su pierna, la otra y en su brazo también. Corrió hasta él para quitarle la máscara y gorra. La cara del imbécil no la había visto antes, preguntarle quién lo mandaba era innecesario, ahora podía ver el diamante tatuado en su cuello.

No obstante, en el momento que le dio el tiro de gracia, escuchó el motor de una motocicleta en el exterior, corrió y disparó, pero solo le dio en el hombro a quien manejaba, algo que no fue suficiente para hacerlo caer o detenerlo.

— ¡Mierda! — Gritó frustrado. — Hijos de puta.

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Una fragancia bien escogida era más que una característica distintiva, era como una firma de la persona. Esa era la primera cosa que la gente percibía cuando alguien entraba en algún sitio y lo último que sentían luego de que la persona se marchara. El perfume de Jessica era tan fuerte como ella, pero simple, embriagador, a Hwasa siempre le agradó. Por eso, como en ese instante, le gustaban los momentos en los cuales podía acostarse a su lado y perder la nariz en su cuello.

— ¿Estás contenta ahora que te dan más tareas para hacer? — Jessi preguntó mirando los alrededores de la habitación que por primera vez compartían.

Ellas no tenían una relación seria, ambas creyeron que era mejor dejar todo como una mera diversión siempre que tuvieran ganas. A veces solas, otras acompañadas, todo parecía ser puro sexo hasta que llegaban momentos como ese haciéndoles realizar una verdad que ninguna decía en voz alta.

— Me sorprendí mucho cuando viniste a mí para ofrecerme un negocio, no era lo que me esperaba.

— Antes solo era el señor Jeon quien me daba tareas, ninguno de los demás trataba conmigo más allá de lo necesario, ni siquiera la señora. Supongo que ahora me tienen un poco más de confianza, he ido ganándomela poco a poco gracias a Jeon Haneul. Él siempre ha sido como un padre para mí. No puedo exigirles más tampoco, tras testificar contra el Liquidador, maté toda confianza que pudiesen tenerme aunque en aquel entonces la rabia y Yoongi hicieron que mis palabras fueran filosas.

— Te obligaron, Hyejin, no puedes seguir culpándote por eso.

— Es cierto que Min me obligó, esa fue la razón principal por la que me paré en el estrado para declarar aquellas mentiras. Tenía miedo, yo sabía que Jungkook podía matarme con el chasquido de sus dedos. Lo vi hacerlo por años, cuando era novia de Yoongi, cuando me acostaba con ambos yo fui testigo de muchísimas cosas, pero todo mi miedo desapareció cuando recordé que él había matado al señor Jeon.

— ¿Lo conocías desde aquel entonces? — Preguntaba Jessi acariciando su cabello en silencio, dándole tiempo para hablar.

— Como te dije, él fue como un padre para mí cuando yo era una niña, él fue quien me salvó de ser traficada en una trata de blancas. Me llevó a un orfanato del que me escapé para vivir en la calle, era mejor. Fue en el mismo tiempo en el que el sistema estaba erradicando a los mendigos, yo no tenía ni idea de cuánto duraría antes de que me volvieran a querer traficar o el gobierno me atrapara. Sin embargo, él me volvió a encontrar por casualidad, me reconoció y llevó com Kim Yoori, pero ella no podía quedarse conmigo porque no quería que me ocurriera las mismas cosas que a ella con su padre en casa. Terminé en un apartamento cerca de su casa, el lugar donde ocurrió su supuesto asesinato. Si no era él, su esposa me llevaba comida y me cuidaban. Cuando todo ocurrió yo también huía asustada, no sabía qué podría pasar conmigo. Busqué a su hijo para protegerlo y no estar sola, por eso di con Suga. Al final no le dije nada porque no recordaba lo sucedido, tampoco quería ponerlo en aprieto porque nadie sabía quién era él.

— ¿Cómo llegaron a todo eso? Ya sabes, el sexo, a que lo odiaras.

— Nunca lo odié en realidad. De todos los perros de Yoongi, él y Jungkook eran los únicos que me trataban como una mujer a pesar de que Min por momentos era un completo imbécil. Suga quiso hacer un trío, me propuso la idea y acepté porque el Liquidador también me atraía. Pasó varias veces hasta poco antes que lo apresaran. Yo pude... — Calló cerrando sus ojos para alejar otra vez esa opresión en el pecho. — Un día iba caminando cuando unos agentes de la NIS me interceptaron buscando información de Jungkook que no di, al menos no conscientemente. Me dijeron que él había matado a sus padres años atrás, así que fui a reclamarle y la NIS me siguió sin que yo supiera. Semanas después yo estaba con Min cuando este habló con Hoseok, ambos me obligaron a declarar. Ya sabía lo que iba a ocurrir, que lo iban a apresar y yo... — Secó sus lágrimas. — No dije nada porque también desconfiaba del Liquidador. En el juicio me arrepentí por varios minutos, pero el recuerdo de saber que él había matado a su propio padre, un hombre a quien quise como un padre, las amenazas de Suga, todo hizo que yo diera aquella declaración. Después de eso hui, temía que me fueran a matar, pero quien terminó encontrándome fue el propio Jungkook siete años después, casi me mata de un infarte sin derecho a usar armas. Lo había traicionado, él lo sabía, pero me dejó vivir y fue entonces que me di cuenta de mi gran error, de que él era inocente no solo del asesinato de sus padres, sino de todo lo que se le imputaba en aquel juicio.

— Ya todos te han perdonado...

— Yo no me he perdonado, cuando el señor Jeon me buscó, cuando lo vi vivo confirmé nuevamente que Jungkook no les había hecho nada. Desde entonces me he dedicado a servirles no solo porque buscaba su perdón, realmente me gusta trabajar con ellos.

— El día que quieras, podrás trabajar conmigo.

— Jey, puedo estar contigo siempre que quieras, pero moriré trabajando con ellos. — Jessica asintió sonriendo, atrayendo a la pelinegra de larga cabellera y finos labios para un beso.

La dejó de besar abruptamente tras una presión de labios, porque, aunque le costara toda su voluntad, era la única manera en la que lograba ser dueña de toda su atención, ya quería que dejaran de hablar de los Jeon, los Cocodrilos, y todas esas personas. Alcanzó a ver cómo Hwasa se quedaba con las ganas; con el impulso de un beso que nunca empezó y que, por tanto, no podía terminar; con esa construcción facial de ojos cerrados y labios incitados, un poco inflamados y enrojecidos por los besos anteriores; con el par de ojos castaños que se abrieron lentamente con la promesa de un berrinche, de una queja, de un reclamo por haberla dejado a medias, interrumpida. Tomó su mano derecha en la suya y, habiéndole dado un beso, la colocó entre sus piernas.

Ahn Hyejin no supo interpretar cuál era la intención de lo que, a juzgar por el orgullo en la mirada la otra mujer, parecía ser el inicio de una gran hazaña. Creyó que se había equivocado de entrepierna, que las había confundido a raíz de la demencia que sabía le inducían los besos, porque no había acción más tórrida que esa entre ellas. Cuando sus finos labios encontraban los gruesos de Jessi, cuando la mayor le hacía olvidarse de todo con el baile de sus lenguas.

— Tócate, princesa. — Susurraba Jessi a ras de sus labios, presionando su propia mano sobre la de Hwasa en una orden tácita que acompañaba la ya verbalizada.

Fue tan malditamente sexy esa voz femenina y ronca que le robó la razón, la capacidad para dejarle saber el estatus de su más reciente orden. Se le olvidó esa estúpida idea de querer que fuera la mayor quien la tocase y obedeció con la misma seguridad. Sus dedos rozaron la superficie de sus labios mayores, hinchados y sin estar al tanto de lo que ocurría entre ellos. Convicciones y torpezas reales de lado, si hubiese sido consciente de su persona más que la mirada lasciva, pero cálida de la líder de los Jabbies, se habría detenido a estimularse de menos a más, se habría entretenido en saber si la zona le era tan erógena como cuando la contraria era quien la tocaba. En cambio, se adentró en ese lugar que quien lo conocía mejor no era precisamente ella misma, sino el par de pupilas dilatadas que asentían de manera corta y ligera en forma de ánimo, de aliento a que continuara tocándose para las dos.

Tuvo muchas experiencias antes, algunas verdaderamente increíbles como las que tuvo con Suga y el Liquidador, pero desde la primera vez que Jessi la enfrentó por estar en una zona que como miembro de los Cocodrilos no debería, ella había comenzado a experimentar sensaciones completamente diferentes de la mano de una mujer. No una mujer cualquiera con la que se unía para un trío que complacía más al hombre que las acompañaba que a ellas mismas, era una que durante el momento en que permanecían juntas, eran solamente ellas la mayoría de las veces.

— Estoy... — Masculló frotando con mayor firmeza sus dedos.

Deseó no haber dicho nada, pues, de no haberlo hecho, el color de su piel no hubiera sido relevado por el rojo más carmín de todos y se vería en los aprietos de confesar el estado de su propia anatomía frente a una reina que muchas veces la intimidaba. Especialmente sobre una cama.

— ¿Estás...? — Jessi le ahuecó la mejilla, como si con eso el pudor se evaporara— ¿Estás mojada? ¿Es eso? — Dibujó una pequeña sonrisa que estuvo a nada de reflejar su ternura viendo a la pelinegra asentir. — ¿Mucho? — Hwasa asintió de nuevo. — Qué rico, princesa, déjame probarlo por mí misma.

Hyejin quiso invitarla a compartir eso que ahora se escurría hacia el exterior, pero la apertura de la puerta la hizo incorporarse asustada al ver al Liquidador evidenciando molestia, frunciendo su ceño al verlas.

— Perdón, no sabía que Jessi estaba aquí, pero hay trabajo que hacer. — Espetó cruzando mirada con la líder de Yongsan. — Tenemos que ir a Inchon.

— Puede que sea urgente, pero como verás, estamos en el medio de algo muy importante. — Espetó Jessi tirando de Hwasa cuando esta quiso incorporarse. — Si estás muy apurado, eres bienvenido a sentarte unos minutos y esperar. ¿Qué te parece princesa?

— Jessica, no, esto no... — Musitó sintiendo como la mayor comenzaba a tocarla. — Es el Liquidador.

— Amas que te vean, quizás eso ayude a que terminemos en menos de cinco minutos.

Mirando su teléfono, Jungkook tomó asiento en el sofá frente a la cama sorprendiendo a la pelinegra. Podía notar que en él no había una pizca de deseo, solo estaba apurado, pero aun así se sentó y la miró hasta que ni dos segundos después ella había terminado.

— Bien, ahora vístanse las dos, las quiero afuera en cinco minutos.

— Esto ha sido jodidamente raro. — Espetó Hwasa una vez que su jefe salió, corriendo al baño para lavarse y vestirse seguida de Jessi. — ¿Vendrás también?

— Acaba de decir las dos, así que supongo que me necesitará para algo, por eso le convino verme aquí, apresurémonos. No me gustaría librar una guerra con el Liquidador, perdería a muchas de mis niñas.

Ellas no eran las únicas que aguardaron afuera, el resto de los hombres de confianza del Liquidador también estaban a excepción de los padres. Parecía que había una gran caravana de automóviles, pero no marcharon a Inchon juntos, al menos no utilizando las mismas carreteras. Algunos se quedaron cuidando los extremas de la ciudad creando anillos de seguridad transitorios que cubrían a los que se adentraron.

Hwasa, Seokjin, Jimin y Hoseok fueron junto a Jungkook hacia algunos almacenes. Namjoon después de instalar algunos explosivos y revisar todo el lugar, haciendo instalaciones de micrófonos y cámaras, fue hacia otros almacenes con Suga y Jessi. Todavía no sabían con seguridad en cuál sería la reunión de Los Diamantes y necesitaban cubrir toda la zona. Pudieron ver el gran despliegue de hombres que llegó una hora después, varios jefes con sus subordinados, pero se mantuvieron escondidos porque el jefe, o mejor dicho, la mano derecha del jefe, no había llegado aún.

Un cuarto de hora después de lo que parecían ser todos los invitados llegaran, otro desfile de hombres llegó. Todos uniformemente trajearon se ubicaron en lugares estratégicos para darle el recibimiento a una imponente limusina blanca que se estacionó frente a ellos.

— Estén preparados... — Habló Jungkook bajo, ya que desde su lugar tenía vista en todos los hombres que esperaban a su patrón. — Hwasa...

— Estoy en posición. — Mencionó ella desde lo alto de uno de esos edificios, sosteniendo el radio por el que se comunicaba con su jefe, mirando a través de las ventanas. — Chan Bang ha descendido. — Jungkook asintió cargando sus armas, preparándose para dar la señal a sus hombres de abrir fuego. — ¡Liquidador! — Exclamó muy bajo mientras observaba por esa ventana, aferrándose con firmeza a la cortina que cubría los cristales. — N-No creo que debamos disparar ahora.

— ¿Qué sucede? — Jungkook preguntó, mas la mujer no respondió. — ¡Hwasa! — Exclamó también en un casi susurró, creyendo que habían perdido comunicación. — A la mierda. — Espetó cargando su arma y saliendo de su escondite para señalar cuando su brazo quedó suspendido en el aire, las lágrimas comenzaron a descender al ver como Bang Chan y el resto de los hombres, escoltaban a otro sujeto de cabello rojo. — A-Agente...

¡Doble actualización! Espero que les haya gustado estos dos últimos capítulo. Aquí estaré leyendo sus comentarios como siempre. ¿Tienen teorías? ¿Qué creen que venga a continuación?

LORED

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