Capítulo 33

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— Me habían dicho que hacer negocios contigo sería beneficioso, pero parece que simplemente fueron rumores infundados. — La voz de esa mujer pelirroja se mantenía calma y falsamente cordial mientras mantenía su mirada fija en la líder de los Jebbies.

Jessi estaba acostumbrada a que la subestimaran, eso de cierta forma siempre funcionó como una letal arma a su favor, mas la mujer que tenía frente a ella no la estaba subestimando en lo absoluto, estaba jugando con ella, escarbando en busca de algo que no le quedaba totalmente claro. Eso era lo que la mantenía sonriente sin dejar de estudiar a la mujer que sin más entró a uno de sus establecimientos buscándola para hablar de negocios.

— No me estás proponiendo un negocio, estás husmeando y escarbando en busca de información mientras finges ofrecerme algo. Lo más gracioso de todo es que estás al tanto de que yo conozco granate de tus planes o tu estrategia, pero guardas la información primordial para ti. Dime qué es lo que quieres con sinceridad y luego yo pensaré en lo que me pides. — Contestó Jessica observando a la pelirroja. — ¿Qué es lo que deseas, Jung Wheein?

— Toma esto... — Musitaba colocando en la mesa entre ellas un bolso que guardaba historia.

Se trataba de un bolso de más de una década, eso sí, de edición limitada y diseñado por Hermès, había sido vendido en la casa de subastas londinense Christie's por casi un cuarto de millón de dólares. Este bolso fue situado como un hito de la moda, convirtiéndose en el bolso más caro del mundo vendido en una subasta. Jessi comprendía el mensaje de poder y superioridad que la visitante quería implantar con esta acción.

Con una sonrisa ladeada se acercó para abrir el bolso, notando que dentro desee había varios cheques con fondos pertenecientes a tres bancos diferentes. El banco central de Corea del Sur, HSBC de Inglaterra y Wells Fargo de Estados Unidos. Esa mujer evidentemente navegaba por mares profundos, con esa muestra evidenciaba todavía más su alcance y esto prendió muchas alarmas en la cabeza de Jessi. No una era alguien diciendo blasfemias o pretendiendo más de lo que realmente era.

Tomando un cheque perteneciente a cada banco, tomó una foto y se las envió a dos personas diferentes, de ambos recibió una confirmación de los fondos y veracidad de los mismos.

— De acuerdo, estás bien conectada y patrocinada, me gustaría saber por quién debo ensuciarme las manos. — Mencionó la castaña sin alejar la mirada de la otra mujer.

— Sabes que una dama jamás revela sus milagros o los pecadores bajo su manto. — Agregó colocando ahora una carpeta sobre la mesa. — Puedo lograr que tu organización escale a tal punto que no debas depender de algún hombre jamás en tu vida.

— Creo que hay un error de información, no dependo de ningún hombre. Los Jebbies somos completamente independiente. — Respondía abriendo la carpeta en donde la primera foto casi le sacó el habla. — Pero siempre estoy abierta a buenas oportunidades.

— Conoces al hombre que me acompaña en esas fotos, ¿no es así? — Indagó la pelirroja estudiando el semblante despreocupado de la otra mujer. Jessi lucía apacible, se limitó a encogerse de hombros y volver a colocar la fotografía en la mesa. — Ese sujeto se llama Jake Smith, un multimillonario y filántropo internacional.

— No lo conozco. — Espetaba la castaña viendo el rostro del Liquidador en esa fotografía.

— Hace un tiempo atrás fuimos juntos a un evento especial en donde casualmente uno de mis clientes desapareció para luego aparecer muerto. Sin huellas, sin rastros, una muerte cruel, pero que no dejó indicios de nada. Fue como si lo hubiese asesinado un fantasma. Dicen las malas lenguas que en este país solamente hubo un hombre que hacía trabajos tan impecables, alguien a quien yo creía muerto.

— Bonita, ¿me cuentas todo esto exactamente buscando qué? — Preguntó Jessi mostrando desinterés. — Por lo que veo tu evento parece elegante, del tipo al que no existe cualquier persona. Esto se traduce a que tu cliente era un sujeto que seguramente tenía no solo dinero, sino también poder y posición. Gente importante muere cada día, ¿yo qué tengo que ver con esto? No te conozco a ti, a tu cliente, ese evento o a ese tal Jake Smith.

— ¿Estás segura? — Jessi asintió en respuesta mientras veía a la pelirroja sacar una segunda carpeta llena de fotografías. En estas se veía al Liquidador acompañado de Hwasa, abrazándola e incluso besándola; hubo otras fotos en donde la acompañante de Hwasa era justamente ella, Jessi. — Tengo entendido que esta chica es tu novia o mujer, eres alguien conocida por ser muy meticulosa. Estas fotografías fueron tomadas con horas de diferencia, lo que me hace pensar que estás enterada de esto. Es imposible que ignores el hecho de que tu pareja esté andando con un hombre tan relevante en suelo surcoreano. No es que estén escondiéndose.

— No tengo motivos para darle a una desconocida explicaciones sobre mi vida privada, mi relación y los términos de esta nos competen única y exclusivamente a ella y a mí. Por ende, sigo sin entender qué buscas o quieres.

— Un pajarito me dijo que Jake Smith es conocido también por ser el Liquidador, un hombre con el cual tu novia se acuesta desde que ella era la mujer del líder de los Cocodrilos, Suga. Según tengo entendido, en el último tiempo has crecido muchísimo y esto se debe a los acuerdos que tienes con esta organización. Entrégamelos o permíteme llegar a ellos y te juro que uniré fuerzas contigo, serás respaldada por grandes nombres. Te elevaré a lugares impensados para ti antes, solamente dame algo con lo que trabajar.

Observando hacia la mesa y luego hacia el hombre de cabellos rubios que recién entraba por la puerta, Jessi asintió poniéndose de pie. Estiró su mano hacia la otra mujer y con una seña llamó a una de las chicas trabajando para ella.

— Tomaré esto como una buena señal de fe de tu parte. — Sonrió hacia la pelirroja que eliminó la distancia hasta que solo centímetros las separó. — Me pondré en contacto contigo.

— No tardes. — Le devolvió su sonrisa, girándose y sonriendo aún más al notar a la pelinegra que llegaba, esa que las observaba con su frente fruncida y evidente desconfianza. — No te arrepentirás. — Se alejó con pasos finos y elegantes acompañada de una de las Jebbies. — Buenas noches. — Se despidió ahora de Hwasa para luego finalmente desaparecer del lugar.

Ahn Hyejin estaba consciente de quién era la mujer de larga cabellera roja que pasó por su lado con una sonrisa triunfal. Ella sabía que esta mujer que en el pasado trabajaba junto a Park Seojoon fue de cierta forma utilizada por el Liquidador no solamente para desviar por completo los fondos de ese evento benéfico que iría a manos de los Diamantes, sino también para acabar con Park y seguir investigando todo lo que tenía que ver con la muerte del Desquiciado.

La idea de tenerla de regreso en Corea del Sur y tan cerca de ellos no le agradaba. No comprendía el motivo por el cual buscó acercarse a Jessi. Desviando por un momento su mirada vio a Hyunjin acomodarse el uniforme para trabajar en la barra. Estaba al tanto de lo sucedido en la residencia de Jungkook porque ella misma tuvo que sacar al rubio de aquella casa una vez que fue despedido por el Desquiciado.

Todavía quería hablar con él, el chico le caía bien y no deseaba que por molestia o celos hiciera un falso movimiento, pero le interesaba más conocer el motivo de la visita de Jung Wheein y el contenido de las carpetas que Jessi colocó debajo de su brazo. Sin querer importunar a los clientes, caminó hacia la puerta del personal y avanzó por el pasillo hasta llegar a la sala en donde sabía que estaría la castaña.

— Buenas... — Saludó Hwasa mirando a su alrededor, Jessi observaba a través de los monitores los movimientos de Hyunjin.

— Llegué a pensar que él pasaría todo el fin de semana con el Liquidador, ¿qué hace aquí? ¿Vino contigo? — Indagaba algo ansiosa, estaba algo inquieta después de esa reunión. — Él ahora mismo tiene acceso directo al Liquidador, ¿no es así?

— ¿Podrías al menos saludarme correctamente antes de llenarme de preguntas? — Inquirió con obvia incomodidad y molestia, causando que la chica dedicada a la informática se levantara y saliera dejándolas solas. — Jey...

— Ya regreso. — Fue todo lo que dijo saliendo de la habitación, dejando sola a una Ahn Hyejin que aprovechó la oportunidad para hurgar en las carpetas dejadas atrás.

Jessica caminó por el sitio como lo hacía regularmente, observó que todo estuviese en orden y luego se sentó en el bar, pidiéndole un trago a Hyunjin. No pudo ocultar su curiosidad, tuvo que preguntarle el motivo para que estuviese trabajando en ese momento cuando lo había liberado por todo el fin de semana, pero el rubio no dijo nada. Quería desahogarse, gritar a los cuatro vientos su molestia por ese insoportable hombre de cabellos rojos que de manera déspota lo humilló.

Permanece callado, porque sabe del pasado del Desquiciado, era una jodida leyenda junto al Liquidador, pudo escuchar algunos comentarios por parte de sus hombres. El temor se había instalado en su pecho porque supuestamente ellos eran inseparables, pero desconocía la verdadera situación actual entre esos dos. Sabía que Mister D era el líder de los Diamantes, la pareja de Bogum, Jungkook lo había ignorado durante mucho tiempo, como si realmente ya hubiese pasado la página.

Además, hubo cierto alivio cuando el Liquidador lo defendió rato atrás. Le importaba lo suficiente como para defenderlo de ese jodido loco, mas la molestia que lo embargaba al imaginarse a esos dos a solas lo estaba consumiendo. La seguridad con la cual el pelirrojo lo reclamaba y aseguraba que era suyo, el brillo en los ojos del Liquidador fue tan nuevo, tan única que absurdamente deseó llorar y luego dispararle a Mister D.

Algo estaba sucediendo, Jessi lo podía ver, pero se regresó sin insistir en esa conversación. Al llegar a la oficina notó como Hwasa continuaba observando las fotografías.

— ¿De qué se trata todo esto? — Indagó la pelinegra destrozando sus piernas y poniéndose de pie.

— El Liquidador debería ser más cuidadoso, muchos saben que tú y yo tenemos algo. Esta mujer, Wheein, vino para negociar con la supuesta información de que tú me estabas siendo infiel. — Enarcando una ceja, la menor procesaba sus palabras, había algo que no le estaban diciendo. — ¿Vamos a descansar? Hoy ha sido un día agotador.

Dándole una última mirada a las fotografías, Hwasa asintió, aceptando la mano que Jessi le ofrecía para dirigirse hacia el vehículo que las alejaría de ese lugar.

+++

Parecía como si estuviesen huyendo de la realidad y sus propios pensamientos. Por primera vez, Hwasa sintió la duda y la desconfianza instalarse en su pecho mientras observaba a la castaña con la cual había compartido el último tiempo de su vida. Ella le había mostrado un mundo diferente dentro del mismo en el que siempre había vivido, era agradable sentir una conexión que fuese más allá del sexo, poder admitir, gustar y querer a alguien que le diese apropiadamente su lugar. No únicamente frente a la organización como lo hizo Yoongi en el pasado, sino en su vida y corazón.

Tenía miedo; si Jessi la estaba usando o hacía algo en contra del Liquidador las consecuencias no serían nada gratas. No podría defenderla y, pese a todo lo ocurrido, su lealtad hacia los Jeon continuaba siendo muy profunda. Los señores Jeon eran sus padres, más allá de todo, detestaría tener que tomar un bando o intermediar entre ambos.

Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando la mayor enterró sus dedos en su cabello. Lo peinó con la sorpresa de no encontrarse ningún enredo a su paso, lo recogió en un moño ligeramente apretado a la altura de sus hombros y lo fijó con la liga que tomó de la muñeca derecha de Hyejin.

Ella la miró con el rastro de una sonrisa preocupada, de ápices pícaros e inocentes por igual, como si le agradeciese el gesto de acomodar la melena que a ella le daba pereza ordenar en esos momentos, aceptando una ligera caricia que se deslizó por su pómulo izquierdo hasta ahuecarle el perfil. Descansó brevemente en la palma de su mano, dejando que sus manos se deslizaran por esa pequeña porción de abdomen que dejaba su falda a la vista.

La lana grisácea cedió y cayó hasta abultarse sobre las asimétricas puntas de los Louboutin de punta fina y gran tacón que la pelinegra llevaba. La escena le resultó extremadamente familiar. Esa manera en la cual los ojos ajenos se encendieron al compás de un gruñido animal que había nacido en lo más profundo de su garganta la volvía confundir. Quería confiar, creer que todo era real y Jessi no estaba usándola.

Tortura la que su excitación estaba acarreado consigo de una manera tan sencilla, se debía más a la esperanza de un amor que al morbo de la composición de su vestimenta íntima e inferior que quedaba al descubierto, siendo objeto de un exhaustivo análisis lingual. Jessi la contempló en silencio y luego se relamió la anticipación de sus labios antes de acercarse a una de las marcas que había dejado la presión de la seda y la lana en su piel. Repartió besos, uno en cada ceñimiento, mientras se afianzaba nuevamente a su cadera.

La atrajo a un beso profundo que buscaba blanquear su mente, la abrazó posando sus manos en la cabeza y en la nuca de aquella mujer que por alguna razón odiaba ver desde arriba, incluso en momentos de potencial delirio como esos. Se dejó besar, permitió que le desencadenara uno de esos escalofríos que alborotaban los poros de sus brazos, que rebotaban entre su vientre y sus intestinos, que provocaban ardores en sus senos debido a la incapacidad de sus pezones de poder encogerse más, que le provocaban un tipo de artritis que le acalambraban los dedos de manos y pies.

Ahn Hyejin había llegado a su vida trayendo consigo buenos negocios y ventajas, pero también sentimientos que le hacían dudar en esos momentos. La pelinegra mordió con fuerza sus labios y esto le hizo jadear.

¿Qué tan Liquidador seguía siendo Jungkook?

Habían estado trabajando juntos, no podía mentir, muchas veces ella incluso sentía escalofríos cuando lo escuchaba o veía actuar, pero no era ese hombre sanguinario que todos le contaron. Un monstruo sin escrúpulos que arrasaba con todo a su paso, alguien que infligía terror en los demás. ¿Era realmente tan terrible?

— Bebé, ya sé que hemos hablado de esto antes... — Musitaba entre besos sobre los labios de la menor. — ¿Estarías dispuesta a dar tu vida por el Liquidador y su familia? — Los movimientos de Hwasa se ralentizaron, su cabeza se ladeó un poco mientras se alejaba para observarla.

— Sí. — No hubo duda o un pensamiento prolongado, respondió de manera veloz y precisa.

— Eres nada dentro de esa organización, son los hombres quienes llevan el poder. No sé, nunca he visto un trato cariñoso y familiar hacia tu persona. El Liquidador...

— Ninguna familia es perfecta. — Le interrumpió presintiendo por dónde iba. — Él y yo nunca nos hemos tratado como hermanos, incluso hemos follado y lo sabes. Es distante, la única vez y a la única persona que le vi demostrar un afecto genuino fue al Desquiciado y un poco a Suga también debo admitir. No obstante, defiendo a los suyos sin dudarlo, me ha ayudado y respetado en el pasado, incluso cuando lo traicioné, no me mató. Sus padres me salvaron, a ellos les debo que yo siga aquí. Es la única familia que tengo y conozco, no me ciego, pero si tengo que dar mi vida por ellos lo haré.

Jessi cerró los ojos con fuerza y luego los abrió, encontrándose con una Hwasa de mirada intensa que atrapaba el delgado borde de la mini short que le había ayudado a colocarse hacía tantas horas. Tiró de su blusa hasta dejar a la vista una ropa interior que también estiró, como si esperara que el patrón de encaje de seda cediera a sus incisivos. Lo dejó ir ante el aroma que se había escapado de la única parte sólida de la prenda; resultó en un azote de carácter juguetón que ocasionó risitas mudas. Sus manos empuñaron los elásticos que disimulaban sus ligeramente protuberantes huesos ilíacos y enterró la nariz en la triangular región en la que siempre encontraría su más grande debilidad.

Se tomó un segundo para apreciar la tersidad y, cuando llegó a aquello que sabiamente se escondía entre sus piernas, observó cómo una densa capa líquida y brillosa había humedecido la seda que, mediante un ínfimo y frágil hilo, conectaba la tela con su piel. No pudo resistirse y paseó su índice por la franja con la que pocas veces se había encontrado; eso era evidencia de una increíble y sensual falta de control que la líder de los Jebbies pocas veces se permitía mostrar. Se llevó el dedo a la boca y lo saboreó con la torpeza y la embriaguez de quien prueba su perdición por primera vez después de demasiado tiempo. Esta vez fue Hyejin quien dejó escapar un jadeo que apenas se escuchó.

La miró desde abajo y le clavó los ojos en los suyos. La notó inhumanamente impasible, casi indiferente, como siempre se mostraba ante sus adversarios, pero había algo diferente ahí, o al menos eso quería creer. Se le antojó la misma postura que sabía que volvía loca a la castaña, esa de mecerse y jinetearle los labios hasta llevarla al borde de la asfixia, a lo más parecido a la hipoxifilia sin colocarle las manos al cuello, pero se le antojó de tal manera que se invirtieran los papeles.

Podía contar las veces que una escena así se había logrado llevar a cabo en aquella cama, o en cualquier superficie que permitiera la experiencia de la posición, y se alarmó en cuanto reconoció que las podía contar con una mano y que le sobraban dedos. A ellas les faltaba todavía vivir y experimentar muchas cosas, incluso en el lado más superficial y pasional.

Mientras hacía una nota mental al respecto, el mismo dedo se atribuyó la insensata tarea de recorrer la fuente del rastro de humedad con el que se había encontrado hacía pocos segundos. Sintió la tensión que encrespó cada componente del sistema nervioso de Jessi. Su dedo se deslizó tan fácil como nunca, por lo que supo que ese momento y ese deseo no era fingido, no podía serlo.

Una parte de la castaña quiso traer a Hyejin al encuentro de su entrepierna para recrear el asalto matutino, pero su parte dominante buscaba mantenerse en control. Estuvo a punto de decirle que la necesitaba, a punto de confesarle eso que le venía carcomiendo la arrogancia y la independencia por igual, a punto de decirle que podía hacerle lo que quisiera y como quisiera, que era más que urgente, pero fue la pelinegra quien esta vez, puso fin a su sufrimiento, a su titubeo y a su tartamudeo mental, pues se puso de pie, se alzó apenas en puntillas para plantarle un beso en el cuello. No se estaba comportando tímidamente como solía hacerlo tiempo atrás, en su mirada había un reto interesando que adoraba ver, le gustaba ser el único testigo de esa faceta de Hwasa. Suspiró alejando la conversación con aquella pelirroja rato atrás y se erizó bajo el susurro de unas mortales palabras que le debilitaron las rodillas.

— Voy a devorarte. — Sí, Hyejin podría ser un peligro. Jessi falló en respirar y pudo jurar que su vista se nubló.

— Siempre y cuando no tengas que volver a arrodillarte ante mí para ello. — Se le escuchó decir entre un intento de provocación y prueba.

— Hoy no tenía intenciones de hacerlo. — Sonrió la pelinegra.

Sus sentimientos por Jessi eran profundos, pero no permitiría que estos nublaran su juicio, más de uno podía jugar el juego. Tomándola por la cadera, tumbó a Jessi sobre la cama. Se apegó, al pie de la letra, a la semántica literal de su condición: no se arrodilló; se acuclilló. Abrió sus piernas, todavía ancladas al suelo como si quisieran aferrarse a la vida y dio una serie de lengüetazos planos y superficiales que arrancaron un buen número de jadeos.

La primera succión fue correspondida con el agudo gemido que había llevado atascado en la tráquea desde la mañana en donde tuvieron que separarse por una llamada de Yoongi. Él y Jungkook parecían tener un sexto sentido que los obligaba a interrumpir sus encuentros íntimos. Allí, en esa cama, Hwasa podía descomponerla en cuantos gemidos quisiera, al volumen que quisiera. Nunca solía dominar, casi siempre le dejaba esa función a la mayor, pero necesitaba meterse en su cerebro y no dejarla pensar, necesitaba ver si podía sacarle algo en un momento en el cual la mayoría de las personas bajaban sus defensas.

A partir de ahí, Jessi ya no supo qué vino después: si un lengüetazo, una succión, un incesante ataque, una provocación o un intento de penetración lingual, pero sabía que no estaba en sus adentros; de eso estaba segura. Cerró los ojos y se dejó llevar por la precisión de aquella lengua mientras sus manos inquietas se deshacían del morbo y de la distracción que presentaba el conjunto de tacones, medias, ligas y liguero que Hwasa continuaba vistiendo y que tanto la enloquecía.

Hyejin alzó sus piernas por lo alto, flexionadas, desparramadas para no tener que recurrir a nada para abrirla y poder alcanzar hasta los recovecos más escondidos de su anatomía. El coqueteo de su lengua se tornó ávido y exquisito. Dejó atrás la degustación y se concentró en proporcionarle eso que le había pedido con uno de los gestos más incivilizados que exteriorizaba con ella y con el mundo en general.

El fuerte agarre en sus cabellos negros era una de las cosas que la enloquecían sin remedio y en cualquier circunstancia; sin embargo, era un tipo de locura que prefería no exhibir. Ni siquiera expulsó un jadeo de sorpresa en cuanto fue abruptamente presionada contra sus relentes cavidades, tan solo supo ceñir sus caderas con ambas manos para traerla aún más a su encuentro, tal como si quisiera hacerle creer que había sido idea suya dejar que se le fuera la vida entre sus piernas.

Jamás consideró sentir tanto por alguien, por otra mujer, principalmente por una como Jessi. Se imaginó su muerte de muchas formas, torturada mientras intentaban sacarle información, abaleada por Yoongi e incluso el Liquidador, en un fuego cruzado, en manos del gobierno, vio su muerte de muchas formas. Si la dejaran elegir, quería morir así, si es que algún día debía morir por una causa no natural causada por la vejez, le gustaría morir así, entre sus piernas.

Disfrutaba de los sonidos vocalizados cuando se trataba de una presión directa sobre su clítoris, cuando se trataba de un merodeo preciso entre todo lo que encerraban sus tensos y casi escasos labios menores. La miraba cada tanto, — a esa mujer que también podía poner una bala en su cabeza — casi siempre para encontrársela con la parte derecha del labio inferior entre dientes, y, cuando lograba sincronizar sus ojos con los suyos, exhalaba un potencial gemido genuino.

Pudo sentir el momento en el que Jessi estuvo lista para permitir que su existencia se viniera abajo por algunos segundos, pero también pudo sentir la terca resistencia que imponía su propia naturaleza y que su ego claramente reforzaba con furor.

Contradictoriamente, sus manos se esforzaron por mantenerla sobre el punto exacto que le gritaba que no debía dejar de lamer, en ninguna circunstancia, ese costado de su clítoris, pues estaba pronta a llegar al eretismo. Ella, sin embargo, porque había captado el mensaje de que quería surfear la ola del placer hasta que su mismo cuerpo se lo reprochara, succionó lo que pudo ser la última vez. Estiró su piel y, en cuanto la soltó, estalló un sonido agudo y húmedo, tal y como si hubiese chascado la lengua o los labios, y le sonrió con la arrogancia y la insolencia de la que se valía principalmente en la cama cuando lograba derrumbar su lado más dominante.

Jessi la miró como si quisiera matarla aún con su respiración irregular, no sabía si el arranque era más literal que figurado o viceversa, pues, aunque estaba agradecida por no haberla hecho perder el tiempo con un altamente sobrado e inocuo orgasmito, había atentado contra la disposición orgánica de su anatomía, la succión fue demasiado fuerte.

— ¿Qué quería Jung Wheein realmente? — Preguntó Hwasa acercándose a sus labios para compartir el sabor que embargaba su paladar. La mayor aceptó el beso, mas no le dio una respuesta. — Jessi...

— No es momento para hablar de eso, ven aquí. — Volvió a besarla acallando cualquier queja.

La castaña, con sus ojos fijos en los contrarios, deshizo la sonrisa mientras deslizaba su mano hacia el interior de los muslos de Hyejin. Deslizó su dedo del medio en su interior con una calma y una aparente indiferencia tan maldita que pudo haberla hecho rabiar, porque esa era la única intención: un dedo era un simple coqueteo de lo que pudo ser y de lo que podía llegar a ser, es decir: una auténtica mierda.

A pesar de haber caído en la cama, Hwasa se irguió con la ayuda de sus codos, tensándose como si quisiera supervisar el momento en el que aceptaría que la situación no ameritaba un único orgasmo, en donde mandaría su propia decisión al carajo porque estaba bajando la guardia fácilmente frente a la mayor.

Manteniéndose estática en el hueco que más le gustaba que le violentara, regresó a su clítoris con el singular propósito de su lengua. Al contacto, la pelinegra jadeó. Se dio cuenta de la solidez de la cúspide que apenas se asomaba a la vista y, entre el pausado lengüeteo que le sucedió, se entregó al placer que un dedo índice le entregaba.

Jessi fue palpando, masajeando la profundidad que sus dedos alcanzaban, recogiendo y estirándolos de nuevo. Como le ocurría siempre que se pasaba mucho rato disparando, el cartílago articular de la muñeca se tensaba e incomodaba un poco, pero nada de eso era tan preocupante como el hecho de no poder desempeñarse de manera extraordinaria e inducirle un par de memorables orgasmos y eyaculaciones a la hermosa pelinegra que yacía en su cama.

La penetró sin prisa alguna, como si su único objetivo fuera desesperarla hasta arrancarle un gesto brusco y loco; uno que le marcara el ritmo, la profundidad o la intensidad. Batió sus dedos, presionando ese punto cuya existencia y participación seguía resultando demasiado controversial mientras se dedicaba a mirarla. Notó la resistencia, las dudas, las ganas de ceder a la ceguera para agudizar el resto de sus sentidos — en especial el del tacto — y la titubeante súplica con la que jadeaba su parte más púdica e irracional. Llevó nuevamente la lengua a su clítoris y le importó muy poco el hecho de que su más reciente ofrenda de placer interfiriera con el encanto visual de la penetración de la que Hwasa tanto gozaba.

— Confía en mí... — Fue todo lo que le dijo besando fugazmente su cadera. — Es todo lo que te pido.

Intensificó las penetraciones y las ligeras succiones alrededor de su clítoris, los roces que había entre su mentón y sus labios menores, y las exhalaciones que terminaban por descender en su ingle hasta erizarle la piel y ofuscarle todo lo inherente. La pelinegra gimió y se aferró a ella con una mano mientras que con la otra se sostenía a sí misma por su seno izquierdo a raíz de un espasmo involuntario y sin propósito aparente. Gimió de nuevo y se concedió los permisos necesarios para posar sus pies sobre los omóplatos de la castaña que le devolvía sus palabras; la estaba devorando inclemente y despiadadamente, por lo que ella terminaba careciendo de voz y voto.

¿Confiar?

El Liquidador, el señor Jeon, Suga y la vida le habían enseñado que la regla más importante era la de no confiar en absolutamente nadie, pero quería confiar en la líder de los Jebbies.

Rompiendo sus pensamientos, Jessica la empujó todavía más, siendo ella incapaz de escurrirse sobre la cama. Agradeció a las leyes de la fricción, si es que eso existía, y continuó acabando con la inanición que la situación le había desatado. Ahora estaba siendo penetrada en el sentido más bíblico posible, pese a la falta de falo alguno, y aprovechaba para presionar aquel punto que para Hwasa sí existía y que le provocaba incontinencias mentales y guturales por igual. Aquello era profundo.

— No iré contra el Liquidador... — Musitó entre jadeos sabiendo que expresar abiertamente su posición podría resultar contraproducente.

Sin embargo, Jessi se limitó a asentir y sonreírle mientras se inclinaba hacia adelante y succionaba sin más fuerza que la necesaria, porque no quería provocarle un despilfarro de éxtasis, sino uno que le permitiera sobrevivir pronto otro orgasmo quizás más intenso.

Irguiéndose y sintiendo un leve ardor en las pantorrillas junto a una lumbalgia pasajera y soportable, miró el indicio de una sonrisa en los labios de la menor. Se compadeció de ella, envolviéndola por la cintura y cargándola hasta que su cabeza rozó las almohadas. No le dio mucho tiempo para recuperarse, pues, al cabo de unos segundos, en una posición digna y cómoda para lo que estaba por suceder, escaló su torso, a gatas, hasta hacerle saber que estaba a punto de cobrarse los orgasmos que le había propiciado en lo que iba del día; contando la mañana iban tres a uno, no era un marcador justo.

Ronceó su boca con la petulancia de sus labios menores, como si de un cortejo se tratara. Hyejin reparó en el aroma ajeno enseguida. Abrió los ojos y se encontró con una castaña que la miraba desde arriba sin la emoción de reconocerse en una posición de dominio absoluto; la emoción era, sin embargo, la misma que la poseía cuando la sabía entre sus piernas, aun cuando estaban ambas en posición horizontal. Advirtió mayor peso sobre ella, la obligación de respirar y tragar al mismo tiempo, y el comienzo de un vaivén parsimonioso y perfeccionista. La tomó por la cadera con ambas manos y la haló hasta que perdiera la delicadeza y enterrara sus labios mayores y menores en su fisonomía.

— Repito lo mismo, sé que es difícil, pero por favor, confía en mí. — Musitó Jessi mientras ahogaba un suspiro de alivio.

Echó la cabeza hacia atrás, cerró los ojos y le dio la bienvenida a la primera lamida que había ido al encuentro del primer movimiento de su cadera. Inclinó la cabeza hacia adelante, abrió los ojos, se encontró con una mirada femenina y salvaje que le hizo gruñir una sonrisa mientras arremetía contra su lengua para hacerle saber que ella, adoraba darle al cuerpo lo que pedía, cuantas veces lo pidiera, como lo pidiera. En ese momento necesitaba uno con urgencia. Luego consideraría si qué tanto tenía que hacer para mantener a la pelinegra en su vida, las dos vivas y triunfantes.

Marcó la amplitud y la frecuencia de los lametones. Quería algo sencillo, algo en lo que pudiera disfrutar del reverso y el anverso de su lengua en cantidades iguales, algo que, por cuya marcada e indolente velocidad, pudiera dejarle espacio a las repentinas y sorpresivas voluntades de sus labios y dientes, de su lengua incluso, para hacer algo diferente, y quería dejarle tiempo y espacio para que respirara con comodidad, pues la intención, a pesar de involucrar la sofocación, no implicaba quitarle la vida como lo sugería el ahogamiento.

Se meció insistentemente, dejando tras sí un genuino gemido tras el siguiente, dignos premios que compensaban la desfachatez que había cometido hacía rato; más que una condecoración, hacerle saber que solo ella podía construir esa interminable cadena de gemidos, algo que ni ella podía hacer por sí misma. Todavía no tenía claro muchas cosas, pero si de algo tenía seguridad era lo mucho que deseaba a Ahn Hyejin en su vida. La amaba, aunque nunca hubiese dicho esas palabras en voz alta.

Bajo ella, entre la excitación y la dificultad para respirar, Hwasa contestaba sus gemidos con jadeos. La recorría aparentemente sin ganas, como si su sabor no fuese lo que más le gustara probar, pero era cuando Jessi desaceleraba el vaivén que aprovechaba para devorarla del mismo modo, aunque no de la misma manera en la que ella lo había hecho.

Bastó un segundo de dejadez, de distracción, para que Hyejin lograra succionar, pasando casi desapercibida, y que fuera Jessi misma quien, con la necedad de mecerse hacia adelante, estirara sus labios menores y su diminuto clítoris. No supo si fue la succión o la liberación lo que la llevó al borde, pero le indicó, con un gruñido demasiado bien ganado, que lo repitiera hasta enloquecerla por completo.

En cuanto Jessi padeció del primer espasmo, la menor se irguió de torso, llevándosela consigo. Sus piernas, restringidas por una llave marcial israelita, quedaron suspendidas en el aire mientras intentaban escaparse de Hwasa. La tortura le provocó una risa que exacerbó el orgasmo que la lengua de la pelinegra no dejaba ser ni estar.

La dejó ir con el mismo aire compasivo con el que Jessi se había apiadado de ella anteriormente, la fue colocando y acomodando entre sus piernas y a su alrededor. Esperó, pacientemente, a que volviera en sí para dejar las bestialidades atrás. Se apoyó tal y como lo hace cualquier nostálgico profesional en la arena para disfrutar del panorama oceánico, hundió la cabeza entre sus hombros para apoyarla en el derecho y se dedicó a la exquisita tarea de observarla tal como las personas observaban el más bello arte.

La mayor estalló en una estridente y súbita carcajada. Abrió los ojos y se encontró con la más acosadora y risueña sonrisa. La contempló en silencio, con las manos en los labios para evitarse otra jocosidad vergonzosa, y trazó, con la mirada, el futuro camino de besos que dejaría en su piel: empezaría por sus labios, porque, sorprendentemente, a este punto todavía no se saludaban como acostumbraban, como se lo debían mutuamente.

Se arrojó sobre ella sin la brusquedad de una violencia premeditada; fue algo serio y casi frío y apático, y, sin embargo, sereno, algo propio del carácter impertérrito de cuando las hormonas no interferían. La recostó como si la delicadeza y la cortesía fueran algo a lo que tenía derecho tras haber cometido el crimen de provocarse un placer que no formaba parte de su voyerismo, sino de la malcriadeza y del capricho.

— Te amo... — Musitó acariciando los finos y negros cabellos de Hwasa, alejado el cerquillo de su frente para inclinarse y depositar un beso en esta.

Dolía, despedazaba todos los planes, proyectos e ideas que Hyejin había concebido en su cabeza segundos atrás. Eral brutalmente doloroso no tener la capacidad de confiar en esas palabras porque le parecían premeditadas, carentes de verdad. Porque parecía que solamente Hwasa podía amar realmente en ese mundo de mierda en donde cualquiera cogería un arma para acabar con la vida de otro, sin importar el tiempo de conocerse, la intimidad compartida o los sentimientos almacenados.

Tal vez por eso una parte de ella solía envidiar lo que el Liquidador y el Desquiciado tenían, en contra algo tan profundo y real era casi imposible. Creía tanto en lo positivo y aun así, no podía ver lo bello o sincero en unas palabras que siempre añoró escuchar. Amar a alguien y no poder confiar plenamente en ellos era siquiera amor realmente.

Percibió la intención ritualizada de la castaña junto a ella, esa de llevar sus manos a su nuca, quiso dejarla, quiso permitírselo, pero su preocupación estaba todavía tan latente que la forzó contra el colchón hasta que la sintió ceder, hasta que no insistió más. Mordisqueó su mentón y besó su mejilla.

Unió sus frentes e inhaló con calma. Era el perfume de una mujer no tan delicada, femenina, y, al mismo tiempo, intransigente y descollante. Besó su cuello, el aroma que buscaría de hoy en adelante en las almohadas y entre las sábanas, se adueñó de sus fosas nasales. Por un momento Jessi sostuvo sus muñecas, algo no estaba bien con la pelinegra y podía verlo. No sabía si se debía a las palabras mencionadas u otra cosa, mas ese extraño silencio la preocupaba.

Dejó ir sus muñecas y trazó una línea recta de besos mientras acariciaba suavemente sus senos, siendo inconsciente de su propia fuerza y acentuando su sanción con un demoledor y extenso pellizco en sus pezones. La escuchó invocar la dulzura y la misericordia de la Santa Mierda, se retorció bajo ella y se aferró, con ambas manos, al borde más próximo de la cama.

Se preguntó si aún era capaz de propinarle un orgasmo, más psicológico que físico, que naciera de los sentimientos y dejasen fuera cualquier cosa que no fuesen ellas dos. La envolvió con sus brazos, uno por su trasero para mantenerla adherida a ella y el otro por la espalda para controlar sus movimientos involuntarios. Miró sus pezones alternadamente, tal y como si disertara sobre cuál debía saborear primero. Se decidió por el derecho, lo cual pareció tomar a Hwasa por sorpresa, pues siempre comenzaba por el izquierdo, y, sin saber cómo o por qué, el factor sorpresa le ensortijó las entrañas de tal modo que la hizo gemir al compás de la primera parsimoniosa lamida.

La menor se deshacía como aire, como agua, mientras expulsaba un suspiro fruitivo y se dejaba abrumar por la forma en la que era acariciada cuando el sonido de un teléfono le hizo abrir los ojos. En un principio la llamada fue ignorada hasta que se detuvo, Jessi procuró reanudar sus acciones, pero una vez más, su teléfono sonó.

— Contesta. — Habló la pelinegra peinando el fleco que caía sobre su frente.

— Yo no... — Quiso negar, mas la insistente llamada le hizo maldecir viendo como Hyejin se alejaba de su cuerpo y se quedaba acostada en la cama. — Ya regreso.

Tras recibir un asentimiento y modelando su desnudez, Jessi tomó el teléfono y avanzó por toda la habitación. Todo lo que la menor pudo escuchar fue "no puedo hablar en estos momentos". La llamada fue realmente corta, pues la castaña regresó prontamente a la cama.

— Debo irme, así que tomemos un baño. — Avisaba Hwasa viendo lo que parecía ser decepción en el rostro contrario. — ¿Un baño delicioso como los que me preparas?

— Está bien. — Afirmó Jessica inclinándose para darle un último beso. — Voy a prepararte ese baño.

En cuanto su silueta se desapareció por la puerta de la habitación, Hwasa se inclinó para tocar la pantalla de su teléfono antes de que se apagara y bloqueara. Buscó el registro de la última llamada entrante, el número no estaba registrado, pero aun así pudo identificarlo. ¿Kim Seokjin? ¿Por qué razón estaría el hermano del Desquiciado llamando a Jessi a esas horas y por qué esta le diría que ahora no podían hablar? Escuchando los pasos de la mayor regresar, dejó rápidamente el teléfono donde Jessi lo había dejado y fingió estirarse en la cama.

— ¿Vamos?

Con una sonrisa, Hwasa se levantó y siguió a Jessi hacia un baño que a diferencia de otras veces no se extendió demasiado. Se limitaron exclusivamente a bañarse, por lo que pocos minutos más tarde, la pelinegra se encontraba abandonando la habitación. La líder de los Jebbies no era ingenua, sabía que algo no estaba bien, pero tendría que sentarse a descifrarlo en otro momento. Aprovechando que sus planes para la noche habían cambiado, se vistió y abandonó su vivienda, conduciendo hasta un estacionamiento que quedaba a pocas calles de un parque.

Controlando su arma, dio un último suspiro y descendió del vehículo para caminar hacia el parque. Buscó uno de los bancos más oscuros y se sentó en silencio hasta que una mano en su hombro le hizo brincar.

— Maldita sea, Pirómano, avisa. — El nombrado la miró serio, dejando caer a su lado una carpeta sellada mientras recibía otra por parte de Jessi. — Recuerdas mi petición, ¿cierto?

— Yo también estoy arriesgando mi cuello, así que no te preocupes, ni siquiera el Liquidador está enterado de nuestro trato. Tú ocúpate de tu parte, yo seguiré con la mía.

— Kim Seokjin me contactó hoy.

— ¿Qué le dijiste? — Preguntó Namjoon frunciendo su ceño.

— Nada, no podía hablar porque estaba con Hwasa en ese momento, además, no me había encontrado contigo todavía. — Con un asentimiento, Namjoon la observó. — ¿Sabes si sucedió algo entre Hyunjin y tu amigo? Iba a pasar todo el fin de semana con el Liquidador, cuando eso ocurre él se desaparece por completo, pero regresó a trabajar.

— Buenas noches. — Se despidió el Pirómano y se marchó, dejando a la castaña en su sitio. En silencio, Jessi le dio una rápida revisada a la carpeta que tenía en su mano antes de regresar a su vehículo.

— Perdóname por mentirte, bebé...

Fue todo lo que dijo mientras echaba a andar, ignorando la silueta de la mujer que se escondía en la sombra, la misma que la había seguido y había visto todo el intercambio. Ahn Hyejin estaba realmente confundida, por un lado, Jessi y Jin estaban en contacto, así como Jessi y Namjon, todo a espaldas del Liquidador y el resto. No entendía nada y no sabía qué debía hacer a continuación.

+++

Algo no estaba bien, quizás había llegado el momento de dar un paso más allá, pero Seokjin no estaba seguro de cuán seguro sería darlo. Él todavía no estaba enterado del regreso del Desquiciado, apenas continuaba procesando el hecho de que Taehyung era su medio hermano y sobrino al mismo tiempo. Sin embargo, Yoori ya no estaba, Taehyung no estaba y él tenía que velar por sus propios intereses.

— Cariño... — La voz de Yoongi sacó al mayor de sus cavilaciones, se dio la vuelta y lo observó regalándole una tensa sonrisa. — ¿Qué haces todavía aquí afuera? Parece que lloverá pronto y puedes resfriarte, entra.

Escondiendo su teléfono en el bolsillo con gran naturalidad, Jin asintió. Se acercó para depositar un lánguido beso en los labios del más bajo y entró a la casa. Min revisó los alrededores antes de cerrar la puerta, controló las cámaras de seguridad para cerciorarse que todo estaba bien y notó como Jin parecía haber estado llamando a alguien incesantemente hasta que él salió.

Apagando su teléfono caminó hacia el salón principal, sonriendo al ver a Yongbok dormido sobre Hoseok mientras Jin los cubría a ambos con una manta y depositaba un beso en sus frentes.

— Vamos a dormir, el sofá está abierto, así que no dormirán tan mal. — Mencionó el mayor cuando regresó sobre sus pasos, uniendo su mano a la de Yoongi. — Al parecer hoy tendremos la cama y habitación para nosotros solos, ¿algo que te apetezca hacer? — Por unos segundos, Min no dijo nada, seguía teniendo la misma sensación de que su pareja le estaba ocultando algo grave.

Llegó a creerle cuando desapareció mientras buscaba respuestas de Taehyung, le creyó cuando les explicó lo que había estado pasando, pero su instinto felino y depredador le decía que algo se estaba pudriendo y apestaba.

— Sí, tengo muchas cosas que deseo hacer. — Le respondió finalmente tirando de su nuca para besarlo con fiereza. — Te amo.

— Lo sé, yo también te amo, Min.

— Pero ni siquiera mi amor impedirá que te mande hacia otro mundo si me traicionas. — Espetó apretando fuertemente la cabeza de un Seokjin que batalló unos segundos para liberarse. — Mi cuota de perdón está casi rebasada.

— ¿Qué mierda te ocurre? — Preguntó sintiendo su corazón acelerarse con fuerza, dando un paso atrás al ver como Min empujaba el interior de sus mejillas con la lengua, deteniéndose cuando este sonrió. — Yoon....

— Hoy me apetece un juego de roles bien agresivo. — Sonrió como si lo que acaba de ocurrir no fuese más que una broma. — Vamos a la cama.

Espero que no me maten por este capítulo en donde el Taekook y el bl/yaoi fue casi nulo. Tuve mis razones y seguramente lo entenderán más adelante. Tambien espero que no les haya resultado demasiado desagradable y, en caso de ser así, les pido que no dejen comentarios desagradables. Pueden siempre slatarse aquello que no les gusta en silencio, si se pierden algo, seguramente lo entenderán más adelante.

(Por si no quedó claro, todo este capítulo sucede paralelamente con el anterior. El final del capítulo pasado continuará en el siguiente)

Ahora sí, buenas noches/madrugadas.

LORED

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