Capítulo 4: Campo de entrenamiento II

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Tián es de carácter fuerte, y le gusta hacer lo que él quiere, por lo que hace caso omiso a la advertencia de la comandante y la general, dentro de sí... «Claro que la dominaré, no pueden impedírmelo, me será muy útil» piensa, mientras hace un gesto de mal genio, disimulando para que no sospechen.

—Como usted diga, comandante... —dice.

—Sigan practicando, concentren su vitalidad —retoma la general—. Para poder mantener su vitalidad es necesario que entrenen, se ejerciten y se mantengan serenos.

Todos los aprendices siguen las órdenes de sus superiores, se esfuerzan al máximo para dominar la esencia arcana, y también mejorar la vitalidad de sus cuerpos espirituales. Lizäri y sus amigos no era la excepción, Lizäri se siente conforme y continua con espíritu inquebrantable entrenando y ganando resistencia.

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Ha transcurrido más de medio día, desde que empezaron con su primer día de prácticas arcanas y básicas de arma. Los jóvenes se sienten complacidos por el día y por ir escalando en experiencia y conocimientos.

—Cazadores, esto ha sido todo por hoy, los espero mañana, tendrán que entrenar mucho más su esencia arcana y el uso de sus armas —objeta la comandante Albany.

—¡¡¡Cazadores apunten!!!

—¡¡¡Sí, señor!!! —exclaman mostrando la pose de a discreción, para luego marcharse del lugar.

—Vaya, esencia arcana verde. Está bien, ¿me enseñas? —comenta Jena.

—Es raro, pero me gusta, es diferente —dice mirándose sus manos—. Claro amiga, yo te enseñaré, luego que la domine por supuesto. ¿Por qué no vamos a ver a Renfaz?

—¡Sí, vamos!

Lizäri y Jena se dirigen a ver a Renfaz, al entrar al campo de lucha y fijarse, quedan embelesadas al ver a su amigo combatiendo y prácticamente bailando al son de las armas. Resulta ser muy ágil con las espadas. Las espadas son de hoja corta, esta emplea dos a la vez, pero el guerrero de clase enana sabe cómo usarlas, está más que capacitado para esta clase. Ellas sienten orgullo de ver a su amigo combatiendo con agilidad.

—Digno de ser nuestro amigo —insinúa Lizäri a Jena.

La joven elfa afirma moviendo su cabeza con orgullo.

Renfaz se encuentra combatiendo con otro aprendiz a guerrero y rápidamente lo derriba. En ese momento entra Edmund, el joven príncipe y heredero del reino Claro Este. Jena se fija de reojo en el hijo del rey, quien está presenciando el combate de Renfaz, esta lo mira de manera disimulada, encantándose de su porte y elegancia. Lizäri saluda a su amigo y lo felicita.

—¡Reeen! —dice Lizäri ondeando su mano derecha.

Renfaz la saluda tarándole un beso y con guiño de ojo, mientras se incorpora a un costado del campo de lucha. Edmund observa de soslayo a la chica de ojos verdes, a su vez que se acerca al enano.

—Vaya, te mueves muy bien en el campo. Te reto a un duelo, Renfaz Barbarroja —dice el joven príncipe, mientras camina hacia el centro del campo, retando al enano de pelo rojizo.

—Para mí sería un honor luchar con usted, príncipe...

—Vamos, solo dime Edmund —dice mientras saca una espada brillante de su vaina color bronce reluciente.

Renfaz confiado acepta la oferta.

Comienzan, Edmund corre hacia el joven enano blandiendo a su vez, su espada de bronce reluciente. Renfaz coloca las suyas en forma de cruz, para evitar así el golpe y posible corte. Empuja con fuerzas, para separarse del príncipe y blandea las espadas, mientras que baila al mismo son.

Chocan las espadas en repetidas veces, hay algo en Renfaz que cuando toca sus espadas, se enfurece y ataca desenfrenado, pero sin perder su control mental. Por su parte, Edmund es más relajado, tiene la habilidad de predecir los movimientos de su contrincante, enseñado por su padre, quien es el Gran Rey y el mejor Guerrero Arcano del Claro Este.

Las chicas observan el combate, junto con otros soldados que presencian el duelo entre Renfaz y el príncipe. Jena y Lizäri no se asombran, pues conocen mejor que nadie a su amigo y saben lo hábil que es con las espadas. A su vez, Jena se siente atraída por el príncipe y sus movimientos coordinados. Parece un tigre acechando y leyendo los movimientos. Renfaz no se inmuta, aunque en un momento parece que perdía fuerzas, haciendo que el príncipe se confundiera, sin rendirse y continuando dando pelea ruda.

El joven príncipe es muy bueno, el combate parece interminable, en un momento, chocan nuevamente las espadas de forma agresiva, en otro Edmund embiste con su escudo para protegerse de la ferocidad con que ataca el enano pelirrojo y tratar de derribarlo; sus espadas se caen y con malabares las recuperan con agilidad, como Renfaz es de corta estatura, para él es fácil esquivar y moverse por el campo de lucha. El encuentro termina con ambos agotados y enfrentados por las espadas de cada uno en el cuello.

—¡Excelente jóvenes, sin duda unos grandes guerreros! —menciona con alegría el comandante Vargaz, mientras aplaude.

—Una gran lucha, magnífico... Por poco me ganas —menciona Edmund, mientras respira de forma acelerada, producido por el encuentro vivido—. Estás mas que capacitado para esta clase. Casi nadie me gana en espadas, solo mi padre y ahora con este empate creo que estamos a mano, amigo Renfaz.

—Es un honor... —dice Renfaz agitado del combate, mientras toma agua de la cantimplora que está atada a su torso, continúa diciendo—, es un honor haber luchado con usted, joven príncipe.

—No me digas así, somos amigos. ¿No? —extiende la mano hacia Renfaz a lo que accede y estrechan sus manos en forma de amigos.

Edmund se fija de la presencia de Lizäri y da la vuelta caminando en dirección a ella. Desde siempre se han conocido, ya que fue su padre el Rey, quien cuidó de la vida de la pequeña, debido a la perdida de sus padres.

—¿Cómo te fue en tu primer día, pequeña flor?

—Bien, Ed. Todo fue sencillo, ¿no Jena?

—Sí, sú-súper fácil —responde la elfina con sequedad, mirando hacia otra dirección.

Lizäri mira con rareza a Jena, pues ella nunca actúa de forma tan tímida.

—Nos iremos a descansar. ¿Quieres acompañarnos mañana después del entrenamiento, Ed?

Jena queda atónita por el ofrecimiento de Lizäri a Edmund, tratando de disimular, pues era evidente para la joven humana lo que su amiga siente.

—Claro, está bien. ¿Irán al Ester? —pregunta Edmund.

—Sí, cerca del rio, nos vemos allá.

—Con permiso Ed, vamos a retirarnos. No faltes —dice Lizäri, mientras caminan hacia la salida del campamento de lucha.

—No faltaré, nos vemos. Descansen.

Los chicos se despiden de Edmund y salen del campo de entrenamiento, en marcha hacia el barrio rural. Jena y Renfaz acompañan a Lizäri a su cabaña, a pesar de que la aldea es segura, siempre se resguardan y protegen de cualquier cosa. Ya es de noche, el combate de los chicos había tomado bastante tiempo.

—Este fue un largo día, nos vemos mañana —dice Lizäri.

—¡Que sueñes conmigo!

Lizäri y Jena se ríen por lo que su amigo dice. Esperan que su amiga entre a la cabaña, para ellos seguir. Renfaz acompaña a Jena hasta su hogar y luego él se marcha a la suya, orgulloso de sí mismo y de sus compañeras.

La joven de ojos verdes, al entrar a la cabaña enciende con un cerillo una vela. Observa todo, es un solitario y ordenado hogar, que siempre mantiene todo arreglado. A ella no le gusta la soledad, con sus amigos es feliz y se divierte, pero cuando llega a casa, es alguien completamente diferente.

Decide comer algo ligero, luego mira sus manos tratando de infundirlas de su esencia, ve como el aura color verde reluce sutilmente, se siente satisfecha de haber podido obtener lo que su madre poseía, se asea y luego se mete a su hamaca para descansar, había sido un largo día.

—Mañana será mejor —susurra antes de quedarse dormida—. ¿Mi mamá se llamaba Flora?

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✩Descripciones de los personajes:

//Edmund Bryan, de una edad de diecinueve años, cabello rubio, piel blanca, ojos azules como el cielo, de buen porte, su vestimenta es una camisa azul rey, leotardos de tela blanco y botas de cuero marrón. Su arma es una espada larga que reposa en el lateral derecho de su cadera, sujeto a un tahalí de cuero junto a su vaina de bronce y el escudo con el símbolo de la flor de lis en la espalda//.

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