Capítulo 3

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Pero, mientras tanto... ¿qué estará haciendo Julen? ;)


Capítulo 3.

Había sido un año de mierda para Julen. No había otra forma de decirlo, por más que a él le hubiera encantado tener una palabra más adecuada para definirlo.

Nada le había ido bien en los últimos meses y eso, tenía que reconocer, le había afectado, le había afectado mucho.

El joven se detuvo frente a la hermosa casa de tres pisos situada a las afueras de Medinabella. Estaba cubierto de sudor y vestía solamente unos pantalones de deporte cortos de los cuales colgaba, a la altura de sus cadera, una camiseta fina que se había quitado hacía, al menos, ocho kilómetros. Su reloj inteligente comenzó a pitar, informándole de que ya había cumplido la distancia diaria que se había propuesto.

Correr por las mañanas, antes de ir a trabajar, le despejaba, le ayudaba a sentir algo que no fuera ansiedad, por una vez. Eso lo tranquilizaba mucho, mantener la mente alejada de todo aquello que le preocupaba era fundamental para poder seguir viviendo.

Julen había aprendido muchas cosas durante ese año. Entre ellas, la más básica: «no tengas dos novias a la vez». Toda lo que había sucedido con Mel parecía haberse concentrado y expandido tan pronto como ella se había ido, como si el Karma del que tanto hablaba ella ahora se hubiera apoderado de la vida de Julen: su hermano, Iker, apenas hablaba con él, se había distanciado tanto que ahora parecían dos extraños, su madre aún seguía enfadada y solo le dirigía la palabra cuando se trataba de trabajo, Mel había vuelto a Londres tan pronto como había podido y él... él ahora estaba solo. Más solo que nunca.

Cristina era la única persona que le quedaba y eso le hacía sentir extraño, mal. Su relación con ella era cordial, eran... ¿amigos? Pero ella quería más, aún quería más. Pese a saber que él había estado con Mel, pese a ser consciente de que seguía enamorado de ella.

Podría haber vuelto con Cristina en cualquier momento si lo hubiera querido. Podría haberse acostado con ella después de cualquiera de las cenas que habían compartido juntos en esos últimos meses. Ella estaba más que dispuesta, se lo había dejado claro, pero Julen no quería, no podía hacerlo.

¿Por qué era todo tan difícil?

«Porque has sido un cabrón» le respondió una voz en su cabeza, una voz que se parecía mucho a la de Melissa Ortiz.

Julen tomó la camiseta negra y se la puso mientras caminaba con lentitud hasta su nueva casa. Vivir en el hotel se le había quedado pequeño, o quizás le traía demasiados recuerdos. Por eso se había comprado una casa preciosa en Medinabella. Al fin y al cabo, no tenía intención de mudarse de allí a corto plazo. No tenía intención de marcharse de C.O., pues era lo único que le quedaba.

Chester lo saludó desde la puerta tan pronto como escuchó las llaves tintinear. Había adoptado a ese pastor suizo hacía seis meses y el perrito, que cada día era más grande, parecía ser el único que realmente se alegraba de verlo y lo apreciaba. El resto habían quedado decepcionados en cuanto la noticia de Mel y Cristina se había corrido como la pólvora, siendo el nuevo y jugoso cotilleo de Medinabella. A esas alturas, un año después, Julen todavía recibía miradas de reojo en la oficina y más de uno fingía su sonrisa al dirigirse a él.

Seguido de Chester, Julen subió las escaleras. El perro, completamente blanco y con un pelaje suave y esponjoso, siguió ladrando, como si le estuviera recriminando no haberlo sacado a correr con él esa mañana.

—Quería estar solo, Chester —le dijo, acariciando su cabeza un momento—. Mañana te llevo.

A veces juraba que el perro le entendía. Chester dejó de ladrar y tan solo meneó la cola, satisfecho con esa respuesta.

Cuando Julen llegó al baño, encendió la ducha y se desvistió con rapidez. Estaba a punto de entrar en el cubículo, pero se sorprendió al recibir un e-mail de trabajo a su correo electrónico personal. Era de Francisco Ortiz y eso le sorprendió, pues era muy pronto aún y en Londres había una hora menos. Francisco debía de dormir muy poco para estar mandándole un e-mail a las seis y media de la mañana.

Lo abrió y echó un vistazo superficial. No tardó mucho en percatarse de que solo era una comunicación corta, refiriéndose a otro e-mail mucho más largo que había recibido la noche anterior, pero que no había abierto aún.

«Disculpa que no te haya avisado con más antelación, Julen. Por favor, confírmame que no hay ningún problema con la invitación y que podrás venir a Londres este viernes para comenzar los preparativos de la nueva campaña con nuestro equipo. Contamos con tu presencia. Un saludo cordial, Fco. Ortiz».

Era miércoles. Miércoles. ¡Faltaban dos días!

Julen suspiró. No le quedaba otra, ¿no? De pronto sintió un peso asentándose en su estómago. Sentía ansiedad de nuevo, tenía miedo.

Dejó el teléfono sobre un armario oscuro junto al lavamanos y entró a la ducha por fin, centrándose en respirar, en dejar que el agua se llevara sus preocupaciones, aunque solo fuera durante unos minutos.

Julen Urit, siempre tan seguro de sí mismo, nunca se había sentido tan cobarde como en ese momento.


Hola, amores :) Mil gracias por leerme. ¿Cómo estáis?
Contadme si os está gustando la historia, ¡os estoy leyendo en comentarios!

Mil besos :)

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