Capítulo 5.

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Capítulo 5

Era solo su primer día y ya llegaba tarde. Maravilloso.

La puntualidad no estaba en el abanico de virtudes de Mel, pero al menos siempre había llegado a una hora correcta durante el instituto y la universidad... o bueno, casi siempre.

Julen le había dicho que la esperaría en su despacho a las ocho y media, pero Mel entró al edificio de C.O. a las nueve y cuarto y tardó cerca de diez minutos en encontrar su oficina. Se quedó pasmada al llegar a la puerta: "Julen Urit, director ejecutivo".

¿De veras era director ejecutivo con sólo veintisiete años? Pamplinas, su padre lo había colocado en ese puesto sin mérito alguno. De hecho, ¡ahora, la directora ejecutiva debería ser ella!

Mel alzó la mano, dispuesta a tocar la puerta, pero finalmente la bajó y agarró el pomo con decisión. ¿Por qué iba a mostrar educación con ese tipo después de cómo éste había entrado a su habitación el día anterior?

Giró el pomo y entró de golpe, deseando pillarle en alguna situación indecorosa que pudiera ser razón para despedirle en ese mismo momento. Le bastaba con que estuviera sin pantalones, jadeante y retozando con su secretaria sobre el escritorio, pero para colmo, Julen se encontraba sentado frente a un ordenador de pantalla plana tecleando sin parar mientras en su otra mano sostenía un pequeño teléfono móvil por el que estaba manteniendo una conversación.

Era un despacho elegante, con dos paredes de cristal y el suelo de mármol suave y brillante. Al parecer, en ese pueblo todo era de mármol.

Olía a limpio y Mel no pudo evitar morderse el labio inferior un segundo al volver a contemplar a Julen. Demonios, de verdad que ese monumento a la belleza masculina no podía ser la misma persona que tan mal la había hecho sentir cuando era una niña.

De hecho, el Julen de ahora era el típico hombre al que intentaría seducir en un bar, con su larga melena rubia suelta y una mirada coqueta conseguida tras dos horas de minucioso maquillaje y treinta minutos de chupitos bien cargados de alcohol. De pronto alejó ese estúpido pensamiento de su mente. No, no. ¡Era el mismo ser despreciable que había sido once añosatrás!

Julen reparó en su presencia de pronto y su rostro se ensombreció profundamente en apenas unos segundos.

—Tengo que colgar —dijo, al teléfono—. Haz lo que te he dicho, quiero ese permiso en treinta minutos en mi mesa. Y sabes cuánto odio los retrasos.

Esta última frase la dijo fríamente, mirando a Mel con sus ojos tan azules que ella se sacudió por dentro, asustada.

—Señorita Ortiz... —murmuró con rabia, levantándose de su silla—. ¿No tiene usted un maldito reloj?

Mel abrió mucho los ojos; si comenzaba tratándola de usted y mezclándolo con palabrotas, no era bueno. Estuvo a puntito de contestarle, pero al parecer Julen no esperaba respuesta, sino que dio la vuelta a su escritorio y caminó hacia ella.

—¡He tenido que posponer dos reuniones porque no te ha dado la gana aparecer, Melissa! —su tono de voz iba subiendo—. ¡Te dije a las ocho y media!

—Relájate —pidió ella—. Estoy aquí, así que ya está. ¿Siempre te tomas esto tan en serio?

Julen chasqueó la lengua, incrédulo.

—Esto es mi trabajo, Melissa. Así que sí, siempre me lo tomo en serio.

Ahora era ella la que casi no creía lo que veía. ¿Julen Urit era un formal trabajador? ¡Y un cuerno!

Julen era un inmaduro y perturbado adolescente que disfrutaba haciéndole daño y escuchando una ruidosa música casi tan intimidatoria como él. ¿Dónde estaban sus pulseras de pinchos y sus cadenas?Seguro que las llevaba ocultas debajo del traje.

—Increíble, ¿quién lo iba a decir?

Él la miró, sin entender lo que estaba insinuando. Julen parecía tener mil cosas en la cabeza, y además estaba enfadado con ella por llegar tan tarde y ser desagradable con él el día anterior... pero de pronto su rostro se suavizó y Mel supo que Julen acababa de comprender sus palabras. Simplemente lo supo al mirarle a los ojos, tan claros que podía leerse en ellos.

—Ah —musitó él con voz suave, de inmediato—. He estado pensando esta noche en la razón de tu comportamiento de ayer y... me temo que ya lo entiendo todo.

Mel lo observó, sin cambiar un ápice su rostro.

—Imagino que es por lo de encerrarte en el baño...

—Y por lanzarme a la piscina vestida —corroboró ella—, por tirarme barro, por hacerme esta cicatriz con tu estúpido monopatín. —La joven se señaló una minúscula mota de piel ligeramente más clara que resaltaba en lacremosa piel de su frente.

Julen la observó unos segundos, llevándose una mano al pelo, nerviosamente.

—Yo... no sé qué decir, Melissa.

—Mel.

Él hizo caso omiso a su corrección.

—Puede que a ti te molestara y que creas que hice esas cosas porque te odiaba, pero la verdad es que, para mí, éramos amigos.

El gesto de sorpresa de Mel lo forzó a callarse.

—¿Amigos? —su voz fue muy aguda—. ¿Qué clase de persona tortura a su amiga?

Julen rio por lo bajo. ¿Torturar? ¿Por qué era tan exagerada esa chica?

—¡Yo no te torturaba! Sólo estaba jugando. Melissa, éramos dos críos jugando a eso, a ser niños.

El rostro de Mel se volvió ligeramente taciturno y bajó sus ojos, tristemente.

—Nunca te importó que yo no quisiera participar en esos juegos; acabé teniendo miedo de venir a España.

—Oh, vamos... no es para tanto, yo...

Mel sintió sus ojos ligeramente húmedos, así que supo que no podía dejar que él notara eso, de ninguna manera. Ese era su talón de Aquiles, lo reconocía. Nunca había hablado con nadie sobre Julen, aparte de con sus padres, y éstos no la habían tomado en serio. Para todo el mundo él era encantador. Mel era la única que parecía ver su verdadero yo y eso era muy irritante.

—¿Sabes que la noche que me encerraste en el baño acabé desmayándome por el miedo?

Julen se quedó callado, mirándola. Sus ojos no transmitían nada en absoluto, como si de pronto él estuviera controlando todas sus emociones para evitar que salieran a la luz.

—No sólo no soportaba la oscuridad, sino que tú me asustabas más aún.

Sus palabras fueron duras. Julen sintió un extraño dolor en el pecho al escucharlas. ¿De verdad ella había pensado eso? De acuerdo, él reconocía haber sido un completo desastre cuando era niño... pero lo último que habría querido era hacer daño a una niña a la que había considerado una buena amiga y con la que tenía magníficos recuerdos de su infancia.

De pronto supo que todos esos recuerdos maravillosos que él guardaba de los veranos con Mel, para ella solo habían sido pesadillas. Y se arrepintió más de lo que podría haber demostrado. Pensaba que su encuentro iba a ser diferente, muy diferente a lo que había sido. Todo aquello que él se había imaginado en su mente no había sucedido.

—Lo siento muchísimo —dijo, al final—. Te juro que... te juro que lo siento. Pero han pasado once años y ahora...

Su disculpa parecía sincera, Mel lo miró con desconfianza unos segundos. Estaba claro que Julen había cambiado muchísimo desde entonces.

Estando en Londres, siempre se había preguntado (entre fiesta y fiesta) si Julen sería el mismo después de la muerte de su padre... y sólo con mirarle a los ojos, supo que no lo era.

—Yo sólo... —comenzó él, pero no fue capaz de terminarlo—. Lo siento Melissa.

—Mel. Me llamo Mel —murmuró ella, exasperada. Unos segundos después volvió a hablar, como si nada hubiera pasado—. Bueno Julen, ¿qué es todo eso tan importante que tienes que explicarme?

Él sonrió tenuemente. Vaya, cómo no; la sonrisa de Julen era tan perfecta como el resto de su cuerpo. ¿Pero cómo sería él por dentro en realidad? 

De inmediato se pusieron manos a la obra y él le explicó cada una de las funciones de la empresa. Ambos se miraban de vez en cuando, sin que el otro se diera cuenta. Quizás eso no fuera una paz permanente en esa lucha, pero al menos era una paz. 

Tras varios minutos, los dos salieron del despacho y comenzaron a recorrer los cuatro pisos del edificio. Mel no podía creer que hubiera tanta gente trabajando allí, era como si la mitad de las personas de ese pueblo se dedicaran a C.O.

—De momento no tienes que hacer muchas cosas —le dijo él—, ordenar mis archivos, apuntar citas, pasarme llamadas...

Mel se rió, creyendo que se trataba de una broma.

—Sí, claro —dijo—, ahora soy tu secretaria, ¿no?

Julen se detuvo en mitad del pasillo y la observó desde su metro noventa de altura.

—Melissa... ¿Tu padre te ha explicado cuál sería tu trabajo?

Ella comenzó a ponerse pálida al escuchar su tono serio, así que negó con la cabeza.

Eres mi secretaria.

Y eso fue más de lo que ella podía soportar en dos días. Sus ojos se abrieron como platos y comenzó a maldecir al Karma en su interior, dedicándole todos los insultos que conocía e inventándose alguno nuevo.

Eso no podía ser. ¡Maldito Karma!


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Las cosas se complican aún más para Mel... O.O

Gracias por leer <3

Espero que de momento os esté gustando la historia y os traiga buenos recuerdos. ¡¡Yo estoy super emocionada!! Hoy estoy por primera vez en mi nueva casa en un pueblecito de Escocia (me mudo aquí definitivamente en septiembre!!). Espero tener un montón de tiempo e inspiración para escribir aquí. Pasaos por mi TikTok y mi Instagram (en los dos me llamo vmcameron213) y por allí estaré compartiendo un pedacito de mi vida, con eso me ayudáis también un poco a seguir creciendo como escritora <3

¡¡Mil besos y nos vemos prontito!!


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