Capítulo 7

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Capítulo 7

Había pasado tanto tiempo que tenerla frente a él parecía más bien parte de su imaginación que la realidad.

Julen estaba evitando la fiesta, escondiéndose en el baño como un cobarde porque había sabido que, en cualquier momento, Melissa aparecería. Y entonces no le quedaría más remedio que acercarse, saludarla, fingir que nada había pasado. Que nunca habían dejado de ser dos casi extraños.

Joder, qué pesadilla.

Pero el Destino se le había adelantado, quizás para evitar que siguiera posponiendo el momento de verla. Desde luego, verla a solas era mucho peor que encontrársela en medio de todo el tumulto de gente.

—Melissa —susurró Julen.

Estaba preciosa. No esperaba que no lo estuviera, desde luego, pero seguía sorprendiéndolo.

La joven se acercó a él y por un momento Julen creyó que, quizás, lo abrazaría. Que quizás lo saludaría de ese modo, posaría su cabeza en su pecho y, durante un instante, todo estaría bien. Como si no hubiera pasado nada.

No lo hizo, desde luego. Melissa se detuvo frente al lujoso lavabo y abrió el grifo. Después se lavó las manos con cuidado y, una vez terminó, secó su piel con cuidado. Julen la contempló mientras la muchacha abría su bolso y tomaba un pintalabios rojo de su interior. Como si él no existiera, Mel se retocó su ya de por sí perfecto pintalabios y cerró su bolso de nuevo. Sus tacones resonaron cuando se alejó del lavabo de nuevo.

—Nos vemos por ahí, Julen —dijo Mel, antes de salir del aseo sin siquiera volver a mirarlo.

El sonido de la puerta al cerrarse lo agitó por un segundo. Tomó aire, sintiéndose más agitado de lo que habría esperado. ¿Qué esperaba? ¿Acaso creía que Mel se moriría de ganas por verlo? No podía hacerse el tonto, no de ese modo.

Ya no quedaba nada entre Melissa y él. Por mucho que le doliera. Y sabía que era su culpa.

***

John se acercó a Mel tan pronto como la vio, agitada y con las rodillas temblorosas. La joven rubia compuso una sonrisa nerviosa.

—¿Estás bien? —preguntó John.

—Sí, sí. Todo está bien.

Mel le quitó importancia de un modo que solamente podía significar una cosa: acababa de encontrarse a un fantasma en el baño... o a Julen Urit. John apretó los labios y lanzó una mirada hacia el lugar del que su amiga acababa de salir, justamente a tiempo de ver al hombre moreno aparecer por la puerta del lavabo también. Suspiró.

—¿Te ha dicho algo? —preguntó—. Si se ha pasado de listo te juro que...

—John —dijo Mel con gesto serio—. Tranquilo. No, no me ha dicho nada. Ignóralo. ¿Vale?

La cuestión no era si John podría ignorar a Julen, no, la cuestión era, en realidad, si Julen podría ignorar a Mel o pretendía molestarla de algún modo. Solo en ese instante de tensión en el que ella aún quería recuperarse del susto y poder tomar su sex on the beach tranquilamente, John tuvo la idea que él, más tarde, calificaría como «una de las más brillantes de su vida». Melissa jamás había estado de acuerdo con esa definición, desde luego.

—¿Sabes lo que le jodería?

—¿El qué?

Mel tomó su vaso largo y le dio un sorbo a su cóctel. ¡Estaba espectacular!

—Verte con otro.

Ella puso los ojos en blanco.

—No seas ridículo. Prefiero ignorarlo, de verdad —contestó ella—, además, ¿no llegas un poquito tarde con esa idea? Se te podría haber ocurrido hace dos días y no ahora mismo, ¡ya estamos en la fiesta, John!

—¿Y qué problema hay con eso?

De verdad que su amigo estaba mal de la cabeza. ¿Qué clase de cosas se le estaban pasando por la mente?

—Pues que no voy a liarme con nadie de este bar. ¡Son mis compañeros de trabajo! Y te recuerdo que ahora tengo una reputación. —Mel se aclaró la garganta—. Una buena reputación, quiero decir.

—Se me ocurre alguien...

Mel enarcó una ceja.

—¿Quién? —preguntó en un gruñido.

John alzó las manos a la altura de sus hombros, como si fuera obvio. Después compuso una enorme sonrisa.

—¿Tú qué crees?

Mel miró a su alrededor, confundida. No entendía a quién se estaba refiriendo su amigo. Había chicos guapos a montones, eso desde luego, pero no era momento de comportarse como una niña pequeña. Prefería tener la fiesta en paz. Pronto Julen volvería a Medinabella y, aunque ella se trasladaría a Madrid, no tendría que verlo ni interactuar con él. Con un poco de suerte, jamás. JAMÁS.

—No sé, John, no sé de quién hablas.

John levantó las cejas y estiró los brazos a ambos lados de su cuerpo una vez más en un gesto que Mel no pudo seguir ignorando. La joven frunció el ceño en el momento en el que comprendió lo que su amigo quería decir.

—¿Tú? —no pudo aguantar una carcajada—. Lo que me faltaba. Pensé que hablabas en serio, John.

Esto, para sorpresa de Mel, pareció ofender a John, que se cruzó de brazos.

—¿Qué tiene de raro? Como si yo no pudiera conquistar a cualquier heredera que se me antojara...

Mel apretó los labios, conteniendo la risa. Nadie se creería, ni en un millón de años que ellos dos estaban saliendo. Nadie que los conociera, al menos. Quizás ese era un buen punto: que Julen no conocía a John, en absoluto. Se lo planteó durante dos segundos enteros antes de negar con la cabeza.

—No, de verdad, John. ¡No! —contestó—. No tengo nada que demostrarle a Julen... bueno, ni a Julen ni a nadie.

—¿Tú crees que se ha casado?

No lo sabía, pero la realidad era que tampoco quería saberlo. Lo último que necesitaba en su vida era interesarse por Julen de nuevo.

—Espero que sí —gruñó con cierta amargura—, y espero que sea muy feliz con su esposa.

John la observó con cierta compasión en la mirada. ¿Había pronunciado esas palabras con tan poca convicción que ni siquiera John la tomaba en serio? No tuvo oportunidad de seguir hablando, pues antes de volver a abrir la boca, alguien apareció a su espalda y le cubrió los ojos con sus manos. Ni siquiera tuvo que intentar adivinar de quién se trataba, pues el familiar aroma dulce de su mejor amiga llegó hasta ella en ese instante.

—¡Jess! —Mel se dio la vuelta y abrazó a su amiga.

Jess estaba preciosa, llevaba un vestido rojo y brillante y su cabello negro y liso suelto. John le tendió una copa de vino y ella la aceptó con una sonrisa.

—No te lo vas a creer, pero acabo de ver a un tío clavado a Julen. ¡No me digas que está aquí!

—¡Es él! ¡Y se acaba de encontrar con Mel en el baño! —se adelantó a decir John.

Mel quedó relegada a un segundo plano en esa conversación en la que John expuso su brillante plan una vez más y Jessica se mostró más que de acuerdo con ponerlo en práctica. A veces Melissa se preguntaba si ella era la única relativamente cuerda en su grupo de amigos. El último año le había servido para madurar bastante, quién sabía lo que habría hecho la Melissa del pasado al ver a Julen allí esa noche.

—Hagamos una cosa —propuso Mel—. Los tres ignoramos a Julen esta noche y disfrutamos de la fiesta, ¿de acuerdo?

Ninguno de sus amigos pareció de acuerdo, pero ambos tomaron sus bebidas y brindaron con ella. Melissa volvió a sonreír ampliamente, mostrando sus dientes blancos y perfectos. Intentaba, por todos los medios, no girar la cabeza, no buscar con la mirada ese familiar cabello negro ni esos ojos azules y penetrantes.

Intentaba, fuera como fuera, no volver a cruzar su mirada con la de Julen Urit. Porque sabía muy bien que no podría controlar sus emociones ni sus sentimientos si lo hacía de nuevo.


Mil gracias por leerme y seguir la historia de Mel y Julen Por favor, no os olvidéis de votar el capítulo si os gusta la novela.

¡Mil besos!


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