20. Comer, rezar y amar

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—¡Qué...carajos! Retírense todos —Brama Josef. Los hombres que intentaron detener a Alan se van asustados. Alan se queda de pie, con la mirada altanera e impasible.

Me mira con los ojos llenos de odio y luego se dirige a Josef que se ha puesto bóxer. Me siento como la esposa atrapada por su marido, siéndole infiel.

—¿Qué haces aquí? —pregunto. Cojo mi pijama y me lo pongo rápidamente.

—Eres un imbécil —le dice a Josef, ignorándome por completo.

Josef suelta el aire y se coge el puente de la nariz.

—¿Qué mierda haces aquí? Metiste a Vania al puto salón 16, sabiendo el agujero de basura que es. —Se acerca a él y lo coge del cuello de la chaqueta—. Sabías que meterla allí, era acabar con ella. ¿Qué pretendías? ¿Qué hicieran una excepción por ti?

—Me prometieron que no la involucrarían en nada —replicó Alan—. Era parte de las reglas... pero tú te enteraste antes que yo de lo que estaba sucediendo y no hiciste nada. Vania corre peligro. Aunque me temo que eso no te importa, ¿cierto? —Se dirige a mí—. Tienes que esconderte, Vania.

—Mis papás han tenido un accidente... tengo que verlos —replico, con la voz entre cortada.

—Estoy consciente de que corre peligro. Tengo contratada seguridad apenas volvamos a Melbourne y en unas horas, se instalará un anillo a nuestro al rededor aquí en Berlín.

—¿A qué te refieres con que él sabía desde antes? —inquiero.

—Alan desde su chaqueta saca un sobre y se lo tira a los pies de Josef. Él no se molesta en recogerlo.

—Así que ahora te metes a mi oficina. —Josef rueda los ojos—. Vete, Alan.

—¿No le dirás a Vania que recibiste las fotos hace dos semanas?

Miro a Josef, buscando una explicación a lo que dice Alan, pero noto como traga saliva.

—Josef...

—Te dije que no confiaras en él, Vania. Ha sido una mierda toda su vida con su propio hermano... ¿Por qué no lo iba a ser contigo?

Comienzo a buscar mis cosas, no puedo estar más aquí.

—Vete —gruñe Josef—. La razón de por qué ella está en peligro eres tú, no le hagas creer que no es así.

Alzo una mano para que dejen de discutir.

—No quiero a ninguno de los dos cerca de mí.

—Vania, un sobre dirigido a mí, con tu nombre afuera, llegó hace dos semanas... pero no lo abrí hasta... ayer, luego de que se fuera Dana la primera vez. No tenía idea de lo que era. Pensé que eran los documentos para organizar tu vuelta a USA, por eso no lo había abierto... no quería.

—Mientes. —Alan se refriega la cara y me estira la mano—. Vamos, Vania. Necesito protegerte, aquí no estarás segura.

Me gustaría decir que puedo cuidarme sola y salir corriendo, pero este no es el caso. No tengo idea cómo defenderme si alguien me quisiese raptar o hacerme lo que le hicieron a mis padres.

—Alan, ¿quién está detrás del salón 16? ¿Quién te prometió que no ofrecería a Vania en subasta?

Alan baja la mirada y luego la sube con expresión de culpa. Niega con la cabeza.

—Ya lo intenté, hice todo lo posible para que se diera de baja la oferta. Créeme Josef, lo hice todo. —Dio unos pasos hacia nosotros y se sentó en el borde de la cama, con la cara entre sus manos—. Ofrecí todo lo que tenía a cambio de Vania. Ni siquiera me permitieron ganármela. —Sube la cabeza y me mira con los ojos llorosos—. Lo siento.

—No hiciste todo, porque ella sigue en peligro. —Josef continúa vistiéndose y se afirma en el escritorio—. ¿Por qué no te dejaron participar en la subasta?

—Porque fui expulsado del salón 16.

—¿Estás en peligro? —pregunta Josef. Alan le sostiene la mirada unos segundos y luego la baja.

—¿Estás en peligro? —Vuelvo a preguntar. Emito un gruñido de estrés—. Alan, ¿quién está detrás de todo esto? Con el nombre de la persona quiz...

—No, tiene demasiado poder. Hay al menos cien personas que han participado alguna vez del salón 16. Nadie quiere que sus videos se distribuyan. Está todo grabado... desde que cada uno iba en el coche de ida... hasta el coche de vuelta. El comité ni siquiera debe encargarse de mí... solo elevar la alerta de alguien que amenaza con fuga de información.

—¿Eras parte de ese comité? —pregunto con la voz temblorosa. No quiero que me diga que sí, no quiero haber compartido tanto con alguien que está detrás de la trata de personas. Su silencio me da la respuesta... y a Josef también.

Se va hacia él y lo golpea directo en la cara. Una vez, pero lo suficiente para dejarlo sangrando de la nariz.

—Te irás a la cárcel. Tu vida en estos momentos me vale una mierda, así que dime... dime quienes más son parte del salón 16.

—Es Dana... —murmuro, acercándome a él. Me arrodillo en el piso y levanto la mirada—. ¿Es Dana? Dímelo.

Niega, nervioso.

—No, Dana no tiene nada que ver con el salón... tampoco ella haría algo así. —Se dirige a su hermano—. Sé que está celosa y dolida, deberías ir con ella. Te ha apoyado muchos años y sabes que ha estado enamorada de ti desde siempre.

Josef arruga la frente.

—No intentes decirme qué hacer —responde con voz amarga—. Retírate. No te necesitamos.

Me limpio las lágrimas de la cara, apenas puedo creer de lo que en cierta forma he sido parte. Quizás cuantas mujeres han sufrido, y Alan estuvo detrás de eso todo el tiempo. Él me mira, pidiéndome una oportunidad.

—No te vuelvas a acercar a mí —digo, con un dolor en el corazón. Dentro de todo el caos que es mi vida, él era algo bueno... liberador.

—Vania, nunca quise ponerte en peligro.

—Aún así, estoy en esta posición... y fui parte de una organización que subasta personas. —Me llevo las manos a la cabeza y avanzo hasta un asiento. Estoy mareada.

Oigo como se pone de pie y alzo la cabeza.

—Josef...

—Es momento de asumir tus putos errores de una vez por todas. Coge tus cosas y vete lejos, y si no quieres que te denuncie...—Se acerca a Alan y se queda a centímetros de él, observándolo con tanto deprecio que me estremece el corazón—: pensé que eras infantil, un niño mimado y acostumbrado a tener todo, inmaduro...pero nunca... nunca pensé que eras capaz de algo así.

—¿Quién era el chico del avión? —pregunto apenas. Josef suelta a Alan, quien parece haber perdido toda chispa de vida. Es extraño verlo así, cuando siempre es tan loco...

—Iba a tomar otro avión y noté que Leslie estaba disponible. Me pareció raro, ya que ella siempre está en los vuelos de Josef. —Se dirige a su hermano—. Dejas pasar muchas cosas. Lo primero que hice fue averiguar quiénes iban en el avión de Josef, y encontré ese tipo que lleva dos días como empleado de la empresa.

Josef se gira y se queda mirando por la ventana.

—Se supone que las personas que son contratadas, sobre todo para volar conmigo, han pasado por diversas etapas de confianza —replica Josef. Comienza a marcar en su celular—. ¿Qué averiguaste de él?

—Llegó de Lisboa, tres días atrás. Probablemente...

—¿Mathis Gaia? —Alan asiente—. Marco. Quiero toda la información de los tripulantes del avión. Búscame el número de Mathis Gia. Envíamelo apenas lo tengas.

Me siento al borde del colapso. Debo demostrarles de alguna forma que Dana está detrás de todo esto.

—He hablado con papá. El divorcio ya está en curso. —Con Josef nos miramos.

—¿Thomas? ¿Qué le has dicho?

—La verdad.

—¿Le mostraste mis fotos? —Me llevo los dedos al puente de la nariz.

—Tuve que hacerlo, para alejarte de Josef.

Camino directo hacia la puerta y la abro. Me quedo con la manilla sujeta como si se me fuese la vida en ello.

—Fuera, Alan.

—Ándate conmigo. Yo te puedo proteger, conozco a muchas personas. Si te quedas conmigo...

—Busca una manera de limpiarte de toda esta mierda, Alan. Pensé que podía confiar en ti... sabemos nuestros sueños... hemos estado juntos tantas veces. Creí mucho tiempo estar hipnotizada por ti. —La voz me sale temblorosa—. Es momento de que te vayas y que hagas todo lo posible para acabar con esto.

—No te dejaré —susurra. Y se va. Corro a Josef y lo abrazo. Él se toma unos segundos en envolverme. Es tan grande que encajo perfecto en su cuerpo y me siento protegida en un mundo que quiere verme acabada. No sé en qué terminará todo, pero sí sé que quiero que sea junto a él. Me aleja y coge mi cara, húmeda por las lágrimas.

—Escúchame Vania, nadie te va a tocar. Nos podrán separar en papel... pero no me voy a alejar de ti. ¿Lo entiendes?

Asiento.

—No te alejes de mí —pido, cansada y abrazándolo fuerte. Veo el reloj en la mesita y ya es la hora de visitas en el hospital—. Necesito ver a mis padres.

Caminamos al auto, mientras Josef hace llamadas sin parar. No sé qué hablar porque voy absorta en mis pensamientos. Alan era parte del salón 16, y fue expulsado por enfrentarlos... ¿por mí?

¿Por qué lo habrán traicionado?

—Vania —Josef, pone una mano cálida sobre mi pierna—. Estamos casi llegando. Me quedaré fuera de la puerta cuando entres a ver a tu mamá, y luego volvemos directo al hotel. No quiero exponerte más de lo necesario.

—Gracias —susurro. El coche se detiene y el chofer abre la puerta, caminamos con dos hombres detrás que no parecen guardaespaldas y Josef me dice que hay cinco más a nuestro al rededor.

En el hospital, él se hace cargo de preguntar, ya que no entiendo nada de Alemán. Informan que ambos fueron operados. Mamá está despierta, papá no. Entro a la habitación 304 y me quedo quieta al ver a mi mamá con la cara hinchada y moreteada, acostada sobre la cama. Es más pequeña que yo, casi parece una niña desde la puerta. Camino hacia ella cuando gira la cabeza y apenas estira una mano.

—Mamá...—Se me corta la voz. Se ve tan diminuta y magullada.

—Vania, estás aquí. Siento que hayas tenido que venir... tu padre... no sabe manejar aquí... yo...

—Estarás bien, mamá.

Sus ojos se tornan brillosos.

—No lo sé —susurra—. Siento que no estaré bien. —Mueve sus dedos para que le coja la mano—. Lo único que pensé... que pensé cuando moría es en ti. No me puedo ir sin pedirte perdón.

Sacudo la cabeza, apenas puede hablar y me rehuso a que intente decirme sus últimas palabras.

—Mamá...

—La ambición... nos descontroló a todos. Nunca pensamos que la parte del trato que incluía tu casamiento se haría realidad. Ni que podíamos llegar a ese punto... te admito que yo también te fallé... perdóname Vania, pero tenía miedo de morir. Di que me perdonas, por favor... por favor —pidió con la voz temblorosa.

Trago saliva, sin quitar la vista de sus ojos dolidos.

—Te perdono, mamá.

—No te vendí, hija... tus padrinos me juraron y juraron que nunca Thomas haría cumplir el trato.

La enferma entró.

—Debo revisar los vendajes y ya casi es tiempo de que acabe la visita.

—Está bien, yo... debo irme. —Aprieto la mano de mi mamá y me acerco a ella para darle un beso en la frente. Huele a lavanda. Apenas me giro y comienzo a caminar hacia la puerta, no puedo aguantar más las lágrimas.

Sí, creo que mi mamá se lamenta por lo ocurrido, sin embargo, comprendo que nuestra relación está en un punto de no retorno. Decido, con mucho dolor, terminar la relación tóxica con mis padres de forma definitiva. Quiero que estén bien, y siempre los voy a amar... pero me entregaron a la familia de un hombre con pésima reputación... solo apostando a la probabilidad de que yo no iba salir lastimada.

Y las probabilidades a veces son una mierda, sobre todo si tiene que ver con la vida de alguien.

De su propia hija.

Paso a ver a mi papá y lloro unos minutos con su mano entre las mías. Él no me ha pedido perdón, y aun así le digo que lo perdono.

—Te amo, papá. Lo siento por no ser la hija que quisiste.

—¿Estás bien? —pregunta Josef. Se ha puesto a llover y estoy desesperada por llegar al hotel y darme un baño caliente. No sé si tirito de frío, de pena o ambos. Me acurruco y él me abraza.

—Me siento más aliviada. Creo. —Lo quedo mirando y él se acerca lentamente. Me besa intensamente y parece que todos los problemas desaparecen en el instante.

—Cuando termine todo esto, ¿dónde te gustaría ir?

—Mmm... me encantaría ir a Bali.

—¿Indonesia?

—Sí, ¿nunca has visto Comer, rezar y amar?

Josef suelta una carcajada.

—No... pero suena a película romántica. Creo que nunca he visto una.

—¿Qué? ¿Nunca? Bueno... esta es de una mujer que luego de una ruptura amorosa se va a Italia, India y Bali. Quedé enamorada de Bali.

Josef se rasca la barbilla.

—Entonces, cuando termine todo esto...¿te parece si vamos a Italia, India y Bali?

Me quedo petrificada.

—¿Lo dices en serio?

—Sí... claro —Parece sorprendido de mi respuesta.

—¿Por qué?

—Porque quiero que seas feliz. Y a mí me hacen falta unas vacaciones. No he tenido en años. Ahora ya estoy pensando en todas las pizzas que comeremos en Italia y ufff...necesito comer.

Suelto una risita.

—¿Pidamos pizza?

—Por favor.

—¿Y te gustaría ver una película romántica?

Entorna los ojos y habla con cierto tono fingido.

—Me encantaría.

Apenas llegamos al hotel, hablo con Freddy, el manager de las cafeterías. Me explica que solo una de las dos cafeterías fue afectada y que se declaró como accidental. Es la cafetería que aún estaba en proceso de apertura, por lo que no hay trabajadores afectados. Me siento algo aliviada también de que el seguro tendrá que hacerse cargo de las pérdidas. Cierro la computadora, algo cansada...

—Te preparé el jacuzzi —murmura abrazándome por la espalda

—¿Te vas a meter conmigo?

—Si lo hago, no será para darnos un baño romántico. —Se quita la camiseta frente a mí y estira su mano.

—No podría negarme a una propuesta así.

Me toma entre sus brazos y me baja a los pies del jacuzzi. Me da un poco de pudor quitarme la ropa así, con él mirándome fijamente, pero él me quita el sweater y comienza a desabotonarme la blusa, yo a su vez, desabotono su camisa. No reímos por el enredo de manos. Risas que se convierten en besos robados y en el olvido de todo lo que sucede fuera de esta habitación de hotel. Cuando quedo en ropa interior, me abraza y me desabrocha el brasier con delicadeza, posando besos delicados en mi cuello. Me saco las bragas y meto un pie en el agua.

—¿Está muy caliente?

—¡Está perfecta! —Me sumerjo en el instante que veo una botella de champaña y una tabla de frutas con chocolate en una mesita junto al jacuzzi—. ¿En qué momento llegó esto?

Enarca las cejas y se saca el bóxer ante mi atenta mirada. Su cuerpo es digno de un museo y cojo una frutilla mientras entra al agua. Se sienta frente a mí y sacude el cabello.

—Te ves preciosa.

—Y yo me siento un desastre.

—Si así luce un desastre, entonces me encanta —bromea—. ¿Cómo te sientes?

—Un poco agotada.

—Eres una de las personas más tercas que conozco y a la vez la más fuerte. ¿Siempre has sido así?

—¿Terca? —Me río y le lanzo un poquito de agua—. Cuando creces en una familia donde a tus padres no les interesas mucho, aprendes a valerte por ti misma. Supe desde pequeña que tenía que ser fuerte frente a todo lo que me sucediera, porque nadie me salvaría...

—Yo si te salvaría. —Me interrumpe—. Te salvaría todas las veces que quisieras. —Me quedo en silencio, tratando de entender sus palabras. ¿Por qué él lo haría cuando nadie más quiso?—. Aunque sé que no requieres que nadie lo haga. Eso es algo de lo que me di cuenta el primer día que te conocí.

—¿A qué te refieres?

—A que lo que te propongas lo vas a lograr. Creo que si las personas te traicionan es solo envidia, porque saben que lograrás de alguna forma lo que ellos no.

No me considero de la forma en que él lo hace, o no tan así. Muchas veces me encuentro infantil y torpe, sin embargo, me encanta escuchar algo así de él. Me saca una enorme sonrisa que él imita.

Me acerco y me acuesto sobre él. Solo nuestras cabezas fuera del agua caliente que nos envuelve a los dos.

Tengo ganas de decirle que quiero estar con él, pero lo que nos impide estar juntos se arremolina en mi cabeza.

—Estos tres meses han sido los más complicados de mi vida... pero existes tú. Y gracias —susurro, algo avergonzada—. Gracias por existir en mi vida complicada.

Me da un besito en el borde de la nariz y coge una esponja, le echa jabón espuma con olor fuerte a vainilla y comienza suavemente a pasarlo por mi piel. Cierro los ojos a medida que recorre mi cuerpo. Lo rodeo y hago lo mismo por su espalda y pecho. Los dos en silencio, con las luces tenues y música lenta alemana que ninguno conoce.

Es el momento más íntimo que he tenido con alguien, tengo el corazón acelerado e incluso un nudo en la garganta.

Saliendo del jacuzzi, va por su celular que ha sonado intermitentemente.

—Thomas —responde. Me duele el estómago saber que es él y que el mal sigue rondándonos—. ¿Por qué? ¿Con quién?... No lo haré... Entonces me retiro de todo. Acepto las consecuencias —replica tajante, cada respuesta más fría que la anterior—. ¿Por qué harías eso?

Se gira con el teléfono en la mano y por su mirada intuí lo que sucedía.

—Estamos divorciados —digo. Confirma mis sospechas asintiendo.

—Partes en una semana a USA.

—¿Y mis padres?

—Quedan libres de cualquier obligación con Thomas.

Avanzo hacia él corriendo y lo abrazo.

—¿Qué pasará con... quienes me buscan?

—A través de Alan, se reunió con el CEO del salón 16. Prometió retirar todas las búsquedas hacia ti, a cambio de ser socio mayorista de una de las cadenas de hoteles que hay en Asia. —Josef soltó el aire—. Tenía la esperanza de que él hiciese todo lo posible para salvar el apellido... y con eso salvarte a ti.

—¿Por qué... dijiste que no harías algo? —pregunté, con la cara pegada en su pecho.

—No te preocupes —murmuró.

Luego de ver Comer, rezar y amar, nos quedamos dormidos mientras nos abrazábamos.

Me despierto por el sonido de mi celular.

De: Alan

Vania, mi padre ha hecho un trato para salvar el apellido Hart. Viajo en 3 horas y es posible que nunca más te vea. Quiero dejarte un regalo... estoy en el bar del hotel. ¿Puedes bajar a recibirlo? Quiero... despedirme de ti.

Me siento triste con su mensaje, y solo ataviada con una bata, salgo a encontrarme con Alan. En algún momento pensé que era el único apoyo que tenía.

Está sentado en la barra y cuando llego y me siento junto a él, me sonríe cansado y me acaricia la espalda. Me extiende un sobre y el barman deja una coca cola frente a mí, que agradezco porque me siento seca.

—Hola —susurra.

—Alan, solo vengo un minuto a despedirme de ti... porque...

—Abre tu regalo, Vania. —Resoplo y comienzo a abrir el sobre—. Sé que es Dana —susurra—. Me ha prometido dejarte en paz si te vas ahora mismo a USA. Dejar todo atrás... dejar a Josef.

Estoy congelada.

—Pero me voy en una semana.

Sacude la cabeza.

—Lo siento, te tienes que ir hoy. Lo hago... por ti.

—¿Qué... qué haces por...m...i...? —La lengua me pesa, todo me pesa. Intento decir algo, pero no logro formular ninguna palabra. Intento mantener los ojos abiertos y lo último que veo es la coca cola que tengo al frente.

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LA CONCHADELALORA!!!

¿les gustó?

¿Qué les gustó más de este capítulo?

¿Qué quieren que suceda el siguiente?

¿Y si narra alguien más? ¿quién?

Espero que lo hayas disfrutado bb!!!!

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Te amo por leerme <3 

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