21. Lo que hicimos anoche

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Alan

—Alan, no puedes entrar ahí...—Ignoro a Isabella que corre apenas con los tacos y sigo mi camino—. ¡Está ocupada! ¡No puede entrar!

—¡Me importa una mierda! —Abro la puerta de golpe y ella se encuentra tecleando en su computadora tranquilamente, como si no tuviese el mundo incendiado a su alrededor. No me mira ni se detiene cuando cierro. Los gritos de Isabella se apagaron. Me da un poco de pena porque esto le puede costar caro.

Eso le pasa por ser la secretaria del mismísimo diablo.

—¿Qué haces? —pregunta. Estira la mano para beber un sorbito de su café, pero se niega a mirarme. Vuelve a teclear rápidamente.

—¿Qué has hecho, Danna? —Por más que todo sea claro, me niego a creer que me traicionó así.

—Cumpliendo mi palabra —replica, sin inmutarse. Por un momento parece que no dirá nada más, pero luego agrega—: ¿Te acuerdas cuando hablamos antes de que esta chica llegara a Melbourne? Yo te dije que aceptaría que viniera y se casara con Josef porque tú te ibas a quedar finalmente con ella. Bueno...—Deja de teclear y toma una respiración profunda—. Fuiste un imbécil y ella se enamoró de tu hermano mientras tiraba contigo —agrega, riéndose amargamente. Me mira por primera vez desde que entré—. Mentirme fue una estupidez.

—No te mentí. Hice todo lo posible, incluso le mostré cómo es Josef.

—¿Cómo es Josef? Josef es la persona que te ha salvado el culo demasiadas veces y no te das cuenta. Esta vez no te querrá salvar.

—No estás pensando claro... no solo te metiste conmigo sino con mi padre. ¿Estás dispuesta a morir por Josef? Mi papá es un monstruo nadie se había atrevido a amenazarlo así.

—Ese viejo decrépito no me hará nada. Hace tiempo que nadie le tiene miedo.

Resoplo.

—¿Quién te ha mentido con eso? Dana, pensé que éramos amigos.

—Lo éramos, hasta que le entregaste a Vania en bandeja a tu hermano. Lo éramos hasta que se rieron en mi cara y quedé como estúpida frente a todos.

Arrugo la frente. Siento que esta conversación no va para ninguna parte y que Dana no cambiará de opinión. Está obsesionada y eso la llevó a amenazar a mi papá. ¿Quién se mete con Thomas Hart?

—Nadie sabe que tú y Josef tenían algo.

—Yo lo sé y eso es suficiente. Tú y tu padre decidieron que era lo mejor que ella se casara con él, ¿ustedes creen que soy tan estúpida como para no enterarme de la verdad? Que Thomas quiere sacar a Josef de los negocios y enviarlo lejos. Todo para que él y tú sigan metidos en toda la mierda que él no permite. —Se pone de pie y camina lentamente hacia mí. Estoy sin palabras de que ella sepa algo que solo yo y papá discutimos en privado—. Pero ahora... si él se va tras ella entonces las fotos de tu padre y tuyas siendo parte del comité del salón 16 saldrán a la luz.

—¿Sabes que eso te arruinará a ti también? —pregunto con la voz temblorosa. Estoy acabado, no tengo cómo salir de esta.

Dana hace un puchero irónico y luego se pasa las manos estirando los cabellos rebeldes que apenas se salen de su peinado perfecto.

—No te preocupes por mí, mi amor. Tengo todo resuelto. Mi propio imperio no me hará caer. Cree el salón 16 para tener este puto mundo a mis pies, ¿crees que con el material de video que poseo no es así?

Parece que en todo momento estuviese reprimiendo la risa. Niego con la cabeza y busco un asiento. No puedo creer las palabras de Dana. Siempre supe que estaba enamorada de Josef, pero nunca creí que era una obsesión que nos llevaría a la ruina.

—Dana, aún tienes tiempo de arrepentirte, antes de que Thomas se entere que amenazas con exponerlo. Te juro que yo no diré ninguna palabra, pero detente. Deja a Vania tranquila, que regrese a USA y siga su vida normal. Thomas está tramitando la separación, y no dejará que ella se acerque a Josef, su nombre está manchado —digo con la voz temblorosa porque esto en gran parte es mi culpa. Confié en que Dana nunca la expondría, sobre todo porque entrar con Vania al salón 16 significa alejarla cada vez más de Josef.

—Es tarde. Josef enteró de lo sucedido y aun así se fue con ella a Alemania. —Hace una mueca de desagrado.

—Porque casi matas a sus padres —le recrimino. Bufa y se encoge de hombros—. ¿No darás marcha atrás?

—No. Si pasa un día más en que Vania y Josef estén juntos, voy a publicar todo lo que tengo de ti y tu padre. Lo menos que sucederá es que se pudran en la cárcel. Perderán todo.

Me pongo de pie con el aire faltándome.

—Yo la alejaré de Josef. Dame unos días.

—Tienes hasta mañana para hacerlo. —Abre un cajón y saca un sobre. Me lo extiende—. Mathis Gaia es quien más la quiere. Entrégasela.

Niego con la cabeza, aunque de todas formas recojo el sobre para tener más información.

—La enviaré de vuelta a su casa. No se la entregaré a nadie. Si haces esto —digo con el sobre en la mano—. Él no dejará de buscarla y tú solo entorpecerás su camino. Lo alejarás más.

Su mirada se suaviza al instante, creo al fin me encuentra la razón.

—Tienes hasta mañana. —Coge el teléfono y comienza a marcar, dando por terminada la conversación. Salgo de la oficina de Dana con el corazón hecho añicos y con miedo. Tengo miedo por mi familia y por Vania. Estamos a un paso de perder todo... y Sara y Vania no tienen la culpa de la mierda en la que nos metimos nosotros.

Josef

No está. De la desesperación saco toda la ropa de cama, como si Vania fuese a aparecer entre medio de la última sábana, pero ella ya no está. Tocan el timbre de la habitación y corro a abrir, quiero que sea ella y siento que me demoro horrores en llegar y abrir por fin.

Quedo con las palabras en el aire.

No es Vania.

—Señor...—Me quedo en silencio, esperando que termine la frase. El hombre se hace diminuto frente a mí. carraspea—. Señor...

—¿Me vas a decir qué mierda pasó?

—Mi nombre es Gerald Forst, señor. Siento comunicarle que mi equipo fue rastreado y drogado. —Cojo mi chaqueta, mientras él sigue hablando y le hago señas para que continúe—. Quince personas, repartidas en lugares estratégicos dentro y fuera del hotel, se vieron afectados. Tengo un informe aquí de lo sucedido—. Me extiende una carpeta que comienzo a leer mientras busco mis documentos y zapatos. Hay imágenes de cada uno de los afectados, desmayados.

Tiro la carpeta.

—No me importa ninguno de ellos. Dime todo lo que sepas de Vania. —Calzo cada uno de los zapatos y me detengo en el porque él no me está diciendo nada. Carraspea.

—La tenemos rastreada —murmura, aunque lo dice con preocupación. Cierro los ojos un instante. Esto es bueno, al menos no tengo que buscarla por todo el mundo—. Las cámaras de seguridad, indican que aproximadamente a las 3:00 am, Vania bajó al bar a encontrarse con Alan Hart. La bebida que le fue servida, contenía un potente somnífero que hizo efecto en dos minutos. El barman que se encontraba en el bar, está prófugo. Sospechamos que era parte de la operación.

—¿Dónde se la llevaron?

—Creemos que va camino a Bélgica.

—¿Cómo es que la tienen rastreada?

—Creemos que supieron quiénes eran mis hombres por sus comunicadores. Uno de ellos no lo tenía activo por reparación. Él apenas se da cuenta de lo ocurrido sigue el coche en que se llevaron a Vania.

—La está siguiendo en este momento —digo más para mí que para él. Marco a Alan.

—Sí.

Termino de coger todo lo necesario para salir de la habitación.

—Pensé que estaba contratando a la mejor seguridad del país.

—Y lo ha hecho —suelta como si no hubiese raptado a Vania en nuestras narices. Eso me enfurece.

—Si lo hubiese hecho, Vania no estaría camino a Bélgica con mi hermano, luego de que la drogaran, ¿te queda eso claro o te lo tengo que explicar de otra forma?

—La recuperaremos. Nuestro trabajo tiene 100% de resultados satisfactorios. Todo el esfuerzo de la compañía se encuentra abocado a este asunto.

—Si no lo hacen, me encargaré personalmente de que a ti y a todo tu equipo les suceda exactamente lo mismo que le pase a Vania. No me importa los recursos que tengan que invertir, ni menos lo que pierdan ustedes.

Asiente.

—Entendido. Traeremos a Vania.

En la entrada del hotel, antes de separarme de Gerald, me giro hacia él.

—Envíame un reporte de su ubicación cada cinco minutos —ordeno. Miro la pantalla del celular, Alan sigue sin contestarme. Al menos tengo la esperanza de que me informe que mierda está pasando y por qué se ha llevado a Vania a la fuerza.

—Sí, señor. Le tengo un coche preparado. —Me extiende las llaves y se las arrebato de la mano. Me siento culpable de lo sucedido. Le aseguré que conmigo estaba a salvo y no era cierto. Se la llevaron y fui un imbécil por confiar en que así sería. El peligro era demasiado grande.

—¡Señor Gerald! ¡Señor Gerald! —Me giro y veo a uno de los guardias acercarse a Gerald. Le entrega una bolsa negra. Me devuelvo a paso rápido, esperando que sea una pista. Gerald con una mirada me pide que lo siga y entramos en una sala pequeña del hotel, especial para reuniones.

Pongo las manos sobre la mesa.

—¿Qué encontraste? —le pregunto al chico. Tirita frente a mí.

—Es... es un celular... de Vania.

—Entrégame esa bolsa. —Duda un segundo, pero sabe que no puede hacer nada más que entregármela.

—Debemos hacer las pericias al objeto —recomienda Gerald. Lo ignoro y lo desbloqueo. No me sorprende que Vania no tenga ninguna clave para desbloquearlo. De inmediato me voy a los mensajes recibidos. Leo el último de Alan y me enfurece su traición. Alan cada día me decepciona más, aún si no espero nada de él. Me encargaré personalmente de que quede en la cárcel.

Les devuelvo el teléfono y me voy al auto. En el camino llamo a mi padre.

—Josef. Estoy enterado, estoy en eso. —Es lo primero que dice.

—¿Cómo supiste?

—Alan me dejó un mensaje de voz.

—¿Dónde van? ¿y quién lo está ayudando?

—Déjame resolverlo.

—No, voy camino a Hannover. Según el último reporte de ubicación están pasando por allí. No me detendré hasta encontrarla. Necesito que me digas el destino final.

Papá resopla cansado.

—No le digas —susurra Sara—. Le puede pasar algo —lloriquea.

—Mamá, no te preocupes. Thomas, estoy esperando. —Repiqueteo con los dedos el manubrio, mientras él no dice nada.

—Van a Bruselas —confiesa sin ganas.

—¿Con quién?

—No tengo esa información —responde tajante—. Tengo un equipo en camino. Saco a Vania y tomará el primer avión a Estados Unidos. La quiero lejos del apellido Hart. Lejos de ti.

—Se quedará conmigo hasta que no la estén buscando.

—Me encargaré de eso personalmente. No la buscarán más.

—¿Sabías que Alan era parte de esa mierda de lugar? —pregunto al verlo tan calmado con lo sucedido.

—No estaba enterado. No los ando siguiendo. Así como tampoco sabía que tenías una relación sentimental con ella.

—Eso no es de tu incumbencia.

—Te equivocas. Lo es si está en riesgo mi imperio y si mi hijo está casado con una puta.

Corto el llamado. Hace años que descubrí que discutir con Thomas es tiempo perdido y que lo que él piensa es siempre lo peor: una mierda.

Las calles a esta hora siguen vacías, pero sé que en no mucho más las calles estarán atestadas. Gerald me da indicaciones cada diez minutos. El camino me calza con el destino que me indicó Thomas. Voy lo más rápido que puedo, aunque confío que Alan no le hará daño y que se la llevó con la intención de protegerla... pero, ¿por qué no pudo esperar unos días?

Vuelvo a llamarlo una vez más, y cuando el aviso de que me ha contestado aparece en la pantalla del coche, me quedo sin aire.

—Alan. —Se me corta la voz. No quiero decir nada que haga que me corte.

—Te dije que no la podías proteger. Estará a salvo, la enviaré a otro país, solo por un mes. Luego se irá a Estados Unidos cuando la orden de búsqueda de Vania sea dada de baja.

—¿Entonces por qué primero te la llevas fuera de Berlín? ¿Por qué no la subiste al primer avión desde aquí?

—Porque ibas a alcanzar a impedirlo si lo hacía desde allá. Necesito que no te metas en esto Josef, déjame enviarla lejos. Por favor.

—No es lo que ella quiere, no pued...

—No entiendes —gruñe—. No entiendes que no es lo que ella o tú quieran. Si está muerta, no importa si ella quería estar contigo o no, ¿es tan difícil?

—Alan, esto está mal... —Golpeo el manubrio frustrado. Trago saliva—. Ok, protejámosla los dos, juntos. Podemos comprar un lugar alejado de la ciudad... pod...

—No. No estará cerca de ti. Vania será mía. Haré que se enamore de mí, ¿sabías que estuvo obsesionada conmigo hace algunos años?

—Alan, necesito que pienses claramente. ¿Quieres obligar a Vania a estar contigo? —pregunto, tratando de que en la voz no se me noten las ganas de asesinarlo. Si a Thomas no debo contradecirlo, a Alan no le puedo hablar como si fuese un adulto y que se tiene que hacer cargo de sus propias cagadas.

Carraspea antes de contestar.

—No tengo que obligarla, ella ha estado conmigo desde que se casó contigo.

—Déjame hablar con ella... —pido—. Por favor —agrego después de un asombroso silencio. Eso significa que lo está pensando—. Debe creer que me estoy volviendo loco sin saber de ella... déjame escucharla. —La súplica de mi voz es imposible de ocultar.

—Está... está bien. —La llamada queda en silencio y por un instante creo que me cortó, sin embargo, el tiempo avanzando en la pantalla me mantiene en un hilo de esperanza.

Vania

—Quiere hablar contigo. —Me dice Alan con la llamada en silencio. Cierro los ojos, creo que voy a vomitar del estrés.

—No puedo hacerlo —respondo sollozando. Se restriega la mano en la cara. Las ojeras que lleva me indican que no ha dormido en días.

—¿Qué hacemos entonces?

—Decirle que Dana se ofreció a entregar mi ubicación a Mathis Gaia si no me alejaba de él y que está dispuesta a arruinarlo a él... Si tú también se lo dices, nos va a creer.

—No lo hará. No tengo pruebas, solo llamadas con Dana.

Resoplo frustrada.

—¿Y si la llamas cuando estemos con Josef? Y ella...

—No va a resultar. Que él se entere de que Dana esté detrás de esto, no impedirá que Dana haga una locura.

—Alan, no sé... no creo que esto resulte. Josef me va a buscar independientemente de lo que le digas.

Quita la vista de mí y traga saliva antes de hablar.

—Pero quizás... tú tengas que decirle que no quieres estar con él.

El corazón se me detiene y niego con la cabeza de inmediato.

—No...yo...

—Es la única forma. —Toma mi mano entre las suyas—. Thomas la encontrará. Se equivocó en amenazar a un Hart. Solo... hay que esperar un par de semanas.

—¿Y dejar que ella se le acerque? Es una psicópata, no puedo...

—Tú sabes que él no la quiere, Vania.

—¿Se acabará esto en algún momento?

—Papá se encargará. Yo te ocultaré y él va a desaparecerla. Si no... está la otra opción.

—Que Thomas le quite todo a Josef y esperar que Dana... lo deje tranquilo —murmuro para mí misma, pero esa no es una opción. No aceptaría que él pierda lo que ha logrado solo por salvarme. Tampoco creo que la obsesión de Dana sea solo por el dinero de Josef.

Trago saliva y cojo el teléfono.

—Josef —digo, tratando de poner la voz calmada.

—¿Estás bien? —La desesperación en su voz, hace que las lágrimas que me esforcé en tener retenidas, comiencen a salir sin control. Hablo con los ojos cerrados.

—Sí... de verdad estoy bien. Alan me ha traído a la fuerza. No me ha pasado nada, pero...

—¿Pero...?

—Dejaré que me oculte. Tengo miedo y no quiero que me encuentre nadie —digo, sintiéndolo realmente. No quiero ser encontrada por ninguno de esos psicópatas que me buscan, ni tampoco por Josef, porque no tengo intención de que pierda todo por mí—. Puedes quedarte tranquilo.

Dios, que mal suena esto. Aunque en el momento no se me ocurre más.

—No puedo dejarte ir —susurra, como si alguien más escuchara—. Perdóname por no cuidarte bien. Perdóname... —La voz se le corta.

—Fue mi culpa, yo bajé porque pensé que podía confiar en Alan... Josef, él dice que estoy en más peligro de lo que creemos.

—No puedes irte con él. No te cuidará mejor. Él debería estar en la cárcel.

—Estoy cansada, Josef. Alan me ha mostrado un lugar increíble en el que estaremos las próximas semanas. Las tomaré como unas vacaciones y después... regresaré a casa.

—Vania... iré a buscarte.

—No lo hagas. —Le pido esta vez con voz calmada—. Fue un error... este mundo no es para mí y yo solo quiero volver a casa. No quiero tener nada más que ver con ustedes. Necesito volver a mis cafeterías y olvidarme de esto, por favor.

—No dejaré que quede así —replica.

—Adiós. Estaré bien... te hablaré cuando regrese a casa.

—Vania...

—Dime.

—¿Y lo que hicimos anoche?

Cierro los ojos. Anoche fue magia. Fue paz en medio del caos, amor entre tanto odio y... seguridad en sus brazos. Fue esperanza hablando de un futuro en viajes, fue desconectarse, viendo una película cuando afuera parece estar todo el peligro, fue cariño mientras me enjabonó como si fuese algo delicado, fue preocupación al pedir la comida que me gusta... Fue todo.

—Anoche fue todo —replico con un nudo en el pecho y el alma.

Anoche fue todo lo que quiero en mi vida.

—¿Y hasta aquí llegamos? ¿Te alejas de mí para esconderte?

—Me alejo de esto que no es para mí. Alan solo me llevará a este lugar y luego quedaré sola. Es lo único que quiero —miento. Lo único que quiero es a él abrazándome.

—¿Puedes enviarme un mensaje cada día y noche para que me informes que estás bien?

—Sí, puedo.

—Está bien —responde con la voz seca—. Esperaré tu mensaje mañana temprano.

—Adiós Josef.

—Una cosa más... Lo que hicimos anoche ha valido más que todo lo que he hecho en mi puta vida.

Me corta antes de que pueda decir algo, lo que agradezco en parte porque no sé si podría haber aguantado decirle que para mí también. Que la verdad es que estoy enamorada de él, y quiero reír porque ¿cómo ha sucedido en tan poco tiempo?

—¿Todo bien? —Alan quita una lágrima de mi cara y aparto su mano a su contacto.

—Entiendo lo que quieres hacer, pero eso no significa que voy a hacer como que nada sucedió. Me drogaste y me raptaste.

—Si no lo hacías, quizás dónde estarías ahora —replica molesto.

Cierro los ojos y me giro para el otro lado. No quiero ver ni hablar con nadie. Solo quiero volver a anoche, cuando solo éramos Josef y yo. ¿Por qué es tan difícil tener una vida normal? Hui del drama de mis padres siempre, pero finalmente igual terminé hundiéndome en ellos hasta un punto desastroso. Ahora entiendo a papá que me decía que no podía escapar del apellido, aún al irme a vivir sola y tratar de armar mi propia vida.

Aquí estoy pagando por tener su apellido.

Despierto horas después, sintiendo que mi cabeza se partirá en dos... y sé que es por llorar tanto. Las emociones las tengo desbordadas y no tengo intención de ocultar lo que siento. El resto del camino me voy leyendo un libro sobre negocios que encontré en un compartimento de la puerta y a pesar de que es lo más aburrido que he leído, me hago la interesada para no tener que hablarle a Alan.

—Voy a recuperar mi bar —dice de repente—. Y esta vez nadie me lo va a quitar —añade con la voz amarga.

—No estás haciendo esto porque odias a Josef, ¿cierto?

Su expresión cambia y parece ser la persona más desdichada del planeta de un instante a otro.

—¿Crees que te haría daño para hacérselo a él?

—Has sido parte del club 16, odias a tu hermano y a mí me drogaste para tenerme aquí, así que sí... creo que harías algo así.

Exhala lentamente y se mira las manos.

—He cometido muchos errores, pero no te haría nunca algo así. Vania, eres mi única amiga. Pensé... pensé que Dana también lo era. —Se agarra el puente de la nariz y se queda unos momentos así. Me habla desde esa posición—. Hay algo que no te he dicho. Thomas hará lo posible para que tú y Josef no estén juntos.

—¿Qué... qué dices?

—Te estoy escondiendo de él también. No sabe que estaremos aquí y sí... él ayudará para que vuelvas a USA, pero siento... siento que no estás segura hasta que llegues allá y esperaré a que se dé de baja tu búsqueda.

No quiero saber más de eso.

—¿Sabías que nos estaban sacando fotos mientras estábamos en el salón 16? —inquiero, mirándolo directamente a los ojos.

—Sí, sabía.

Despierto y me duermo a ratos. Hasta que finalmente llegamos al hotel del que tanto me habló Alan. Es pequeño y con un estilo minimalista. Una alfombra dorada, posiblemente bordada en oro, nos recibe, y figuras de mármol nos conducen hasta la entrada. Por dentro destaca la decoración vintage elegante con las paredes luciendo un hermoso papel mural color crema con figuras café caramelo. El hotel está vacío a excepción del personal que nos saluda y nos atiende como si fuésemos los reyes de Bélgica. Diez hombres y cuatro chicas van con nosotros como nuestros guardias, pero para el personal son amigos que compartirán nuestras vacaciones.

El restaurant es una maravilla, una cúpula de vidrio en medio de un jardín. Estoy agotada del viaje, pero también tengo demasiada hambre, así que no me opongo cuando nos invitan directamente a comer, mientras nuestras pertenencias son subidas a las habitaciones. Las mías son: un bolso pequeño que Alan me dio con útiles de aseo y un cambio de ropa completo.

Entramos juntos al comedor y creo que al mismo tiempo, todos nos damos cuenta de que hay una persona más sentada a la mesa.

Todo se queda en silencio.

—Ya se estaban demorando mucho. Alan y Vania, siéntense junto a mí —pide Dana con una sonrisa enorme—. Oh, no se molesten en hacer algo —aconseja a nuestros guardias, agitando su mano—. Este lugar es mío.

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AHHHHHHH LA CONCHADELALORA ¿Qué les pareció el capítulo?

Así que Alan, Thomas y Dana estaban metidos en el salón 16

¿Y qué piensan de que Dana sea la fundadora de ese lugar?

¿Qué hará Josef luego de la llamada?

¿Qué quieren que pase en el prox capítulo?

Si quieres que te dedique el prox capítulo, ¡Coméntame!

Besos bbys... hasta la próxima jiji

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