xiii. remember who you love

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xiii.
recuerda a quien amas








La cabeza de Vega parecía estar a punto de explotar. Veía tantas cosas que parecía imposible que fuera capaz de asimilarlas, aunque todas y cada una de ellas quedaban grabadas en su memoria. Escuchaba voces totalmente desconocidas pero también extrañamente familiares.

Los recuerdos aparecían a la velocidad del rayo. Era como si escuchara una canción por primera vez y aún así supiera la letra completa. Todo era tan rápido que no tenía tiempo de sentir nada, solo pasaba de un recuerdo a otro, una y otra vez. Era agotador, pero no quería que se detuviera. No quería que ningún vacío quedara en su memoria.

De los rostros que veía, había dos que destacaban entre todos los demás. Uno de ellos era el de Sirius Black, mucho más joven y menos destrozado que el que había conocido en los carteles de "Se busca" y en la Casa de los Gritos.

El otro, sin lugar a dudas, era el de su madre. Aura Black, de soltera Potter. Era el que más aparecía en sus memorias.

No sabía cuánto tiempo llevaba perdida en los recuerdos que acababa de recuperar, pero sabía que se estaban acabando. Notaba que se estaba despertando, que pronto regresaría al presente. Y no quería.

Trató de aferrarse al pasado, a los escasos momentos de esa vida que le habían robado. No quería dejar de mirar a su madre. Conocer a sus progenitores había sido lo que más había deseado en su vida, a pesar de creer que ambos habían muerto en un accidente de coche.

No quería despertar y empezar a olvidar. Pero los ruidos de lo que sucedía a su alrededor comenzaban a escucharse.

—Potter, Black, todo se ha solucionado. Han cogido a Black. Lo han encerrado arriba. Los dementores le darán el Beso en cualquier momento.

—¿QUÉ?

El grito de Harry y Nova hizo que Vega abriera los ojos, aunque volvió a cerrarlos casi al instante, cegada por la luz. La cabeza le martilleaba. Estaba tumbada en una cama. ¿Cómo había llegado allí?

—¿Qué es esto, Harry? Tendrías que estar en la cama... ¿Ha tomado chocolate?

—Escuche, señor ministro. ¡Sirius Black es inocente! ¡Peter Pettigrew fingió su propia muerte! ¡Lo hemos visto esta noche! No puede permitir que los dementores le hagan eso a Sirius, es...

Vega se incorporó bruscamente al hacerse una idea de lo que había sucedido. Estaba mareada, pero aún así saltó de la cama. Nova soltó un grito y corrió hacia ella.

—¡Por fin! —exclamó, abrazándola—. ¡Por Merlín, creí que ibas a morir!

Vega negó con la cabeza y observó a todos los presentes. Además de Harry y Nova, también estaban allí Hermione, la señora Pomfrey, Snape y Cornelius Fudge. Y Ron y Brigid, inconscientes, cada uno en una cama.

—¿Qué me he perdido? —preguntó, con un hilo de voz.

—¡Han cogido a Sirius! —exclamó Harry, agitado—. ¡Van a darle el Beso del Dementor! ¡Pettigrew ha escapado!

—¿QUÉ? —Vega se puso de pie de un salto—. ¡No pueden hacer eso! ¡Es inocente!

—Harry, Vega, estáis confusos. Habéis vivido una terrible experiencia. Volved a acostaros. Está todo bajo control.

—¡NADA DE ESO! —gritó Harry—. ¡HAN ATRAPADO AL QUE NO ES!

—¡La Ley Mágica establece que nadie puede recibir el Beso del Dementor sin haber sido sometido antes a juicio por el Wizengamot y haber sido declarado culpable! —dijo Vega, indignada—. ¡No tiene autoridad para condenarlo, señor ministro!

—Black fue declarado culpable en su momento, Vega —replicó Fudge—. Y tras su fuga se especificó que, en caso de ser atrapado, el castigo que recibiría sería el Beso.

—¡No pueden hacer eso! —protestó Nova, indignada—. ¡Nuestro padre es inocente!

Fudge se quedó de piedra al escuchar aquello. Abrió la boca, probablemente para decir algo, pero se quedó callado y volvió a cerrarla. Snape solo esbozó una mueca desdeñosa.

—Señor ministro, por favor, escuche —rogó Hermione—. Yo también lo vi. Era la rata de Ron. Es un animago. Pettigrew, quiero decir. Y...

—¿Lo ve, señor ministro? —preguntó Snape—. Los cuatro tienen confundidas las ideas. Black ha hecho un buen trabajo con ellos...

—¡NO ESTAMOS CONFUNDIDOS! —gritó Harry.

—¡Señor ministro! ¡Profesor! —dijo la señora Pomfrey, enfadada—. He de insistir en que se vayan. ¡Potter es un paciente y no hay que fatigarlo!

—¡No estoy fatigado, estoy intentando explicarles lo ocurrido! —respondió Harry, furioso—. Si me escuchan...

Pero la señora Pomfrey le introdujo de repente un trozo grande de chocolate en la boca. Harry se atragantó y la mujer aprovechó la oportunidad para obligarle a volver a la cama.

—Ahora, por favor, señor ministro... Estos niños necesitan cuidados. Les ruego que salgan.

—¡NO PUEDEN HACERLO! —gritó Nova, colocándose justo frente a Fudge—. ¡ES INOCENTE! ¡PUEDEN PROBARLO!

—Estoy segura de que el profesor Snape tiene Veritaserum —añadió Vega, nerviosa—. Si usted se lo da a nuestro padre, él le contará todo.

—¿Por qué malgastar Veritaserum cuando hay tantas pruebas que demuestran que Black es culpable? —preguntó Fudge, en tono pacificador—. Vega, Nova, entiendo que sea difícil, ya que es vuestro padre, pero apenas lo conocéis...

—No importa que sea nuestro padre, nuestro tío o un desconocido —gruñó Vega—. Es inocente. Ningún inocente debería ser castigado por los crímenes de otro.

Volvió a abrirse la puerta. Era Dumbledore. Harry tragó con dificultad el trozo de chocolate y volvió a levantarse.

—Profesor Dumbledore, Sirius Black...

—¡Por Dios santo! ¿Es esto una enfermería o qué? Señor director, he de insistir en que...

—Te pido mil perdones, Poppy, pero necesito cambiar unas palabras con el señor Potter, la señorita Granger y las señoritas Black. —Vega y Nova intercambiaron una mirada—. He estado hablando con Sirius Black.

—Supongo que le ha contado el mismo cuento de hadas que metió en la cabeza de Potter —espetó Snape—. ¿Algo sobre una rata y sobre que Pettigrew está vivo?

—Eso es efectivamente lo que dice Black —dijo Dumbledore, examinando detenidamente a Snape por sus gafas de media luna.

—¿Y acaso mi testimonio no cuenta para nada? —gruñó Snape—. Peter Pettigrew no estaba en la Casa de los Gritos ni vi señal alguna de él por allí.

—¡Eso es porque usted estaba inconsciente, profesor! —dijo con seriedad Hermione—. No llegó con tiempo para oír...

—¡Señorita Granger! ¡CIERRE LA BOCA!

—Vamos, Snape —dijo Fudge—. La muchacha está trastornada, hay que ser comprensivos.

—Me gustaría hablar con Harry, con Hermione, con Vega y con Nova a solas —dijo Dumbledore bruscamente—. Cornelius, Severus, Poppy, os lo ruego, dejadnos.

—Señor director —farfulló la señora Pomfrey—. Necesitan tratamiento, necesitan descanso.

—Esto no puede esperar —dijo Dumbledore—. Insisto.

—Los dementores deberían de haber llegado ya. Iré a recibirlos. Dumbledore, nos veremos arriba.

Fue hacia la puerta y la mantuvo abierta para que pasara Snape. Pero Snape no se movió.

—No creerá una palabra de lo que dice Black, ¿verdad? —susurró con los ojos fijos en Dumbledore.

—Quiero hablar a solas con Harry, con Hermione, con Vega y con Nova —repitió Dumbledore.

Snape avanzó un paso hacia Dumbledore.

—Sirius Black demostró ser capaz de matar cuando tenía dieciséis años —dijo Snape en voz baja—. No lo habrá olvidado. No habrá olvidado que intentó matarme.

—Ojalá lo hubiera hecho —susurró Nova, para que solo Vega pudiera escucharla.

—Mi memoria sigue siendo tan buena como siempre, Severus —respondió Dumbledore con tranquilidad.

Snape giró sobre los talones y salió con paso militar por la puerta que Fudge mantenía abierta.

Vega tenía la cabeza apoyada en el brazo de su madre. Los ojos se le cerraban una y otra vez, pero hacía lo posible por mantenerse despierta. Aura le leía el cuento de El mago y el cazo saltarín. Era el favorito de Vega, así que trataba de no dormirse, pero un bostezo en la mitad de la narración la descubrió. Aura soltó una risa.

—¿Por qué no te duermes, Vega? Mañana podemos seguir leyendo el cuento.

—Pero quiero terminarlo —protestó la niña.

—Mañana te leeré este y otro más si te duermes ya —dijo Aura, cerrando el libro.

Vega se lo pensó unos segundos.

—Vale —decidió—. Pero quiero que papá lo lea también y ponga voces graciosas.

Su madre rio y se puso de pie.

—Trato hecho. Ahora, a dormir, estrellita.

Vega se metió en la cama y Aura la tapó. Depositó un beso en su frente antes de salir de la habitación, dejando una lámpara encendida y la puerta abierta.

—Buenas noches, Vega.

—Buenas noches, mami.

Vega soltó un grito. Harry, Hermione y Nova la miraron, asustados.

—¡Vuelves a estar bien! —exclamó Nova, aliviada—. Dumbledore dijo que se te pasaría.

—¿Dónde está él? —preguntó Vega, confundida—. ¿Qué ha pasado?

—Pensaba que ibas a desmayarte o algo así —explicó Harry—. Te has quedado mirando al infinito y no reaccionabas. Dumbledore ha dicho que es por haber recuperado tus recuerdos. Puede que te pase alguna vez más.

Vega soltó un gruñido.

—Genial, todo tiene que salirme bien —dijo, sarcástica. Advirtió la cadena que Hermione, Harry y Nova se habían colocado alrededor del cuello—. ¿Eso es un giratiempo?

—¿Los conoces? —preguntó Hermione, impresionada.

—Lo usé en tercero, pero solo las primeras semanas —aclaró, negando con la cabeza—. Era demasiado estresante. ¿Qué vais a hacer con eso?

—Salvar a Sirius —respondió Harry.

Vega no necesitó saber más. También rodeó su cuello con la larga cadena del giratiempo y Hermione le dio tres vueltas al reloj de arena. La sala desapareció. Vega sintió como si volara muy rápidamente hacia atrás, viendo pasar manchas de formas y colores borrosos. Contuvo la respiración hasta que notó suelo firme bajo sus pies. Miró a su alrededor: estaban en el vestíbulo. Se quitó la cadena, que le apretaba, y dio dos pasos hacia atrás, para separarse de los otros tres.

—Hermione, ¿qué...? —empezó Harry.

—¡Ahí dentro! —Hermione cogió a Harry del brazo y lo arrastró por el vestíbulo hasta la puerta del armario de la limpieza.

Vega cogió a Nova del brazo.

—Ve con ellos —dijo, mirando con preocupación a su alrededor—. No cabemos los cuatro. Iré a esconderme en otro lado.

—Pero...

—¡Ve!

Vega corrió hacia las escaleras que llevaban a los sótanos. Estaba bastante segura de que los cuatro cabían en el armario, pero necesitaba un momento a solas para pensar en lo que había visto en sus recuerdos.

El recuerdo de su madre leyéndole un cuento no había sido solo un recuerdo. Vega de verdad se sentía como si hubiera vuelto a tener tres años y su única preocupación fuera no dormirse para que Aura terminara de leer la historia. No había sentido tristeza porque su madre estuviera muerta, porque en ese momento ni siquiera sabía que lo estaba. Era como si hubiera viajado a su pasado unos minutos.

¿Eso iba a pasarle más? Vega no estaba segura de querer repetirlo o no. Porque la muerte de su madre le dolía mil veces más que antes. Pero también se sentía feliz por haber sentido el cariño de su madre por una vez.

Se alegró de haberse metido en una de las mazmorras al escuchar pasos aproximándose.

—¿Por qué sigues con esto, Linette? —Vega reconoció la voz de Callum Carrow—. ¿No estás cansada de hacer esto?

—No —dijo, tranquilamente, la voz de su hermana—. Se lo merece.

—¿Por qué te superó en Transformaciones en primer año? —se burló él—. Madura, Linny.

—No decías eso cuando le dijimos a mamá qué íbamos a hacer.

—¿Qué voy a decirle a mamá? —protestó Callum—. Está loca, Linette.

—¡No lo está! —gritó Linette—. ¡No hables así de ella!

—Debe estarlo si quiere que amarguemos la vida de una chica de quince años solo porque tuvo problemas con sus padres.

Vega solo quería que se marcharan para poder salir y volver con los otros, pero parecían haberse detenido justo frente a la puerta a discutir.

—¿Todo esto es por haber estado en la enfermería? —gruñó Linette.

—Tal vez.

—Call, te has pasado horas en la enfermería con la lengua cada vez más larga —dijo su hermana, enfadada—. Y ella...

—No ha sido ella —interrumpió Callum—. Fueron Fred y George Weasley.

La voz de Linette sonaba como si estuviera a punto de echarse a llorar.

—Sabes que esos traidores hacen todo lo que ella les pide.

—¿Y qué si fue ella, Linette? —dijo su hermano, cansado—. Está en su derecho a gastarnos una broma si quiere. Le hemos hecho cosas peores.

—Estás actuando como si toda esta mierda fuera idea mía —protestó ella.

Vega juró que escuchó a Callum reír.

—Tú tuviste que sacar la idea de algún rincón de tu mente, ¿no? ¿Por qué no te resististe un poco más a mamá, si tan fuerte crees que eres?

—¡Porque...! —Linette calló de inmediato. De inmediato, añadió, con voz mucho más tranquila—: Profesor Snape, no sabíamos que...

—Es tarde, Carrow. Será mejor que tú y tu hermano regreséis a la sala común. Ya ha atardecido.

—Sí, profesor —murmuraron los dos.

Vega escuchó pasos alejarse en ambas direcciones por el pasillo. Aguardó un par de minutos antes de atreverse a asomar la cabeza. Al comprobar que no había nadie a la vista, echó a correr hacia el vestíbulo. Tenía que salir del castillo y encontrar a Nova, Harry y Hermione antes de que Snape fuera a la Casa de los Gritos.

Tuvo que esconderse tras un árbol al verse en la distancia a ella misma, junto a Remus. Vio a su padrino inmovilizar el sauce boxeador y a ambos entrar en el hueco que había entre las raíces.

—¡Vega!

Vio a Nova agitando la mano a lo lejos, en el borde del bosque. Se aseguró de que nadie podía verla y se apresuró a atravesar corriendo a distancia que había hasta su hermana, su primo y Hermione. Cuando llegó, se dejó caer al suelo, jadeando. No había corrido tanto en toda su vida.

—Pensábamos que no llegarías —dijo Harry, sin perder de vista el sauce—. ¿Dónde te habías metido?

—Los Carrow casi me pillan —explicó, una vez pudo respirar regularmente—. He tenido que esperar a que se marcharan.

Apenas dos minutos después las puertas del castillo volvieron a abrirse y Snape apareció corriendo hacia el sauce. Se detuvo cerca del árbol, mirando a su alrededor. Cogió la capa invisible —Vega no entendía cómo ella y Remus no la habían visto antes— y la sostuvo en alto.

—Aparta de ella tus asquerosas manos —murmuró Harry entre dientes.

—¡Chist!

Snape cogió la rama que había usado Lupin para inmovilizar el árbol, apretó el nudo con ella y, cubriéndose con la capa, se perdió de vista.

—Ya está —dijo Hermione en voz baja—. Ahora ya estamos todos dentro. Y ahora solo tenemos que esperar a que volvamos a salir...

Cogió el extremo de la cuerda de Buckbeak y lo amarró firmemente al árbol más cercano. Luego se sentó en el suelo seco, rodeándose las rodillas con los brazos.

—Harry, hay algo que no comprendo... ¿Por qué no atraparon a Sirius los dementores? Recuerdo que se aproximaban a él antes de que yo me desmayara.

—Yo también —dijo Nova.

—¿Dementores? —exclamó Vega. Los tres la miraron—. Por Merlín, ¿cuánto me he perdido?

Harry y Nova se sentaron también. Él explicó rápidamente todo lo sucedido desde que Vega se desmayó. Cómo salieron del árbol y la luna apareció, haciendo que Lupin se transformara y permitiendo que Pettigrew escapara. Cómo Sirius había ido a buscar a Pettigrew, había sido atacado por los dementores y ellos tres habían tratado de ayudarle. Cómo, en el momento en que el dementor más cercano acercaba la boca a Sirius, una cosa grande y plateada llegó galopando por el lago y ahuyentó a los dementores.

Cuando terminó Harry de explicarlo, Hermione, Vega y Nova tenían la boca abierta.

—Pero ¿qué era? —preguntó Hermione.

—Solo hay una cosa que puede hacer retroceder a los dementores —dijo Harry—. Un verdadero patronus, un patronus poderoso.

—Pero ¿quién lo hizo aparecer?

—Es una buena pregunta —dijo Nova, apoyando la cabeza en el hombro de su hermana. Parecía realmente cansada—. Yo no vi a nadie antes de desmayarme.

—¿No viste qué aspecto tenía? —insistió Hermione, impaciente—. ¿Era uno de los profesores?

—No.

—Pero tuvo que ser un brujo muy poderoso para alejar a todos los dementores... Si el patronus brillaba tanto, ¿no lo iluminó? ¿No pudiste ver...?

—Déjale respirar, Hermione —dijo Vega, con cierta diversión—. ¿Le viste o no, Harry?

—Sí que lo vi —dijo Harry pensativo—. Aunque tal vez lo imaginase. No pensaba con claridad. Me desmayé inmediatamente después...

—¿Quién te pareció que era?

—Me pareció —Harry tragó saliva—, me pareció mi padre.

Vega estaba en brazos de un hombre de cabellos azabaches despeinados y gafas torcidas que la niña trataba de quitarle una y otra vez. Él se defendía haciéndole cosquillas, haciéndola reír hasta casi perder la respiración.

—Ten cuidado con mi hija, Cornamenta —advirtió Sirius. Estaba sentado en el sofá y fumaba un cigarrillo, sin perder de vista a James y Vega—. Aura nos matará a los dos si terminamos otra vez con ella en San Mungo.

—Te recuerdo que eso fue culpa tuya, Canuto —respondió James, dejando a Vega en el suelo—. ¿A quién prefieres, Vega? ¿A papá o al tío James?

—¡Peter! —gritó Vega, soltando una risa.

James y Sirius, horrorizados, intercambiaron una mirada.

—¿Qué acaba de decir mi hija? —preguntó Sirius, llevándose la mano al pecho—. Vega, ¿prefieres a papá o al tío James? Nada de Peter.

—¡Remus! —exclamó Vega, orgullosa—. ¡Me da chocolate!

—¡Canuto! —gritó James, mirando a Vega, ofendido—. ¿Qué se supone que le enseñas a tu hija?

—¡Yo no he hecho nada! —Sirius cogió en brazos a Vega y la hizo mirarle directamente a los ojos, algo bastante difícil para una niña de casi tres años—. Vega, ¿papá o tío James? Venga, estoy seguro de que sabes la respuesta.

—¡Tío James! —gritó Vega, extendiendo los brazos hacia el hombre—. ¡Tío James, haz humo!

James, dirigiéndole una sonrisa victoriosa a Sirius, cogió a su sobrina en brazos e hizo aparecer humo de colores. Vega rio.

—¡Estás desheredada! —dijo Sirius, una vez pudo recuperar el habla—. ¡Aura! ¿Puedes creer lo que acaba de hacer nuestra hija?

Aura entró en la salita. Vega soltó un grito de emoción y bajó de los brazos de James, para ir corriendo hacia su madre. Aura la cogió en brazos.

—¿Ya va a nacer mi hermanito? —preguntó Vega, emocionada.

—Aún quedan varios meses, Vega —rio su madre. Aura miró a Sirius, que seguía enfurruñado—. ¿Qué ha dicho? ¿Que Hufflepuff es mejor que Gryffindor? —preguntó, divertida.

—Escucha esto —dijo Sirius, enfadado. Casi arrancó a Vega de los brazos de Aura, que soltó un ruido de protesta—. Vega, ¿prefieres a papá o al tío James?

—¡Papá! —exclamó ella, abrazándolo—. ¡Papá es el mejor!

Aura levantó las cejas.

—¿Qué hay de malo en esto? —preguntó.

James rio.

—Felicidades, Canuto —comentó, recuperando a su sobrina—. Pero yo sigo siendo su favorito.

Vega volvió al presente soltando una pequeña exclamación de sorpresa. Los otros tres se giraron hacia ella al instante.

—¡Deja de asustarme, Vee! —protestó Nova, indignada—. ¡Cuando te quedaste tan quieta, pensaba que habías visto un basilisco!

Vega sacudió la cabeza, confusa.

—No, es que... —Le dirigió una mirada a Harry—. He visto a tu padre. Y a los míos. Era un recuerdo, pero parecía real...

—¿Has visto a mi padre? —preguntó Harry, inclinándose hacia ella al instante, ansioso por saber más—. ¿De verdad?

Vega asintió.

—Antes vi a mamá, antes de despertarme. No... no era un sueño, parecía que de verdad volvía a tener dos años y yo estaba ahí. Quiero decir, se supone que no debería recordar eso, ¿no? No es que sea malo, quiero saber de mamá, pero... —Sacudió la cabeza—. Y, ahora, estaba con papá y tío James, y luego llagaba mamá. Nova aún ni siquiera había nacido, por Merlín. —Vega sacudió la cabeza de nuevo, sorprendida—. M-me acuerdo de ellos.

Harry y Nova sonrieron, esperando que ella dijera algo más.

—¿Cómo era papá? —murmuró Harry.

—Tú te esperas, Potter —respondió Nova—. ¿Cómo era mamá, Vee? ¿Como tío Jason, tío Remus y tía Mary decían?

—¿Qué estaba haciendo mi padre? —insistió Harry—. ¿Dijo algo?

Vega sonrió, triste. Eran los mismos niños huérfanos que, después de toda una vida allí, recibían la visita de Jason Bones, que había conocido a sus padres y tenía la intención de adoptarlos a los tres.

Querían saber. Querían conocer a las personas con las que nunca tuvieron tiempo para pasar con ellas. Y Vega no pensaba quitarles aquel derecho, que era algo que ella también deseaba.

De modo que les contó a ambos lo poco que había visto en sus recuerdos, con la esperanza de que más buenas memorias regresaran a ella y pudiera compartirlas con ambos pronto.

Vega relató lo que acababa de ver. Harry y Nova no dejaban de mirarla atentamente. Vega sabía que, como ella, ansiaban saber más sobre la familia que nunca llegaron a conocer. Hermione se fue a vigilar a Buckbeak —Vega ni siquiera sabía por qué había allí un hipogrifo—, probablemente para dejarles un momento a solas.

—¿Crees que será él? ¿El que hizo aparecer el patronus? —preguntó Harry, tenso.

—No lo sé, Harry —dijo Vega, abrazando sus rodillas—. Ojalá sí.

—¡Ya salen! —exclamó Hermione, regresando junto a ellos.

Se pusieron en pie. Buckbeak levantó la cabeza. Vieron a Lupin, Ron y Pettigrew saliendo con dificultad del agujero de las raíces. Luego salieron Hermione y Brigid. Luego Snape, inconsciente, flotando. A continuación iban Nova, Harry y Black, llevando en brazos a Vega. Todos echaron a andar hacia el castillo.

—Harry, Nova, Vega —musitó Hermione—, tenemos que quedarnos aquí. No nos deben ver. No podemos hacer nada.

—¿Y vamos a consentir que Pettigrew vuelva a escaparse? —dijo Harry en voz baja.

—¡Tenemos que atraparle! —añadió Nova, nerviosa.

—¿Y cómo esperas encontrar una rata en la oscuridad? —le atajó Hermione—. No podemos hacer nada. Si hemos regresado es solo para ayudar a Sirius. ¡No debéis hacer nada más!

—Está bien —aceptó Harry, a regañadientes.

Nova, descontenta, se cruzó de brazos, a pesar de saber que Hermione tenía razón. Vega le pasó el brazo por los hombros.

La luna salió de detrás de una nube. Vieron las pequeñas siluetas detenerse en medio del césped. Luego las vieron moverse.

—¡Mira a Lupin! —susurró Hermione—. Se está transformando.

—Pobre Remus —murmuró Vega, haciendo una mueca.

—¡Hermione, Vega, Nova! —dijo Harry de repente—. ¡Tenemos que hacer algo!

—No podemos —respondió Hermione—. Te lo estoy diciendo todo el tiempo.

—¡No hablo de intervenir! ¡Es que Lupin se va a adentrar en el bosque y vendrá hacia aquí!

Hermione ahogó un grito.

—¡Rápido! —gimió, apresurándose a desatar a Buckbeak—. ¡Rápido! ¿Dónde vamos? ¿Dónde nos ocultamos? ¡Los dementores llegarán de un momento a otro!

—¡Volvamos a la cabaña de Hagrid! —dijo Harry—. Ahora está vacía. ¡Vamos!

Corrieron todo lo aprisa que pudieron. Buckbeak iba detrás de ellos a medio galope. Oyeron aullar al hombre lobo a sus espaldas. A Vega se le puso el pelo de punta. Vieron la cabaña. Harry derrapó al llegar a la puerta. La abrió de un tirón y dejó pasar a las chicas y a Buckbeak, que entraron como un rayo. Harry entró detrás de ellos y echó el cerrojo. Fang, el perro jabalinero, ladró muy fuerte.

—¡Silencio, Fang, somos nosotros! —dijo Hermione, avanzando rápidamente hacia él y acariciándole las orejas para que callara—. ¡Nos hemos salvado por poco!

—Sí...

—Creo que me he torcido el tobillo —gimió Nova, sentándose en el suelo, con una mueca de dolor—. Mierda.

Vega se arrodilló a su lado e iluminó la punta de su varita para tratar de ver cómo tenía su hermana el pie. No sabía mucho de medicina, pero había pasado años curando a Nova de todos los golpes y lesiones que se hacía, así que controlaba los esguinces. Y estaba bastante segura de que Nova tenía uno.

—¿Cómo te lo has hecho? —preguntó, obligándola a extender la pierna—. ¡Férula!

Le entablilló el tobillo lo mejor que pudo y se puso de pie. Harry no dejaba de mirar por la ventana.

—Será mejor que salga —dijo él, pensativo—. Desde aquí no veo lo que ocurre. No sabremos cuándo llega el momento. No voy a intervenir —añadió Harry de inmediato, viendo la mirada que Hermione le lanzaba—. Pero si no vemos lo que ocurre, ¿cómo sabremos cuál es el momento de rescatar a Sirius?

—Tienes razón —comentó Vega, acercándose también a la ventana—. Alguien debería ir a mirar.

—Bueno, de acuerdo —aceptó Hermione—. Aguardaremos aquí con Buckbeak... Pero ten cuidado, Harry. Ahí fuera hay un licántropo y multitud de dementores.

Una vez Harry salió, las chicas se quedaron en silencio, con Vega vigilando por la ventana, Hermione junto a Buckbeak y Nova... Vega le lanzó una mirada a su hermana y se tapó la boca con la mano, para evitar soltar una risa.

—¿Se ha quedado dormida? —preguntó Hermione, sorprendida—. ¿Cómo lo ha hecho?

—Tiene esa habilidad —rio Vega, sentándose junto a su hermana—. Es como Buckbeak. Se duerme en cualquier sitio.

Hermione se puso de pie y lanzó una fugaz mirada por la ventana.

—Voy a ver qué está haciendo Harry —dijo, frunciendo el ceño—. Vuelvo enseguida.

Vega aguardó casi quince minutos antes de que regresaran, lo que se hizo bastante aburrido. No estaba segura de poder encontrarlos si se habían internado en el bosque, así que permaneció en la cabaña, esperando que recordaran pronto que ellos seguían allí.

—¡Macnair ha ido a buscar a los dementores! —exclamó Harry, entrando como un rayo en la cabaña y despertando a Buckbeak y Nova. No podía decirse quién miraba con más odio a Harry en aquel momento—. ¡Tenemos que ir a por Sirius!

Salieron de la cabaña —Nova iba cojeando— y subieron a lomos del hipogrifo. Vega ayudó a su hermana a montar tras Hermione y Harry y frunció el ceño.

—¿Estáis seguros de que todos cabemos ahí? —preguntó, no muy convencida—. Recordad que luego tiene que subir nuestro padre también.

—Estoy seguro de que Buckbeak soportará el peso —dijo Harry, tranquilo—. Sube, no tenemos tiempo.

Vega asintió la mano tendida hacia ella de Nova y subió al lomo de Buckbeak. Harry le hizo despegar. Vega tragó saliva al ver que se alejaban del suelo y sujetó con más fuerza a Nova. Su hermana parecía disfrutar cada segundo del viaje, al contrario de Hermione, que no dejaba de murmurar:

—Ay, ay, qué poco me gusta esto, ay, ay, qué poco me gusta.

Planeaban silenciosamente hacia los pisos más altos del castillo. Harry tiró de la rienda de la izquierda y Buckbeak viró.

—¡Sooo! —dijo, tirando de las riendas todo lo que pudo.

Buckbeak redujo la velocidad y se detuvieron. Pasando por alto el hecho de que subían y bajaban casi un metro cada vez que Buckbeak batía las alas, podía decirse que estaban inmóviles.

—¡Ahí está! —dijo Harry, localizando a Sirius mientras ascendían junto a la ventana.

Sacó la mano y en el momento en que Buckbeak bajaba las alas, golpeó en el cristal. Black levantó la mirada y se quedó boquiabierto. Saltó de la silla, fue aprisa hacia la ventana y trató de abrirla, pero estaba cerrada con llave.

—¡Échate hacia atrás! —le gritó Vega—. ¡Alohomora!

La ventana se abrió de golpe.

—¿Cómo... cómo...? —preguntó Black casi sin voz, mirando al hipogrifo.

—Monta, no hay mucho tiempo —apremió Harry—. Tienes que huir, los dementores están a punto de llegar. Macnair ha ido a buscarlos.

Black se sujetó al marco de la ventana y asomó la cabeza y los hombros. Fue una suerte que estuviera tan delgado. En unos segundos pasó una pierna por el lomo de Buckbeak y montó detrás de Vega, que estaba convencida de que no tardarían en caer. No importaba lo fuerte que el hipogrifo fuera, no podía aguantar durante mucho tiempo el peso de cinco personas.

—¡Arriba, Buckbeak! —dijo Harry, sacudiendo las riendas—. Arriba, a la torre. ¡Vamos!

El hipogrifo batió las alas y volvió a emprender el vuelo. Navegaron a la altura del techo de la torre oeste. Buckbeak aterrizó tras las almenas con mucho alboroto, y Harry, Hermione, Vega y Nova se bajaron inmediatamente.

—Será mejor que escapes rápido, Sirius —dijo Harry jadeando—. No tardarán en llegar al despacho de Flitwick. Descubrirán tu huida.

—Y no creo que vayan a alegrarse mucho —añadió Nova, apoyada en Vega—. Creo que Snape llorará y todo.

Buckbeak dio una coz en el suelo, sacudiendo la afilada cabeza.

—¿Qué le ocurrió al otro chico? A Ron —preguntó Sirius—. Ariadne no me perdonaría si algo le pasara a uno de sus mocosos.

—Se pondrá bien. Está todavía inconsciente, pero la señora Pomfrey dice que se curará. ¡Rápido, vete!

—Y Brigid también está bien, ¿verdad? A Gwen tampoco le haría gracia...

—¡Están los dos bien! —interrumpió Nova—. ¡Pero tú no lo estarás como no te largues!

—¿Y tú, Vega? —insistió Black, mirando a su hija—. ¿Ya...?

—He recuperado los recuerdos —aseguró ella, nerviosa—. Recuerdo todo..., papá.

Los ojos de Black brillaron al escuchar la última palabra.

—¿Cómo os lo puedo agradecer?

—¡VETE! —gritaron los cuatro al unísono.

Sirius dio la vuelta a Buckbeak, orientándolo hacia el cielo abierto.

—¡Nos volveremos a ver! —aseguró—. ¡Verdaderamente, Harry, te pareces a tu padre!

Impulsivamente, Vega dejó a Nova junto a Hermione y saltó a los brazos de Black. El hombre, sorprendido, le devolvió el abrazo, sonriendo.

—¡Eh, yo también quiero! —protestó Nova, yendo a la pata coja hasta ellos y uniéndose al abrazo—. ¿Ahora puedo amenazar a los demás diciendo que mi padre es un preso buscado?

Sirius sonrió.

—Diles que puedes avisarme y les mataré si te hacen algo, Altair.

—¡Genial, papá!

Ambas retrocedieron, sonriendo. Black presionó los flancos de Buckbeak con los talones. El hipogrifo emprendió el vuelo... Animal y jinete empequeñecieron conforme Vega los miraba... Luego, una nube pasó ante la luna... y se perdieron de vista.

Nova soltó un suspiro.

—Me hubiera gustado ir con él —comentó, sin dejar de mirar al punto donde habían desaparecido—. Parece un padre guay. Del tipo que se haría tatuajes contigo.

—Sí, lo sé —murmuró Vega, pasando el brazo por encima de los hombros de su hermana—. Pero estoy segura de que volveremos a verlo.

—¡Harry, Vega, Nova! —avisó Hermione—. Tenemos diez minutos para regresar a la enfermería sin ser vistos. Antes de que Dumbledore cierre la puerta con llave.

—De acuerdo —dijo Harry, apartando los ojos del cielo—, ¡vamos!

Entraron por la puerta que tenían detrás y bajaron una estrecha escalera de caracol. Al llegar abajo oyeron voces. Se arrimaron a la pared y escucharon. Parecían Fudge y Snape. Caminaban aprisa por el corredor que comenzaba al pie de la escalera.

—...Solo espero que Dumbledore no ponga impedimentos —decía Snape—. ¿Le darán el Beso inmediatamente?

—En cuanto llegue Macnair con los dementores. Todo este asunto de Black ha resultado muy desagradable. No tiene ni idea de las ganas que tengo de decir a El Profeta que por fin lo hemos atrapado. Supongo que querrán entrevistarle, Snape... Y en cuanto el joven Harry vuelva a estar en sus cabales, también querrá contarle al periódico cómo usted lo salvó.

Nova fingió vomitar al ver la sonrisa hipócrita de Snape. Los cuatro siguieron su camino, tratando de no ser vistos ni oídos. Algo complicado, pues Nova estuvo a punto de caer en varias ocasiones. Escucharon unas risas acercándose.

—¡Peeves! —susurró Harry—. ¡Entremos aquí!

Corrieron a toda velocidad —o, en caso de Nova, cojearon— y entraron en un aula vacía que encontraron a la izquierda. Peeves iba por el pasillo dando saltos de contento, riéndose a mandíbula batiente.

—¡Es horrible! —susurró Hermione, con el oído pegado a la puerta—. Estoy segura de que se ha puesto así de alegre porque los dementores van a ejecutar a Sirius... —Miró el reloj—. Tres minutos.

Aguardaron a que la risa malvada de Peeves se perdiera en la distancia. Entonces salieron del aula y volvieron a correr.

—Hermione, ¿qué ocurrirá si no regresamos antes de que Dumbledore cierre la puerta? —jadeó Harry.

—No quiero ni pensarlo —dijo Hermione, volviendo a mirar el reloj—. ¡Un minuto!

—¡Lo pillamos, no tenemos tiempo! —exclamó Nova, estando a punto de caerse otra vez—. ¡Pero deja de estresarnos!

Llegaron al pasillo en que se hallaba la enfermería.

—Bueno, ya se oye a Dumbledore —dijo nerviosa Hermione—. ¡Vamos!

Siguieron por el corredor cautelosamente. La puerta se abrió. Vieron la espalda de Dumbledore.

—Os voy a cerrar con llave —le oyeron decir—. Son las doce menos cinco. Señorita Granger, tres vueltas deberían bastar. Buena suerte.

Dumbledore salió de espaldas de la enfermería, cerró la puerta y sacó la varita para cerrarla mágicamente. Asustados, Harry y Hermione se apresuraron, seguidos por Vega y Nova. Dumbledore alzó la vista y una sonrisa apareció bajo el bigote largo y plateado.

—¿Bien? —preguntó en voz baja.

—¡Lo hemos logrado! —dijo Harry jadeante—. Sirius se ha ido montado en Buckbeak...

Dumbledore les dirigió una amplia sonrisa.

—Bien hecho. Creo... —Escuchó atentamente por si se oía algo dentro de la enfermería—. Sí, creo que ya no estáis ahí dentro. Entrad. Os cerraré.

Entraron en la enfermería. Estaba vacía, salvo por lo que se refería a Ron y Brigid, que permanecían en cama. Después de oír la cerradura, se metieron en sus camas. Hermione volvió a esconder el giratiempo debajo de la túnica. Un instante después, la señora Pomfrey volvió de su oficina con paso enérgico.

—¿Ya se ha ido el director? ¿Se me permitirá ahora ocuparme de mis pacientes?

Estaba de muy mal humor. Todos pensaron que era mejor aceptar el chocolate en silencio. La señora Pomfrey se quedó allí delante para asegurarse de que se lo comían. Le extrañó bastante que Nova tuviera el tobillo dislocado y no lo hubiera visto antes, pero no hizo demasiadas preguntas, simplemente lo curó.

Vega aguzaba el oído, con los nervios alterados. Y entonces, mientras tomaba el cuarto trozo del chocolate de la señora Pomfrey, oyeron un rugido furioso, procedente de algún distante lugar por encima de la enfermería.

—¿Qué ha sido eso? —dijo alarmada la señora Pomfrey.

Oyeron voces de enfado, cada vez más fuertes. La señora Pomfrey no perdía de vista la puerta.

—¡Hay que ver! ¡Despertarán a todo el mundo! ¿Qué creen que hacen?

—¿Han montado una fiesta sin mí? —preguntó Nova, ofendida—. Esto es horrible. Señora Pomfrey, ¿tiene chocolate con avellanas? Creo que es lo único que puede levantarme el ánimo ahora.

Vega intentaba oír lo que decían. Se aproximaban.

—Debe de haber desaparecido, Severus. Tendríamos que haber dejado a alguien con él en el despacho. Cuando esto se sepa...

—¡NO HA DESAPARECIDO! —bramó Snape, muy cerca de ellos—. ¡UNO NO PUEDE APARECER NI DESAPARECER EN ESTE CASTILLO! ¡POTTER TIENE ALGO QUE VER CON ESTO! ¡Y BLACK LO HABRÁ AYUDADO! ¡LAS DOS BLACK!

—Sé razonable, Severus. Harry, Vega y Nova están encerrados.

La puerta de la enfermería se abrió de golpe. Fudge, Snape y Dumbledore entraron en la sala con paso enérgico. Solo Dumbledore parecía tranquilo, incluso contento. Fudge estaba enfadado, pero Snape se hallaba fuera de sí.

—¡CONFIESA, POTTER! —vociferó—. ¿QUÉ ES LO QUE HAS HECHO?

—¡Profesor Snape! —chilló la señora Pomfrey—, ¡contrólese!

—Por favor, Snape, sé razonable —dijo Fudge—. Esta puerta estaba cerrada con llave. Acabamos de comprobarlo.

—¡LE AYUDARON A ESCAPAR, LO SÉ! —gritó Snape, señalando a Harry, Hermione, Vega y Nova.

Tenía la cara contorsionada. Escupía saliva.

—¡Me está regando, qué asco! —protestó Nova, tratando de apartarse.

—¡Tranquilícese, hombre! —gritó Fudge—. ¡Está diciendo tonterías!

—¡NO CONOCE A POTTER! —gritó Snape—. ¡LO HIZO ÉL, SÉ QUE LO HIZO ÉL!

—¿Y usted conoce a Harry perfectamente o qué? —preguntó Vega, enfadada.

—¡CÁLLATE, BLACK! ¡SÉ QUE TÚ TAMBIÉN LO HICISTE! ¡TÚ Y TU CONDENADA HERMANA!

—Ya vale, Severus —dijo Dumbledore con voz tranquila—. Piensa lo que dices. Esta puerta ha permanecido cerrada con llave desde que abandoné la enfermería, hace diez minutos. Señora Pomfrey, ¿han abandonado estos alumnos sus camas?

—¡Por supuesto que no! —dijo ofendida la señora Pomfrey—. ¡He estado con ellos desde que usted salió!

—Ahí lo tienes, Severus —dijo Dumbledore con tranquilidad—. A menos que crea que Harry, Vega, Nova y Hermione son capaces de encontrarse en dos lugares al mismo tiempo, me temo que no encuentro motivo para seguir molestándolos.

Snape se quedó allí, enfadado, apartando la vista de Fudge, que parecía totalmente sorprendido por su comportamiento, y dirigiéndola a Dumbledore, cuyos ojos brillaban tras las gafas. Snape dio media vuelta (la tela de su túnica produjo un frufrú) y salió de la sala de la enfermería como un vendaval. Nova sacó la lengua en su dirección.

—Su colega parece perturbado —dijo Fudge, siguiéndolo con la vista—. Yo en su lugar; Dumbledore, tendría cuidado con él.

—No es nada serio —dijo Dumbledore con calma—, solo que acaba de sufrir una gran decepción.

—Sí, lo siento por él —murmuró Vega.

—¡No es el único! —repuso Fudge resoplando—. ¡El Profeta va a encontrarlo muy divertido! ¡Ya lo teníamos arrinconado y se nos ha escapado entre los dedos! Solo faltaría que se enterasen también de la huida del hipogrifo, y seré el hazmerreír. Bueno, tendré que irme y dar cuenta de todo al Ministerio...

—Como si El Profeta no estuviera controlado por el Ministerio —masculló Vega.

—¿Y los dementores? —le preguntó Dumbledore—. Espero que se vayan del colegio.

—Sí, tendrán que irse —dijo Fudge, pasándose una mano por el cabello—. Nunca creí que intentaran darle el Beso a un niño inocente..., estaban totalmente fuera de control. Esta noche volverán a Azkaban. Tal vez deberíamos pensar en poner dragones en las entradas del colegio...

—Eso le encantaría a Hagrid —dijo Dumbledore, sonriendo.

Cuando él y Fudge dejaron la enfermería, la señora Pomfrey corrió hacia la puerta y la volvió a cerrar con llave. Murmurando entre dientes, enfadada, volvió a su despacho. Se oyó un leve gemido al otro lado de la enfermería. Ron se acababa de despertar. Lo vieron sentarse, rascarse la cabeza y mirar a su alrededor.

—¿Qué ha pasado? —preguntó—. ¿Harry? ¿Qué hacemos aquí? ¿Dónde está Sirius? ¿Dónde está Lupin? ¿Qué ocurre?

Harry, Vega, Nova y Hermione se miraron.

—Explicádselo vosotras —dijo Harry, cogiendo un poco más de chocolate.

Vega advirtió que tenía la mirada fija en Brigid.




















cambié unas cositas y tuve que volver a publicar el cap editado jsjs, no se asusten que no afecta mucho a lo siguiente

maratón 3/?

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