xix. too much

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng








xix.
demasiado








Vega estaba de pésimo humor.

Tenía razones para ello. Harry era campeón, Cedric era campeón, su casa había iniciado un movimiento en contra de su primo, había idiotas con insignias de POTTER APESTA, no sabía cómo actuar delante de su novio y ella, una vez más, volvía a ser objeto de rumores maliciosos.

No solo decían que ella tenía algo que ver con que Harry hubiera salido campeón, también se burlaban de cómo había decidido acompañarlo hasta la reunión de campeones.

Escuchó a más de uno decir que Cedric Diggory debería buscarse a alguien mejor que la prima del falso campeón de Hogwarts que solo buscaba atención.

Si tuviera que buscar un lado positivo, diría que por lo menos ya no la molestaban con el tema de su padre, pero eso no significaba que Vega estuviera pasándolo realmente mal.

Hacía tiempo que Vega había asumido que no tendría ni un curso tranquilo en Hogwarts, pero parecía que cada año competía con el anterior para ser peor.

Cuando Linette Carrow se acercó para hablar con ella, Vega no tenía suficiente paciencia para aguantar sus estupideces.

—Piérdete, Carrow —dijo antes siquiera de que la otra chica abriera la boca.

Linette arqueó las cejas, sorprendida.

—Solo quería hablar.

Vega bufó.

—Jódete. No tengo tiempo para eso. ¿Qué quieres, hablarme de la entrevista de Harry, venderme una estúpida insignia de POTTER APESTA, decir que mi novio merece alguien mejor que yo o...?

—Solo iba a decir que siento lo que le ha pasado a tu primo —soltó Linette, interrumpiéndola bruscamente—. Ya está.

Vega la miró, frunciendo el ceño.

—¿Cuál es el maldito truco, Linette? Créeme, no estoy de humor.

Linette ni siquiera parpadeó.

—No hay ninguna truco, Vega, solo quería decirte eso.

—¿Y esperas que te crea después de toda la mierda que dijiste de mí en cuarto?

—No espero que me creas, pero sentía que debía decírtelo —replicó Linette—. Me hubiera gustado poder explicarte las cosas, pero viendo cómo estás... Espero que las cosas mejoren para ti, Adhy.

—Si lo hacen, no será por ti, Lin, tenlo por seguro —respondió Vega, dando la conversación por terminada.

Pasó junto a Linette, sin paciencia para seguir aguantando eso. Mirar a la rubia no dolía como lo había hecho un año atrás, pero el sentimiento de traición seguía ahí.

Linette había sido mucho para Vega. Y ella solita lo había destrozado todo.

La chica se colocó junto a Vega, tras unos segundos. La morena no le dirigió siquiera una mirada, esperando que se marchara.

—¿Has cogido Alquimia como optativa? —preguntó Linette.

Vega no esperaba concretamente esa pregunta. Dio un simple asentimiento. Tío Jason le había recomendado escogerla y a Vega no le había parecido mal. Pero, por problemas de horario y personal docente, después de más de dos meses de curso aún no habían dado ni una clase.

Supuestamente, ese día tendría la primera, con una profesora de Durmstrang que había accedido a impartir la asignatura ese año.

—¿Por qué te interesa?

—Solo quería saber —se limitó a decir Linette.

—¿De vuelta a las andadas, Linny?

La voz burlona de Callum hizo que Vega esbozara una mueca. El chico las debía haber seguido hasta alcanzarlas.

Vega no tenía paciencia para una Carrow, menos para los dos. Apretó el paso.

—¿Ni siquiera vas a saludar a un viejo amigo, Black?

—Tú mismo dijiste que nunca fuimos amigos, Carrow —replicó Vega, calmada—. ¿Vas a seguir con la maldita discusión de hace dos cursos?

Se giró al sentir la mano del chico sobre su hombro. Vega la apartó de inmediato. Callum sujetaba con la otra mano a su hermana, que trataba de soltarse del agarre.

—Déjame, idiota —protestó la chica.

—¿Realmente aprenderás algún día, Lin? —bufó su hermano.

De modo que esos dos habían tenido problemas. Vega se sorprendió un poco. Eso explicaba por qué Linette había estado sin Callum todas las veces que le había visto.

Vega dio media vuelta para irse, pero Callum volvió a hacer amago de sujetarla.

Vega le apartó de un empujón.

—Vuelve a intentar tocarme y terminarás sin manos, Carrow —prometió Vega. Le echó un vistazo a Linette, que tenía una mueca de dolor en el rostro—. Suéltala, ¿no se supone que sois los hermanos perfectos?

—No sabes una mierda, Black —respondió Callum, aunque soltó a su hermana.

—Sé más que tú de todos modos —se limitó a decir ella.

—¿Vega? —Cedric debía haberla visto de lejos y se había acercado a ver si todo iba bien. Miró con el ceño fruncido a los mellizos—. ¿Estás bien?

—No te preocupes —respondió Vega, encogiéndose de hombros—. Deberíamos irnos, tenemos Alquimia.

—¿Así que ahora tienes novio y él te defiende? —se burló Callum—. Siempre necesitas que otros te cubran, ¿no, Black?

—Sabes bien que no, Carrow, cierra la boca y deja de molestar —replicó Vega, harta—. ¿Por qué no te pierdes?

Callum le dirigió una mirada a Cedric, que había pasado el brazo por encima de los hombros de Vega.

—¿No crees que es hora de ir buscando a alguien mejor, Diggory? Alguien a la altura de un campeón de Hogwarts. Hay bastantes chicas por ahí que...

—No recuerdo haberte pedido consejos amorosos, Carrow —dijo Cedric, con voz fría.

El Slytherin rio.

—No te lo tomes como consejo, es lo que dice todo el mundo. Quiero decir, si ella fuera un poco mejor, lo comprenderías, pero...

—Recuerdo haberte dicho que te pierdas, Carrow —interrumpió Vega, apretando la mandíbula.

El chico rio de nuevo.

—Entonces, ¿ya has visto cómo lo hace ella o crees que tu novia sigue siendo virgen, Diggory? —preguntó Callum—. Siento decirte que no es así, aunque...

—Lo que pasó en cuarto dejó claro eso, Callum —le cortó Vega, sintiendo las mejillas arder—. No tienes nada interesante que decir. Piérdete de una vez.

—Jódete —se limitó a decir Callum.

—Lo mismo digo, cariño —respondió Vega.

Callum puso cara de haber olido algo realmente apestoso.

—Vamos, Linette —ordenó, haciendo ademán de volver a sujetarla.

La chica dio un paso atrás.

—Estoy bien como estoy —replicó, apretando los labios.

Callum imitó su expresión.

—Si ella te ve...

—Ella no va a poder hacerme nada peor de lo que ha hecho —gruñó su hermana—. Jódete, Callum. No pienso volver a lo de antes. Nunca más.

Vega y Cedric intercambiaron una mirada de desconcierto. Callum bufó.

—Deberías ir con más cuidado con lo que dices, hermana —aconsejó, para luego marcharse.

Linette murmuró algo por lo bajo y se giró hacia Vega, algo rígida. Ni siquiera miró a Cedric.

—Ya nos veremos —se limitó a decir, antes de irse en dirección opuesta a su hermano.

—¿Qué acaba de pasar? —preguntó Vega, sorprendida—. Se suponía que esos dos eran los hermanos inseparables.

—Parece ser que no —masculló Cedric—. Es un idiota. ¿A qué ha venido eso que ha dicho de ti? Quién se cree...

—No es nada que no estén todos diciendo —comentó Vega, encogiéndose de hombros—. Que debería ser mejor para estar a tu altura. Quién sabe, puede que deba empezar a aprender a ser perfecta. O puede que tengas que ir buscándote a alguien perfecta.

Su intento de parecer tranquila salió mal: Cedric notó al instante cuánto le estaba turbando aquello.

—Eh —dijo, dándole un beso en la frente. Vega cerró los ojos y apoyó la cabeza en su pecho—. No tienes que cambiar solo porque a otros no les guste cómo eres. Sé que lo sabes, pero no creo que venga mal recordarlo.

Vega soltó algo que podía haber sido tanto una risa como un sollozo, pero al separarse de Cedric para mirarle a los ojos, se vio que había sido una risa.

—Es una mierda —comentó—. El Torneo, Harry, tú. Bastante tengo con eso. No tengo tiempo para preocuparme por otras cosas. Pero me lo están poniendo difícil.

Cedric le sonrió, tranquilizador.

—Es solo porque esto es realmente reciente. Después de la primera prueba, ya nadie hablará de ti. Te lo aseguro.

Vega asintió.

—Supongo que sí, pero tampoco es que me muera de ganas de que llegue la primera prueba —masculló.

Cedric rio por lo bajo.

—Lo imagino —asintió, acariciándole la mejilla—. Pero podremos con esto, ¿vale?

Ella asintió de nuevo.

—Sí, podremos —susurró.

—Y, en caso de que haya por ahí gente diciendo que yo debería estar con alguien mejor, creo que... —Cedric la besó y Vega se dejó de inmediato.

Sintió la mano de Cedric acariciando su cabello y luego en la parte media de la espalda. Vega colocó las manos a ambos lados del rostro de Cedric.

Cuando se separaron, Cedric tenía la sonrisa más radiante que Vega había visto nunca.

—¿Sabes que t... eres la persona más increíble que hay? —preguntó Cedric, acariciándole la mejilla—. No te creas ni una palabra de lo que dicen, Vega. Eres maravillosa tal y como eres. No hace falta que me busque a nadie, como dices.

La brillante sonrisa de Cedric resultaba contagiosa.

—Gracias, Ced —dijo, dejando que él la rodeara con sus brazos—. Tú también eres increíble.

—¡Señorita Black, señor Diggory! Creo recordar que tenemos clase ahora.

Vega se puso recta al instante y Cedric bajó los brazos. Frente a ellos, una mujer de pelo rubio oscuro y extraños ojos verdes les miraba con desagrado. Vestía una túnica color rojo sangre que le daba un aspecto diabólico.

Vega no le había visto en su vida.

—Perdón, pero... ¿quién es usted? —se atrevió a preguntar.

—Megaera Dolohova, profesora de Alquimia —replicó la mujer—. Los dos tenéis clase ahora, de modo que no sé por qué estáis aquí y así. Creo recordar que los estudiantes deben tener un mínimo de decencia.

—La clase aún no ha empezado, no estábamos... —empezó Vega, tratando de explicarse.

—Cinco puntos menos para Hufflepuff. Y si no llegan a mi aula en cinco minutos, serán diez más lo que reste.

Dio media vuelta y se alejó, sus tacones haciendo ruido mientras se alejaba. Vega y Cedric se miraron.

—Deberíamos ir yendo —dijo el chico, que mantenía el ceño fruncido.

Vega asintió, pensativa.

—¿Sabes? —comentó—. Creo que Dolohova y Snape se llevarán realmente bien. Ha sido casi como estar en la primera clase de Pociones de primero, solo que siendo mayor. ¿Quién se cree?

—Creo que nos convendrá no hacerla enfadar —respondió Cedric—. Al menos, solo tenemos su clase un par de veces a la semana.

—Sí, supongo que sí —asintió Vega, pensativa.

Al principio, había creído que no conocía a la mujer. Pero, escuchándola hablar, había decidido que había algo en ella que le resultaba familiar.

Puede que fuera su actitud tipo Snape.

Esperaba que solo hubiera sido una mala impresión y que Alquimia no se convirtiera en un reflejo de Pociones.

No necesitaba a dos Snape, mucho menos en ese momento.





























—McGonagall ha castigado a Jessica —le dijo George cuando le preguntó por su amiga al no verla en clase de Alquimia que, por cierto, había sido horrible gracias a la nueva profesora—. La llevó a su despacho.

—¿Qué? —exclamó Vega—. ¿Jessica castigada? ¿No era ese el trabajo de vosotros dos?

El pelirrojo se encogió de hombros.

—Unas de Ravenclaw hablaban de ti, diciendo... —La expresión de George reflejó incomodidad—. Ya sabes, todo lo que dicen de ti estos días. Y, de un momento a otro, Jessica ya estaba entre ellas, gritándoles, y han empezado todas a discutir y... Bueno, ha pasado McGonagall.

Vega frunció el ceño.

—Iré a buscarla —decidió—. McGonagall ya la habrá dejado irse, ¿no?

—No lo sé —admitió George—. Podrías empezar a buscar en su despacho, por si acaso. ¿Quieres que vaya contigo?

Vega ocultó una sonrisa.

—Puedo apañármelas —aseguró—. Pero le diré que quieres hablar con ella. A solas, ya sabes.

George puso cara de alarma.

—¡Vega! ¡No me refería a eso, yo...!

La chica trató de no reír.

—Nos vemos luego, George.

Estaba claro que George no sabía qué hacer. Si, como Fred le había dicho, le gustaba Jessica desde tercero y aún no había hecho nada, puede que necesitara algo de ayuda.

No sabía si a Jessica le gustaba, pero conocía a su amiga y no creía que saber aquello —descubriéndolo por sí misma, claro, porque Vega no iba a decir nada directamente— fuera a ser desagradable para ella.

Vega llamó a la puerta del despacho de McGonagall y la voz de la profesora le concedió permiso para entrar. Jessica estaba en el interior, sentada en una silla y con un galleta en la mano.

—Profesora McGonagall —saludó Vega—. Estaba buscando a Jessica. George me dijo que estaría aquí.

—Siéntate, Vega —invitó McGonagall—. Solo comentábamos el asunto del Torneo y Harry.

Vega debió de hacer una mueca sin apenas darse cuenta. McGonagall sonrió, comprensiva.

—Además de cómo os está afectando todo eso —continuó, tendiéndole el tarro de galletas. Vega tomó un tritón de jengibre—. Sé que no es algo que hubierais podido imaginaros.

—Nunca —asintió Vega—. Aún me cuesta creerlo. Tendría que haber insistido, convencer a Harry...

—Sabes que es imposible hacerle cambiar de opinión, sobretodo en algo así y más si tú estás involucrada —dijo Jessica—. No te hubiera dejado nunca, Vee.

—Tenía que ser parecido a mí en eso —bufó Vega.

McGonagall sonrió para sí misma y le dio un sorbo a su taza de té.

—Es que os parecéis mucho a vuestros padres —dijo, atrayendo la atención de ambas—. James y Aura eran así el uno con el otro. Cómo Harry, Nova y tú crecisteis, tratándoos como hermanos y teniendo que enfrentaros a todo lo que os pasó influyó en que fuera así.

—Jason me contó que Nova y yo podríamos haber ido a vivir con nuestra tía Andromeda —comentó Vega—. Pero que Harry no tenía más remedio que quedarse en el orfanato, ignoro el motivo. Se supone que tiene familia, aunque sean tantos. Pero nos dejaron juntos por eso: no querían que uno estuviera solo. Y llevo desde entonces intentando que Nova y Harry estén a salvo, pero parece que siempre pasa algo que estropea todo eso.

Ni Jessica ni McGonagall supieron qué responder a eso. Vega miró a Jessica, tratando de quitar seriedad al ambiente.

—Tú has tenido más suerte con Susan —bromeó—. No se mete en problemas.

—Al final, Sue y yo terminamos ayudándote a ti con los dos revoltosos que tienes de hermana y primo —dijo Jess, haciendo reír a Vega.

—Y no se nos da bien, ¿eh? —dijo Vega, ocultando su arrepentimiento y preocupación detrás de bromas—. Es todo un desastre y la primera prueba sólo está cada día más cerca.

—Recuerdo que tu padre me dijo en una ocasión que las normas son como los huesos, están hechas para romperlas —intervino McGonagall—. Tu hermana me la dijo el curso pasado también. Si tienes sangre Black, Vega, imagino que algo de esa filosofía estará en ti. Conoces las normas del Torneo, ¿verdad?

—¿Me está dando permiso para ayudar a Harry, profesora? —preguntó Vega, sonriendo.

—Yo no he dado permiso para nada —respondió McGonagall, muy seria—. Señorita Bones, no creo que sea necesario ningún castigo. Señorita Black, creo que ambas ya pueden retirarse.

—Sí, profesora —dijeron ambas al unísono, poniéndose de pie.

Vega juraría que McGonagall le guiñó el ojo antes de que ella cerrara la puerta.

Jessica miró a Vega, divertida.

—Así que, ¿ayudamos a Harry? —preguntó.

—Ayudamos a Harry —confirmó Vega—. Y a Cedric.

No le importaba quién ganara. Solo quería que salieran ilesos de aquel Torneo.

Pero saber que la primera prueba sería un dragón tan solo un día antes de ésta tiró sus propósitos a la basura.

—¿Me estás jodiendo? —susurró/gritó cuando Harry se lo contó.

Él negó con la cabeza, muy serio.

—S-se lo he dicho ya a Diggory, pero quería contártelo a ti también. Solo, por favor, no entres en pánico.

—¿Que no entre en pánico? —casi gritó su prima, sujetándole por los hombros—. ¡Joder, Harry!

—Vega, por favor —insistió él—. Tengo un plan, ¿vale? Sé qué voy a hacer.

—Un puto dragón —dijo Vega, que parecía no haber escuchado ni una de sus palabras—. Juro que mato a Crouch, a Bagman o al Ministro de Magia si hace falta. ¡Al mismísimo Dumbledore! No pueden hacer esto. Ni hablar, me niego.

—Arthur escribió al Ministerio —le recordó Harry—. Ya sabes, como mi tutor legal. Creo que ni siquiera leyeron la carta. Estoy dentro, Vega, es lo que hay.

—Todo por ser un estúpido con completo de héroe y no dejarme entrar a mí —gruñó Vega, aunque su voz se quebró—. Por Merlín, esto no puede estar pasando. ¡Y Cedric...!

—Respira, Vega, respira —dijo Harry, tomándole de las manos—. Casi parece que eres tú la que va a enfrentarse al dragón.

Vega soltó algo a medio camino entre una risa y un bufido.

—Por Merlín, soy horrible. Se supone que soy yo la que tiene que tranquilizarte a ti.

Su primo rio.

—No te preocupes, puedo con esto. Le he pedido ayuda a Hermione y Prim, si prefieres ir con Diggory...

Vega se mordió el labio. El nudo en su garganta, que llevaba varios días apretándose más y más, casi no le dejaba hablar.

—Voy a hablar con Ced —dijo, tras unos segundos—. Pero iré contigo, ¿vale? Apuesto a que Jess, Susan y Nova también querrán, yo les aviso. Dame quince minutos, os buscaré.

—No les digas nada a ellas —se apresuró a decir Harry—. Por favor.

—¿Qué? —dijo Vega, sin entender—. ¿Por qué?

Su primo se mordió el labio, como cuando era pequeño y se ponía nervioso. Vega le dio un suave toque en el hombro para advertirle. Se había hecho heridas de pequeño de ese modo.

—No quiero preocuparles —terminó diciendo Harry—. Todo esto es demasiado, y ya lo saben Prim, Hermione, Diggory, tú... No quiero que más gente lo sepa, ¿vale?

La mayor suspiró. No estaba de acuerdo con ello, pero era Harry quien iba a enfrentarse a un dragón. Él tenía derecho a decidir.

—Muy bien, no les diré nada —terminó diciendo—. Voy a buscar a Cedric y luego os busco.

Harry asintió.

—En serio, Vega, va a salir bien, ¿vale? —dijo. Sonaba como si tratara de convencerse a sí mismo.

Su prima suspiró.

—Eso espero. —Luego, se apresuró a añadir—. Irá bien. Sé que puedes hacerlo bien.

Harry sonrió.

—Ve a hablar con tu tonto novio, venga.

—No es tonto —protestó Vega.

—Todos los novios son tontos —declaró Harry—. No me discutas en eso, un dragón puede chamuscarme en menos de veinticuatro horas.

—¡Harry!

Él rio.

—Ignórame y ve con Diggory, va. Iré a buscar a Prim y Hermione.

Vega le revolvió el pelo —para molestarle— antes de marcharse. Los nervios le producían un nudo en la garganta y le daban ganas de vomitar. Pero tenía que intentar estar bien. Después de todo, eran Harry y Cedric quienes se enfrentarían al dragón. No ella. No permitiría que ellos la tranquilizaran cuando se suponía que tendría que ser al revés.

Nada más ver a Cedric, corrió a abrazarle y dejó que él la envolviera con sus brazos. Vega cerró los ojos contra el pecho de Cedric y suspiró.

—Te lo ha dicho Potter —adivinó Cedric.

—Ajá.

—Tengo un plan.

—No esperaba menos.

Cedric rio levemente.

—Puedo con esto —aseguró—. Y Potter también. Además, no dejarán que nada nos pase.

El historial de seguridad del colegio no le inspiraba tanta confianza a Vega, pero no quiso discutir aquello.

—Eso espero —suspiró.

—Sé que quieres ir con Potter —continuó Cedric.

Vega agachó la cabeza.

—Intentaré dividir el tiempo, pero...

—Pero tu prioridad es tu primo —completó Cedric, apretando la mandíbula.

Vega hubiera querido decir que no tenía preferencia por ninguno.

En cambio, guardó silencio.

—Ve con él —terminó diciendo Cedric—. Yo haría lo mismo por Bree.

—Estaré contigo después —prometió Vega.

Cedric asintió.

Vega se saltó la comida para ayudar a Harry, junto a Prim y Hermione, a controlar el encantamiento convocador. Algo en lo que Harry era pésimo, por cierto.

A mitad de práctica, alguien abrió la puerta del aula donde habían entrado y todos se llevaron un buen susto, antes de ver que era simplemente Brigid Diggory.

—¿Cómo nos has encontrado? —preguntó Prim, sorprendida.

—Intuición, supongo —respondió a chica—. Ced me ha dicho lo de la prueba. Dragones.

—Pensaba que tú te quedarías con él —admitió Vega, mordiéndose el labio.

No quería que Cedric estuviera solo en esa situación, incluso aunque ella estuviera con su primo. No le parecía justo.

—Me dijo que viniera con Harry —respondió Brigid, en voz baja.

—A mí también —dijo Vega, poniéndose en pie—. Harry, voy un rato con Cedric. Podemos seguir después de cenar, si quieres. Come algo, por favor te lo pido, y no te pongas nervioso. Podrás hacerlo.

El chico se limitó a asentir.

Vega tuvo que hacerse a la idea de que debería repartir su tiempo. Pasó la tarde ayudando a Cedric —se saltaron Alquimia y Pociones, para alegría de Vega— y trabajando juntos la transformación de piedra a perro. Vega no era tan buena en Transformaciones como otras asignaturas, como Encantamientos, pero el año anterior había comenzado a estudiar realmente en serio aquella asignatura y le alegraba ver que aquello había dado sus frutos.

Cedric consiguió dominar a la perfección la transformación antes de la hora de cenar, así que Vega decidió ir con Harry después de la cena.

Poniéndose la capa invisible para que no los vieran los profesores, regresó al aula vacía con Harry, sus tres amigas y Nova, que había decidido unirse al grupo después de escuchar a su hermana y Harry hablando. Vega pensó que se enfadaría, pero comprendió más rápido de lo que esperaba la situación y solo insistió en ir con ellos.

Siguieron practicando hasta pasadas las doce. Se habrían quedado más, pero apareció Peeves, quien pareció creer que Harry quería que le tiraran cosas, y comenzó a arrojar sillas de un lado a otro del aula. Tuvieron que salir a toda prisa antes de que el ruido atrajera a Filch, y regresaron a la sala común de Gryffindor, que afortunadamente estaba ya vacía.

A las dos en punto de la madrugada, Harry se hallaba junto a la chimenea rodeado de montones de cosas: libros, plumas, varias sillas volcadas, un juego viejo de gobstones, y Trevor, el sapo de Neville. Incluso había probado el conjuro con Nova —Vega pensó que su hermana terminaría cayendo por la ventana, pero Harry lo hizo realmente bien—. Sólo en la última hora le había cogido el truco al encantamiento convocador.

—Eso está mejor, Harry, eso está mucho mejor —aprobó Hermione, exhausta pero muy satisfecha.

—Te va a ir bien —asintió Vega, dándole un abrazo—. Estoy segura.

—Bueno, ahora ya sabes qué tienes que hacer la próxima vez que no sea capaz de aprender un encantamiento —dijo Harry, tirándole a Hermione un diccionario de runas para repetir el encantamiento—: amenazarme con un dragón. Bien... —Volvió a levantar la varita—. ¡Accio diccionario!

El pesado volumen se escapó de las manos de Hermione, atravesó la sala y llegó hasta donde Harry pudo atraparlo.

—¡Creo que esto ya lo dominas, Harry! —dijo Hermione, muy contenta.

—Yo no lo creo, estoy segura —asintió Prim, sonriendo.

—Espero que funcione mañana —repuso Harry—. La Saeta de Fuego estará mucho más lejos que todas estas cosas: estará en el castillo, y yo, en los terrenos allá abajo.

—Va a funcionar —dijo Brigid—. La distancia no influirá, si el encantamiento sale bien.

—Tiene razón, no importa —declaró Hermione con firmeza—. Siempre y cuando te concentres de verdad, la Saeta irá hasta ti. Ahora mejor nos vamos a dormir, Harry... Lo necesitarás.

Vega abrazó a fuerza a su primo otra vez.

—Te veo mañana —prometió.

Nova le dio un golpe en la espalda.

—No mueras —se limitó a decir.

Brigid le sonrió.

—Vas a hacerlo bien —aseguró.

—Gracias, Bree —respondió él, sonriendo levemente.

Mentalmente, se dijo que debía volver con Cedric y asegurarse de que estuviera bien. Brigid parecía haber pensado lo mismo, pero ambas se llevaron un chasco al ver que no había nadie en la sala común de Hufflepuff al llegar.

Tras unos segundos en silencio, terminaron por darse las buenas noches e irse a sus respectivos dormitorios a dormir. Jessica esperaba a Vega despierta.

—¿Cómo va Harry? —fue lo primero que preguntó al verla entrar—. Has estado con él, ¿no? ¿Hechizos defensivos?

—Bien —dijo Vega, sonriendo a duras penas. Tenía malas experiencias mintiendo a Jess—. Hemos estado practicando un poco de todo. Creo que mañana le irá bien.

Jessica soltó un suspiro de alivio.

—Menos mal. —Le echó una mirada a Vega—. ¿Y Cedric?

Vega dudó.

—Quería hablar con él, pero no estaba en la sala común...

Su amiga arqueó la ceja.

—Pues ve a su dormitorio —dijo, encogiéndose de hombros.

—¿Estás loca? —protestó Vega.

—Sí —se limitó a decir Jessica—. Y, además de estar loca, sé que no podrás conciliar el sueño hasta que hables con Cedric. Así que hazle consejo a esta loca y ve a verle. Con que llames a la puerta antes de entrar, nada pasará. Además, eres prefecta. Abusa un poco de tu cargo.

—No pienso hacer eso —protestó Vega.

Sin embargo, dos minutos después, con las mejillas coloradas y muerta de vergüenza, Vega llamaba a la puerta del dormitorio de chicos de Hufflepuff de sexto curso. Afortunadamente, fue Cedric quien le abrió.

—¿Vega? —preguntó, sorprendido.

—S-solo quería pasarme a ver cómo estabas —se limitó a decir ella, preguntándose cómo de mala había sido aquella idea.

La expresión de desconcierto de Cedric fue sustituida por una sonrisa tras unos segundos.

—Puedes pasar si quieres; están todos dormidos —dijo, haciéndose a un lado—. No podía dormirme.

—Comprensible —comentó Vega, entrando. La cama de Cedric era la única vacía—. Yo tampoco podría estando en tu lugar. Ni siquiera sé si podré hacerlo estando en el mío. Todo esto... es demasiado.

Cedric se sentó en su cama, claramente cansado, pero incapaz de conciliar el sueño. Vega se sentó a su lado y le tomó la mano.

—Puedo quedarme un rato, si quieres —propuso, tras dudar un poco.

Cedric la miró, frunciendo el ceño.

—No me refiero a hacer algo que no sea dormir —protestó Vega, sonrojándose—. No cuando mañana vas a enfrentarte a un dragón. Pero si no puedes dormir y yo tampoco...

El chico sonrió levemente y le tomó la mano.

—No me parece mal —admitió.

Abrazada a Cedric, con los doseles de la cama corridos y en medio de la oscuridad, mientras sentía el corazón del chico latiendo y escuchaba su respiración en mitad del silencio, Vega casi podía olvidar el Torneo y todas las preocupaciones que él conllevaba.

Casi.

Pero las palabras tranquilizadoras de Cedric y su abrazo le permitieron, al menos, conciliar el sueño y él, a su vez, dejó apartados los temores por un rato y se permitió dormir junto a Vega.

El día siguiente iba a ser duro y ambos necesitaban descansar, aunque fueran solo unas pocas horas.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro