xx. all will be okay

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xx.
todo estará bien








Vega se despertó a la mañana siguiente sintiéndose algo desorientada. Principalmente, porque estaba abrazando a Cedric, que dormía con la espalda contra el pecho de ella, mientras los brazos de Vega le rodeaban.

Vega pensó en retirarse inmediatamente. Había pasado la noche en el dormitorio de Cedric. Había dormido con él. Jessica tenía que estar imaginando cientos de escenarios posibles. ¡Y era el día de la primera prueba!

Pero Cedric se revolvió un poco cuando trató de moverse y Vega se quedó inmóvil. No quería despertarle.

Le gustaba sentirle dormir entre sus brazos, le gustaba escuchar su respiración tranquila y acompasada. Le divertía ver su pelo, algo revuelto. Le gustaba la sensación de estar abrazada a él.

No creía que fuera tan tarde. Tenían tiempo.

De modo que se quedó ahí, abrazando a Cedric, a la espera de que despertara.

Escuchó a los compañeros de dormitorio de Cedric ir y venir, mientras se preparaban para bajar a desayunar. Vega casi rezó para que no descorrieran las cortinas de la cama de Cedric y la descubrieran.

Afortunadamente, no pasó.

A Vega le hubiera gustado quedarse allí y dejar dormir a Cedric todo lo que quisiera, pero cuando el dormitorio se quedó vacío, pensó que sería mejor si iban preparándose para ir a desayunar.

Quedaría demasiado evidente si ambos faltaban al desayuno.

Aunque, si lo pensaba bien, puede que aquello acallara los rumores sobre que ella no estaba a la altura de Cedric o, al menos, molestaría a aquellos que lo comentaban.

¿Qué habría estado haciendo la pareja de la que más se hablaba en Hogwarts durante aquella mañana?

Vega casi rio al imaginarlo. Pero su sentido del deber era más fuerte que aquello, además de que sabía que su desaparición no le ayudaría realmente, sino que sólo daría pie a más rumores.

Vega había sufrido por ellos durante gran parte de su vida y sabía cómo funcionaban.

Sacudió con delicadeza a Cedric y retiró los brazos que le rodeaban. El chico abrió los ojos, desorientado. Se dio media vuelta —probablemente, para seguir durmiendo—, y se llevó una buena sorpresa al encontrar el rostro de Vega justo frente al suyo.

Los ojos de Cedric observaron los azules de Vega, que se tornaban algo grises ante la escasa luz. La chica sonreía.

—Buenos días, dormilón —dijo, dándole un beso—. ¿Has descansado? Creo que lo necesitabas.

La expresión embelesada de Cedric se oscureció.

—La prueba —masculló—. Lo había olvidado.

—Ojalá olvidarla bastara para hacerla desaparecer —comentó Vega, con amargura. Se incorporó y Cedric la imitó—. Tenemos que bajar a desayunar.

—Tienes razón —gruñó Cedric—. No tengo hambre.

—Yo tampoco —admitió Vega. El nudo en su estómago le quitaba el apetito por completo—. Pero necesitas comer. Y tu hermana querrá verte.

La mención de Brigid bastó para que Cedric se pusiera en marcha. Ambos salieron de la cama y Vega le dio otro beso antes de salir corriendo del dormitorio e ir al suyo propio. Esperaba que estuviera vacío.

Debió haber supuesto que Jessica estaría esperándola. O puede que simplemente hubiera tardado en ir a desayunar, lo que tampoco era raro en ella.

Fuera lo que fuera, su mejor amiga estaba en el dormitorio cuando Vega entró con su pijama viejo y aspecto de acabar de despertarse.

La rubia se giró hacia ella y la miró con una mezcla entre indignación y picardía —solo Jessica podía conseguir esa expresión—, cruzándose de brazos.

—¿Y bien? —preguntó, como si fuera su madre.

—¿Y bien qué? —preguntó Vega, buscando su uniforme y buscando las cosas para ir al baño.

—¿Qué has estado haciendo toda la noche con Diggory? —dijo Jessica, cruzándose de brazos, pero sonriendo, pícara.

—Dormir —respondió Vega, tajante.

—¿Seguro? No quiero ser tía tan pronto, es solo que...

—Solo hemos dormido, Jess —protestó Vega, sonrojándose—. Lo juro.

Jessica rio por lo bajo.

—No tienes por qué jurarlo, me imaginaba que sería eso. Pero ha sido divertido preguntarte. Pero, ¿y si lo hubierais hecho, tú...?

Vega bufó y le tiró una almohada, que Jessica paró riendo.

—Vale, vale, ya me callo. Vístete, tardona, tenemos que ir a desayunar o todos empezarán a preguntarse dónde estáis Diggory y tú. Ya quedó bastante descarado que los dos faltaseis a la mitad de las clases ayer.

Vega se sonrojó.

—Le ayudaba para la prueba —se excusó.

—Eso fue lo que le dije a George —comentó Jessica. Haciendo una pausa, añadió—: ¿Crees que le gusta Angelina Johnson?

Vega alzó las cejas, sorprendida. Jess había sonado... ¿molesta?

—No creo, nos lo hubiera dicho. ¿Por qué me preguntas eso?

George les había pedido consejo un par de veces con chicas. Si Angelina le gustara, les hubiera dado a entender algo.

No comprendía a qué venía aquella pregunta.

—Es que... estuve pensando —admitió Jessica—. Aunque puede que no sea el mejor momento para contártelo.

—Ahora no me dejes con la intriga —protestó Vega—. ¿Qué es?

Jessica se mordió el labio.

—¿Sería muy raro si creyera que George me gusta?

Vega casi se cayó al suelo al escuchar aquello. Miró a Jessica, boquiabierta.

Su amiga siempre había negado haberse fijado en los gemelos o Lee, motivo por el que a Vega le había preocupado un poco que a George le gustara Jess. Sí que ambos eran cercanos, más que Vega y George, pero...

—¿A qué se debe ese cambio de actitud? Hasta hoy, nunca has querido hablar conmigo de eso. Ni tampoco has demostrado nunca que te gusta. ¿Por qué ahora?

Su amiga se sonrojó.

—Porque dijo que yo era como una hermana para él —respondió Jess—. Y lo odié.

—¿Cuándo dijo eso? —preguntó Vega, sorprendida.

A George le gustaba Jessica. Aquello no tenía sentido.

—Ayer, con Lee y Fred —explicó Jessica—. Ellos molestaban con que Warrington me estaba mirando en clase de Pociones y George dijo que no dejaría que saliera conmigo. Cuando le pregunté por qué, dijo que era lo que haría por una hermana.

Había hecho falta eso para hacer que Jessica se planteara si George le gustaba. Vaya. Bueno, al menos se había dado cuenta de ello.

—¿Vas a decírselo? —quiso saber.

Jessica no era de las que se guardaban las cosas, ni siquiera aquellas. La última vez que un chico le había gustado, no había dudado en hablar con él.

Pero aquello era distinto.

—Estaba pensando en hacerlo, aunque no sé cuándo será un buen momento —admitió Jessica—. Ni siquiera sé si decírselo es lo mejor.

Vega ocultó una risa. Cuando Jessica dudaba, solo había que sugerirle hacer algo para que hiciera justo lo contrario.

—¿Y no te da miedo que te rechace? —preguntó la morena—. Sois amigos desde hace mucho, Jess, ¿podréis seguir siéndolo si él te dice que no siente lo mismo que tú?

La rubia se mordió el labio.

—No —admitió—. No podría mirarle a la cara durante mucho tiempo. Y creo que no volvería a ser lo mismo.

—No te digo que no lo hagas —se apresuró a decir Vega—. Solo que... estés totalmente segura de que no vas a arrepentirte luego si las cosas no salen bien.

Jessica asintió con la cabeza. Guardó silencio durante varios segundos, pero terminó asintiendo.

—Creo que se lo diré —dijo, y Vega se agachó a atarse los cordones, ocultando su sonrisa—. Esperaré un poco para ver si de verdad me gusta y se lo diré.

—Haz lo que creas que es mejor, Jess —respondió su amiga—. ¿Sabes? Tengo el presentimiento de que irá bien si se lo dices.

Al menos, aquella breve sorpresa le serviría de distracción durante el día. Escuchó a alguien llamar a la puerta del dormitorio y Jessica y ella intercambiaron una mirada.

—¿Sprout ha venido a regañarnos? —preguntó Jessica, en un susurro.

—Probablemente haya venido a regañarme a mí —respondió Vega, frunciendo el ceño.

Era una posibilidad bastante grande. Jessica miró a su amiga, ya completamente vestida, y le señaló la cama. Vega dudó, pero terminó por meterse bajo las mantas.

—Dile que estoy enferma —susurró—. Por eso ayer falté a clase.

—Es la mejor excusa que tenemos —asintió Jessica. No era la primera vez que la usaban—. Hazte la dormida. —Volvieron a golpear la puerta—. ¡Perdón, ya voy!

Vega cerró los ojos y trató de hacerse la dormida lo mejor que sabía. Era preferible una actuación mala a un castigo.

—Verás que todo saldrá perfecto —escuchó decir a alguien—. Hey, Jess, ¿todo bien? Sue, Cara Rajada y yo veníamos a...

—No me llames así, Nova —protestó otra voz.

—Es un buen apodo, en realidad —añadió una tercera—. ¿Aún no estáis listas para bajar?

Vega se relajó. No había que ser un genio para saber que aquella no era Sprout.

Escuchó la risa de Nova.

—Tranquilo, tengo un gran repertorio de apodos que te ha puesto Malfoy. ¿Cuál prefieres? ¿San Potter? ¿El famoso Potter? ¿Potty? Ese se lo escuché una vez a Peeves y creo que está bastante bien...

Su primo bufó.

—Llámame Harry y ya —pidió él.

—Vaaaaaaaale —respondió ella, no muy conforme—. Vega, puedes abrir los ojos, sé que estás despierta.

Su hermana mayor rio y se incorporó.

—Pensábamos que erais Sprout que venía a castigarnos —comentó Jessica—. Bueno, que venía a castigar a Vega por ser irresponsable y no acudir a sus clases. Yo no soy así.

—Qué mala imagen da la prefecta de Hufflepuff —dijo Nova, burlona—. Levanta, vamos tarde al desayuno y estamos muertos de hambre.

—¿Y por qué venís a por nosotras? —preguntó Vega.

—¿Ya no se puede querer pasar un rato en familia? —replicó Harry—. La próxima vez me olvidaré de vosotras, entonces.

—Harry estaba nervioso y le he traído aquí antes de que se echara a llorar en mitad del Gran Comedor —aclaró Nova.

—¡Eso no es verdad! —protestó el chico, aunque se le veía tenso—. Di que miente, Sue.

—No le falta razón —opinó la pelirroja—. Sí que parecía que fueras a llorar.

—¡Susan, traidora! —exclamó Harry, fingiéndose ofendido.

Nova chocó los cinco con Susan.

—Yo nunca me equivoco, Potty, entérate —le pinchó.

—¿No vas a dejar de molestarme ni siquiera cuando voy a enfrentarme a un dragón? —protestó su primo.

Jessica y Susan dejaron de sonreír al instante. Harry tardó un segundo en darse cuenta de su error. Nova y Vega intercambiaron una mirada.

—¿Cómo que un dragón? —preguntó Jessica, en voz muy baja.

—Eh...

—¿LA PRIMERA PRUEBA ES UN DRAGÓN? —chilló Susan, que había palidecido.

Harry carraspeó.

—Lo tengo controlado —se limitó a decir.

—¿Que lo tienes...? —empezó Jessica, sin dar crédito—. No, ni hablar. Tenemos que escribir a tío Jason, puede que él...

—Está el contrato mágico que él no me dejó cambiar para que me afectara a mí —interrumpió Vega, sonando levemente molesta.

Harry se encogió de hombros.

—No esperes hacerme sentir culpable por evitar que tengas que ir contra un dragón.

Vega gruñó por lo bajo, pero no hizo comentarios al respecto.

Tenía que confiar en que todo iría bien. Confiaba en Harry y en sus habilidades. Confiaba en Cedric y en sus habilidades. Iría bien.

Eso no significaba que no le hubiera gustado que tío Jason estuviera allí, pero el hombre les había escrito días atrás para comunicarles que el Ministerio no deseaba que hubiera espectadores que no fueran los alumnos del colegio y los profesores, además de los jueces. No podían hacer nada, por desgracia.

Harry había fingido que aquello no le había importado.

No fue un día fácil: Vega apenas sabía cómo repartir el tiempo entre Harry y Cedric y mantener sus nervios bajo control. Apenas era consciente de lo que pasaba a su alrededor y, cuando llegó la hora del almuerzo, se dio cuenta de que no recordaba absolutamente nada de lo que había hecho por la mañana.

Bien podría haber tenido clase de Pociones que haber jugado un partido de quidditch, su mente estaba totalmente en blanco. Observó con desagrado su plato de comida y lo apartó. Era incapaz de probar un solo bocado.

—Vega, intenta... —empezó Jessica.

—No me pidas que coma algo cuando tú misma no puedes comer nada, Jess —le interrumpió su amiga, tensa—. No es como si tú no estuvieras nerviosa.

Todos ellos lo estaban. Vega vio que ni Susan ni Brigid Diggory probaban bocado. Nova intentó tragar algo de pan. Cedric se limitó a beber agua a su lado, incapaz de tragar nada sólido. Vega y él mantuvieron sus manos unidas por debajo de la mesa todo el tiempo que duró la hora del almuerzo, casi en completo silencio, pero tratando de tranquilizarse el uno al otro de ese modo.

Vega creyó que vomitaría cuando llamaron a Cedric y Harry para ir a prepararse para la prueba. Abrazó a Harry con tanta fuerza como pudo, como si así pudiera evitar que se lo llevaran para allá. Trató de peinarle el pelo, simplemente por hacer tiempo, y le colocó bien las gafas, como si fuera un niño pequeño. Él no protestó.

—Todo estará bien —le prometió su primo, tratando de sonar tranquilo—. ¿Vale? Te veo cuando esto termine.

Vega asintió, conteniendo un suspiro. Dejó que Nova y Susan le desearan suerte a Harry y fue con Cedric.

Él le sujetó las manos tan pronto estuvieron uno frente al otro y trató de sonreír. El intento le salió mejor que a Harry.

—Eh, todo va bien —dijo, aunque pareciera estar convenciéndose a sí mismo—. Todo estará bien.

Vega casi rio al darse cuenta de que ambos le habían dicho lo mismo, aunque se sentía más cerca al llanto que a la risa. Abrazó a Cedric con fuerza y dejó que él le susurrara algunas palabras tranquilizadoras más.

Todo estará bien. Tenía que creérselo.

Pero cuando se vio a sí misma sentada en aquel estadio construido especialmente para el evento, con Jessica a su lado, Lee al otro y los gemelos cerca, haciendo apuestas, mientras contemplaba el enorme dragón al que uno de los campeones tendría que cambiarse, no estuvo tan segura de poder confiar en que todo iría bien.

—Vega, respira —le pidió Jessica, que apretaba con fuerza las manos alrededor de su bufanda.

—Eso, Gigi —dijo Fred, metiéndose entre Lee y ella—. Van a hacerlo bien, ya verás. Además, nos haremos ricos gracias a Harry. Podemos darte una parte de las ganancias, si quieres, aunque Nova está compitiendo con nosotros en eso de las apuestas.

Vega esbozó una sonrisa a duras penas, que se desvaneció instantáneamente, en cuanto anunciaron que Cedric sería el primero.

Fueron los minutos más largos de su vida. Vega no apartaba los ojos del chico, mientras él hacía lo posible por alcanzar el huevo dorado, lo que le daría la victoria.

Su estrategia funcionó, al principio. El dragón centró toda su atención en el perro que anteriormente había sido una piedra, pero pareció cambiar de opinión en el último momento.

Vega soltó un chillido cuando el fuego del dragón alcanzó a Cedric. Se puso de pie de un salto, temiéndose lo peor.

Pero él había conseguido el huevo de oro y salió de ello únicamente con una quemadura que, aunque no tenía demasiado buen aspecto, no era nada que la señora Pomfrey no pudiera curar.

Vega fue a la enfermería tan pronto Cedric abandonó el estadio, sin importarle quién fuera detrás: habían anunciado que Harry sería el cuarto. No le interesaban las exhibiciones de Krum o Fleur o, al menos, no le interesaban más que Cedric.

La enfermera le curó con un ungüento, mientras murmuraba sin cesar quejas sobre los dragones y la falta de seguridad en el colegio. Brigid ya estaba junto a su hermano cuando Vega llegó.

Vega abrazó a Cedric y dejó escapar un fuerte suspiro, ignorando las protestas de la enfermera. No había sentido tanto miedo en su vida y aún no había terminado. Con todo el respeto a Pomfrey, en aquel momento lo que ella tuviera que decir no le importaba en absoluto.

—Te dije que iría bien, ¿no? —rio Cedric.

Vega suspiró.

—Claro, un novio achicharrado es sinónimo de ir bien —replicó, haciéndole reír.

Vega no había esperado bromear en una situación así, pero ahí estaba.

Vega dejó algo de intimidad a los dos hermanos —principalmente, porque estaba todavía demasiado preocupada por Harry como para mantener la calma— y, desde la entrada de la tienda de enfermería, observó las exhibiciones de los dos campeones siguientes.

Fleur apareció después de Cedric. Vega la evaluó desde la distancia, sin saber exactamente qué podría hacer. Pensó que no sería excesivamente impresionante.

La subestimó.

Fleur realizó un hechizo que dejó dormido al dragón. Algo que requería una habilidad enorme. Por lo que sabía, se necesitaban varios magos para dejar inconsciente a un dragón.

La francesa sabía más de lo que Vega esperaba. Su único fallo fue que el dragón, dormido, le sopló y prendió fuego a su falda. Fleur lo apagó rápidamente, pero Vega imaginó que eso le descontaría varios puntos.

Krum utilizó la maldición de conjuntivitis sobre su dragón, que cayó y aplastó varios de los huevos entre los que se encontraba el huevo de oro. Otra penalización.

Cuando llegó el turno de Harry, Cedric la animó a salir a verlo. Vega volvía a sentir ganas de vomitar. Brigid salió de la tienda de enfermería para ver la exhibición junto a ella.

Bajo las gradas, ambas sujetándose las manos la una a la otra, observaron a Harry colocarse frente al dragón.

Vega se dijo que no lloraría ni gritaría. La impotencia la consumía. Su primo se veía tan pequeño delante de aquel dragón...

Ella sabía que podía hacerlo. Sabía que estaba a la altura. Pero eso no le impedía sentir un miedo horrible.

Apenas llegó a entender qué hizo Harry. Le vio sobre la escoba, le vio conseguir el huevo y comprendió solo por los gritos de alegría de Brigid que lo había conseguido.

El alivio la inundó hasta el punto de marearla. Cuando Harry salió del recinto, lo abrazó como si no hubiera un mañana. Cedric y él habían tenido razón, todo había ido bien.

Harry rio y le dijo algo como ¿Lo ves? Vega le revolvió el pelo y, junto a Brigid y la profesora McGonagall, acompañaron a Harry a la enfermería.

Harry terminó primero, empatado con Krum. Fleur recibió una puntuación injusta, en opinión de Vega, pero no se detuvo a pensar demasiado en ello: Harry y Cedric estaban bien, y no le hubiera importado menos si hubieran quedado primeros o últimos.

Aquella noche, volvió a dormir abrazada a Cedric, en esta ocasión, ambos eufóricos después de la fiesta que habían celebrado en la sala común de Hufflepuff.

Cedric la abrazó y besó como si no hubiera un mañana y Vega disfrutó cada segundo de ello.

La primera prueba había pasado y podría disfrutar de unos meses de relativa tranquilidad, al menos hasta la segunda.

O eso pensó ella.

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