xxi. dancing with our hands tied, pt. 1

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xxi.
bailando con nuestras manos atadas, pt. 1








—Arriba, Bella Durmiente.

Vega soltó un ruido de protesta y abrió los ojos lentamente, observando a Nova con el ceño fruncido. La chica sonreía alegremente.

—Le pregunté a Jess dónde estabas y me dijo que probablemente en el dormitorio de Diggory. Luego, se sintió culpable porque había hablado sin pensar. Pero tenía razón. ¿Cómo es que te dejan dormir aquí? O, mejor, ¿qué hacéis Diggory y tú aquí?

Vega se sonrojó por completo, despertándose del todo. Se incorporó y golpeó a Nova con la almohada.

—Dormir, solamente dormir —protestó—. ¿Por qué piensas que otra cosa?

—Tengo catorce años, está en mí ser malpensada —se burló Nova—. No te pongas así, ni que hubiera roto tus notas de los TIMOs. Eso sí hubiera sido una ofensa.

—No las rompiste, pero recuerdo que abriste el sobre antes de que yo pudiera verlas —le recriminó Vega.

—Culpable —dijo, divertida—. Quería ver si era necesario falsificar alguna nota antes de que las vieras. ¡Pero están genial! ¿Por qué solo tú heredaste la inteligencia?

—No solo la heredé yo, pero tú prefieres invertirla en bromas y otras cosas —le recordó Vega—. Los estudios no son lo tuyo.

—No me gustan.

—A nadie le gustan —respondió Vega—. Pero hay que estudiar. Así conseguí sacarme los TIMOs. Aunque fue una tortura.

Su hermana rio.

—Exagerada. Sabía que iba a irte bien.

—No estaba tan segura.

—Qué va. Yo sabía que mi hermana era la más inteligente.

Vega no se esperaba aquello.

—¡Te dije que aprobarías todo! —exclamó Nova, aplaudiendo. Vega se había quedado con la boca abierta—. Tendrías que creer un poco más en ti, Vee. ¡Vas a ser la mejor aurora del Ministerio!

—Nunca me habías dicho nada tan bonito —comentó, abrazando súbitamente a su hermana, que soltó un ruido de protesta, pero se dejó abrazar finalmente.

Ambas regresaron juntas al dormitorio de Vega, para que la mayor pudiera cambiarse de ropa. Mientras buscaba en su mesita de noche, Vega dejó caer un montón de cartas que guardaba allí y había olvidado que tenía.

—Mierda —exclamó la mayor, agachándose de inmediato para intentar recogerlos. Se habían esparcido por toda la habitación—. Nova, ¿una ayudita?

—Vale, pero no prometo cotillear —respondió la menor—. ¡Eh, esta es de Fred y George!

—¡Deja eso! —protestó Vega, quitándole la carta. Nova rio con ganas.

—No pensaba leerla, pero ya me imagino lo peor —se burló su hermana—. ¿Qué dice?

—Es la carta que nos enviaron para invitarnos a los Mundiales —aclaró Vega.

Gigi:

¡Aprobamos tres TIMOs cada uno! ¿No te parece increíble? Seguro que no esperabas que consiguiéramos tan buenas notas. Creo que deberían ponernos un Supera las expectativas solo por presentarnos al examen, pero tampoco vamos a quejarnos.

Mamá no está demasiado contenta por las notas. Además, descubrió lo de Sortilegios Weasley. Hemos tenido que ocultar y sacar a escondidas casi todas nuestras creaciones. Espero que no hayas comido un caramelo antes de leer esto, porque ahora podrías tener la lengua más larga que la cola de un dragón.

En serio, ten cuidado con la caja que te hemos enviado. Está todo en fase experimental. En fin, ¡más noticias! Supongo que tú habrás conseguido las notas suficientes para ser auror, igual que Jess para ser sanadora. Percy lo dejó caer en la cena, así que ahora mismo mamá no deja de recordárnoslo una y otra vez. ¡Cómo si eso fuera a hacer que nos avergoncemos! Cuando seamos millonarios, se arrepentirá de todo lo que nos ha dicho.

En fin, todo esto era solo para preguntarte si quieres venir a casa a dormir mañana e ir con nosotros a los Mundiales. Nova vendría también, claro. Creo que Ginny iba a escribirle, pero le hemos robado el pergamino, la tinta, la pluma y la lechuza. Ahora mismo, está gritando a George en la planta baja. Será mejor que te envíe esto antes de que consiga subir. Y, por supuesto, Jess, Harry y Susan están invitadísimos también.

Escríbenos y dinos si vienes o no, ¿vale? Podrás conocer a Bill y ver otra vez a Charlie. Percy se pasa el día hablando de los culos de los calderos, pero podría ser peor.

Te esperamos, Black.

Tu gemelo pelirrojo favorito (creo que sabes quién de los dos es)

Vega le pasó la carta a Nova, que había estado intentando leerla por encima de su hombro, una vez terminó de leerla. La menor la leyó rápidamente y soltó un grito de emoción.

—¡Qué recuerdos! —exclamó—. Y solo fue hace meses. Qué pena que no pudiéramos ir a su casa, pero estuvimos genial con Jason, Remus, Mary y Amelia, ¿no crees?

—Estuvo genial, sí —asintió Vega—. ¿Te apetece desayunar tortitas? Podemos prepararlas en las cocinas.

—Te noto rebelde, hermana —rio Nova—. Pero sí a todo.

Las hermanas salieron de la sala común de Hufflepuff juntas y se encontraron a Harry, que debía haber pasado a verlas. En cuanto le comunicaron sus intenciones, Harry aceptó, entusiasmado. Nova le echó un vistazo al periódico que Harry había traído en la mano e hizo una mueca.

—Rita Skeeter, cómo no —suspiró Nova.

—¿De quién habla ahora? —preguntó Vega, perdiendo su buen humor. No sentía el menor aprecio por la periodista desde que le dedicó a su padre un artículo especialmente horrible—. ¿Otra vez de papá?

—Al menos no es de mí, por lo que he visto —dijo Harry, encogiéndose de hombros.

—No, esta vez es de Dumbledore —respondió Nova—. Lo describe como un imbécil obsoleto.

Vega no hizo comentarios al respecto. Harry tampoco.

—¿Si me inventara una historia lo suficientemente sensacionalista y consiguiera publicarla, me pagarían? —preguntó Nova, pensativa—. Podríamos hacernos aún más ricas de lo que ya somos.

Desde que Sirius les envió una copia de la llave de su cámara de Gringotts, ambas habían tenido acceso a la bóveda de los Black-Potter, llena hasta los topes de galeones. Vega no sabía qué hacer con tanto dinero, y aunque Nova había propuesto nadar en él, la mayor solo se había llevado una pequeña cantidad, suficiente para cubrir sus gastos y devolverle algo del dinero que había empleado en ellas dos y Harry a Jason, aunque él se negó por completo a aceptarlo.

—Preferiría que fueras pobre trabajando en El Quisquilloso, a que fueras rica escribiendo para El Profeta —respondió Vega, mirando por encima el artículo de Skeeter—. Aquí solo hay tonterías escritas.

Los tres entraron en las cocinas, donde una avalancha de elfos domésticos les rodeó. Harry se paró a hablar con Dobby, un elfo doméstico al que conocía —por la cara de Harry, ni siquiera sabía que trabajaba en las cocinas de Hogwarts—, mientras Nova y Vega decidían comenzar a preparar su desayuno especial.

—¿Crees que Harry tardará mucho? —preguntó Vega, mientras un elfo le ponía una taza de café en la mano—. Oh, gracias.

Nova se encogió de hombros y empezó a buscar los ingredientes para hacer las prometidas tortitas. Vega apartó el periódico y le dio un sorbo al café.

Vega observaba con fascinación a Nova y Harry, ambos dormidos en una cuna. Todos los adultos, a excepción de Remus, que se había cuidado a cuidarlas, estaban reunidos abajo. Era como la vez que Marlene murió, unos meses atrás.

Vega comprendía mejor la vida y la muerte que la mayoría de los niños de su edad. Entendía a qué se referían los adultos cuando, con lágrimas en los ojos, le decían que alguien se había ido a un lugar mejor. Era una de las consecuencias de haber nacido en mitad de una guerra. Y sabía quién había muerto en aquel momento: Selena, su madrina.

Remus estaba sentado en el suelo, con la mirada perdida. Vega no sabía exactamente qué le pasaba, pero recordaba haberlo visto discutir con su padre antes.

—¿Estás bien? —preguntó, sentándose junto a él—. ¿Quieres chocolate? Tengo un poco, te puedo dar...

El hombre le sonrió como pudo.

—Estoy bien, Vega. Prefiero que te quedes tú con el chocolate.

—¿Seguro? —preguntó la niña—. Tiene almendras. Está bueno.

Remus negó con la cabeza y Vega cruzó los brazos.

—¿Por qué estás triste? —dijo, curiosa—. ¿Has discutido con mi papá? Puedo reñirle, si quieres. O ignorarle, eso le molesta mucho. Mamá siempre se ríe cuando lo hago.

Él rio. Vega se sentó sobre sus piernas, con expresión decidida.

—Dime que te pasa, Remus —pidió—. Puedo ayudarte. Ya soy mayor. El otro día, cogí a Nova en brazos y no se me cayó. ¿Ves que soy mayor?

La niña se sorprendió y asustó un poco cuando vio que una lágrima caía por la mejilla de Remus. Se puso de pie de un salto, preocupada.

—¿Te he hecho daño? ¿Te he pisado? —Remus negó con la cabeza—. No llores, Remus. No tengo pañuelos.

Al ver que no tenía nada con lo que secar las lágrimas de su tío, la pequeña Vega se animó a abrazarle. Ella siempre dejaba de llorar cuando su madre o su padre le abrazaban. Tal vez, a Remus le pasara lo mismo.

La puerta de la habitación se abrió y Aura entró. Parecía enfadada. Vega sabía que esa era la cara que ponía cuando discutía con su padre. Se separó de inmediato de Remus y corrió hacia su madre.

—¡Mamá, mamá! —exclamó, en tono urgente—. ¿Tienes pañuelos y chocolate?

A Aura casi se le escapó una sonrisa. Sin decir nada, pasó junto a Vega y se sentó junto a Remus. Su hija se apresuró a sentarse sobre su regazo.

Aura y Remus comenzaron a hablar de cosas que Vega no comprendía, pero por el tono de ambos, sabía que no era algo bueno. Miró a Remus, que negaba una y otra vez con la cabeza, conforme Aura iba hablando.

—Remus —habló, con su voz infantil—, no estés triste. Puedo ir a buscar un pañuelo. ¿De verdad no quieres chocolate?

Ambos adultos sonrieron al escuchar lo convencida que sonaba, como si estuviera completamente segura de que el chocolate y un pañuelo solucionarían todo.

—Está bien —terminó aceptando Remus.

Vega contuvo las lágrimas al volver al presente. Soltó un suspiro y observó a su hermana y su primo, que trabajaban en las tortitas. Los dos se giraron hacia ella.

—¿Ya has vuelto? —preguntó Nova, cogiendo el sirope y echando una buena cantidad sobre su creación—. Estoy segura de que solo lo has hecho para poder descansar un poco más mientras nosotros hacíamos el trabajo pesado.

Vega se encogió de hombros, tratando de bromear, aunque no se sentía así en absoluto.

—Os he visto a los dos —murmuró, tratando de no mirarles a los ojos—. Y a Remus. Y a mamá.

Los dos asintieron, sin pedir más detalles, lo que Vega agradeció. En las últimas semanas, había mejorado, pero en verano había experimentado retrocesos casi a diario. Según Remus, irían disminuyendo hasta desaparecer, pero no sabían cuánto tardaría aquello en pasar. A Vega le había preocupado qué haría si eso le sucedía en Hogwarts, pero al parecer, nadie veía raro que se echara una siesta en mitad de clase.

—¡LAS TORTITAS ESTÁN LISTAS! —gritó Nova, poniendo un plato lleno delante de Vega—. Come o se te enfriará.

—¿Me estás imitando? —preguntó su hermana, divertida—. Porque yo no hago eso con los ojos.

—Yo sí —comentó Harry—. Igual me imita a mí.

—Bueno, lo siento, señora ojos claros —respondió Nova, sarcástica—. Creo que no puedo hacer que mis ojos se vuelvan azules. Aunque estaría bien, ¿no crees?

—¿A quién imitas, entonces? —quiso saber Harry.

—A nadie —dijo Nova, burlona.

—Los ojos azules están sobrevalorados —opinó Vega—. Los marrones me gustan más.

—No son marrones, son avellana —protestó Nova—. Y no digo que sean feos, pero ¿a quién he salido yo para tener ojos avellana? Papá tiene los ojos grises. Mamá los tenía azules. ¿Y yo?

—Mi padre tenía los ojos avellana —recordó Harry.

—Genial, me preocupaba que hubiera salido a la parte purista de mi familia —suspiró Nova—. Al menos, tu padre era cool.

—Sí, eso me han dicho —dijo Harry, sonriendo levemente—. Oye, ¿sabéis qué vais a hacer con el Baile de Navidad?

—Bueno, es obvio que Vee irá con Cedric —dijo Nova, girándose hacia su hermana—. ¿No?

—No me lo ha preguntado directamente —respondió Vega, encogiéndose de hombros—. Pero imagino que sí. Lo de novio y novia significa eso, ¿no?

Sonó menos emocionada de lo que esperaba. Y ambos parecieron notarlo, porque le miraron extrañados. Vega hizo un gesto que significaba que no quería hablar de ello.

—Si tú vas con Diggory, ¿quedaría raro que yo llevase a su hermana? —preguntó Harry, frunciendo el ceño.

Vega y Nova se quedaron en silencio cinco segundos completos. Ambas miraron a Harry, con los ojos muy abiertos, antes de gritar a la vez:

—¿QUÉ?

El azabache se encogió de hombros, algo azorado.

—Me cae muy bien —dijo, sus ojos azules fijos en la mesa, sin mirarla a ninguna a los ojos—. Si tuviera que ir con alguna chica, me gustaría que fuera con ella. Creo que es con quien mejor me lo pasaría.

Nova adoptó una experiencia pícara.

—Bueno, está bien saberlo.

—Te juro que, si haces algo... —empezó Harry, amenazante.

—Eh, ¿por qué iba a decir yo algo? Un poco más de confianza en mí, hombre —protestó Nova.

Harry le lanzó una larga mirada, antes de asentir.

Los tres disfrutaron de sus tortitas y luego cada uno se fue por su lado: Nova se marchó a buscar a Astoria, Harry a Ron, Prim y Hermione y Vega a Jessica.

Nova le había preguntado si iría con Cedric. Vega le había dicho que igual más tarde.

Últimamente, Vega había estado actuando más distante y lo sabía. De hecho, el poco tiempo que pasaba con Cedric era cuando dormían. Se había convertido en algo que ambos compartían. A Vega le gustaba dormir con él.

Pero la noticia del Baile le había preocupado porque había producido cientos de rumores. Rumores sobre ellos dos, de nuevo.

Odiaba sentirse tan insegura junto a Cedric. Como si todo lo que dijeran fuera verdad.

Últimamente, lo que más se comentaba era que ella estaba con Cedric, el campeón de Hogwarts, para que todos olvidaran el asunto de su padre. También que buscaba aprovecharse de la fama de Cedric, o que planeaba perjudicarle para que Harry ganara.

La gente tenía demasiados prejuicios contra el apellido Black.

Vega no sabía qué hacer. Se sentía horrible. Se sentía como si de verdad estaba buscando eso, como si se estuviera aprovechando de Cedric. Incluso cuando habían comenzado a salir antes de todo aquello.

Cumplirían siete meses en Nochebuena. Vega se dio cuenta en ese momento.

Habían cumplido seis meses el día de la primera prueba.

—Mirad, es Black —escuchó decir a alguien por el pasillo. Hablaba en voz baja, pero Vega tenía el oído muy fino—. Escuché que hechizó a Diggory, ¿sabéis?

—Debe haber sido algo así. Es decir, ¿cómo iba ella a estar a la altura de Diggory? Está claro que él merece algo mejor.

Vega sintió que el sollozo se le escaparía de la garganta en cualquier momento. Se marchó a toda prisa del lugar.

Fue un día difícil. Vega no se atrevía a mirar a Cedric a la cara, mientras él le preguntaba si tenía hambre. Jessica se olía algo malo, pero Vega no quiso decirle qué era.

Especialmente porque ella ni siquiera sabía qué era.

Aquellos rumores eran falsos. Obviamente lo eran. Entonces, ¿por qué se sentía tan atacada? ¿Por qué sentía que no estaba a la altura de Cedric?

Que Fleur Delacour intentara pedirle a Cedric que fuera su cita aquella noche no ayudó.

Vega y Jess caminaban por el atestado vestíbulo cuando Vega distinguió a los dos campeones hablando unos metros por delante.

Se propuso ir hasta ellos y saludar, pero al acercarse, escuchó la conversación que ambos mantenían:

—Ya sabes, podgíamos ig al Baile juntos, como pagueja —decía Fleur—. ¿No seguía divegtido?

Vega se quedó helada. Fleur le estaba pidiendo a Cedric se su cita. Y ¿qué le impedía a él decir que no?

Solo había que mirar a Fleur para saber que era infinitas veces mejor que Vega.

—Lo siento, Fleur —escuchó decir a Cedric, que aunque la miraba cautivado, sonó firme—. Ya tengo pareja. Voy con mi novia.

Y vio a Cedric girarse, como buscando a alguien. Como buscándola a ella. Vega sintió un nudo en el estómago.

—Oh, ¿tienes novia? —se sorprendió la francesa—. No lo sabía, pegdón. Pensaba...

—Fleur, ¿te gustaría ir al Baile conmigo?

Aquella fue una gran sorpresa para todos, incluida Vega. Ron Weasley se había colocado frente a Fleur Delacour y le había invitado al Baile.

Brigid Diggory apareció a su lado poco después, le sujetó del brazo y soltó una risa.

Fleur miraba a Ron como si fuera una piedra molesta que acababa de sacar de su zapato.

—¡Qué valiente, Ron! —exclamó la hermana de Cedric—. No estaba segura de que cumplieras el reto. Muy bien, ahora te doy tus galeones. Vamos. ¡Nos vemos, Ced!

Ron prácticamente salió corriendo, arrastrando a Brigid con él. Fleur miró por dónde se iban. Cedric carraspeó.

—Bueno, Fleur, si no te importa...

Y, cuando se giró, se encontró de frente con Vega, que le miraba con los ojos muy abiertos. Le bastó con mirar su expresión, además de cómo había estado actuando durante todo el día, para saber que necesitaban hablar.

La tomó de la mano delicadamente y la llevó con él, lejos de la multitud de ojos curiosos que había en el vestíbulo. Vega tragó saliva cuando ambos entraron en un aula vacía. Se sentó en una de las mesas, sin saber qué hacer ni decir.

Cedric se sentó a su lado y le acarició la mejilla.

—Cuéntamelo —pidió.

Y Vega rompió a llorar y le abrazó.

—¿Está mal que sienta que no estoy a tu altura? —preguntó, sin saber cómo expresarlo de otro modo—. Es lo que todos creen. Cuando te he visto ahí, con Fleur, yo...

—¿Pensabas que le diría que sí? —quiso saber Cedric, tratando de no sonar ofendido.

—¿Quién no le diría que sí? —replicó Vega, negando con la cabeza—. Yo le diría que sí sin dudar. ¿Acaso le has visto? No hay ni punto de comparación entre ella y yo.

—¿Por qué tendría que compararos a ambas? —preguntó Cedric.

—Es lo que todo el mundo hace —masculló Vega.

—Hasta donde yo sepa, es conmigo con quien sales, no con todo el mundo —rio Cedric, acariciándole el pelo—. Y yo no creo que tú seas peor que ella. Al contrario, creo que no hay nadie mejor que tú. Te lo dije ya una vez, Vega, me gustas así como eres.

Cedric depositó un beso en su frente.

—No tienes que cambiar solo porque a otros no les guste cómo eres —le recordó—. Creo que lo sabes, pero no viene mal refrescar la memoria de vez en cuando.

Ella suspiró.

—Lo siento, Cedric. Soy una novia horrible.

—Nada de eso —dijo él, rodeándola con el brazo—. Todos tenemos malos momentos. No importa.

Vega se sentía azul. Totalmente azul. Pero estar con Cedric le ayudaba infinitamente. El conflicto interno parecía calmarse. La paz llegaba, aunque fuera temporal.

Azul oscuro, pero me pintaste de dorado.

—Estoy harta de que todos hablen —murmuró ella—. Siento que me volveré loca. Me hacen sentir como si lo que dijeran fuera verdad. Como si yo...

—Ambos sabemos que no es verdad, Vega —dijo él, cálidamente—. Por mucho que a ellos les guste creer que no.

La gente empezó a hablar, poniéndonos a prueba continuamente.

—No sé si podré con ello —admitió Vega.

—Tendremos que intentarlo —respondió Cedric.

Supe que no había nadie en el mundo que pudiera aguantarlo.

Vega escondió la cara en el pecho de Cedric y le rodeó con sus brazos, escuchando el latir del corazón del chico con fuerza.

—Te quiero —murmuró, en voz baja. Levantó la cabeza y le miró a los ojos, sonriendo levemente—. Te quiero, Cedric.

Él sonrió.

—Yo también a ti, Vega —susurró, rodeándola con sus brazos—. Te quiero muchísimo.

Tuve un mal presentimiento.




















basta, dancing with our hands tied les va tanto a vega y cedric *cries*

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