xvi. i miss you, mom

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xvi.
te echo de menos, mamá








El partido había finalizado con la gran victoria de Irlanda sobre Bulgaria. Tal y como Fred y George pronosticaron, Krum atrapó la snitch, pero aún así los búlgaros perdieron. Vega y Jessica observaban con los ojos muy abiertos todo el dinero que Fred y George habían conseguido.

—¡Ya podemos devolverte lo de las escarapelas, Gigi! —exclamó Fred, muy contento.

—Dejadlo para mi cumpleaños —respondió ella—. ¡Y espero que invirtais bien el dinero! No voy a inaugurar una tienda mediocre.

—No te preocupes por eso. Tenemos grandes planes —dijo George, orgulloso.

—Si vuestra madre no os lo quita —advirtió Jessica, algo preocupada—. Será mejor que lo escondáis bien.

—Confía un poco más en nosotros, Jessie. Sabemos qué hacemos.

Pronto se vieron rodeados por la multitud que abandonaba el estadio para regresar a las tiendas de campaña. El aire de la noche llevaba hasta ellos estridentes cantos mientras volvían por el camino iluminado de farolas, y los leprechauns no paraban de moverse velozmente por encima de sus cabezas, riéndose a carcajadas y agitando sus faroles.

Cuando por fin llegaron a las tiendas, nadie tenía sueño y, dada la algarabía que había en torno a ellos, el señor Weasley consintió en que tomaran todos juntos una última taza de chocolate con leche antes de acostarse. No tardaron en enzarzarse en una agradable discusión sobre el partido.

Jason se adelantó a sus tiendas con Amelia, pidiendo a los chicos a su cargo que no tardaran demasiado en regresar. Todos lo prometieron.

El señor Weasley se mostró en desacuerdo con Charlie en lo referente al comportamiento violento, y no dio por finalizado el análisis del partido hasta que Ginny se cayó dormida sobre la pequeña mesa, derramando el chocolate por el suelo y haciendo que Nova se echara a reír sin parar. Entonces los mandó a todos a dormir.

Los Black-Bones-Potter y sus dos invitadas se marcharon, tras despedirse de los demás. Regresaron a sus tiendas, más cansados de lo que admitirían. Allí, las chicas le desearon buenas noches a Harry y Jason antes de entrar en su tienda, se pusieron el pijama y cada una subió a su litera. Amelia Bones ya dormía en la suya, de modo que intentaron no hacer mucho ruido. Prim estaba tan cansada que pronto se quedó dormida. Susan fue tras ella, y Jessica cayó unos minutos más tarde. Hermione las imitó poco después, pero Nova no parecía tener ganas de dormir.

—Eh, Vee —llamó—. ¿Crees que a papá le hubiera gustado venir?

La mayor contuvo un bosteza y se incorporó un poco.

—Seguramente, sí —admitió—. Pero, cuando le veamos, podremos contarle todo lo que ha pasado. Será como si hubiera estado aquí.

—Lo sé, pero me hubiera gustado que viniera con nosotras —susurró ella—. Ya sabes, como una familia.

Había tanto anhelo en su voz que Vega sintió que el corazón se le estrujaba.

—Algún día, haremos cosas así, Nova —prometió—. Ya verás.

Nova asintió y pronto se quedó dormida. Vega, sin embargo, había perdido el sueño por completo. A veces, olvidaba que Nova era más pequeña que ella y que fantaseaba con una vida algo más normal. Vega había hecho lo mismo unos años atrás, pero siempre apartaba esos pensamientos para cuidar de su hermana.

Vega sabía que, por mucho que fingiera molestia cuando sufría una de esas regresiones, le gustaba tenerlas. Veía a su madre y le servía para saber cómo era ella, más allá de lo que otros le contaban de Aura. Pero Nova no tenía apenas recuerdos de su madre, y de su padre solo los pocos de cuando le conocieron en la Casa de los Gritos.

Deseó que Pettigrew nunca hubiera escapado. Hubieran podido ser una familia, como Nova deseaba. Y como Vega también deseaba. Tenían a Jason, pero él no era su padre real, a fin de cuentas, por mucho que fuera el primero que hubieran conocido. Vega, Nova, Harry y también Jason lo sabían.

En eso pensaba Vega cuando se quedó finalmente dormida, pero pronto se vio zarandeada por alguien. Se incorporó tan aprisa que chocó contra la litera de arriba. Soltó un quejido y se tocó la frente. Probablemente, al día siguiente tendría un buen chichón.

—¡Levantaos! —gritaba la voz de Jason. Nova era quien había zarandeado a Vega—. ¡Es urgente! ¡Poneos las chaquetas y salid!

—¿Qué está pasando? —preguntó Vega, saltando de la cama y cogiendo su chaqueta. Intuyó que algo malo ocurría, porque los ruidos del campamento parecían distintos. Los cánticos habían cesado. Se oían gritos, y gente que corría—. ¡Vamos, Nova!

Vega y Nova fueron las primeras en salir y casi se quedaron petrificadas al ver qué sucedía fuera. A través del campo marchaba una multitud de magos, que iban muy apretados y se movían todos juntos apuntando hacia arriba con las varitas. Parecía que no tuvieran rostro, pero luego Vega comprendió que iban tapados con capuchas y máscaras. Por encima de ellos, en lo alto, flotando en medio del aire, había cuatro figuras que se debatían y contorsionaban adoptando formas grotescas. Era como si los magos enmascarados que iban por el campo fueran titiriteros y los que flotaban en el aire fueran sus marionetas, manejadas mediante hilos invisibles que surgían de las varitas. Dos de las figuras eran muy pequeñas.

Al grupo se iban juntando otros magos, que reían y apuntaban también con sus varitas a las figuras del aire. La marcha de la multitud arrollaba las tiendas de campaña. Varias se prendieron. El griterío iba en aumento. Las personas que flotaban en el aire resultaron repentinamente iluminadas al pasar por encima de una tienda de campaña que estaba en llamas, y Vega reconoció a una de ellas: era el señor Roberts, el gerente del cámping. Los otros tres bien podían ser su mujer y sus hijos. Con la varita, uno de los de la multitud hizo girar a la señora Roberts hasta que quedó cabeza abajo.

—¡Mira a los niños! —exclamó Nova, que parecía sentir ganas de vomitar. El más pequeño de los niños muggles había empezado a dar vueltas como una peonza, a veinte metros de altura, con la cabeza caída y balanceándose de lado a lado como si estuviera muerto—. Por Merlín, esto es...

—Asqueroso —completó Vega, mirando horrorizada la escena.

Trataron de apartar los ojos del horrible espectáculo y fueron junto a los demás. Jason y Amelia estaban completamente vestidos y sostenían sus varitas con firmeza.

—De acuerdo. Vamos a ayudar al Ministerio —gritó Jason por encima de todo aquel ruido, arremangándose—. Vosotros id al bosque, y no os separéis. ¡Cuando hayamos solucionado esto iré a buscaros!

Ambos se precipitaron al encuentro de la multitud. Desde todos los puntos, los magos del Ministerio se dirigían a la fuente del problema. La multitud que había bajo la familia Roberts se acercaba cada vez más.

—¡Busquemos a los Weasley! —gritó Harry, que sujetaba la mano de Susan—. ¡Acabo de ver a Bill, Charlie y Percy yendo con los del Ministerio!

No tuvieron que buscar mucho. Tras unos cuantos empujones, llegaron a las tiendas de la familia y comprendieron que les habían estado esperando allí, al borde del bosque, para asegurarse de que estaban bien. En cuanto los vieron, los gemelos asintieron en dirección a Vega y Jessica.

—Vamos —dijo Fred, cogiendo a Ginny de la mano y tirando de ella hacia el bosque.

Vega también cogió a Nova del brazo, se aseguró de que Harry estaba detrás y echó a correr tras ellos. Los demás los siguieron. Al llegar a los primeros árboles volvieron la vista atrás. La multitud seguía creciendo. Distinguieron a los magos del Ministerio, que intentaban introducirse por entre el numeroso grupo para llegar hasta los encapuchados que iban en el centro: les estaba costando trabajo. Debían de tener miedo de lanzar algún embrujo que tuviera como consecuencia la caída al suelo de la familia Roberts.

Las farolas de colores que habían iluminado el camino al estadio estaban apagadas. Oscuras siluetas daban tumbos entre los árboles, y se oía el llanto de niños; a su alrededor, en el frío aire de la noche, resonaban gritos de ansiedad y voces aterrorizadas. Vega avanzaba con dificultad, empujada de un lado y de otro por personas cuyos rostros no podía distinguir.

—¿Dónde estamos yendo? —preguntó Vega, colocándose junto a Fred—. ¿Y... dónde están Harry, Ron y Hermione?

—¿Y Prim? —añadió Nova.

—¿No es esa de...? Oh, no, no lo es. Maldita sea. ¿Dónde se habrán metido?

Vega se detuvo, al igual que Nova, Fred, Ginny, George, Susan y Jessica. No había ni rastro de aquellos cuatro. Fred miró a su alrededor, preocupado. Ahora que sus hermanos no estaban, él parecía haber asumido el papel de hermano mayor.

—Se habrán separado —dijo, con voz tensa—. Los encontraremos, pero no podemos quedarnos aquí...

—¿Qué son esas personas encapuchadas? —chilló Nova, que se había arañado la cara con una rama mientras corrían.

—¿No te has dado cuenta? Eran mortífagos —murmuró Jessica, a quien le temblaba el labio—. Seguidores de Quien-tú-sabes.

Vega estaba escondida tras una caja, en un callejón apestoso, observando aterrorizada a James y Ariadne peleando contra una pareja de mortífagos. A uno de ellos se le había caído la máscara y mostraba el rostro de una mujer, que sonreía burlona.

—¿Qué hacemos con Vega? —preguntó James, bloqueando un hechizo que iba directo hacia Ariadne—. ¡Tenemos que sacarla de aquí, Ari!

—¡Me temo que eso no será posible, Potter! —dijo la mortífaga, burlona—. ¡Dudo que ninguno vaya a salir de aquí con vida!

—Tan confiada como siempre, Maya —gruñó Ariadne—. ¿Cuánto apostamos a que te equivocas?

—¿Cuánto a que no, Weasley? —se burló ella, lanzando un hechizo que Ariadne solo pudo esquivar tirándose al suelo.

James atacó a los dos mortífagos, consiguiendo suficiente tiempo para que la pelirroja se levantara de nuevo. Vega gritó cuando un tercer hombre apareció entre los dos mortífagos. Sus ojos rojos, con pupilas similares a las de una serpiente, se dirigieron de inmediato a la pequeña. Una sonrisa apareció en su rostro.

—Vega —gruñó James, que se había tensado—. No salgas de ahí. Quédate quieta, ¿de acuerdo?

La niña asintió, sin atreverse a hablar. Ariadne miró a James, mordiéndose el labio.

—James y Ariadne Potter —canturreó el recién llegado—. Me sorprende encontraros aquí.

—Sí, Carrow no nos informó de la llegada —dijo Ariadne, aparentemente tranquila—. No esperábamos a nadie más.

Maya soltó una risita despectiva.

—Sabéis que siempre les doy a los magos y brujas la opción de unirse a mí —continuó el hombre—. Ambos sois de sangre limpia y sabéis luchar. Me daría verdadera lástima tener que mataros, cuando ambos podéis uniros a mis filas.

—Claro, me encantaría ser un asqueroso mortífago y reírme mientras matas a mi hermana y a mi sobrina —respondió James, sarcástico—. Casi que pasamos, ¿no, Ari?

—Creo que no has entendido la indirecta de las otras dos veces —dijo ella, mirando al hombre—, así que lo dejaré claro: no.

—Respuesta incorrecta —respondió este—. Sabéis bien que nadie le dice que no a lord Voldemort y sale de eso con vida.

—Me temo que nosotros lo hemos hecho y no una, sino dos veces —se burló James—. ¿Vamos a por la tercera, Ari?

—Por supuesto.

Dieron inicio a un combate tan rápido que apenas se distinguía quién lanzaba cada hechizo. Vega se quedó escondida, temblando y solo deseando regresar con sus padres lo antes posible. En medio de la pelea, Ariadne le gritó a James:

—¡Cuando yo te avise, coge a la niña e id a casa de Aura y Sirius!

—¿Estás segura? —preguntó él, bloqueando otro rayo.

—¡Si seguimos así, moriremos los tres! ¡Confía en mí! —Ariadne lanzó un potente chorro de llamas contra los kortífagos y Voldemort—. ¡Ahora!

James corrió hacia Vega, la cogió en brazos y ambos se desaparecieron. Cuando la niña abrió los ojos, vio que estaba en el salón de su casa. Se echó a llorar y abrazó con fuerza a su tío, que se dejó caer en el sofá. Ariadne apareció dos segundos después, con un gran corte sangrante en la mejilla, pero ilesa si se ignoraba ese detalle.

Vega corrió hacia su madre cuando ella, alertada por el ruido, entró en el salón con la varita en alto. Aura la cogió en brazos y miró a su hermano y su cuñada, preocupada.

—¿Qué os ha pasado? —preguntó, dejando a Vega de nuevo en el suelo y yendo a examinar la mejilla de Ariadne—. ¿Mortífagos?

—Voldemort —corrigió James—. Voy a hablar con Sirius.

James y Ariadne se pusieron de pie al instante y salieron de la sala. Vega se echó a llorar de nuevo y Aura la cogió en brazos.

—Tengo miedo, mamá —sollozó la niña.

Con una sonrisa triste, su madre le besó la frente.

Aquella salida recreativa había ido peor de lo que esperaba. James y Ariadne se habían ofrecido a llevar a Vega a dar un pequeño paseo por un pueblo muggle. La niña quería salir después de meses allí. Pensaron que iría bien.

Se habían equivocado, desde luego. Aura le acarició el pelo a su hija.

—Yo también, Vega. Pero no dejaré que te pase nada, ¿vale? Venga, vamos a hacer un chocolate caliente.

Vega soltó un sollozo al regresar al bosque, en mitad de un ataque de mortífagos, y en brazos de alguien. Fred casi la dejó caer cuando comenzó a agitarse.

—¡Eh, puedes simplemente pedirme que te baje! —protestó, dejándola en el suelo.

—¿Por qué me llevabas en brazos? —preguntó ella, mirando a su alrededor.

—¡Era lo único que podíamos hacer para no dejarte tirada y que los mortífagos te mataran! —explicó Nova—. ¿Por qué no eliges un momento mejor para alucinar? —Se calló al notar que Vega estaba llorando—. Por Merlín, ¿qué has visto?

La mayor se secó las lágrimas con el dorso de la mano, consciente de que todos la miraban.

—No importa. ¿Qué me he perdido?

—Ya han parado —respondió Jessica, con voz temblorosa—. El problema es que ha aparecido eso en el cielo.

Señaló hacia arriba y Vega comprendió entonces por qué había un resplandor verdoso iluminándoles. La Marca Tenebrosa brillaba en el cielo.

—Oh, por Merlín... —murmuró—. ¿Ha muerto alguien?

—No lo sabemos —dijo George, nervioso—. Todo el Ministerio ha ido hacia allí.

—Creíamos que era mejor marcharnos —añadió Fred, aunque parecía estar deseando ir a investigar—. Íbamos de vuelta a las tiendas.

Vega asintió y se puso la primera de la comitiva, para que los demás solo le vieran la espalda. Estaba asustada, tanto como lo había estado después de vivir el ataque de mortífagos de pequeña. Quería que su madre la abrazara y le dijera que no dejaría que nada le pasara.

—¿Qué has visto, Vega? —susurró Nova, apareciendo a su lado—. ¿A mamá?

—Y a los padres de Harry.

—¿Era un mal recuerdo?

Vega asintió lentamente.

—Pero también bonito —murmuró—. Porque estaba mamá.

El cámping estaba tranquilo, aunque algunas tiendas aún humeaban. Al llegar a las tiendas de los Weasley, entraron en la mayor, donde estaban los tres hermanos Weasley mayores. Bill estaba sentado a la pequeña mesa de la cocina, aplicándose una sábana al brazo, que sangraba profusamente. Charlie tenía un desgarrón muy grande en la camisa, y Percy hacía ostentación de su nariz ensangrentada.

—¡Estáis bien! —exclamó Charlie, poniéndose de pie de un salto—. Pero... ¿y Ron, Harry, Hermione y Prim?

—Les perdimos —murmuró Ginny, dejándose caer junto a Bill. Estaba bastante pálida—. No sabemos dónde están.

Vega salió de la tienda sin decir palabra. Caminó entre los destrozos, esquivando los restos humeantes de algunas tiendas destruidas y tratando de mantenerse alejada de la gente histérica. A lo lejos, distinguió una silueta familiar.

—¡Cedric! —gritó, echando a correr hacia él—. ¿Estás bien?

Los dos se abrazaron y Vega comprobó con alivio que Cedric estaba ileso, aunque preocupado.

—Estoy perfectamente, ¿y tú? —preguntó, mirándola fijamente—. ¿Has llorado?

—Solo... me acordé de una cosa —dijo ella, evasiva—. ¿Y Brigid?

El rostro de Cedric se ensombreció.

—La perdí en el bosque.

—Estará bien —se apresuró a decir Vega, al notar su nerviosismo—. Tengo que llevar a Nova y Susan a nuestras tiendas, pero luego puedo ir contigo a buscarla, ¿vale? También tengo que ir a por Harry y los demás. No sé dónde se han metido.

Cedric asintió.

Sin dejar de pensar en lo que había visto en sus recuerdos, Vega se encaminó de regreso a las tiendas de los Bones, junto a Cedric, Jessica Nova y Susan. Se despidieron de los Weasley sin demasiado ánimo. Los gemelos abrazaron a Vega y Jessica, algo que no sucedía con demasiada frecuencia. Aquello parecía haberlos dejado a todos bastante mal.

Susan y Nova caminaban muy juntas, Jessica parecía sentirse desorientada. Vega sostenía la mano de Cedric, perdida en sus recuerdos.

Tan pronto como llegaron a la tienda de los Bones, descubrieron a tío Jason allí, con Harry, Hermione, Prim y...

—¡Brigid! —llamó Cedric, yendo rápidamente hacia su hermana—. ¿Estás bien?

No lo parecía, pero asintió rápidamente. Vega se preguntó qué había pasado. Fue a abrazar a Harry, que se dejó al instante. La visión de la Marca Tenebrosa parecía haberle afectado a él también.

—Vega —susurró el chico—, dile a Cedric que ambos se queden a dormir. Tía Amelia me ha dicho que no es bueno estar solo. Ella puede ir a vuestra tienda y él con tío Jason y conmigo, solo no dejes que ella... ellos estén solos. Por favor.

Vega asintió, notando la urgencia en su voz. Se giró hacia Cedric y le propuso aquello. Tras dudar un poco, él asintió cuando Brigid le dijo que le parecía buena idea.

Nadie se deseó las buenas noches. Se despidieron entre susurros y las chicas entraron a su tienda. Vega le ofreció a Brigid compartir litera y la chica asintió, sin decir palabra. Ni siquiera Nova, Prim y Susan pudieron animarla un poco.

Finalmente, todas subieron a sus literas. Vega se tapó con la sábana, a pesar de no tener frío, y antes de darse cuenta, las lágrimas escaparon de sus ojos.

—Te echo de menos, mamá —susurró, en voz tan baja que nadie más que ella la escuchó.

Necesitaba a su madre más que nunca antes. Era como si acabara de perderla, como si volviera a ser aquella niña de tres años que acababa de perderlo todo.

Pero no había nada que pudiera devolverle a Aura.





























Jason los despertó cuando llevaban sólo unas pocas horas durmiendo. Usó la magia para desmontar las tiendas, y dejaron el cámping tan rápidamente como pudieron. Cedric y Brigid tuvieron que regresar con su padre.

Los Weasley se unieron a ellos. Al pasar por al lado del señor Roberts, que estaba a la puerta de su casita, vieron que tenía un aspecto extraño, como de aturdimiento. El muggle los despidió con un vago «Feliz Navidad».

—Se recuperará —aseguró el señor Weasley en voz baja, de camino hacia el páramo—. A veces, cuando se modifica la memoria de alguien, al principio se siente desorientado... y es mucho lo que han tenido que hacerle olvidar.

Vega le dirigió una mirada, de amnésica a amnésico. Sabía bastante bien lo desagradable que era que jugaran con la memoria de uno.

Al acercarse al punto donde se hallaban los trasladores oyeron voces insistentes. Cuando llegaron vieron a Basil, el que estaba a cargo de los trasladores, rodeado de magos y brujas que exigían abandonar el cámping lo antes posible. El señor Weasley discutió también brevemente con Basil, y terminaron poniéndose en la cola. Antes de que saliera el sol cogieron un neumático viejo que los llevó a la colina de Stoatshead. Con la luz del alba, regresaron por Ottery St. Catchpole hacia La Madriguera, hablando muy poco porque estaban cansados y no pensaban más que en el desayuno. Cuando doblaron el recodo del camino y La Madriguera apareció a la vista, les llegó por el húmedo camino el eco de una persona que gritaba:

—¡Gracias a Dios, gracias a Dios!

La señora Weasley, que evidentemente los había estado aguardando en el jardín delantero, corrió hacia ellos, todavía calzada con las zapatillas que se ponía para salir de la cama, la cara pálida y tensa y un ejemplar estrujado de El Profeta en la mano.

—¡Arthur, qué preocupada me habéis tenido, qué preocupada!

Le echó a su marido los brazos al cuello, y El Profeta se le cayó de la mano. Al mirarlo en el suelo, Vega distinguió el titular Escenas de terror en los Mundiales de quidditch, acompañado de una centelleante fotografía en blanco y negro que mostraba la Marca Tenebrosa sobre las copas de los árboles.

—Estáis todos bien —murmuraba la señora Weasley como ida, soltando al señor Weasley y mirándolos con los ojos enrojecidos—. Estáis vivos, niños...

Y, para sorpresa de todo el mundo, cogió a Fred y George y los abrazó con tanta fuerza que sus cabezas chocaron.

—¡Ay!, mamá... nos estás ahogando...

—¡Pensar que os reñí antes de que os fuerais! —dijo la señora Weasley, comenzando a sollozar—. ¡No he pensado en otra cosa! Que si os atrapaba Quien-Vosotros-Sabéis, lo último que yo os había dicho era que no habíais tenido bastantes TIMOS. Ay, Fred... George...

—Vamos, Molly, ya ves que estamos todos bien —le dijo el señor Weasley en tono tranquilizador, arrancándola de los gemelos y llevándola hacia la casa—. Bill —añadió en voz baja—, recoge el periódico. Quiero ver lo que dice.

Una vez que hubieron entrado todos, algo apretados, en la pequeña cocina y que Hermione hubo preparado una taza de té muy fuerte para la señora Weasley, en el que su marido insistió en echar unas gotas de whisky envejecido de Ogden, Bill le entregó el periódico a su padre. Este echó un vistazo a la primera página mientras Percy atisbaba por encima de su hombro.

—Me lo imaginaba —dijo resoplando el señor Weasley—. Errores garrafales del Ministerio... los culpables en libertad... falta de seguridad... magos tenebrosos yendo por ahí libremente... desgracia nacional... ¿Quién ha escrito esto? Ah, claro... Rita Skeeter.

Nova fingió arcadas al escuchar ese nombre.

—¡Esa mujer la tiene tomada con el Ministerio de Magia! —exclamó Percy furioso—. La semana pasada dijo que perdíamos el tiempo con nimiedades referentes al grosor de los calderos en vez de acabar con los vampiros. Como si no estuviera expresamente establecido en el parágrafo duodécimo de las Orientaciones para el trato de los seres no mágicos parcialmente humanos...

—Haznos un favor, Percy —le pidió Bill, bostezando—, cállate.

—O te callaré yo —añadió Nova. Bill y ella chocaron los puños—. Eh, Gin, ¿por qué no me dijiste lo guay que era tu hermano?

Ginny parecía aún demasiado dormida para responder.

—Me mencionan —dijo el señor Weasley, abriendo los ojos tras las gafas al llegar al final del artículo de El Profeta—. Y a ti también, Bones.

—¿Dónde? —balbuceó la señora Weasley, atragantándose con el té con whisky—. ¡Si lo hubiera visto, habría sabido que estabas vivo!

—Me pregunto qué insulto habrá usado Skeeter en nosotros —dijo Jason, poco interesado.

Estaba más ocupado con su hija y su sobrina. Ambas guardaban silencio, pero parecían preocupadas. Jason las rodeaba a cada una con un brazo.

Vega, sabiendo la historia que los Bones tenían con los mortífagos, no dijo palabra.

—No dicen mi nombre —aclaró el señor Weasley—. Escucha: Si los magos y brujas aterrorizados que aguardaban ansiosamente noticias del bosque esperaban algún aliento proveniente del Ministerio de Magia, quedaron tristemente decepcionados. Dos oficiales del Ministerio salieron del bosque poco tiempo después de la aparición de la Marca Tenebrosa diciendo que nadie había resultado herido, pero negándose a dar más información. Está por ver si su declaración bastará para sofocar los rumores que hablan de varios cadáveres retirados del bosque una hora más tarde. Vaya, francamente... —dijo el señor Weasley exasperado, pasándole el periódico a Percy—. No hubo ningún herido, ¿qué se supone que tendría que haber dicho? Rumores que hablan de varios cadáveres retirados del bosque... Desde luego, habrá rumores después de publicado esto.

Exhaló un profundo suspiro.

—Me temo que tendremos que ir a trabajar hoy, Weasley —comentó Jason, con aspecto descontento.

El señor Weasley asintió.

—Molly, voy a tener que ir a la oficina. Habrá que hacer algo.

—Iré contigo, papá —anunció gravemente Percy—. El señor Crouch necesitará todas las manos disponibles. Y podré entregarle en persona mi informe sobre los calderos.

Salió aprisa de la cocina. La señora Weasley parecía disgustada.

—¡Arthur, te recuerdo que estás de vacaciones! Esto no tiene nada que ver con la oficina. ¿No se las pueden apañar sin ti?

—Tengo que ir, Molly —insistió el señor Weasley—. Por culpa mía están peor las cosas. Me pongo la túnica y me voy...

—Molly —dijo de pronto Harry—, ¿no ha llegado Hedwig trayéndome una carta?

—¿Hedwig, cariño? —contestó la señora Weasley como distraída—. No... no, no ha habido correo.

—¿Crees que habrá ido a casa? —preguntó Harry, girándose hacia el hombre—. Era una carta importante.

—Puede ser... Me pasaré antes de ir al Ministerio, tengo que cambiarme —respondió Jason, bostezando—. Remus, Mary y Reg estarán allí. La habrán recibido alguno de ellos. Vendrán a recogeros luego, a no ser que prefiráis venir ya conmigo.

Eligieron quedarse. Jason se marchó minutos después, desapareciéndose en el jardín. Harry suspiró.

—¿Te parece bien que deje mientras mis cosas en tu habitación, Ron?

—Sí, claro... Subo contigo —respondió Ron de inmediato—. Hermione, Prim...

—Vamos con vosotros —se apresuró a contestar Hermione, mirando a su amiga, y los cuatro salieron de la cocina y subieron la escalera.

—Esos traman algo —comentó Nova, bostezando—. Eh, Jess...

La rubia había cogido la botella de whisky envejecido de Ogden y había salido dando zancadas al jardín. Vega soltó un suspiro, preocupada.

—Imaginaba que lo de ver a los mortífagos no le sentaría bien —dijo—. Iré a hablar con ella...

—Ya voy yo —intervino Susan, poniéndose de pie y siguiendo a su prima. Vega asintió.

Nova se restregó los ojos.

—¿Por qué no hacemos algo? —propuso—. No quiero dormir.

—¿Jugamos al quidditch? —sugirió Fred—. Si Ron, Prim, Harry y Susan juegan, podemos ser seis contra seis. Jess puede comentar, si quiere.

—De acuerdo —aceptó Vega, sorprendido a todos. No era demasiado buena sobre la escoba—. Vamos.

Necesitaba dejar de pensar en su madre.

Remus fue a recogerlos por la tarde. Una vez en casa de su padrino, a pesar de que Jason aún no había llegado, Vega les contó a todos, incluida Mary lo que había recordado en el bosque. Hermione y Prim se marcharon con una excusa a su dormitorio, sin querer meterse en el momento familiar. Remus no contó nada al respecto, igual que siempre, mientras que Nova comenzó a insultar a los mortífagos.

Los dos adultos intercambiaron una mirada.

—¿Quiénes dices que eran?

—Uno tenía la cara tapada y no dijo nada —respondió Vega—. La otra... Ariadne la llamó Maya.

—Maya Carrow —gruñó Remus—. Cómo no.

—¿Tiene algo que ver con los Carrow? —preguntó Nova, frunciendo el ceño—. Porque ya hay dos motivos para que la odie.

—Es su madre —dijo Remus—. Casualmente, la encontré ayer en el Callejón Diagon, cuando fui a comprar vuestras cosas.

—¿Lo has comprado ya? —Vega se puso de pie—. ¿También el vestido?

—¿Tú tienes un vestido? —exclamó Nova, indignada—. ¡En mi lista no aparecía nada de eso!

—Yo sí tengo —comentó Jessica, pensativa. Estaba algo mejor que antes, pero Vega sabía que no quería hablar del tema—. Sue, ¿tú también lo tienes?

—Sí, y Harry tiene una túnica de gala —añadió la pelirroja.

—¿Habéis comprado los vestidos y la túnica? —se interesó Harry.

—No, es lo único que no —respondió Mary—. Creímos que era mejor que lo eligierais vosotros. Y, Nova, sí tienes un vestido. Está al final de la lista.

—¿En serio?

Nova salió a buscar las cartas de Hogwarts y regresó poco después con ellas en las manos. Los sobres ya estaban abiertos, pero las listas seguían dentro.

También las notas de los TIMOs de Vega y Jessica. Había sido una agradable sorpresa para ambas cuando llegaron. Vega tomó el pergamino y echó un vistazo de nuevo a sus notas.

TÍTULO INDISPENSABLE DE MAGIA ORDINARIA

APROBADOS: Extraordinario (E)
Supera las expectativas (S)
Aceptable (A)

SUSPENSOS: Insatisfactorio (I)
Desastroso (D)
Trol (T)

RESULTADOS DE VEGA ADHARA BLACK

Astronomía E
Aritmancia A
Encantamientos E
Estudios Muggles S
Defensa Contra las Artes Oscuras E
Runas Antiguas A
Herbología E
Historia de la Magia S
Pociones E
Transformaciones S

Vega aún seguía sin creerse que tuviera un Extraordinario en Pociones y, por lo tanto, fuera a poder convertirse en auror. Le parecía un sueño.

Notó que Jessica también observaba sus notas, sonriendo para sí. Su amiga también había conseguido las notas requeridas para estudiar el nivel ÉXTASIS de todas las asignaturas requeridas para ser sanadora.

Le dio un suave codazo y Jessica la miró, sonriendo levemente. Mientras tanto, Nova por fin había encontrado su lista y el vestido de gala en ella.

—¡Ah, genial! ¿Vamos a comprarlo ahora? —preguntó, emocionada.

—Me parece bien —añadió rápidamente Harry.

Vega sonrió levemente. Ellos solo quería olvidar lo que ella había contado sobre sus padres.

—Mejor dormid un poco antes —dijo Vega, tapándose la boca para evitar bostezar—. Iremos mañana.

Jess se sentó junto a ella y Vega le pasó el brazo por encima de los hombros.

—¿Cómo lo llevas? —preguntó, en voz baja.

—Fatal —se limitó a decir Jess—. ¿Tú?

Vega suspiró. Su mente viajó, de nuevo, hasta Aura.

—También fatal.




















maratón 6/7

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