xxviii. dear cedric

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xxviii.
querido cedric








Desde el primer momento en que Vega escuchó que la tercera prueba era un laberinto lleno de trampas mortales, los nervios comenzaron a aparecer.

Cedric y ella estaban en el dormitorio de éste, descansando después de una tarde intensa. Él la abrazaba y le acariciaba distraídamente el pelo. Vega trataba de hacerle cosquillas, pero él sabía contener bien la risa.

Cuando su expresión se volvió seria de pronto, Vega esperó malas noticias. Después de escuchar la breve explicación de Cedric sobre el laberinto, Vega casi bajó de un salto de la cama para ir a buscar a algún profesor y exigirle que cambiara aquello de inmediato.

Cedric trató de calmarla.

—Nos han explicado que nos sacarán de allí sin problema si algo nos pudiera llegar a suceder, Vega —le dijo, tomándole de la mano—. Estaremos a salvo.

Vega hizo una mueca.

—No suena en absoluto seguro.

—Tendrán cuidado —prometió Cedric—. Y tenemos un mes aún para prepararnos.

Vega hizo una mueca.

—Un mes suena a poco —murmuró.

—Estaremos bien —le dijo Cedric, tomando su rostro entre las manos para hacerla mirarle a los ojos. Vega se quedó algo sorprendida ante aquello, pero no desvió la vista—. Harry y yo. Ya lo verás.

Vega asintió lentamente, sintiendo su corazón latir con fuerza por algún motivo.

—Está bien.

Pero no lo estaba. Vega parpadeó furiosamente al notar como —¡horror!— sus ojos se llenaban de lágrimas.

—Vega —dijo Cedric, con preocupación. Le secó con cuidado la primera lágrima que se le había escapado—. ¿Qué...?

—¡Estoy muy bien, gracias por preguntar! —casi gritó Vega, sintiendo un nudo apretándose en su pecho—. ¡Solo lloro por la alergia!

Cedric la envolvió en sus brazos y Vega trató de respirar con normalidad, mientras las lágrimas seguían saliendo.

Cedric le susurraba que para que tratara de respirar al mismo ritmo que él y Vega trataba de seguirle. El estrés que sentía era demasiado. El miedo que sentía por su primo y su novio. La preocupación por su padre. El sentimiento persistente de que algo iba mal. Vega solo quería que el Torneo llegara a su fin y dejara de sentir aquella angustia de una vez por todas.

—No quiero que ninguno de vosotros salgáis heridos —susurró, con la respiración algo más pausada—. Este Torneo me ha dado mala espina desde el principio, y ahora...

—Ahora, por fin va a terminar —completó Cedric, tratando de sonreírle—. Un mes y todo acabó. Céntrate en eso, Vee. Dentro de un mes, todo habrá pasado.

Un mes. Sonaba demasiado tiempo.

—Eso son al menos ocho clases de Alquimia y otras tantas de Pociones. No pasará rápido —masculló Vega.

Cedric se echó a reír.

—Podremos con ello. Puede que Dolohova se relaje con el verano tan cerca. Por desgracia, eso no sirve con Snape.

—Ya, lo sé —suspiró Vega—. Vaya amargado.

Pero ya sonreía. Cedric le secó con el pulgar el rastro de las lágrimas sobre las mejillas y ella casi rio por aquello.

—Gracias —susurró.

—No hay de qué.

—¿Me lees un cuento ahora, mami? —preguntó Vega, suplicante.

Aura suspiró, cansada.

—Vale, estrellita, pero primero vamos a llevar a tu hermana a dormir.

Vega asintió. Ambas subieron juntas la escalera, con Vega sujetando firmemente la mano de su madre, y caminaron por el pasillo hasta la habitación de Nova.

Vega abrió la puerta y Aura entró y encendió la luz. Llevó a su hija menor hasta la cuna. Nova solo se agitó un poco cuando la depositó en ella, pero estaba dormida casi por completo. Sujetó con fuerza uno de sus peluches y dio media vuelta. Aura sonrió.

—Tengo que ponerle el pijama —le dijo a Vega en un susurro—. Cuando termine, te leeré el cuento, ¿vale?

La niña sonrió, emocionada.

El sonido que hacía alguien al aparecerse resonó en la casa. Vega esperó a que su padre gritara, como siempre.

No lo hizo.

Tras unos segundos, Aura, acando la varita, cerró la puerta rápida y silenciosamente, y la bloqueó con todo el mobiliario de la habitación, excepto la cuna.

—Vega, ponte detrás de mí —ordenó, en voz baja y furiosa.

—¿Mamá? —preguntó la niña, asustada.

—Hazlo, Vega.

Ella obedeció y se colocó tras su madre, con la espalda apoyada en los barrotes de la cuna de su hermana. Aura tragó saliva.

—No va a pasar nada, ¿entendido? —murmuró—. No voy a dejar que os pase nada.

—¿Quién es, mamá? —dijo Vega.

Su madre no respondió a la pregunta.

—Solo... cuidaos mucho, si pasara algo, por favor —murmuró—. Cuida a Altair, Vega, por favor. Y recuerda que te quiero, ¿vale? Os quiero a las dos.

Con los ojos muy abiertos, Vega asintió. Su madre se arrodilló y le besó en la frente. La niña temblaba. Abrazó con toda su fuerza a Aura, que soltó un suspiro.

¡Expecto patronum! —murmuró Aura. La yegua plateada salió de su varita y saltó hacia la ventana, desapareciendo pronto entre la noche. Vega la vio marchar con los ojos llenos de lágrimas.

Una carcajada aguda y cruel sonó al otro lado de la puerta. La muralla que Aura había levantado ardió en pocos segundos hasta convertirse en cenizas. Vega gritó, despertando a Nova, que se echó a llorar. Una silueta apareció en el umbral.

Aura apretó su varita con tanta fuerza que los nudillos se le pusieron blancos.

—Aura Potter. —Voldemort la observaba con diversión—. Ha pasado un tiempo.

—Un buen tiempo —replicó Aura, echando a Vega más hacia atrás.

—Indudablemente. Esas niñas lo demuestran.

Aura lanzó un hechizo cuando la varita de el mago apuntó a Nova. El mago lo detuvo, pero también apartó su atención de la niña.

—¿Para qué has venido? —preguntó Aura—. ¿Para matarnos?

—Mi oferta sigue en pie, Aura. Pero es la última vez que te doy la oportunidad.

Aura apretó la mandíbula, sin decir nada.

—Si te unieras a nosotros, tanto tú como esas niñas estaríais a salvo —continuó el hombre—. ¿O acaso no te importa que mueran?

—No hables de ellas —gruñó Aura. Vega permanecía tras ella, en completo silencio, y hasta Nova había dejado de llorar—. No las mires. No voy a dejar ni que te acerques a ellas.

La carcajada de éste le puso los pelos de punta a Vega.

—Siempre creí que serías más inteligente, Aura...

Su madre bloqueó el hechizo que fue lanzado y devolvió otro. Vega se deslizó hasta el suelo, quedando sentada con la espalda apoyada en la cuna de Nova, llorando en silencio. Tenía los ojos fuertemente cerrados por el miedo, pero aún así percibía los diversos destellos de color a través de los párpados.

El verde se repetía mucho.

Vega no supo cuánto tiempo había estado así. Parecía que el tiempo se detenía a su alrededor.

Luego, abrió los ojos y vio cómo la habitación estaba en llamas y su madre aún seguía frente a ellas. Luchando, herida, pero luchando.

El hombre la derribó. Aura se desplomó con un gemido de dolor, pero aún así se las arregló para levantar la cabeza y observarle, desafiante.

—Podría haber otra manera de salvarte a ti y a estas niñas, Aura —dijo el mago, en tono suave. Aura trató de levantar la varita de nuevo—. ¡Expelliarmus!

Vega sollozó al ver cómo la varita de su madre salía despedida. Las llamas parecían congregarse en torno a Voldemort, aún a cierta distancia de Vega, Aura y Nova, pero el humo ya llegaba hasta ellas.

—¿Dónde se ocultan James, Ariadne y Harry Potter, Aura? Sé que tienes que saberlo. —El mago se arrodilló junto a su madre—. Dímelo y ellas vivirán.

Aura se las arregló para incorporarse hasta quedar sentada. Cubría a Vega y a Nova, no sin cierto esfuerzo. Apenas parecía capaz de mantener el equilibrio.

—Dímelo, Aura.

Ella apretó los labios.

—No.

—Piénsalo. No tendrías que morir. Ni ellas tampoco.

—¡He dicho que no!

El hombre no parecía contento por aquello.

—Muy bien. Ha sido tu última oportunidad. Tu castigo será ver morir a las niñas antes de que yo mismo te mate y termine con tu sufrimiento. ¿Qué opinas?

Una macabra diversión brillaba en sus ojos. Vega casi gritó.

Aura jadeaba. Pasaron unos interminables segundos.

¡Avada kadavra!

Y Vega vio el cuerpo de su madre desplomarse en el suelo.

Cedric no había sabido qué hacer cuando Vega se había quedado totalmente inmóvil entre sus brazos.

Ya sabía que las regresiones aparecían en los momentos menos esperados, pero eso no quitaba que fueran menos impactantes para aquellos que estaban alrededor de Vega.

Se quedó en silencio, acariciándole el pelo de vez en cuando, a la espera de que ella regresara. Verla así, tan pálida e inmóvil, con los ojos muy abiertos, era casi insoportable.

Cedric deseó que el recuerdo no hubiera sido tan malo como se temía. Pero cuando vio a Vega parpadear y al instante doblarse sobre sí misma, demasiado destrozada incluso para llorar, Cedric supo que no había tenido razón.

La rodeó en sus brazos y le permitió ocultarse allí de todo y todo. Le permitió llorar cuando llegó el momento, le permitió gritar incongruencias, la permitió aferrarse a él con tanta fuerza que casi le hacía daño.

Una vez, poco después del artículo de Rita Skeeter que anunciaba su ruptura, Cedric había escuchado decir a una chica que no entendía cómo él había podido enamorarse de Vega Black.

Cedric ni siquiera tuvo que pensar demasiado en cómo respondería a aquello. ¿Cómo había podido enamorarse de Vega? Ella era la persona más fuerte que había visto. Su fuerza para tratar de mantenerse en pie, para proteger a su familia, para seguir adelante a pesar de todo, era lo que Cedric más admiraba de ella.

Su sonrisa, la verdadera, lo diferente que era de la que les daba a los demás. Cómo había comenzado a permitir que él la viera de una manera más real. Cómo ella había permitido que él se convirtiera en un punto de apoyo en su vida.

Cedric amaba a Vega y hacía ya un tiempo que era así. Y si otros no la veían como la persona que era, la verdadera, le parecía de estúpidos.

Porque Vega no era en absoluto como ellos creían saber.

—La he visto, Ced —le dijo ella, interrumpiendo sus pensamientos. Vega temblaba entre sus brazos—. Era mi ma-mad...

La voz le murió. Y Cedric no necesitó más para saber qué había visto.

Le estrechó con más fuerza entre sus brazos.

—Gracias —murmuró ella.

Sintió el calor de las lágrimas de ésta mientras aún la abrazaba. Cedric esperó. Le dejó tranquilizarse, sacar toda la frustración y el dolor que llevaba dentro. Le dejó llorar y murmurar palabras ininteligibles. Ella casi se derrumbó y él estuvo ahí para sostenerla.

Entonces, escuchó algo, alto y claro, que no había esperado nunca en una situación así.

—Te quiero.

A Cedric le partió el alma escuchar lo rota que sonaba. También aterrada. Aterrada de no poder decirle la verdad en ese momento, cuando aún podía. Aterrada por si el futuro le impedía repetírsela.

—Yo también te quiero, Vega.





























Vega había encontrado en el cuaderno de dibujos de su madre una anotación que le había dejado pensando.

Nunca tengas miedo de escribirle a alguien lo que es para ti. Junto a aquella pequeña nota, se veía una silueta rectangular, del tamaño de un sobre, de un color más blanco que el resto de las páginas del cuaderno. Vega llegó a la conclusión de que su padre había quitado del cuaderno aquello antes de enviárselo en Navidad.

Acarició con suavidad la página donde su madre había escrito trece años atrás. Incluso tantos días después de haber recordado finalmente su muerte, aquello seguía doliendo como una herida abierta.

Quedaba tan solo un día para la tercera prueba y a Vega le sorprendía que fuera capaz de aceptar aquello sin ponerse histérica. Tal vez, fuera porque ver a su madre morir había distraído su mente. Tal vez, había terminado creyendo a Cedric cuando decía que todo iría bien.

Nunca tengas miedo de escribirle a alguien lo que es para ti. Vega lo había intentado, después de pensarlo mucho. Lo había intentado de verdad.

Sobre un pergamino en blanco, podía leerse en su caligrafía dos únicas palabras.

Querido Cedric:

Vega se había quedado sin palabras después de aquello. No tenía ni idea de cómo escribirle a Cedric lo que era para ella. No sabía por donde empezar. Temía sonar vacía, como si realmente aquello no le importara.

Al contrario, le importaba tanto que se bloqueaba por completo.

Arrugó el pergamino y se lo guardó en el bolsillo al ver a Harry yendo hacia ella. Su primo se sentó a su lado y apoyó la cabeza en su hombro, sin decir mucho. Vega le rodeó con el brazo.

—¿Cómo estás? —preguntó.

—Ahora mejor —admitió Harry.

—Sí, yo también.

Cedric entraba en la sala común en aquel momento, con el ceño fruncido. Vega le dirigió una sonrisa desde lejos; Cedric fue hasta ella sin dudar.

Tomó asiento junto a ella, en el lado opuesto a Harry. Vega le tomó la mano.

—¿Cómo estás? —dijo, con suavidad.

Cedric se encogió de hombros.

—Me centro en que mañana a estas horas ya habrá acabado.

—Sí, yo también.

Los nervios habían comenzado a aparecer entre los campeones conforme se iba acercando el momento. Vega tenía miedo, pero trataba de mantenerlo a raya.

—Creo que debería volver —dijo Harry, poniéndose en pie—. Solo quería saludarte antes de mañana. He ido antes a ver a Nova y Sass.

Vega asintió, tratando de contener los nervios.

—Mañana me verás antes de todo, de todos modos —le prometió, tomándole la mano—. Gritaré más que nadie.

Aunque Vega apenas tenía fuerzas para hablar en ese momento. Harry sonrió.

—Lo sé.

Vega se levantó para abrazarle con fuerza. Harry soltó un suspiro. Ambos se permitieron unos segundos de debilidad, aferrándose el uno al otro, antes de separarse.

Vega sonrió levemente.

—No es justo que seas más alto que yo.

Y Harry soltó una gran carcajada.

—Ya, bueno. —Su mirada fue a parar a Cedric, que seguía sentado en el sofá, tratando de darles algo de intimidad a los dos—. Buena suerte mañana, Diggory.

Él dirigió la vista hacia él y asintió, con rostro serio.

—Lo mismo digo, Potter.

Harry no tardó mucho más en irse. Se despidió de Jessica y Susan antes de abandonar la sala común y luego regresó a la suya.

Vega se sentó de nuevo junto a Cedric.

—Va a ir bien —dijo él, después de un rato en silencio.

—Va a ir bien —asintió Vega.

Aquella noche, una vez más, ambos durmieron abrazados, tratando de buscar fuerzas para el día siguiente, aunque ninguno descansó especialmente bien.

Vega se despertó hacia las cinco de la mañana y fue incapaz de pegar ojo de nuevo. El desayuno fue muy bullicioso la mañana de la tercera prueba. Las lechuzas llevaron a Harry una tarjeta de Sirius para desearle buena suerte.

Harry soltó un suspiro cuando Vega vio El Profeta extendido frente a él. En el título, se leía Harry Potter, «trastornado y peligroso».

—Dice que soy inestable, que me duele la cicatriz, que me desmayo, que hablo pársel y cosas por el estilo —dijo Harry, rodando los ojos—. Mira el lado bueno, Skeeter ni habla de ti. Ya no me tiene tanto cariño, ¿verdad?

—No la soporto —masculló Vega.

—Es lo que hay. Por lo menos, cuando termine esta mierda de Torneo nos dejará en paz.

—Eso espero.

Vega asintió lentamente. Masculló un Te veo ahora y regresó a su propia mesa para desayunar junto a Jessica y Cedric, aunque no tenía demasiada hambre.

Nova y Susan tomaron asiento junto a ellos y los cinco trataron de desayunar algo en medio del silencio.

—¿Hoy tenemos exámenes? —preguntó Vega, después de un rato.

Jessica asintió.

—¿De qué?

Vega había perdido casi por completo el hilo de los estudios. Era bastante consciente de que iba a suspender la mayoría de las asignaturas del curso. No le importaba. Los ÉXTASIS eran los únicos exámenes que definirían su futuro y Vega se había convencido de que, esforzándose el doble el curso siguiente, podría aprobarlos con nota. Sexto lo daba por perdido.

—De Alquimia, Black. Si mostraras algo de interés por mi clase, puede que eso no te pillara por sorpresa.

Vega trató de no esbozar una mueca al girarse hacia la profesora Dolohova.

—¿Puedo no presentarme a él? —quiso saber, tratando de decirlo lo más educadamente posible.

—¿Tan asumido tienes tu suspenso?

—Sí.

Dolohova apretó los labios. No parecía esperar una respuesta tan directa.

—No te presentes; me ahorrarás el trabajo de corregir tu penoso examen.

Tras ello, se alejó hacia la mesa de profesores. Vega sintió náuseas de un momento a otro.

Jessica vio que se había puesto pálida.

—¿Estás bien?

Vega se puso de pie de un salto. Un baño. Necesitaba un baño.

Salió del Gran Comedor a toda prisa, bajo la atenta mirada de Dolohova. Vega tuvo el tiempo justo para encontrar un baño y entrar en el primer cubículo para vomitar en el retrete.

Vega observó asqueada el desastre, sin comprender qué había pasado. Hacia años que ella no vomitaba.

—¿Vega? —Aquella era Jessica.

Ella, Nova y Susan parecían haberla seguido. Ella les respondió con un gruñido.

—Estoy bien.

—¿Has vomitado? —preguntó Susan.

—Algo así.

—No me digas que Diggory te ha embarazado.

Vega acababa de salir del cubículo. Si hubiera tenido algo en la mano, se lo hubiera tirado a Nova.

—No digas estupideces, Nov, no estoy de humor —masculló, inclinándose sobre un lavabo para lavarse la boca.

—Deberías ir a ver a Pomfrey —sugirió Jessica, poniéndole la mano en el hombro.

Vega negó.

—Ya se me ha pasado —masculló, evitando mirar su reflejo en el espejo—. Tienen que ser los nervios. ¿Cedric se ha quedado allí?

—Iba a venir, pero McGonagall le ha parado y le ha dicho que tenía que quedarse por algo de los campeones.

—Vale.

Jessica se quedó atrás, junto a ella, mientras salían del baño. Le tomó del brazo y le observó, preocupada.

—¿Seguro que estás bien?

—No te preocupes, Jess. Estoy bien —prometió, dirigiéndole una media sonrisa. Seguía levemente mareada, pero esperaba que aquello desapareciera.

Vega se vio obligada a soportar tediosamente una clase tras otra aquella mañana. En Alquimia, Dolohova parecía haber cambiado de opinión y le obligó a hacer el examen. Vega, negándose a ser humillada, se limitó a poner el nombre en el pergamino y quedarse el resto del tiempo de brazos cruzados. No le importaba. Sacaría una T escribiera lo que escribiera.

A la hora del almuerzo, Vega se llevó una sorpresa realmente agradable al encontrar a Harry sentado en la mesa de Gryffindor junto a tío Jason, tío Remus y tía Mary. Nova y Susan también estaban con ellos.

—¡Sorpresa! —exclamó Mary, sonriéndoles a ella y a Jessica—. ¿Cómo estáis, chicas?

—¿Cómo estás tú? —se apresuró a decir Jessica—. ¿Y las niñas? ¿Tienes fotos? ¡Cuéntanos cómo está siendo, estoy deseando conocerlas!

Vega disfrutó de aquella comida más que de cualquiera en todo el curso. Junto a toda la familia, parecía más estar en su casa que en Hogwarts. Estaba deseando regresar a su hogar, más que en ningún otro año. Con Jason y Nova contando chistes malos, Remus, Harry y Susan hablando animadamente y Jessica y ella disfrutando de los detalles que Mary les daba sobre Maisie y Ellie, la comida fue tan entretenida que Vega hasta olvidó que la prueba era en unas pocas horas.

Al final del almuerzo, vio que Cedric le hacía un gesto con la mano y Vega se despidió un momento de su familia para ir hacia él. Junto a Cedric, estaban sus padres. Ya conocía a Amos, pero era la primera vez que estaba frente a Charlotte.

—Mamá, ella es Vega. Vega, mi madre, Charlotte —les presentó Cedric, aunque ambas ya sabían los nombres de la otra.

—Encantada, Vega —dijo la madre del chico, estrechándole la mano—. Estaba deseando conocerte.

—Lo mismo digo, señora Diggory.

Tenía la sonrisa dulce que su hijo debía haber heredado. A Vega le cayó bastante mejor que Amos, que permanecía junto a su mujer y la observaba con una sonrisa tensa que parecía dejar claro que no sentía demasiada simpatía por Vega.

Sorprendentemente, aquello no inquietó especialmente a la chica.

—¿Dónde está Brigid, Ced? —preguntó, advirtiendo la ausencia de la menor de los Diggory.

—No lo sé —admitió él, que parecía algo preocupado por ello—. Ron Weasley me ha preguntado antes si le había visto.

—Puede que solo esté celosa de tu día, Cedric, ya te lo he dicho —comentó Amos—. O puede que esté estudiando, como debería hacer.

—¿Y perderse la comida? —preguntó Vega, frunciendo el ceño.

—En mis tiempos de estudiante, recogía algo de las cocinas e iba a estudiar a la biblioteca en tiempos de exámenes. Hay que aprovechar el tiempo al máximo.

Vega se preguntó qué diría tío Jason si escuchara aquello. Probablemente, llamaría estúpido a Diggory.

—¿Qué tal tus exámenes, Vega? —le preguntó la señora Diggory, por cortesía.

—Esto... Bueno, no van mal del todo —masculló Vega—. Este año ha sido un poco complicado.

—¿Ah, sí? —preguntó Amos, en tono mordaz.

—Papá... —protestó Cedric, frunciendo el ceño.

—Debería ir con mi familia —comentó Vega, echando un vistazo al lugar donde éstos la esperaban—. Te veo luego, Cedric. Un placer haberles visto, señores Diggory.

Y, puede que en parte para molestar a Amos, Vega le dio un beso en la mejilla a Cedric antes de irse. Él se quedó con una enorme sonrisa en el rostro.

Vega obtuvo un permiso de McGonagall para faltar al resto de las clases, de modo que ella, Harry, Jason, Remus y Mary pasaron la tarde dando un largo paseo por el castillo y volvieron al Gran Comedor para el banquete de la noche. El humor de Vega mejoró considerablemente gracias a ese tiempo, pero sus nervios también aumentaron. Ludo Bagman y Cornelius Fudge —que sustituría a Crouch en lugar de Jason— se habían incorporado a la mesa de los profesores. Bagman parecía muy contento, pero Cornelius Fudge, que estaba sentado junto a Madame Maxime, tenía una mirada severa y no hablaba. A Vega no le pasó inadvertida la ausencia de Dolohova.

Hubo más platos de lo habitual, pero Vega apenas comió. Cuando el techo encantado comenzó a pasar del azul a un morado oscuro, Dumbledore, en la mesa de los profesores, se puso en pie y se hizo el silencio.

—Damas y caballeros, dentro de cinco minutos les pediré que vayamos todos hacia el campo de quidditch para presenciar la tercera y última prueba del Torneo de los tres magos. En cuanto a los campeones, les ruego que tengan la bondad de seguir ya al señor Bagman hasta el estadio.

Harry se levantó. A lo largo de la mesa, todos los de Gryffindor lo aplaudieron. Rodeó ésta para ir hasta la de Hufflepuff, donde Vega, Jessica y Susan le abrazaron y le desearon buena suerte. Tras ello, fue a la de Slytherin. Nova se abalanzó sobre él y le abrazó con fuerza.

Cedric también se puso en pie y su mesa estalló en aplausos. Vega, que se había visto obligada a cenar junto a sus padres por querer estar con él aquellos últimos minutos, le abrazó con fuerza antes de que se fuera.

—Va a ir bien, ¿no? —susurró.

—Va a ir bien —prometió Cedric—. Te quiero.

Vega sonrió.

—Yo también te quiero.

Cedric vaciló, antes de añadir:

—Si ves a Brigid...

Vega no necesitó escuchar más. Asintió.

—Estaré atenta.

Cedric apretó su mano entre la suya y Vega besó su mejilla.

—Te veo pronto —prometió él.

Fleur pasó también junto a su mesa, después de que Cedric se hubiera alejado. Jessica y Vega le desearon suerte. Luego, todos los campeones abandonaron el Gran Comedor entre fuertes aplausos.

El público recibió permiso para dirigirse al lugar donde se celebraría la prueba cinco minutos después, y Vega, junto al resto de su familia, fueron de los primeros en dirigirse hacia allí, buscando encontrar los mejores asientos.

Vega notó cómo alguien chocaba contra su hombro y escuchó casi instantáneamente una voz protestando.

—¡Mira por dónde vas!

Al girar la cabeza, se encontró cara a cara con Callum Carrow. Vega frunció el ceño. Él ya lo tenía fruncido.

—Deberías tener más cuidado, Black —dijo él, en tono de advertencia.

—Piérdete, Callum. Nadie quiere verte por aquí.

Vega sonrió al ver a Linette, que se había colocado frente a ella. Su hermano bufó.

—¿Así que vuelves a ser novia de tu querida Adhy, hermanita?

—Por si lo has olvidado, Cedric y ella son la pareja del año. Controla un poco tus celos, hermanito, das pena.

Vega soltó una fuerte carcajada. Callum pareció a punto de decir algo, pero apretó los labios y se alejó. Vega sonrió a Linette.

—¿Qué tal estás? —preguntó la rubia.

—Nerviosa —admitió Vega—. Solo espero que termine pronto.

Linette asintió.

—Todo irá bien —aseguró.

Vega no advirtió la tensión en sus músculos, ni las lágrimas en sus ojos.

—¡Vega! —gritó Jessica, a lo lejos—. ¿Vienes?

—¡Voy! —gritó de vuelta Vega—. Te veo luego, Lin.

—Hasta luego.

Llegaron al campo de quidditch, que estaba totalmente irreconocible. Un seto de seis metros de altura lo bordeaba. Había un hueco justo delante de ellos: era la entrada al enorme laberinto. El camino que había dentro parecía oscuro y terrorífico.

El aire se llenó de voces excitadas y del ruido de pisadas de cientos de alumnos que se dirigían a sus sitios. El cielo era de un azul intenso pero claro, y empezaban a aparecer las primeras estrellas. Hagrid, el profesor Moody, la profesora McGonagall y el profesor Flitwick llegaron al estadio y se aproximaron a Bagman y los campeones. Llevaban en el sombrero estrellas luminosas, grandes y rojas. Todos menos Hagrid, que las llevaba en la espalda de su chaleco de piel de topo.

Vega estaba cada vez más nerviosa.

—Eh, Gigi, Jess.

Los gemelos, Carla y Lee se habían abierto paso hasta sentarse tras ellos. Jessica se cambió el sitio con Carla para poder sentarse junto a George.

—¿Cómo va la cosa? —le preguntó Fred.

Vega se encogió de hombros.

—Solo quiero que termine de una vez.

Jason, que se sentaba a su lado, le puso la mano en el hombro, en señal de silencioso apoyo.

—He conseguido enterarme de cómo han organizado todo esto. Es seguro, te lo prometo. Todo lo seguro que puede ser una maldita prueba de esta locura de Torneo, al menos. Yo también quiero que termine de una vez.

La voz de Bagman, amplificada por arte de magia, retumbó en las tribunas:

—¡Damas y caballeros, va a dar comienzo la tercera y última prueba del Torneo de los tres magos! Permítanme que les recuerde el estado de las puntuaciones: empatados en el primer puesto, con ochenta y cinco puntos cada uno... ¡el señor Cedric Diggory y el señor Harry Potter, ambos del colegio Hogwarts! —Los aplausos y vítores provocaron que algunos pájaros salieran revoloteando del bosque prohibido y se perdieran en el cielo cada vez más oscuro. Vega gritó con tal fuerza que la garganta le ardió, pero no le importó en lo más mínimo—. En segundo lugar, con ochenta puntos, ¡el señor Viktor Krum, del Instituto Durmstrang! —Más aplausos—. Y, en tercer lugar, ¡la señorita Fleur Delacour, de la Academia Beauxbatons!

Carla soltó un fuerte silbido y aplaudió a Fleur con tal fuerza que las manos debieron dolerle. Vega y Jessica también le animaron.

Harry había dirigido la mirada a la tribuna donde ellos se sentaban. Con los ojos azules entrecerrados tras las gafas, agitó la mano en su dirección. Vega le devolvió el saludo, con el corazón latiéndole con fuerza. Aquello iba a empezar de verdad.

—¡Entonces... cuando sople el silbato, entrarán Harry y Cedric! —dijo Bagman—. Tres... dos... uno...

Dio un fuerte pitido, y Harry y Cedric penetraron rápidamente en el laberinto. Vega se dejó caer hacia detrás en el asiento. Allí iban los dos y a ella le quedaba esperar lo que iba a parecer una eternidad hasta que salieran de aquel laberinto.

Desde atrás, Jessica le tomó la mano.

—Volverán pronto —aseguró.

Vega asintió. Poco después, Krum salió tras Cedric y Harry, siendo Fleur la última en entrar al laberinto. Después de ello, solo quedó la espera. La interminable y odiosa espera.

—Hay una sorpresa para vosotros después de la prueba, ¿sabes? —le comunicó Remus, sonriéndole, para tratar de distraerla.

—Una buena sorpresa —asintió Mary.

—Entonces, que llegue pronto —suspiró Nova—. Odio esto.

Se le veía bastante nerviosa. Carla le cambió el sitio y ella y Vega se tomaron las manos.

—Va a ir bien —susurró la mayor.

No fue tan bien. Las chispas rojas, que indicaban que uno de los campeones necesitaba ser rescatado, aparecieron en dos ocasiones. La primera vez, fue Fleur a quien sacaron, inconsciente, del laberinto. Carla quiso bajar de la tribuna para ver cómo estaba, pero los jueces le pidieron que permaneciera en su sitio y le aseguraron que la francesa estaba bien.

El siguiente fue Krum, quien también regresó inconsciente. El nerviosismo en las tribunas iba en aumento. Ya no había tantas risas ni charlas, sino más bien un silencio tenso. Los más callados eran los familiares y amigos de los campeones.

—¿Cuándo...? —empezó a preguntar, girándose hacia Jason.

La sensación de que caía al vacío la interrumpió. Vega se aferró con fuerza a Nova, a quien aún abrazaba, tratando de entender qué pasaba. Nadie parecía haber notado nada.

Pero algo había pasado. Estaba segura de ello. Algo extraño y muy poderoso.

—¿Lo has notado? —le preguntó a Nova, en voz baja.

—¿Notar el qué? —dijo su hermana, sin entender.

Vega negó con la cabeza.

—Nada, da igual.

Solo quería que Harry y Cedric salieran del laberinto de una vez. Nunca creyó que lo harían de esa manera.

Cuando les vio aparecer en el borde de éste, el caos estalló a su alrededor. Vega se dejó caer sobre su asiento al sentir que las piernas no le sostenían. Unos brazos la rodearon y evitaron que se desplomara.

El mundo perdió nitidez ante sus ojos. Un fuerte pitido invadió sus oídos. Los gritos se repetían a su alrededor, como un eco, amplificando la visión que Vega acababa de tener y que solo le hacía repetir, una y otra vez, no.

¡Está muerto! ¡Está muerto! ¡Cedric Diggory está muerto!

No. Vega sintió que alguien le hablaba. No escuchaba qué le decía. Trató de tomar aire y sintió que éste se escapaba de sus pulmones.

Una pregunta, que ni siquiera sabía de dónde había surgido, apareció en su mente.

¿Alguna vez has conocido a algún Black con una historia de amor con final feliz?

Un nuevo pensamiento apareció en su mente. Tenía que llegar a ellos. A Cedric, a Harry. A Brigid. Tenía que alcanzarlos, tenía que ver que Harry estuviera bien, tenía que ver si Cedric... Si Cedric...

La imagen de su madre desplomándose frente a ella trece años atrás se repetía en su cabeza. Se puso de pie, de algún modo. Varios brazos la sujetaron. Vega los apartó a todos.

—Tengo que ir —dijo, sin siquiera saber a quién le hablaba.

El trayecto que hizo desde la tribuna hasta la entrada al laberinto pareció desaparecer de su memoria. Vega se encontró, inmóvil, observando cómo el cuerpo de Cedric permanecía en el suelo, con sus padres inclinados sobre él. Harry había desaparecido. Brigid también.

Trece años de diferencia. Pero Vega volvía a estar frente al cadáver de alguien a quien había amado más de lo que nunca hubiera podido imaginar.

El sollozo atascado en su garganta salió. Vega se dejó caer de rodillas. Alguien se arrodilló a su lado.

—Gigi, están todos buscándote, no...

Vega abrazó a Fred y dejó que el llanto saliera con toda libertad. Sentía en el bolsillo el pergamino arrugado que no había podido continuar. El Querido Cedric que había escrito en él. Todas las palabras que debería haber volcado en tinta, que debería haber expresado, y no había podido hacer. Todo ello carecía de sentido, porque era demasiado tarde para hacerlo, para escribirlo, para decirlo.

Cedric Diggory se había ido y había dejado a Vega con el corazón hecho pedazos.

De nuevo, estaba en el principio. Donde todo había comenzado. No había avanzado, solo había dado vueltas en círculos.

Ya sabía cómo empezar su carta.

Querido Cedric: ¿Cómo un sentimiento tan bello como el amor puede convertirse en el dolor más cruel?








FIN



















desde que escuché esa parte de yours ayer, no pude dejar de pensar en lo que le pegaba a ced y vee y no puede aguantarme las ganas de hacer un edit rápido con ella :)

no me creo que lonely heart haya acabado

publiqué este fic por primera vez en 2020 y aquí está terminado, después de una edición a mitad del fic. aún hay cosas que querría mejorar de la trama, pero por el momento, voy a centrarme en que la he terminado aunque quede aún mucha historia por contar

no hay demasiado que decir. sé que el fic ha ido perdiendo lectores después de este tiempo, pero si has llegado hasta aquí, te lo agradezco infinitamente <3

admito que pensé muchísimo este final. no estaba nada segura de cómo lo dejaría. de hecho, cuando edité la historia fue porque finalmente decidí qué iba a hacer y el hecho de que mantuviera la muerte de cedric fue especialmente por brigid y cómo eso influirá en su historia

y, aunque no me crean, no me gusta ver sufrir a vega. mi niña merece mucho más :(

solo dar de nuevo las gracias y recordar que aún queda el epílogo y un extra por publicar antes de oficialmente acabar lonely heart <3

btw, dedicado a mi amor moonysblack porque estaba empeñada en leerse todo antes de llegar al final y lo ha conseguido jsjsjsjs tkm luna eres la mejor <3333

ale.

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