Un Lugar Llamado Hospital

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Siempre he sabido que existe un lugar donde las personas van a morir -o para evitarlo-, eso explicaría el porqué tengo que recoger tantas almas en un solo lugar. Siempre en un lugar llamado "Hospital".

Y un día, como todos, allí estoy. Felizmente no tengo una tarea en específico, aunque me mandaron solo para vigilar cómo van las cosas en este universo.

La energía en este tipo de lugares siempre es la más pesada, la más tétrica. No es porque no hubiésemos querido arreglarlo, es solo que no hay manera de drenar la energía del último suspiro se cada alma.

Cambiaba lentamente por cada pasillo. Me de tuve al ver a un familia llorando a lágrima viva, ¿cuál era la razón de tal sufrimiento?

Quise ayudar, pero para hacerlo necesitaba saber qué estaba pasando. Así qué me limité a escuchar a la familia en desespero.

— No puedo creer que esto esté pasando. Mi hijo... está ahí dentro y ni siquiera me dejan verlo.— sollozaba una joven mujer.— tan solo tiene 8 años. Debe estar tan asustado.— dijo antes de que su voz se rompiera por completo otra vez.

— Hermana. Hermana, escúchame.— un hombre un poco mayor que la madre le tomó de la mano.— mi sobrino está con la mejor atención. Pronto venderé mi auto para poder pagar cualquier otro gasto. Estamos haciendo lo mejor que podemos, ¿sí?

— ¿Por qué nuestro hijo, Emily? ¿Por qué nuestro Elías? Mi pequeño niño... — el padre trataba de no llorar tan fuerte, fracasando en el intento.

Elías...

Toqué el hombro de uno de ellos para darme paso a sus recuerdos. Vi al pequeño siendo un niño tan alegre y juguetón como todos y poco después, la causa de su estadía en el hospital.

Tenía leucemia, le consumió su salud y su felicidad. No quedaban muchas esperanzas para él.

Es... solo un niño, pero su muerte estaba tan cerca, que si hacía algo por él no solo lo sanaría, sino que le evitaría su muerte.

Y evitar la muerte de alguien no es algo que debería hacer.

Aunque existían pocas excepciones, estoy segura de que Elías debería ser una.

Sin pensarlo más, estiré mis alas y volé hacia mi hogar, mientras pensaba en cómo podría convencer al respetado Arcángel Miguel, mano derecha de Dios. Tan respetado y poderoso que era el único en todo el Reino de los Cielos que podía comunicarse con un ser tan omnipotente como lo es, y siempre será, Dios.

Al llegar, seguí volando hacia el trono en donde suele estar el Arcángel Miguel.

- Hola, querida Arcángel Haniel.- me saludó.

- Un gusto verlo. Mi razón para estar aquí es para solicitar su ayuda.

- Dígame. La escucho.

- En el universo donde me mandó a hacer guardia, hay un niño de 8 años que le quedan pocos días de vida por culpa de una enfermedad. No se lo merece.- declaré.

- Arcángel Haniel, ¿espera que yo autorice que usted lo salve de la muerte? Sabe que eso va contra las reglas.

- Ya sé, Arcángel Miguel, pero también sé que hay una mínima cantidad de excepciones. ¿No es usted quien dice que la muerte es el descanso del alma? dígame, ¿de qué puede estar cansado un niño de 8 años? tiene una familia que lo ama, que lo pueden hacer muy feliz si tan solo... no tuviera que morir.

- Es tan clásico de usted ser tan armoniosa y pacífica. Pero esta vez me ha convencido. Me comunicaré con mi señor, ya que él es quien impone las reglas, y te traeré noticias.

- Agradezco la atención. Me retiro.- dije por último.

Realmente esperaba que Dios acatara mi petición.

Luego de algunas horas, el Arcángel Miguel me localizó.

- Puedes salvar al niño.- aseguró con una sonrisa.

- ¡Sí! Muchas gracias.- no pude evitar abrazarlo con alegría.

Porque sí, el abrazar es una acción igual de mágica en cada uno de los universos, hasta en el Reino de los Cielos.

- Pero con una condición.- se alejó levemente.

- Dime.

- Que me dejes verlo. Quiero ver a Elías.

- ¿Por qué no? ¡vayamos ya! acompáñame.- le tomé una de sus manos y ambos emprendimos vuelo.

Al llegar, nos dirigimos a la habitación donde sabía que estaba el pequeño.

- Allí está.- dije mientras entraba junto a mi acompañante.

- Tan solo un niño...- el Arcángel Miguel susurró.

- Lo sé.

Puse mi mano en su frente y comencé a hacer una de mis especialidades: sanar. Luego de unos minutos me aparté lentamente con una sonrisa.

- Ya está. Míralo.- expresé con emoción porque poco a poco Elías abría sus ojos.

- ¿Quiénes son ustedes?- cuestionó con inocencia.

Me sorprendí. No sabía que a su edad todavía pudiera vernos.

- Respondamos. Yo me encargo de que parezca un sueño.

- Hola, Elías. Yo soy Haniel y él es Miguel, somos arcángeles. Vinimos a... ayudarte.- dije mirando a mi acompañante.

- Sí, vinimos a detener tu dolor. Ahora, ¿me puedes prometer algo, Elías?

- ¿Qué cosa?

- Que serás feliz. Prométeme que serás feliz y muy grande y fuerte, ¿te parece?- declamó mi superior.

- Sí, seré feliz, ¡muy grande y fuerte!- exclamó Elías.

- Que así sea.

Pasado esto, el Arcángel Miguel posó una de sus manos sobre los ojos del pequeño, haciendo que duerma.

Llegaron sus familiares junto a los médicos. Y luego de hacerle las pruebas, lo notaron.

- Elías está sano. Ya no tiene cáncer.- habló uno de los médicos, notablemente sorprendido.

- ¿Y... cómo es eso posible? - preguntó su madre.

- Tengo solo una teoría... ha ocurrido un milagro.- respondió con una sonrisa.

La familia intercambió miradas para luego gritar de felicidad y abrazarse con fuerza. Los arcángeles sonrieron, sintiendo esa nueva sensación de armonía.

Regresando al Reino de los Cielos, el Arcángel Miguel se atrevió a hablar.

- He estado pensando, Haniel, en todos los niños que han tenido que sufrir la injusticia de que les arrebaten la vida a tan temprana edad. Sabemos que nosotros no lo elegimos pero... da una sensación de culpabilidad al saber que recibí a tantas almas jóvenes como el de Elías sin pensar en la oportunidad que pierden sin razón alguna.

- Llegué a pensar en los mismo, aún así, ¿sabe? si me lo permite. Creo que deberíamos sonreír y alegrarnos hoy por Elías. Nosotros no elegimos nada, el mundo gira solo. Sé que... hay muchos niños más que han tenido la bendición de un milagros y seamos felices por ellos. Y para quienes no, usted sabe que nos encargamos de darles una buena bienvenida.- dije con tono cálido, sintiendo el bienestar.

Había hecho las cosas bien.


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