47- María

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 El diario avanzaba en el tiempo de forma rara, empezó diciendo que llevaban a cabo la fase de la Revolución Industrial. Eso fue en el mil setecientos y pico, según Cris y él era un cerebrito así que le creí.

 Al parecer ese momento de la historia también había sido planeado por los demonios del infierno. Nuestro querido Dante aseguraba que era un plan de tortura para los condenados porque al principio la revolución les daría a las personas mejores condiciones de trabajo. Pero como todo era un dominó, esos inventos y desarrollos despertaría en los humanos la necesidad de tener más y más fábricas, de formar industrias enormes y para eso necesitarían abastecerlas con recursos del planeta y a la larga causar desastres naturales que se cobrarían la vida de muchos.

 Era exagerado pero los protectores se mostraban entusiasmados con la idea.

 La letra de la escritura estaba hecha con tinta antigua o al menos se veía viejo. Mencionaba que él era el dueño de una fábrica de colchones, eso nos hizo reír a los tres y Ángel empezó a chitarnos para poner orden.

 Al parecer, en esa época él tenía el cuerpo de alguien mayor, tal vez unos cuarenta años. Lo supuse porque Dante ostentaba un cargo importante en esa fábrica y porque cuando se enamoró de una chica de veinte la llamó jovencita. También deduje que estaba en otro cuerpo porque se llamaba para entonces Señor Fave, tal vez vivía en Francia.

 Me pregunté dónde conseguía los cuerpos, si habría una especie de fábrica de gente bonita o los pedían por correo.

 El Dante de esa época, describió de forma cursi a la mujer que lo calentó. Dijo que tenía la piel como la noche, ojos de oscuridad y bla, bla, bla.

 Se centró mucho en sus ojos, todo un poeta el chiquitín. Que sus ojos eran como melancolía líquida, como nepente (Cris dijo que el nepente es una bebida que los dioses usaban para curarse las heridas y los dolores y que además producía olvido) que sus ojos estaban dormidos de emoción, que ella tenía una chispa apagada como un leño quemado con franjas de fuego en su interior y así...

 Puse los ojos en blanco y me adelanté algunos reglones, por dios, Dante era re denso. A Cris y Á parecían gustarle las descripciones, madre mía, estaba rodeada de estúpidos.

 La mujer limpiaba su casa, era una sirvienta, esto ya sonaba a novelas mexicanas.

 Cuestión que dijo que esa chica le quitaba el sueño y que no sabía por qué estaba todo el día en su cabeza. Mencionó que un colega, el contador que trabajaba supervisando la fábrica por él (un condenado que no sabía que su jefe era un demonio) le dijo que lo que él sentía era amor. Me costó imaginarme a Dante hablando con sus compañeros de trabajo de una chica, pero al parecer lo había hecho. Aunque Dante nunca había sentido amor y era incapaz de sentirlo, así que no estaba seguro de quererla y expresó en el diario que todos esos momentos de pensar en ella fueron una pérdida de tiempo.

 Para mí su vida entera era una pérdida de tiempo, pero bue.

 Fave no podía soportar esa rara sensación que no se iba, así que la mató. Sí, súper cuerdo. Teniendo en cuenta que venía de Dante no podía esperar nada mejor.

 Para hacerlo despejó el cuarto de sirvientes. Cris me dijo que en las casas antiguas los sirvientes solían vivir en cuartos antiguos, eran como esclavos, pero con otro título.

 Él fue con cuchillo en mano. La encontró en su cama. Ella despertó como si jamás hubiese estado dormida y su tristeza ahogó la habitación. Explicó que su melancolía le mastico el alma con un hambre vengativa. Lo miró y lo supo, sabía que vendría un final y no sería el de su asesino. Mencionó que se quedó quieta como una flor que espera marchitarse, casi ansiosa. La degolló procurando no tocarla mucho porque tenía miedo del poder de su piel.

 —Qué perturbador, eso fue femicidio —opinó Ángel, susurrando para que nadie se diera cuenta que estaba ahí—. El pibe está re loco.

 —Sí, pero para entonces no. En esa época matar a un sirviente no estaba tan mal visto, seguro metió buena excusa y la policía no hizo nada. Pero no lo hace menos asesino para mí. Es igual que ahora —expresó Cris con cierto rechazo en la voz—. Hace un montón de atrocidades y nadie lo condena.

 —Hay un dicho que dice que la cárcel es para los pobres —dije recordando lo que había dicho mi papá, si era verdad él tenía cadena perpetua.

 —Bueno, ahora sabemos que para los pobres y los Creadores de la Destrucción —completó Cris.

 —¿Estamos seguros de que queremos entregarle a Edén Larbalestier? —pregunté.

 —Si la saca del infierno... —postuló Cris encogiéndose de hombros.

 —¿No es que la escondió? —pregunté.

 —Ahora pienso que tal vez ella esté secuestrada, digo —Ángel levantó el libro—, este tipo es un psicópata.

 Asentimos y seguimos leyendo.

 Dante había dejado de ser el señor Fave y pasó a ser la señorita María Delagua. Sí, al parecer los protectores no tenían preferencias con el cuerpo que adoptaban. Les valía madres el sexo o la edad.

 Ella... o él era la esposa de un importante político de la monarquía española, eran casi finales del setecientos. Su trabajo como Protector de la Destrucción era impulsar a ese político a tomar malas decisiones, ser corrupto y demás. Pero dijo que se cansó de él porque era gordo y ¡Cogía mal!

 —No quiero leer más —dijo Cris alejando el libro.

 —¿Qué esperabas? Es un demonio ¿Esperabas que tratara de las aventuras de un chico sexi, buen mozo, con linda camioneta, que se enamora de una joven y da la vida por ella mientras hace bromas? Se supone que son... malvados no malotes, son el verdadero mal, la única oscuridad que existe, no esperes algo que es coherente para vos —respondió Ángel.

 No, no se trataba de un chico sexi, ni buen mozo, ni enamorado ni con comentarios ingeniosos y graciosos. Era un relato tan oscuro que me ponía la piel de gallina. Como sea, describió mucho las razones por la que lo mató, porque transpiraba, hablaba con la s, por razones sexuales como que odiaba que se ubicara sobre ella y demás. Después narró súper divertido la manera en la que lo asesinó. Estuvo varias páginas. Nos adelantamos un poco.

Él pasó a ser la viuda Delagua y estuvo años enteros viajando a todos los países porque quería encontrar a la chica, la sirvienta, que él había matado. Su excusa para sus superiores (sí, los protectores tienen jerarquías laborales) era que esparciría malas acciones como una vieja amargada y racista. Funcionó, lo dejaron quedarse en ese cuerpo y visitar lugares para corromperlos.

Como él había asesinado a la sirvienta de mirada triste, ella había reencarnado. Lo único que tenía para recordarla eran sus ojos, que son la ventana al alma, según él. El sentimiento que trasmitía su mirada era la única pista que tenía. Después de treinta años la encontró en el cuerpo de una chica de quince, huérfana y prostituta.

Al parecer a esa alma le iba mal en todas las vidas que reencarnaba.

Ella, o sea la viuda, la adoptó, pero no como sirvienta, como una adopción sana. Dijo que la llevaba a todos lados con ella, que le enseñó a leer y a comportarse en sociedad (la llenó de machismo, diciéndole que debería verse bonita, no hablar en público ni salir sola ni nada) La cuidó hasta que su cuerpo de vieja murió, entonces se cambió al cuerpo de un muchacho joven.

Se hizo pasar por el primo lejano de la viuda. En su nuevo cuerpo la siguió como otro tutor. Contaba las cosas que hacía ella y decía creer que estaba totalmente enamorado de cada aspecto de la mujer, la muchacha se llamaba Edén, pero él la convenció de ponerse el nombre de Rosa Loza; la chica lo hizo.

De más está decir que Cris y Ángel se rieron, pero yo estaba demasiado metida en el relato como para reír.

—Se llamaba Edén —dije—. Igual que ahora ¿Será la misma? Digo la misma alma, pero en el cuerpo de alguien en la actualidad.

Ellos alzaron los hombros en gesto ignorante.

Dante contó que le cambió el nombre para que los otros protectores no supieran de ella, porque si sabían que estaba enamorado de una condenada la matarían de una forma dolorosa.

Mencionó que la chica sabía tocar el piano, cantar y leer pero que más que nada prefería la soledad y el silencio, a veces Edén (Rosa Loza) se sentaba horas en silencio a ver las sombras crecer. No me parecía muy normal, pero a Dante le parecía romántica su tristeza.

Narró cómo vivían en la misma casa, dijo que era hermosa y que muchos pretendientes le pidieron su mano, pero él se negó. Hasta que un día, a sus treinta años, Edén se enamoró de un joven mozo, de unos veinticinco o más, llamado Julián Contreta que era herrero. Eran épocas de mil ochocientos veinte o por ahí. Para entonces vivían en Argentina.

Dante había escrito que Julián Contreta estaba marcado en la cara y que por eso no se lo permitiría jamás, además, de que la quería solo para él. No sabía a qué se refería esa marca, pero la describió como una mancha de vergüenza que tenía en la cara.

Edén le suplicó casarse con él, pero Dante no se lo permitió. Trató de fugarse con el herrero y la atrapó. El chico fue a la cárcel por los contactos que tenía Dante, lo metieron inventándole una causa. Al parecer Edén lo quería mucho porque Dante narró con pena como ella se quitó la vida. Se paró en un tejado a ver la ciudad y se tiró al vacío después.

—#Superar —comentó Cris.

—#Sí —añadió Ángel.

—Shhh —los callé.

Adelantamos unas páginas en donde hablaba de su melosa pena y cómo buscaba a Edén otra vez. Pasaron años en donde no descansaba ni dormía, usaba las veinticuatro horas del día en buscarla. Que tuviera cuerpo humano no lo hacía vulnerable porque podía estar años sin comer y eso hizo, solamente buscar, dar vueltas por el mundo.

Finalmente la halló en el cuerpo de un muchacho. Era un niño de ocho años, pero era judío y estaba en un campo de concentración.

El régimen alemán nazi había sido el siguiente gran plan que habían puesto los protectores de la destrucción y lo estaban llevando a cabo en ese momento. Era su perlita actual porque en el mundo había habido peores guerras que esa, pero ahora existía la comunicación y todo el planeta podría saberlo, sería como sentir la muerte de los demás en tu casa, saliendo de la radio, la tele o el diario.

Dante se leía molesto en aquella época porque al haber tantas muertes entre las Guerras Mundiales se le hacía más difícil encontrarla entre todo un planeta de personas. Pero la halló después de casi ciento treinta años de búsqueda, solo que era un niño. También se oía molesto por eso, porque siempre era menor y tenía que criarlo.

Su amada-Edén-Rosa todavía tenía esa tristeza fiera en los ojos. Relató cómo se la llevó nuevamente a Argentina, otra vez usó sus influencias, pero mencionó cómo sus colegas protectores sospechaban de él, por cómo siempre parecía interesado en congeniar con los condenados.

Entonces acá viene lo raro y horrible. Trató de proteger al chico, pero el niño estaba según él: traumado. Era imposible mantener conversación con él, lo describía como un chico taciturno, aislado, no mantenía contacto visual ni cariño por nada. Era como si estuviera muerto o extrañara a alguien. Él temía que extrañara al muchacho de la cara manchada, el herrero, aquella alma de la que se había enamorado en otra vida.

Así que optó por cumplir el papel de padre y esperar a ver qué pasaba. Su plan era criarlo, cambiar de cuerpo y aparecer en el de una joven muchacha, bellísima, para que el judío pudiera amarla. Pero su plan fallaba porque el niño no parecía mejorar.

Estaba cansado, a los quince se dio cuenta de que él nunca mejoraría y trató su plan, era el último recurso. Cambió de cuerpo al de una joven muchacha y trató de seducirlo. Se atavió con los mejores vestidos, se rociaba de perfume de humanos, se colocó joyas y citó cómo usó la incómoda ropa de siglo con los tacones y las faldas. Pero la envoltura no parecía serle atractiva al chico judío, a Dante... o sea al demonio en el cuerpo de la piba, le gusta la tristeza de esa alma, pero en la guerra había sufrido mucho y su melancolía no estaba presente.

El chico judío estaba ausente. Dante dijo que era como tratar de salir con un muerto que está enterrado en un ataúd, diez metros bajo tierra, era como gritarle a una pared. Pero no se daba por vencido o vencida o vencide*.

Lo llevó a fiestas, bares, caminaban por la calle, le ponía música para bailar, lo besaba e incluso tuvieron sexo y mucho, pero él parecía que nunca estaba ahí. Casi no hablaba, era ella la única que metía conversación. Él era como un títere.

Un día ella, le preguntó si la amaba. Acaban de coger en un departamento rentado, ella estaba desnuda, presentándose descarnada ante él, como una herida. El chico judío la miró, tenía un cigarrillo desintegrándose en sus manos, sentado en un balcón con los codos apoyados en la baranda, tardó en responder y dijo: «No puedo, ya no»

Fue entonces cuando se dio cuenta de que el alma ya había muerto en esa vida, necesitaba quitarle los recuerdos y hacerlo reencarnar otra vez. Pero no quería asesinarlo porque había tardado mucho tiempo en encontrarlo la última vez, si lo mataba no sabía si podría hallarlo de nuevo.

Por eso optó por la peor idea posible: le dijo la verdad. Le confesó que estaban en el infierno, que él era un espíritu maligno que se encargaba de llevar a cabo guerras y desastres como los que él había vivido, le dijo que su trabajo era torturar condenados, que lo quería y llevaba décadas enteras buscándolo.

Obviamente el chico que ya estaba loco terminó de enloquecer.

Así que ideó otro plan, igual de desastroso que el primero. Fue con uno de sus amigos, un tal Mammón, sí no miento, se llamaba así y era un Protector de la Destrucción como él, pero en lugar de pervertir a los humanos se encargaba de reubicarlos en nuevos cuerpos. Él hacía el papeleo de la reencarnación o el ritual o la magia, o lo que fuera que implicara poner un alma en otro cuerpo.

En el diario no decía cómo lo hacía Mammón sino qué hacía. Y una vez que morías él te quitaba de un cuerpo para ponerte en otro.

Le pidió ayuda, para esta vez, cuando matara a la persona que amaba, no se le escapara por mucho tiempo. Él decidiría en qué cuerpo reencarnaría el alma que creía amar.

Mammón lo ayudó. Así que cuando el chico cumplió dieciocho lo subió a un coche, le dijo que lo llevaría a un lugar bonito. Aceleró y se tiró a ambos por un despeñadero. Sí, a los dos.

El chico no murió a la primera así que ella se bajó del auto a trompicones porque tenía las piernas rotas, agarró una piedra y le reventó el cráneo para matarlo de una vez, mientras Mammón miraba.

El otro protector hizo que el alma del condenado apareciera en el cuerpo de una mujer. Dijo que dejó pasar un tiempo antes de hacerla reencarnar, para disipar sospechas. Hizo que naciera en 1967 en Buenos Aires, la llamó Eva...

—Perón —esperanzó Ángel.

—No pelotudo —le dije—, acá dice Eva Evangelio.

—Qué aburrido —susurró.

—Además Eva Perón murió en 1952 —aportó Cris.

Ángel fingió despertarse a medio ronquido.

Pero la historia no termina ahí.

Otra protectora, encargada de reubicar a los condenados en nuevas vidas una vez que morían, lo notó. Se llamaba Lu, ella se dio cuenta de que Mammón había puesto el alma en el cuerpo de una chica, adrede, porque era un alma que amaba Dante. No puso cómo fue que se enteró Lu, pero sí la insultó mucho.

Los protectores agarraron a Eva y bueno... Dante borroneó muchas veces las cosas que puso. Pero sí mataron a Eva, escondió su alma, pero la volvieron a encontrar y después borroneó más. Mencionó a un bebé, pero no se podía leer mucho. Había tanta ira en esas páginas que las borró con lapicera o las arrancó.

—¿Un bebé? —preguntó Cris frunciendo el ceño—. ¿Hijo de quién?

Nos encogimos de hombros.

—Yo vi... había una cuna en la casa de Dante —explicó Cris—, pero tenía un bebé de juguete y tenía escrito «Alimento» en la cabeza. 

No quisimos responder a su observación, se me daba que era una historia que no quería averiguar.

Dante decía que logró recuperar el alma de su amada, pero no puso cómo lo hizo ni qué hizo, ni lo que pasó después.

Esa parte estaba tan confusa que no sabía qué había pasado con exactitud.

El final es que lo destituyeron a él y a Mammón. Los denigraron a trabajos no tan divertidos, según Dante. Las siguientes páginas él habla de una lucha interna que tuvo a lo largo de los años en donde pensaba si de verdad amaba a esa alma o no. Luego llegaba a la conclusión de que no, que él era un ser sin sentimientos más, pero quería salvarla por capricho no por simpatía.

Yo quería leer esas hojas de drama, pero alguien me interrumpió.

—Ya son las siete y veinte —Señaló Cris a su reloj.

Ángel se bajó de la mochila de agua en donde estaba subido, abrió la puerta del baño y con un gesto de cabeza nos indicó que lo siguiéramos. Los sanitarios estaban en un rincón de la escalera. Teníamos que buscar a Lamberto.

—Vamos —susurró Cris y me dio un pequeño codazo.

Ángel me despeinó a propósito, para enojarme. Quise molestarme, pero no pude, por alguna razón quería abrazarlo... un poco.

Ambos caminaron como si les diera igual lo que habían leído, pero a mí, personalmente, esa historia me había tocado hondo.

Me había topado con un montón de chicos tóxicos en la vida, como Alan que me ponía los cuernos y cuando se lo recriminaba se enojaba conmigo o como Brian que se creía que podía fajarme y yo me iba a dejar. Después de regalarle una cicatriz, en la cara de lado a lado, nunca andaba sin una navaja.

Entendía a esa triste alma que era atormentada por los caprichos de Dante.

La idea de que nos habíamos metido con una secta satánica parecía tener poco sentido, de verdad todos estábamos muertos, pudriéndonos en el infierno.

Pero más que nada me caló hondo porque me di cuenta de que Dante había tenido más de una vida para enamorarse del alma de ese condenado, pero no había podido; sin embargo, yo solo había tenido un solo día para encariñarme de Cris y ya lo había logrado.



Vencide: vencido en lenguaje inclusivo.

Fajarme/ fajar: golpear.

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