Capítulo 32

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Capítulo 32



"Sorpresas"



— ¿Cómo que estoy haciendo aquí? —Pregunté un poco desilusionado.

Bueno ella parecía desilusionada al verme... se podía ver su rostro frustrado y cansado al mirarme.

Creí que iba a ponerse feliz, supuestamente era su novio y ella tenía que estar feliz cuando venía a visitarla pero parecía todo lo contrario y eso me molesto un poco y me dolió también.

—No esperaba recibirte... —Dijo con la voz baja y agitada.

—Ya sé que te molesto, ya me iba...

Di dos pasos hacia atrás, pero ella pudo tomarte del brazo antes de que me fuera al auto con mi amigo que de seguro estaba tratando de descubrir que pasaba a lo lejos.

—No te vayas....

—Pero no esperabas recibirme.

Cheryl tenía los ojos por dentro irritados, como si se le hubiera entrado una crema que le haya hecho ponerlos de ese color rojizo y pequeños.

— ¿Qué te pasa en los ojos? —Le pregunté mirándole esos dos ojos irritados.

—No es nada...

Miré hacia atrás de ella y vi que la casa estaba desordenada, y que había un olor extraño en ella... Pero no se a que, era extraño, si pudiera entrar podría descifrar que es.

— ¿Están tus padres?

—Estoy completamente sola.

Largó una carcajada un poco rara, y pude enterarme que ella parecía del todo loca en ese momento... ¿Qué era lo que pasaba con ella?

Algo estaba sucediendo aquí.

Ella no estaba normal.

Por eso no quería que entre, ni me invitaba a pasar, ni esperaba que venga, ni me contestaba los mensajes.

—Bueno será mejor que te vayas... — Me dijo con la voz un poco quebrada.

Si soy malo con ella me marcharía ahora y la dejaría sola en las condiciones que estaba... Pero como era bueno con ella y de verdad me importaba de lo que podría estar sucediendo me quedaría a averiguarlo, eso era lo bueno.

— ¿Por qué me echas?

—No, no lo hago.

—Si lo haces.

— Yannick no quiero pelear...

Se tocó la frente, noté el cansancio que tenía y su piel estaba colorada como si afuera haría unos cuarenta grados de temperatura.

—Bueno entonces invítame a charlar... hazme chistes y se la chica que eras antes...

Cheryl se quedó unos segundos muda, mirando hacia abajo, y no levantando la vista. Sabía que no podía responder nada, y no sabía qué hacer conmigo, podía presentir que solo quería que me vaya, y nada más.

—Vamos, no me voy a ir hasta que me expliques que está sucediendo...

—No...

Dijo sin ganas de hablar, se tocó la frente nuevamente y cerró los ojos. Creí que en ese momento se iba a dormir de pie, como estaba.

Me alejé de la ventana y fui hacia la puerta, ahora que sabía que no estaba sus padres, ni nadie. Por suerte la puerta estaba abierta y cuando entré a la casa, encontré a Cheryl sentada en el suelo, mientras manchaba sus mejillas con lágrimas.

— ¿Qué pasa...?

Y ahí noté que mi corazón se rompía en dos cuando la vi arrojada en el suelo, llorando, tan frágil y triste como estaba.

Me arrodillé y puse su rostro en mis dos manos.

La casa estaba sucia, desordenada, y había olor... olor a droga. Cheryl estaba impregnada a olor de cigarrillo con droga, con alcohol.

Había estado haciendo todas esas cosas con su cuerpo, mientras yo estaba preocupado en tocar en ese estúpido bar, hablando con gente demente, como ese tipo que me encontré y soportando ese calor que había en ese sitio, lleno de gente estúpida que lo único que hacía era comer y comer, mientras bebía alcohol.

Lo peor de todo es que a esa gente ni le importaba mi música... que solo iba a ahí para comer y pasarla bien con "sus amigos".

— ¿Por qué?

Miré alrededor de la casa, y había como diez botellas de bebidas alcohólicas vacías, y en una pequeña mesa de vidrio había un polvo blanco que manchaba toda la mesa.

— ¿De dónde la consigues?

Le pregunté, pero ella antes de responder empezó a llorar furiosamente, y a gritar, me empujó para que le dejara un espacio, pero cuando quiso pararse se calló completamente al suelo.

Mi boca se secó y mi corazón estaba latiendo demasiado fuerte, tenía ganas de llorar como lo estaba haciendo ella, en ese momento horrible que estaba pasando, de confusión y amargura, pero no podía rendirme. No como lo había hecho ella... No aguantaba ni un segundo más, verla tan perdida y gritando sin razón como lo estaba haciendo.

Tenía que sacarla de allí.

Estaba alcoholizada, drogada, y no sabía lo que hacía.

Buscaría a Jayden, la llevaríamos con el auto al hospital y allí mejoraría. Cuando me levante para hacer lo que pensé, ella se adelantó y me tomó de la pierna.

—No, déjame aquí.

—No te dejaré...

—Vamos Yannick, porque no vas a tu casa haces como que no viste nada y te olvidas de esto, déjame explotar de una vez...

Me agaché de nuevo, y la miré fijamente con los ojos vidriosos porque era inevitable que las lágrimas no vengan.

—Nunca haría eso.

—Pero ahora debes.

—Basta.

Mordió su labio inferior, que estaba tan seco, como su corazón y abrió un poco la boca y respiró con dificultad.

—Vamos, mereces algo mucho mejor... soy una pobre adicta demente.

—Yo también estoy loco.

—Pero no tanto como yo.

Negué con la cabeza y tomé su mano que por cierto estaba tan pálida como su rostro, me asustaba verla de esa manera. También estaba temblando tanto que temía que le pasara algo ahora mismo.

—Creo que somos iguales.

—No, nunca.

—Si.

—Nadie es igual a nadie.

—Pero nosotros, sí.

Ella se quedó en silencio, ahora le sostuve las manos que estaban heladas, y sonreí levemente para poder motivarla a que me deje poder llamar a mi amigo y ayudarla.

—Por eso la gente no nos entiende... — Me reí bajamente — ¿O no recuerdas que cada vez que salimos a la calle nos quedan mirando como si fuéramos unos extraterrestres o de otro planeta que ellos nunca vieron? — Le pregunté, recordando las veces que salimos a dar una vuelta por la ciudad y Cheryl tomaba mi mano algo irritada por las miradas.

La gente nos quedaba mirando como si fuéramos un par de locos... y eso nos molestaba.

Ella se rio con pocas ganas pero lo importante es que salió una risa de su boca.

—Déjame ayudarte.

—No quiero ayuda.

—Pues voy a ayudarte.

Otra vez me quise ir, pero ella me detuvo, estaba vez no iba a escucharla, así que hice fuerza para que me soltara, hasta que lo logré y ella quedo tirada en el suelo, llorando otra vez.

— ¡Yannick, no!

Sentí otro grito de ella. Suplicándome.

Corrí hacia la puerta, y salí de la casa para dirigirme al auto que todavía seguía estacionado en el mismo lugar con Jayden dentro.

Abrí la puerta y lo miré alarmado.

Estaba tan relajado, mirando la pantalla de su celular y luego me miró.

— ¿Qué pasa que tienes esa cara, tu chica se había acostado con otro tipo? — Me preguntó.

—Necesito tu ayuda.

Después de esperar a que Cheryl vomitara en el suelo de su casa, la levantamos entre los dos, y la llevamos al auto.

La pusimos en el asiento de atrás, acostada para que no sufra más mareos y no vomitara en al auto de Jayden que estaba con un rostro de sorpresa, amargura, y frustración a la vez.

Cuando comenzó a andar para dirigirse al hospital, creo que Cheryl se había dormido porque tenía los ojos cerrados, estaba quieta y respiraba fuerte como si estuviera roncando.

— Whowww... —Dijo mi amigo.

Suspire y negué con la cabeza. No tenía explicaciones para mi estado de ánimo.

— ¿Sabías de esto?

—No creí que empezara a destruirse de esa forma, ahora... sabía que bebía, pero nada más, ni siquiera sé de dónde saca la cocaína, de seguro uno de esos amigos que tiene se la pasa...

—Que locura.

—Si.

—Tan joven.

—No se trata todo de ser joven, Jayden.

El me miro rápidamente y luego volvió la mirada hacia adelante con la ceja levantada para concentrarse en la calle.

— ¿Cómo es eso?

—Ella tiene muchos problemas...

—Bueno pero la vida es un desafío, te pone obstáculos para que sepas como superarlos y seguir adelante.

Me quedé callado...

Porque quizás tenía razón, pero algunos no teníamos la capacidad de pensar, o la valentía de seguir las reglas que la vida te da.

Cheryl tenía muchos problemas personales terribles, pero no es bueno que ella tome esa decisión... Terminaba arruinándose por completo.

—Ella no puede.

— ¿Cómo que no puede?

—Esas son las reglas de la vida ¿no? Pero todos no podemos seguirlas tal cual, porque tenemos otro problema mayor que ese, te doy un ejemplo de cómo nos creamos en la panza de nuestra madre...—Suspiré —La naturaleza maravillosa, los crea de ese modo que es muy bueno, pero no todos los bebes pueden ir desarrollándose en ese modo, a veces algo falla...

Jayden se quedó en silencio un poco, y notaba que estaba un poco confundido o quizás no terminaba de entender mi idea.

—Ah.

— ¿Entiendes?

—Sí, si... Tienes razón la vida está planeada de esa manera, pero no todo sucede como tiene que suceder...

—Exacto.

Y se terminó la conversación, hasta que llegamos al hospital. Los dos estaban muy sorprendidos para mantener una charla en al auto.

Mi novia estaba en el asiento de atrás, desmayada o dormida... por la droga y el alcohol mezclados y eso podía ser un peligro realmente grande.

Cargamos a Cheryl, que por cierto estaba dormida, y una enfermera muy amable, nos hizo pasar enseguida, porque vio en la situación que estábamos.

Nos mandaron enseguida a la sala de espera y yo me senté con preocupación.

Mi amigo estaba sentado en las sillas de en frente y yo estaba tan preocupado y perdido en mis pensamientos que no me di cuenta que se cambió de lugar para estar a mi lado.

—Ella va a estar bien...

Me dijo para tranquilizarme y quizás tenía razón, se recuperaría, pero quizás se enojaría y no me hablaría más por lo que le hice. Pero tenía que comprender que no podía dejarla en las condiciones que estaba, la quería, y por lo tanto, no la quería ver sufrir, por eso es que quise ayudarla.

—No sé si hice bien en traerla aquí.

Jayden apoyó su brazo en mi hombro para darme un poco de consuelo.

—Sí, hiciste bien.

—Espero que no me odie.

—No... No lo hará.

Se sentían los ruidos que provenían del hospital y tenía ganas de llorar, pero no iba a hacerlo porque que no tenía ganas de poner más nervioso de lo que estaba a mi amigo, además él no tenía por qué estar aquí, no eran sus problemas.

— Jayden, ve a descansar a casa...

—No, tengo que ayudarte.

—Puedo ayudarme solo, no va a hacer falta.

—Si va a hacer falta.

Lo observé y negué con la cabeza para convencerlo que no haga una de esas tonterías de quedarse donde no debía.

Sus padres se iban a preocupar y le iba a organizar un problema al que no debía estar expuesto por nada en el mundo, porque él no tiene nada que ver en esto. No quiero que lo castiguen por mi culpa.

—Te llamaré cuando Cheryl esté bien... —Trate de convencerlo.

—No me eches...

—No, no es eso... —Suspire tratando de hacer entrar en razón a Jayden —Es solo que ¿tus padres no van a preocuparse? Además debes estar cansado...

—No, yo estoy bien.

Sonreí pero no estaba seguro de lo que decía. Él era un buen amigo, siempre me apoyaba en todo, y siempre pensaba en mí, por eso es que quizás estaba aquí conmigo.

Estaba muy agradecido de todo lo que hacía, pero no debía quedarse en el hospital varias horas mirando el techo, debía ir a su casa.

—No es justo que te quedes toda la noche en el hospital...

—Si es justo, ahora cállate y duérmete...

Largué una carcajada si ganas por toda la situación que estábamos pasando.

— ¿En dónde?

—En mi hombro.

Jayden me conocía muy bien.

Podía verlo ahora en mis ojos...

Jayden sabía que me estaba durmiendo, que estaba cansado. La verdad es que después de cantar un par de horas me agarraba un cansancio, y me empezaban a pesar los ojos, entonces se notaba en mi rostro que estaba con mucho sueño, además del dolor de garganta que se aproximaba.

Así que acepté la propuesta, me apoyé en su hombro, cerré los ojos y lo último que pensé fue en la sonrisa de Cheryl y en parte un poco del contenido del sobre que estaba en mi bolsillo... La curiosidad me mata... y creo que a todos los hombres les mata la curiosidad.

Un golpe sentí en mi hombro y creo que afuera estaba amaneciendo, o que el sol ya se estaba mostrando o no sé porque creo que había perdido la noción del tiempo.

— Yannick.

Abrí los ojos con mucho esfuerzo, me incorporé y miré a mi amigo Jayden que lucia de ánimo un poco mejor.

—Creo que me voy.

—Está bien.

—Sonó varias veces tu celular...

Miré en mi bolsillo y mi celular ahora estaba con la luz apagada, en silencio, tranquilo, pero de seguro cuando estaba durmiendo había sonado y no tenía ni la menor idea de quién podía estar llamándome.

— ¿Cheryl?

Pregunté mientras me acomodé mi cabello, y me tocaba la frente, la verdad que estaba exhausto, y tenía un pequeño pellizco en mi cuello por dormir en una postura no adecuada por varias horas.

—Como siempre, no hubo ninguna complicación.

Asentí con alivio y mi corazón dio una puntada fuerte, lo cual ya era hora de que se tranquilizara un poco.

—Gracias por quedarte.

—No lo agradezcas para eso están los amigos.

Vi que Jayden tomaba su abrigo negro, con cuidado, se paraba del asiento, sacaba su celular y luego volvía a guardarlo.

— ¿Qué hora es?

—Las nueve de la mañana.

Dijo con el tono de voz tranquilo para él, pero para mí, fue una locura total. No podía creer que haya dormido tantas horas en una postura mala, pero de seguro estaba tan cansado que mi cuerpo siguió durmiendo.

Me levanté enseguida y miré la puerta de la entrada, y ya era de día. El sol se asomó por completo a las calles e iluminó todas las casas, y los barrios.

—También tengo que irme.

—He llamado a mis padres— Dijo Jayden — Les he explicado que estaba en el hospital porque una amiga estaba enferma y me han creído...

— Si, ¿pero yo?

Rápidamente alcanzo mi celular y veo que tenía cinco llamadas perdidas.

Tres de mi madre.

Dos de Melody.

—Estoy en problemas...

Jayden negó con la cabeza, me dio un beso en la mejilla como acostumbraba a hacer, me saludó con la mano, despidiéndose y dio media vuelta para irse de una vez.

Me dirigí a la puerta para hablar con algún médico que haya atendido a Cheryl para decirle que tenía que irme.

Entonces fue cuando me atendió una enfermera, con una sonrisa leve en el rostro y con el cabello castaño recogido en una cola.

—Quisiera saber lo que pasa con la paciente ingresada... ayer anoche.

—Adelante —Me dio el lugar y entre para averiguar bien lo que pasó— Creo que está bien, ha despertado pero quiere irse a su casa, creo que la tendremos unas horas en observación.

Asentí con amargura recordando las imágenes de ayer anoche. Cheryl vomitando, Cheryl diciendo cosas incoherentes, empujándome...

— ¿Tienes el teléfono de sus padres? —Me preguntó curiosamente.

—No.

La enfermera me guio en silencio en donde estaba y ya podía verla sentada en la cama de hospital con sus ojos oscuros y brillosos.

Caminé hacia Cheryl dejando a la enfermera atrás y ella me miró por unos pequeños segundos, y luego volvió a dejar su mirada en sus manos.

—Hola.

No contestó.

— ¿Cómo estás?

Hubo un silencio lo cual fue incómodo no sé si para ella pero para mí lo fue, porque sentía que a pesar de toda mi preocupación que había puesto en ella, seguía enojada conmigo, lo cual no era justo.

—Solo vas a quedarte un par de horas más y luego vas a volver a tu casa...

—Ya me voy.

Se levantó de la cama, y empezó a ponerse las medias para irse, pero me acerqué rápidamente y la detuve.

—Quédate.

—No ya me has hecho suficiente, Yannick... —Suspiró con irritación— Mira a donde me trajiste... a un hospital...

—Era por tu bien.

No dijo nada, y mi corazón dio un golpe fuerte por lo enojado que estaba y ya me estaba cansado de tener tanta paciencia. No me gustaba que las personas se enojen por algo que ni siquiera es para enojarse... Que no valoren, que los ayudaste y que te traten mal, porque están enfermos.

— ¿Ahora qué les digo a mis padres? —Preguntó con la voz levantada.

¿Estaba gritándome?

—Nada, ¿Por qué no les dices que estuviste en el hospital alcoholizada y drogada?

Me fulminó con la mirada y se quedó unos segundos avergonzada, sin decir nada.

—Vete.

— ¿Qué?

—Vete antes de que te golpee...

—Está bien.

Me levanté del asiento, dispuesto a irme, porque la verdad es que quería hacerlo, me dolía la cabeza, me pesaban los ojos, me temblaban las piernas y estaba enojado con ella, por ser tan mala desagradecida, por no considerar que había cuidado de ella, mientras estaba alcoholizada y no sabía lo que hacía.

—Valora lo que hice por ti... — Le dije, mientras observaba su rostro que estaba tenso mirando hacia abajo.

—Te vi mal esa noche, estabas vomitando en el suelo de tu casa, no sabía lo que hacías y solo quería que te pongas bien, por eso desesperado te traje aquí para curarte...

Di un suspiro, pegué media vuelta y me fui corriendo del hospital.

Cuando estaba afuera pude notar que hacia un frio impresionante, y que lagrimas caían de mi rostro por la discusión que había tenido con Cheryl... Pensaba que podía ser ahora el fin de nuestra relación.

Creo que no nos íbamos a llamar más, ni hablar más, en realidad ella estaba enojada conmigo y yo con ella y con lo estúpido que soy, no creo que pueda llamarla para poder decirle que la extraño y todas esas cosas cursis que no son de mi estilo.

Caminé y caminé hasta que me dolían los pies y llegué a mi casa, pensando en que podría obtener gritos de mi madre, o de mi padrastro y también de Melody.

Cuando llegué Richard ya se había ido a trabajar y estaban mi madre, mi hermana, sentadas en la mesa, tomando el desayuno. Se notaba el ambiente tenso y que ellas dos se habían enterado que no estuve en toda la noche.

— ¿Dónde estuviste? —Preguntó mi madre con la voz tensa.

—En el hospital.

Mi hermana se levantó enseguida y fue hacia mí para tomarme el rostro con sus dos manos e inspeccionar mi rostro a ver cómo estaba.

—No, no estoy bien.

—No te creo... ¿Dime que paso?

Antes de que comenzara a hablarle a mi hermana, mi madre se levantó de la silla, y me hizo una seña para que me callara.

Me miró con el rostro frio como siempre me miraba cuando estaba enojada conmigo, por algo que había hecho sin darme cuenta o cuando le contestaba mal, o ese tipo de cosas que las madres se terminaban enojando.

Pero esta vez sabia porque estaba molesta...

—Es una orden, no quiero que toques más en los bares...

Una fuerte puntada se asomó por mi pecho...

¿Era mi corazón?

Lo ignoré, apartándome de Melody que tenía el rostro preocupado por todo lo que estaba pasando...

—Tú no puedes prohibirme algo que amo hacer...

—Sí, puedo... soy tu madre, te lo ordené una vez y no me obedeciste...

— ¡No voy a hacerte caso!

No podía sacarme lo que más me gustaba, por su estúpido capricho, por su idiota y tonto capricho de querer que me quedé aquí mirando el techo de mi triste habitación sin poder hacer nada y no ver el mundo de distinta forma.

Seguir haciéndome más tímido, sin capaz de hablar con las demás personas porque ella me retenía en mi casa, haciendo que no hable con nadie.

—Voy a avisarle a Richard.

— ¿Y quién es él?

— Yannick...

Sentí la voz de Melody y ese método lo usaba para que me callara, pero no iba a dejar que mi madre que se salga con la suya... aunque me castigue voy a seguir actuando en los bares, porque luego de cantar me sentía libre... me sentía un poco mejor de ánimo que antes porque era lo que me gustaba hacer y para eso estamos las personas para hacer lo que nos gusta... porque si no nunca vamos a llegar a nada.

—No déjalo seguir hablando, porque ya le di una orden y si no la cumple va a estar castigado, no va a poder salir...

—No puedes hacer esto...

—Ya vez que sí.

Suspiré con ganas de llorar, pero no iba a hacerlo...

Melody se acercó y apoyó sus dos manos en mis hombros para darme un consuelo, fuerzas, para que dejara todo como estaba y vaya a mi habitación.

Pero la aparté y la miré fijamente.

—Si quieres irte a tu habitación, hazlo tu sola... no he terminado.

Ella me miró con los ojos vidriosos, agachó la cabeza y no dijo nada.

Ahora llegaba la hora de enfrentarme con mi madre, no faltándole el respeto porque no debía, pero si defender lo que quería hacer porque ya no era un niño de once años al que podía gobernar, yo ya tenía compromisos que hacer, que no eran malos, ni tampoco buenos, pero que no lastimaban a nadie.

—Ayer toqué en el bar, y luego estuve en el hospital por una amiga... — Pensé, que todavía no le había dicho a mis padres que tenía novia y eso me hizo decepcionarme de mi mismo, más de lo que estaba —Ella estaba muy grave, y no quería dejarla sola...

— ¿Por qué no nos avistaste?

—Porque no tengo crédito en el celular, ni wifi estable.

—Esto es una buena mentira.

—No es una mentira, es verdad, ya sé que piensas que ahora me drogo y todas esas estupideces pero no son verdad...

Mi madre arrugó la frente y pude notar que tenía unas ojeras grandes debajo de sus ojos, además de su rostro cansado.

—Estas cambiado...

—Si ¿Sabes por qué? Porque gracias a que me enfrenté a salir a cantar a hacer lo que me gusta, maduré, y cambié... esto es lo que me hace bien...

Ella no contestó.

Mi hermana subió las escaleras, silenciosamente y luego se sintió el sonido del cierre de su puerta que fue tranquilo también, nada de portazos enojados ni ese estilo.

—No sé si creerte, eres mentiroso... y eso Yannick, no te lo cambia nadie ni nada...

Sus palabras me llegaban a lo más profundo de mí ser y sabía que me herían...

Respirar hondo era lo que me quedaba.

—Bueno castígame, pero aunque me arranques de los pelos, me saques el celular, no me dejes salir, no voy a dejar la banda y no voy a cancelar los shows... voy a intentar de una manera salir de aquí.

Mi madre abrió los ojos como platos y no podía creer lo que le estaba diciendo en la cara.

—Pero no vas a llegar a nada Yannick, muy pocas personas pueden ser famosos con millones de fans, no cualquier persona... —Se acercaba lentamente— Tienes que ir a la universidad.

Era lo que pensaba antes.

Y podía ser que nunca tenga fama como decía ella, pero al menos hacerlo de pasatiempos, seguir intentando...

Total tengo dieciséis años, mi vida acaba de comenzar y tengo todo el tiempo del mundo para esperar si puedo llegar a algo con la música y estoy seguro que algo pasará.

Me alejó para que mi madre no me tocara las manos para hacer que reflexioné y decir que la universidad era mi futuro, porque nunca eso saldría de mí y de mi boca.

—Está bien mamá piensa lo que quieras...

—No puedo dejar que sigas de esa manera...

— ¿Por qué? Estoy bien...

—Tú no estás bien...

Nunca estuve bien... eso tenía que saberlo ella.

La miré y negué con la cabeza. Ella puso los ojos en blanco y sé que la puse incomoda.

Comencé a dirigirme a la habitación y como vi que no me retenía, caminé más rápido, cerré la puerta y la trabé.

"No vuelvan a molestarme jamás", pensé.

Noté que estaba cansado... a causa de todo lo que pasó la noche anterior, necesitaba dormir una siesta, pero me detiene pensar en el hombre friki que me encontré en el bar...

¿El sobre?

Toqué mi bolsillo y allí estaba...

¿Sería algo muy importante como diría el?

Tengo que abrirlo, las sorpresas no me gustan, y las sorpresas desagradables menos...

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