Emmanuel

Entro al gimnasio de la escuela y la clase B ha terminado su turno, así que los de la C ya podemos comenzar a entrar.

Visualizo a Adelaine guardando las colchonetas en el depósito y me acerco hasta ella.

—Hola, ¿Te ayudo?

—No —expresa arisca.

—¿Se ve que tu modo coqueta ya no funciona conmigo? Que bueno, porque las mujeres así me ponen de los nervios —me río.

Guarda la última colchoneta, suspira y me mira, luego sonríe.

—Deberías estar contento entonces, ya que no te molestaré más.

—¿Te vas a algún lado acaso? —expreso confuso.

—A ninguno, sólo te estoy diciendo que estás de suerte, cariño —se gira en dirección a su bolso —ya no te necesito, te descarte de mis planes.

—No sé de qué hablas pero...

Se acerca y me da dos palmaditas en el rostro.

—Mejor que no lo sepas —levanta su bolsa y busca su uniforme para cambiarse el que tiene de gimnasia —me voy a los vestuarios —se da vuelta.

—Adelaine.

—¿Qué? —se gira a verme.

Sonrío.

—Eres rara, pero me caes bien.

—¡¿Qué?! —se sonroja —¿Qué clase de opinión es esa?

—Una opinión —me río.

—Eh... tú... —no sabe que decir así que se da vuelta —¡Ya me voy! —entra a vestuarios.

—¿Todo el mundo te cae bien a ti? —me giro visualizando a Bruno sentado en el suelo, con cara de esa gente que sale en las pelis de terror. Luego baja la vista y mira sacando su tenedor —yo que tú no confiaría tanto.

—Deja eso, te vas a pinchar —le quito el cubierto y su cara de niño pequeño ha regresado.

—¡No, devuélvemelo! —se levanta para sacarmelo, dando saltitos y estirando su mano —¡Emma, eso es trampa, tú eres más alto! —me río ante su comentario.

—Se ve que se divierten —Adelaine sale del vestuario ya con su uniforme puesto. Nos mira de mala manera y se retira.

Me quedo tildado observando la puerta cuando la cierra con fuerza y bajo lentamente el tenedor. Reacciono cuando Bruno me lo quita.

—¡Es mío! —se va corriendo.

—¡Eh, espera un segundo! —lo sigo.

¿Qué fue todo eso?