Emmanuel

Corro antes de que Tyrone entre a su casa, lo alcance en el momento justo en el que llegaba.

—¡Te encontré! —sonrío y frunce el ceño.

—No alcanza con soportarte en la escuela, que también tengo que hacerlo en la puerta de mi casa —se queja.

Levanto un dedo.

—Es el destino que dice que te tengo que caer bien.

Se ríe.

—Buen chiste, cuéntame otro.

—Los enanitos no quieren hablar contigo y me envían a mí a averiguar que trama Linzy —meneo un dedo.

—¿Los enanitos? —levanta una ceja.

—Sí, Noah y Bruno.

—Uno un cobarde y el otro un resentido —bufa —. A la mierda, pasa y termina de una vez —abre la puerta.

—Gracias —paso por su lado y me detengo.

—¿Qué ocurre?

Miro el suelo, veo en el decorado del pasto, lo que parece ser un collar. Me agacho y visualizo el dije en forma de corazón. Lo levanto cerciorándome de lo que creo que es.

—¿Cómo llegó esto aquí? —miro a Tyrone —¿Has visto a Adelaine?

—No la he visto en días, Cabeza de Antorcha.

—Tú eres su amigo, ¿Crees que lo tiraría por alguna razón?

—Adelaine no tira las cosas, ¿Vas a entrar o qué? —se queja.

Me lo pienso.

—Sí, voy a entrar —avanzo y hago otra pregunta —¿Dónde es la habitación de Linzy?

—Las habitaciones de huéspedes están por allá —señala el camino y deja su mochila a un costado.

Asiento y me dirijo hasta allí, mientras él se va en otra dirección. Visualizo el cuarto y al entrar veo las dos camas, ¿Cual será la de Linzy?

—De Tin Marín, de Do Pingüe, Cúcara Mácara títere fue —muevo el dedo para decidir.

Al revisar y con mi buena suerte, encuentro algo que me sirve. Yo sabía que cantar algún día rendiría sus frutos.